Los paisajes vinícolas más bellos del mundo son escenarios domados por la mano del hombre durante siglos. Personalmente, no me impresionan tanto las escarpadas laderas o los lugares increíbles en los que es capaz de crecer la vid, como el hecho de que durante décadas haya habido personajes capaces de construir terrazas, podar, cultivar y vendimiar viñedos remotos, de difícil acceso o de muy bajos rendimientos; y además transmitir esa cultura a las generaciones venideras.
España es un país rico en este tipo de escenarios impactantes. Y uno de ellos está a menos de una hora de Madrid.
La Sierra de Gredos vinícola es una encrucijada de provincias (Toledo, Madrid, Ávila), comunidades autónomas (Castilla-La Mancha, Madrid y Castilla y León) y demarcaciones vinícolas (ahora mismo DO Méntrida, DO Vinos de Madrid y VT Castilla y León, pero podría haber una DO Cebreros a la vuelta de la esquina), que pese a todo mantiene una indudable coherencia geográfica.
Durante dos días, hemos recorrido algunos de sus viñedos más significativos y hemos podido hablar con los personajes que están poniendo esta bella región y sus viejos viñedos de garnacha sobre el mapa. Pero frente al lenguaje de Pepe Franco y la fuerza de sus imágenes sobran las palabras. No se puede describir mejor la belleza de La Viña Escondida o el suave relieve de Peña Caballera o Viña Bonita, ni el dramatismo de las laderas que ascienden hacia el Alto de Arrebatacapas o que preside los viñedos casi secretos y aislados de Las Iruelas y Rumbo al Norte.
¿Y qué decir de esas bodegas pequeñas y pueblerinas donde conviven todo tipo de recipientes de vinificación (ánforas, fudres, barricas, tinas de plástico)? ¿O de esa vuelta a una elaboración más tradicional con pisado de la uva y extracciones delicadas?
Tal vez lo más profundo que transmiten las fotografías de Pepe Franco es la propia historia, el tiempo necesario para que todos estos paisajes tomaran forma; para que las cepas se retuerzan sobre sí mismas. Hoy, hay un grupo de personajes luchando para conservar ese legado. Su objetivo: poner historia, paisaje y terruño dentro de una botella.