El primer sábado de octubre amanece lluvioso en la Sonsierra, pero la vendimia sigue su curso a ambos lados de la carretera que une Labastida con Logroño, con la Sierra Cantabria al fondo.
Una primavera fresca seguida de calor y sequía extrema durante agosto y principios de septiembre tuvieron a muchos viticultores de esta comarca preocupados por la calidad de la vendimia. Abel Mendoza era uno de ellos, pero la lluvia de finales de septiembre seguida de sol y temperaturas moderadas han hecho que esta cosecha 2016 pinte bien. “La uva blanca que he recogido hasta el momento y este tempranillo tienen mucha calidad”, comenta Abel mientras ayuda a meter a la sala de recepción los cestos de uva que acaban de coger los vendimiadores.
Hoy, 1 de octubre, es un día especial en la pequeña bodega de San Vicente de la Sonsierra. Esta mañana se han vendimiado los primeros racimos de uva para su Tempranillo Grano a Grano, que junto con el Graciano Grano a Grano, son los dos vinos más mimados de Abel Mendoza. Y se llaman así porque los racimos se despalillan a mano y grano a grano. “Todavía hay gente que no se cree que lo hagamos así. Hace un par de años tuvimos un veedor del Consejo apostado en la entrada durante dos días. Supongo que se iría convencido de que detrás de esto no hay marketing, sino trabajo”, explica Abel.
Lleva haciendo esta tarea desde 2003 junto a su mujer Maite Fernández, que hace las labores de enóloga, aunque el proyecto lleva en marcha desde 1989, cuando comenzaron elaborando su Jarrarte joven, uno de los referentes en maceración carbónica de Rioja.
Suelen recoger partidas seleccionadas de distintas parcelas pero este año toda la uva del Tempranillo Grano a Grano viene de Mendoate, una de sus fincas en Labastida. “Es una de las mejores zonas de Rioja; la diversidad de suelos es impresionante, aunque hay que saber trabajarlos y sacarles partido”, indica Abel, que cultiva 20 hectáreas propias repartidas en 35 parcelas en este pueblo alavés, además de San Vicente y Ábalos.
Vive su trabajo y su vida desde la convicción de que calidad, sostenibilidad y vinculación al territorio son innegociables y de que la protección del entorno es compatible con ganarse la vida dignamente. “En Rioja se busca una declaración de patrimonio de la humanidad, pero ¡somos incapaces de respetar nuestro paisaje y nuestra historia!”, añade. “El territorio lo hacemos la personas. Cuanto mejor lo hagamos todos juntos, más nos beneficiaremos. A las botellas les ponemos un precio pero para poder vender territorio, también debemos ponerles valor”.
En esa tarea están inmersos Abel y Maite. Para ellos, la intervención en bodega es importante para hacer el vino, pero la personalidad del terruño y la tipicidad propia del clima deben estar reflejadas en las 80.000 botellas que producen anualmente de una docena de vinos, incluidos sus personales y buscados blancos.
El último de la gama es Guardaviñas, un tempranillo sin sulfitos añadidos (no le gusta llamarlo natural) cuya primera añada fue 2014 pero de la que lleva haciendo pruebas desde 2012. “Este tipo de vinos sólo se pueden hacer con producciones pequeñas porque el trabajo de campo es intensivo y frecuente”, explica Abel, que conoce sus fincas con precisión. “No puedes tener uvas en un aeropuerto controlando todo con la webcam”.
Intensiva también es la preparación del Grano a Grano. Mientras Abel y sus dos ayudantes de bodega echan una mano a los vendimiadores para entrar los cestos con tempranillo y algo de garnacha que también hay en la finca, sus cuñadas Lourdes y Charo ya están sentadas en la zona de recepción desgranando a mano los 2.000 kilos de uva que llegarán entre hoy y mañana a la bodega.
“Quita el grano suavemente y sin estrujar y échalo a tu cubo. El raspón se deja en ese otro cesto. Aquí no se tira nada, maja”, me explica Lourdes mientras llegan los vendimiadores portugueses y más familiares y amigos de Abel y Maite para echar una mano.
Parte del raspón se introduce en la base del pequeño depósito de acero inoxidable para hacer las veces de filtro; el resto se devuelve a la viñas, como abono natural. Una vez que se llene el “puchero”, como le llaman coloquialmente al depósito, la uva fermentará entre 10 y 12 días antes de descubar el vino a barricas nuevas donde realiza la maloláctica para proseguir con una crianza de 18 meses.
Para el mediodía, el puchero está medio lleno gracias a la habilidad y la rapidez de las manos de mujeres como Juli, la madre de Abel, quien a sus 87 años tiene la energía de alguien que sabe lo que es el trabajo duro. “Mata ese bicho que se ha colado en la cesta”, dice Juli. “No, madre, que éste igual trae levaduras de la viña”, bromea Abel, en un ambiente jovial.
Todos coinciden en la calidad de la uva de este año. “Mira qué color tiene el raspón; estos tonos rojos quieren decir que ha madurado bien”, explica Víctor, amigo y distribuidor de los vinos de Abel Mendoza en Logroño antes de comer la excelente paella que nos ha preparado Carlos, el hermano de Abel, en el txoko que hace las veces de sala de cata. Está presidida por una pizarra que brinda a la “salud” de todo el llega allí.
“A los que nos visitan les pedimos que la escriban”, dice Maite. Hay ya más de una docena de idiomas porque esta pareja tiene admiradores por todo el mundo que confían en la honestidad de sus vinos a pesar de que ni tienen página web ni se prodigan en ferias ni en eventos mediáticos. Hizo una excepción recientemente al acudir al Encuentro de Viticulturas, organizado por Telmo Rodríguez en su vecina finca de Remelluri.
“Me pareció fantástico el encuentro de Labastida; fue fino y hecho con gusto. Me encantó poder sentarme con un canario, uno de Valladolid… gente diversa con la que intercambiar opiniones. El haber firmado el Manifiesto Matador no es estar en contra de García Carrión y de los grandes; cada uno tenemos un modelo de negocio y ambos deben ser respetados. El cambio es necesario; no sé si lo veré yo o no, pero es necesario”, asegura Abel, que cree que sólo se han empezado a escuchar estas peticiones cuando vienen de fuera.
“A raíz de la clasificación de bodegas que hizo [el periodista británico] Tim Atkin se empezaron a mover los cimientos de los grandes. Primero lo criticaron, pero después de remover la salsa, los mismos que le habían criticado empezaron a decir que igual no estaba tan mal. Yo creo que lo importante es que empiece a cambiar la música. La letra habrá que escribirla poco a poco”.
Se nota que este tema es importante para él y apela al esfuerzo de todos, a la honradez y al sentido común para dibujar el camino del cambio. “Esta zona es un lujo y deberíamos trabajar pensando en el territorio, en lugar de tirarnos piedras unos a otros”, indica. Tampoco tiene claro qué proponen las 42 bodegas impulsoras de la nueva denominación Viñedos de Álava.
“No sé si están hablando de parcelas, ni de pueblos, pero yo tengo viñedo en ambos lados y alguna solución tendrá que haber que nos deje a todos medianamente satisfechos. No quiero estar en una guerra entre dos bandos; esto no beneficia a nadie. Está claro que hay dos modelos de negocio y los dos hay que encajarlos; el cómo es cuestión de que se sienten a hablar. Samaniego, Labastida [ambos en Rioja Alavesa, dentro de Euskadi] o San Vicente [en La Rioja] ¿en qué se diferencian? Yo tomo café en Labastida todos los días; donde no lo tomo es en Briones. Pretenden enfrentarnos, cuando es absurdo”.
También le disgusta la política de subvenciones que existen en el mundo del vino. “Ojo, yo estoy a favor de que se preste dinero a los jóvenes para que comiencen un proyecto pero después hay que devolverlo para que otro pueda volver a usar ese dinero. Y que haya menos trabas burocráticas y más flexibilidad y si se equivocan en el camino, no pasa nada. ¿Por qué tenemos que subvencionar un tractor de 100.000 € para andar por una viña? Todo eso sobra y el que quiera tenerlo, debe pagarlo de su bolsillo. Pero es duro erradicar esa filosofía tan enraizada. Cuando yo empecé no tenía ni para un par de zapatos; lo que ves ahora es la parte final del recorrido”.
Para las seis de la tarde el desgranado está más o menos terminado. Al día siguiente, llegará un nuevo remolque con uva de Mendoate y la brigada de ayudantes de Abel y Maite estará de nuevo desgranando un pedacito de Rioja. El almuerzo lo preparará su amigo Juan Carlos, pero para Abel todo se resume en una palabra: “La única receta que hay es trabajo y más trabajo”.
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