El anuncio de Juan Carlos López de Lacalle (Artadi) de abandonar la DOCa Rioja es, probablemente, la mayor bofetada al sistema de las denominaciones de origen en España. Este rescatador de viñas viejas y parcelas singulares en Rioja Alavesa, como la legendaria Viña El Pisón, no es el primero en tomar una decisión de este tipo. Le han precedido, entre otros, Gutiérrez de la Vega en Alicante y Raventós i Blanc en Cava. Pero la marcha de Artadi cuestiona de forma directa la efectividad de la denominación más prestigiosa de España para crear herramientas que avalen la singularidad de sus diferentes terruños.
Rioja es la punta de lanza, pero hay signos cada vez más evidentes de que la protección del paraguas de las denominaciones de origen en España no es suficiente para todos los que allí se cobijan. En apenas una semana se han celebrado dos jornadas de debate sobre el viñedo español y la necesidad de crear un sistema de organización y clasificación que avale la singularidad de los vinos de terruño más allá del marchamo genérico que aporta una DO regional.
A esas jornadas de reflexión se ha sumado el nacimiento de Rioja ’n’ Roll, un grupo de ocho viticultores de Rioja con nombres que empiezan a sonar con fuerza como Roberto Oliván (Tentenublo), Olivier Rivière, Tom Puyaubert (Exopto) o Artuke, entre otros. Su objetivo es “reivindicar los vinos de personas, de pueblo, de finca; vinos libres sin encasillar que reflejen nuestra personalidad y la de los viñedos que trabajamos”.
“Lo único que quiero tras 36 años de profesión es trabajar a gusto”, explicó Juan Carlos López de Lacalle en el transcurso de una mesa redonda celebrada en el Club Matador de Madrid y titulada Reflexiones sobre el gran viñedo español.
El fundador de Artadi dice sentirse solo y cree que los demás están ciegos porque no ven la vía empresarial de los vinos de terruño. También está convencido de que “el proceso de dar valor a la pequeña viticultura española es imparable”. Recuerda que durante cinco años fue miembro del pleno del Consejo Regulador y que estaba en la comisión que redactó el Reglamento de 1990. En aquellas sesiones intentó convencer a sus compañeros de que era “el momento histórico para zonificar”, pero no encontró apoyos para trabajar en esta línea.
El evento estaba impulsado por otro reputado elaborador de Rioja, Telmo Rodríguez (Cía de Vinos Telmo Rodríguez, Remelluri), que actuó como moderador de un debate en el que además de elaboradores (Daniel Landi de Comando G, Pepe Raventós de Raventós i Blanc), participaron periodistas y críticos (el catador para España de The Wine Advocate Luis Gutiérrez, Víctor de la Serna, José Peñín y Amaya Cervera por parte de SWL), distribuidores y comerciantes de vino (Paco Berciano, Joan Valencia, Juan Manuel Bellver) o el experto en arte Vicente Todolí. El único consejo regulador representado fue el de Priorat de la mano de su actual presidente Salustià Álvarez. Ésta es la única denominación española que ha abordado una zonificación de su territorio mediante la creación de la figura de los vi de la vila (vinos de municipio) y vi de finca (vinos de finca).
La mayoría de los participantes coincidieron en que es urgente y necesario abordar algún sistema que ahonde en los conceptos clásicos de las regiones francesas más prestigiosas de vinos de municipio o de pueblo, vinos de paraje y vinos de parcela.
La imagen del vino español como vino barato se ve también como preocupante. Las cifras más recientes publicadas por el OEMV (Observatorio Español del Mercado del Vino) hasta agosto de 2015 sitúan el precio medio de venta del vino español en 1,02 €, en la cola de los países exportadores. Es necesario “dignificar el vino español y poner en valor su patrimonio vitícola”, insistió el elaborador de Gredos Daniel G. Landi. “Cuanto más concretos sean nuestros vinos, más internacionales podrán llegar a ser”.
Para Pepe Raventós, de Raventós i Blanc, “el futuro no es competir con los mercados emergentes y el Nuevo Mundo sino seguir el modelo francés” y propone trabajar con variedades autóctonas, un descenso en los rendimientos, la subida del precio mínimo de la uva y la necesidad de que todos los vinos se comercialicen con añada.
El distribuidor catalán Joan Valencia dijo que “la gente está deseando diferenciarse en los vinos que bebe” y recordó que “cualquier clasificación pasa primero por un análisis exhaustivo de suelos”.
En este sentido, el elaborador danés autor de Pingus, Peter Sisseck, que acudió a escuchar las exposiciones, confirmó la creación de una comisión de investigación de suelos presidida por él mismo en la Ribera del Duero como primer paso para poder hacer una distinción de calidades en la zona. Para un segundo estadio se baraja la diferenciación de zonas concretas y rendimientos en función de si las uvas se destinan a vinos jóvenes y robles o a etiquetas de crianzas más largas. “No se puede erradicar el viñedo productivo y mal plantado porque seamos unos románticos del paisaje”, concluyó Sisseck.
El crítico y elaborador de Manchuela Víctor de la Serna recordó lo desligadas que se encuentran las marcas riojanas de sus viñedos de origen y señaló que sería enormemente positivo que la DOCa. Rioja, como modelo en el que se han mirado las demás denominaciones españolas, diera un paso adelante para trabajar en la zonificación del territorio. “Necesitamos un sistema de identificación de zonas y un marchamo de calidad que nos deje empezar a incluir orígenes más concretos en la etiqueta”.
Por su parte, el distribuidor e importador burgalés de Alma Vinos Paco Berciano se preguntó si esta tarea había que hacerla “con” o “contra los consejos reguladores”. Y añadió: “Los consejos reguladores representan la realidad del mercado, que es la de los productores y no la de los vignerons; cuanto más acotemos el espacio, más cara será la uva”. Y propuso un modelo privado similar al de la VDP alemana que en la actualidad agrupa a unos 200 productores en ese país.
Telmo Rodríguez, por su parte, señaló que el movimiento debía ser positivo para todos. “No se trata de ir en contra de nadie y no hay que olvidar que Romanée-Conti es lo que ayuda a vender el vino barato de Borgoña”.
Representado por su presidente Salustià Álvarez, la DOQ Priorat es la prueba de que se puede acotar el territorio vitícola en España. Álvarez dijo que “el vino es el gran embajador de un territorio” y realizó una defensa del trabajo del viticultor, como elemento decisivo para conservarlo: “El territorio puede mantenerse con gente que se gana bien la vida con su pequeño viñedo y que se siente orgulloso de ello”.
El modelo de zonificación de Priorat responde a la estructura piramidal francesa clásica: “en la base estarían los vinos de país o de mesa, un primer peldaño los vinos de DO, a continuación vinos DOC, vinos de municipio, vinos de finca, y finalmente vinos de paraje excepcional”.
El precio medio del kilo de uva en Priorat durante la cosecha 2014 fue de 1,6 € y el precio medio de una botella de vino es de 20 €, la más alta de España. Salustià Álvarez destacó además el hecho de que la producción estaba muy repartida: “Es mejor 100 pequeñas bodegas que dos grandes marcas”.
Gran parte de los planteamientos expresados en el Club Matador de Madrid volvieron a escucharse en Rioja el día 7, durante la celebración del congreso Denominación de Origen - Identidad y diferenciación, una jornada impulsada por Juan Carlos López de Lacalle en Laguardia, la villa riojano-alavesa donde está ubicada su bodega, informa Yolanda Ortiz de Arri.
En la mesa redonda repetían el propietario de Artadi, Telmo Rodríguez, Dani Landi y Salustià Álvarez, a los que se unieron Gabriel Frías, presidente de ABRA (Asociación de Bodegas de Rioja Alavesa), que criticó “el mar de vino que nos viene encima con el aumento de rendimientos y nuevas plantaciones” aprobado en Rioja, y el profesor y viticultor de San Vicente de la Sonsierra, Pedro Balda, que lamentó que en su pueblo —y por ende, en el resto de Rioja— haya “grandes viñas y grandes viticultores pero me sobran los dedos para contar los jóvenes que han iniciado proyectos pequeños personales”.
Álvaro Palacios también estaba en la tribuna de la sala, abarrotada de alcaldes, viticultores y técnicos de la zona. El autor de L’Ermita y del resurgir de la bodega familiar de Rioja Baja reivindicó una pirámide de calidad “porque la cumbre sedimentará y beneficiará a todos” y libertad para que “los productores pueda usar etiquetas de cada subzona siempre que las uvas sean de ahí. Sería un primer paso de una tradición que los consumidores ya conocen. El segundo paso sería reconocer los vinos de municipio, porque no puede haber vino de finca sin este paso previo. Más adelante vendrán los grands crus, aunque esa será una tarea para nuestros nietos o biznietos. Pero para que esto suceda, tenemos que empezar a trabajar ahora”.
Por la mañana fue el turno de Juan José Ibarretxe, que habló de identidad, cultura y formación como elementos necesarios para tener voz propia. “Hay que mirar al mundo para ver el vino de Rioja Alavesa, y yo no lo veo. Rioja Alavesa necesita una propuesta voluntaria propia, diferenciada y no confrontada con nadie. Lo universal es siempre un sumatorio de lo local,” aseguró el exlehendakari. “No hay que descartar la subdenominación, pero en lugar de construirse se está desvaneciendo.”
Esta idea de la homogeneización en Rioja también la corroboró Miguel Larreina, técnico vitivinícola que ha escrito varios libros sobre Rioja Alavesa, al indicar que “el 80% del vino de Rioja lo mueven 40 grupos empresariales, macrobodegas con intereses en varias DOs y gente muy poderosa”. Larreina recordó que en la historia de la DOCa Rioja se han hecho muchos cambios “en viníferas, rendimientos, zonas de producción, de crianza, tasas y tipos de vino. Si se quiere, se puede pero hace falta voluntad y fuerza”.
En una órgano de gestión controlado por los grandes grupos bodegueros, la oportunidad de cambio es ínfima, pero, como explicó el académico Josep M. Sabaté la legislación permite crear una nueva DO con relativa facilidad. “Hay que justificar una diferenciación, pero legalmente es posible. En Francia o Italia se han creado muchas”.
En medio de estas demandas de cambio y reconocimiento de la singularidad nace Rioja ’n’ Roll, un grupo heterogéneo de jóvenes productores implantados en las tres subzonas que han optado por aunar un espíritu de trabajo común a pie de viña y un estilo de vinos al margen de delimitaciones administrativas o políticas.
“Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”, explican Roberto Oliván (Tentenublo Wines), los franceses Tom Puyaubert (Exopto) y Olivier Rivière, Arturo y Kike de Miguel (Artuke), Sandra Bravo (Sierra de Toloño), Bárbara Palacios (Barbarot), Óscar Alegre y Eva Valgañón (Alegre & Valgañón) y el sudafricano Bryan MacRobert (Laventura). Son conscientes de la tradición y del reconocimiento de la marca Rioja, pero creen que ya es hora de reconocer el gran patrimonio vitivinícola de la zona. “El potencial del viñedo riojano es tremendo, pero ha sido muchas veces descuidado. Hay que reivindicar los vinos con personalidad”.
Lo que es un hecho es que cada vez hay más actores del sector vitivinícola español remando en la misma dirección; está por ver si las DOs tomarán medidas para adaptarse al clamor de muchos pequeños pero importantes viticultores que piden diferenciación y autenticidad.
A todos los participantes en la mesa redonda organizada por el Club Matador se les pidió que escribieran un breve texto en el que intentaran responder a preguntas como: ¿Han sabido nuestros viticultores y bodegueros hablarnos de estos viñedos de excepción?, ¿ha sido nuestro sistema de denominaciones de origen capaz de delimitarlos y preservarlos?, ¿puede nuestro país generar una imagen de calidad sin darles protagonismo? El documento íntegro puede descargarse aquí.