Si la garnacha y la mencía hace tiempo que han llegado a las copas de una mayoría de aficionados, los espumosos elaborados por el método ancestral o los palominos sin fortificar apenas han salido de las mesas de cata de prescriptores, profesionales y aficionados a la última. Pero aunque minoritarios en términos cuantitativos, su importancia se mide por su capacidad de influir y de generar interés más allá de nuestras fronteras.
Tras la expansión masiva (y consiguiente hartazgo) de la tempranillo más allá de sus regiones naturales, creemos que las dos nuevas reinas en lo que a tintos de amplio espectro se refiere son la mencía y la garnacha. La primera, muy encajada geográficamente en el cuadrante noroeste, destaca por su originalidad, personalidad y carácter fácilmente reconocible. La segunda, mucho más extendida por el viñedo español (y el internacional), por su carácter sexy y amable, su variabilidad genética (blanca, tinta, gris, peluda) y su camaleónica capacidad para reflejar distintos suelos y paisajes. Sin olvidar su papel cada vez más relevante para aportar frescor en los ensamblajes gracias a su pH naturalmente bajo.
Las dos variedades encajan muy bien, por otro lado, en el ascenso de los tintos menos estructurados y más bebibles. En abril, España se convertirá en centro mundial de la garnacha con la celebración en Terra Alta (Tarragona) de la sexta edición del concurso Grenaches du Monde. En lo que respecta a la mencía, aguardamos impacientes el desarrollo de la nueva reglamentación terruñista del Bierzo que podría dar un fuerte impulso a la zona y a la variedad.
Si en variedades empieza a haber relevo, en estilo ganan peso los tintos atlánticos: menos estructurados, más frescos y aromáticos, con característicos matices herbáceos junto a una fruta crujiente y de carácter más silvestre. Aunque podríamos meter en este saco a algunos tintos de Tenerife y otros procedentes de viñedos de altitud de distintas regiones, el líder indiscutible del estilo es Galicia. La imagen que triunfa (imposible de olvidar y también relacionada con el ascenso de la mencía) es la de esos viñedos heroicos de la Ribeira Sacra que se precipitan hacia el río por pendientes imposibles. Y ello sin olvidar otros muy buenos ejemplos de tintos en Ribeiro, Valdeorras, Monterrei y también en la DO gallega más asociada a vinos blancos: Rías Baixas. Muy interesante también la creciente movilidad de algunos productores que empiezan a elaborar tintos en más de una denominación gallega como Zárate, Nanclares y Prieto o Forjas del Salnés y la influyente figura de Raúl Pérez como impulsor de todo el movimiento.
El mayor atractivo de la insularidad es su aislamiento natural que ayudar a preservar el patrimonio. Esto es particularmente evidente en Canarias, con una enorme riqueza varietal a la que hay que sumar sus originales suelos volcánicos (los “vinos volcánicos” ya son una categoría que se comunica a nivel internacional), las acusadas diferencias de altitud en muchas de sus islas, en especial en Tenerife y La Palma, y el indudable encanto de técnicas de cultivo tradicional como el cordón trenzado. Los mejores vinos canarios son un fantástico argumento de originalidad y novedad en las cartas de vinos que elaboran sumilleres con gran poder de prescripción tanto de dentro como de fuera de España. Solo hay que probar un vino de Envínate, Suertes del Marqués o Borja Pérez para entender el concepto de expresividad en toda su dimensión.
Con sus propias variedades (las más desconocidas y minoritarias en pleno proceso de recuperación) y poderío turístico, Baleares debería convertirse en una fuente de inspiración mediterránea. Aunque el alto consumo local frena la salida de vinos del archipiélago, el panorama de inversiones y nuevos productores es más dinámico que nunca y esto se está traduciendo en una mayor diversidad de propuestas y estilos sobre los que escribiremos con más detalle en breve.
Enarbolan la filosofía de la nueva generación de elaboradores del Marco de Jerez en la zona liderada por nombres como Willy Pérez (quien ha realizado toda una disección de procedimientos y estilos dentro de su proyecto Barajuela) y Ramiro Ibáñez (comercializando sus trabajos de investigación de terruños a través de la línea de vinos Pitijopos). El objetivo es volver a la viña y mostrar el carácter de los pagos históricos de la zona frente a los jereces tradicionales muy marcados por los procesos de envejecimiento y crianza. Como dice Willy Pérez, “los vinos de ensamblaje se pueden copiar, pero la albariza es inimitable”. La tendencia se ha extendido ya a la vecina Montilla, otra gran región de generoso cuya uva de referencia es la Pedro Ximénez.
Jerez también se ha convertido en una fuente de inspiración para elaboradores de otras regiones españoles. Cada vez vemos más guiños de vinos elaborados bajo velo de flor fuera del Marco, criados en barricas que han contenido jerez o que, simplemente, juegan con crianzas oxidativas tal y como contamos hace unos meses en este artículo. En algunos casos el modelo no es únicamente Jerez; la sombra del Jura también es alargada. La crianza biológica, por otro lado, está en plena comunión con la filosofía de elaboradores que abogan por una baja intervención en sus vinos.
Más allá de las zonas especialistas en la materia, la creciente demanda de blancos está haciendo que prácticamente todas las regiones exploren su potencial en este sentido, incluso aquellas con muy escasa presencia de variedades blancas en sus viñedos. Rioja, con un plantel creciente de estilos, terruños y ensamblajes es un claro ejemplo, pero incluso en Ribera del Duero, donde los blancos no están acogidos a DO, hay ya un cierto número de etiquetas de producción muy limitada que se apoyan en la muy minoritaria albillo. Hasta Priorat, con algo menos de 100 hectáreas de variedades blancas, se ha convertido en una fuente de blancos originales. Por otro lado, el hecho de que muchos de estos vinos estén elaborados por productores de referencia muy centrados en el terruño hace que sus propuestas sean realmente interesantes.
Comparadas con las de otros países clásicos europeos como Francia e Italia, las denominaciones españolas con especialmente extensas. ¡Qué difícil es generalizar sobre la calidad de las añadas en regiones como Rioja o Ribera del Duero que se extienden 100 o más kilómetros a lo largo de sus respectivos ríos de referencia: el Ebro y el Duero! Desde que la mezcla de uvas de distintas áreas ha dejado de ser la única receta para elaborar vinos de calidad y la filosofía borgoñona ha calado hondo en España estamos descubriendo nuevas y fascinantes expresiones de terruños cada vez más concretos. Los elaboradores además (y este el gran movimiento de los dos últimos años en España) quieren reflejarlo en la etiqueta. Con o sin reconocimiento por parte de los organismos reguladores, los vinos de municipio, paraje y parcela son una realidad palpable en una mayoría de regiones españoles.
Son la receta perfecta para combatir el cambio climático y en España contamos con algunas en abundancia. Es el caso de la bobal (una bendición de pH bajo y hasta con grandes aptitudes para espumosos) o la cariñena (hay un importante patrimonio de cepas viejas), que ha pasado de tener una imagen injustamente denostada y ser un ingrediente casi secreto en Rioja y Priorat a cobrar cada vez más protagonismo en solitario. Otras uvas minoritarias como la graciano se perfilan como una gran esperanza no solo para dar viveza y longevidad a los tintos de Rioja, sino para refrescar los tempranillos de latitudes más meridionales.
En Cataluña, la sumoll, tras volver a autorizarse en la DO Penedès, aparece ya en la gama de vinos de unos cuantos productores de esta región. En el Sureste cada vez se confía más en la garnacha tintorera para aportar un punch de viveza a los tintos, mientras la mandó augura un futuro posible de vinos frescos en Valencia y la minoritaria moravia agria genera cada vez más interés en Manchuela. Gran parte de la solución a los problemas del cambio climático está en variedades ancestrales que fueron desechadas en su día y que bodegas como Torres se están afanando por recuperar.
En la órbita de productores de vino natural o poco intervencionistas, la elaboración difiere del llamado método tradicional o de segunda fermentación en botella típica del cava o del champagne en que solo se produce una única fermentación que se inicia externamente y termina dentro de la botella, de modo que no hay adición de azúcar. Las presentaciones y etiquetas a menudo son informales, irreverentes o incluso humorísticas. La mayoría de los productores están en Cataluña (Loxarel, La Salada, Can Ramón, Vinyes Singulars…), pero la tendencia se está extendiendo (hemos probado recientemente un interesante pet nat de Verdejo de Microbio Wines). Nos parece además el estilo ideal perfecto para acercar jóvenes y nuevos consumidores al vino.
En unos tiempos en los que la autenticidad y la diferenciación se erigen como grandes valores del mundo del vino, España tiene un buen puñado de vinos tradicionales que aportar. Algunos como el clarete o los brisados tan tradicionales en Cataluña encajan muy bien con tendencias globales y son una buena respuesta al furor de los rosados y a la moda de los vinos naranja elaborados con pieles. Como nos recordaba hace unos días nuestro colaborador en Estados Unidos Bill Ward, el mercado está sediento de buenas historias. Algunas fantásticas que nos vienen a la cabeza son los vinos rancios, el fondillón, la malvasía o cualquier valiente recuperación de vinos casi extintos como el supurao.
Los vinos españoles, por cierto, han ocupado un papel bastante destacado en los artículos que, como el nuestro, anuncian a principios de año las tendencias que se impondrán en los meses siguientes. En Estados Unidos, Jon Bonné escribía hace unos días en Punch Drink que parece que se está generando el contexto adecuado “para que una nueva generación se enamore del vino español de una forma totalmente diferente a hace 15 años”. Mientras, para la también americana Elin McCoy, 2018 es al año para redescubrir España: “Hay una nueva generación de viñadores introduciendo cambios en prácticamente todas las regiones incluida Rioja y elaborando blancos y tintos con personalidad y calidad a precios muy atractivos en lugares como Ribeira Sacra y Gredos”, decía en Bloomberg. No hay que dejar pasar la oportunidad.
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