2021 es un año marcado por dos acontecimientos en la Granja Nuestra Señora de Remelluri. En febrero falleció Jaime Rodríguez Salís, sereno y rodeado de su familia, tras dedicar gran parte de su vida a esta propiedad que adquirió en 1967 junto a su mujer Amaia Hernandorena. En septiembre, Yjar, un vino que llevaba gestándose en secreto durante casi una década, salió a la venta junto a importantes etiquetas internacionales en la alfombra roja del mercado de vinos finos: la Place de Bordeaux.
El regreso de Telmo Rodríguez a la idílica propiedad familiar en Labastida (Rioja Alavesa) en 2009, tras 11 años de ausencia, está detrás de este lanzamiento y de muchos otros cambios. Con el apoyo de su hermana Amaia, el primero y más evidente fue separar las uvas de Remelluri de las de sus proveedores tradicionales, lo que derivó en la gama de vinos de pueblo Lindes de Remelluri en su doble vertiente de San Vicente de la Sonsierra y Labastida y a la que se sumarán otros pueblos en breve.
Hay detalles más sutiles, como la inclusión de la leyenda de “viñedo ecológico” en el cartel de acceso a la finca. Y gestos simbólicos. Este año Telmo ha arrancado una de las viñas plantadas por su padre para reafirmar su voluntad de crear viñedos excepcionales que puedan traducirse en grandes vinos. A la vez, se ha abierto una línea de continuidad en la familia. Con 20 años, Mateo, el segundo de sus tres hijos (ver foto en el carrusel superior) está decidido a seguir sus pasos en el mundo del vino.
Nos los encontramos catando los 2021 de Yjar y Granja Remelluri Gran Reserva. Aunque sin completar aún fermentación, la calidad de los taninos es ya evidente en Yjar; también la frescura y las notas herbales que trasladan al paisaje. Los tinos, tres por cada marca, ocupan la antigua bodega de elaboración que se ha recuperado como nave de fermentación de los grandes vinos de la casa; un lugar en el que (son recuerdos de infancia de Telmo) se llegaba a encender fuego para que arrancaran las fermentaciones.
A diferencia de otros años, cuando la vendimia puede prolongarse hasta noviembre, 2021 ha sido una cosecha relativamente temprana, de buenas maduraciones y especialmente feliz tras un año de granizo y otro marcado por las heladas.
“Remelluri es una finca que no se ha maltratado desde la Edad Media. Cuando mis padres la compraron en los sesenta, se trabajaba con animales, se abonaba con estiércol, y las viñas ya estaban llenas de hierba. Lo que tiene de especial es una cercanía a la sierra que no tienen otras propiedades”, explica Telmo Rodríguez.
Su relativo aislamiento y el trazado ascendente del terreno con las viñas encaramándose montaña arriba envuelven a Remelluri en un halo de espiritualidad. Entre los siglos XIV y XV, una comunidad de monjes jerónimos dependiente del monasterio de Toloño creó y trabajó una granja en estas tierras; y, tras su marcha, el culto del santuario fue mantenido por ermitaños hasta bien entrado el XIX. En el contexto de una Rioja cada vez más refinada y atractiva, Remelluri sigue siendo ese lugar mágico y lleno de energía, con cierto aire de perpetuidad, más aún en un día perfecto de otoño como el que disfrutamos durante la última semana de octubre. El respeto al paisaje y a las edificaciones históricas acentúan esta sensación.
La propiedad actual consta de unas 150 hectáreas frente a las aproximadamente 20 que adquirió la familia en los años sesenta. De ellas, hay 94 de viñedo repartidas en tres valles, el central de Remelluri y los de Valderremelluri y Villaesclusa, con suelos diversos dentro del perfil arcillo-calcáreo dominante en la Sonsierra y altitudes que van de los 600 a los 800 metros.
Las parcelas más altas están reservadas a las variedades blancas. Este fue el espacio de libertad de Telmo en unos años en los que sus ideas a menudo chocaban con las de su padre. El Remelluri blanco, un popurrí secreto de uvas que excluye a la viura y se elabora en recipientes de distintos tamaños y materiales, sentó las bases de una idea que le ha acompañado durante el resto de su carrera: que el lugar está por encima de las variedades y la elaboración.
La búsqueda de viñedos históricos y la obsesión por encontrar los mejores sitios han guiado el trabajo de la Cía de Vinos que Telmo Rodríguez y Pablo Eguzkiza crearon a mediados de los noventa y que los llevó a recorrer media España, de Málaga a Galicia pasando por Gredos, Ribera del Duero, Toro y de vuelta a Rioja. Antiguos compañeros de estudios en Burdeos, forman uno de los tándems mejor avenidos y duraderos de la escena vinícola española. Telmo derrocha encanto y don de lenguas (entre otros idiomas habla también euskera), sabe armar historias y meter ideas dentro de la botella. Pablo es más técnico, un estudioso de los suelos y las pieles de la uva que no deja de hacerse preguntas. “Lo más importante es intentar entender lo que hacemos”, señala. “Separamos para eso. Lo separamos todo para luego volverlo a juntar”.
En Remelluri han profundizado en los perfiles fenólicos de las uvas, un aspecto en el que los dos socios vienen trabajando desde hace años, y se han dado cuenta de que el que se obtiene aquí es muy diferente del resto de Rioja. También se ha realizado un mapa de suelos y otro de escorrentías (el agua incide de forma decisiva en el comportamiento de la vid) y el siguiente será un mapa de flora. “En un mismo suelo podemos tener una vegetación diferente en función de la orientación y la humedad”, puntualiza Eguzkiza.
La tarea ahora es eliminar lo que enturbia la expresión de los lugares en su búsqueda constante de “nitidez”, llegando al extremo de señalar “individuos que no se vendimian” e incluso de arrancar viñedos. Telmo resume este proceso con vehemencia: “Yo sabía que Remelluri era un sitio excepcional porque me dedico a buscar sitios excepcionales. En los últimos años nos hemos dedicado a quitar todo lo que sobraba. Hemos pasado de 600.000 a 190.000 botellas en algunas añadas y hemos limitado Las Lindes a las buenas uvas de los proveedores. Lo que busco ahora es el gusto de Remelluri, como hice en su día con el blanco. El objetivo es que esas viñas de gran potencial, pero que en algunos casos no se plantaron bien, puedan convertirse en viñedos excepcionales”.
El primero de la lista es Yjar, un tinto en el que confluyen argumentos históricos y del territorio. Se ha buscado un viñedo tradicional de Remelluri (“un viñedo que ya en 1400 era viñedo”, según apunta Telmo) que da una calidad excepcional de forma consistente. Sus 3,8 hectáreas se extienden a los pies de la ermita cercana a la bodega por “una suave ladera resultado de la erosión y, por tanto, con un régimen hídrico específico”, según Eguzkiza. A unos 35 centímetros se acumulan materiales de la Sierra de Toloño con una alta concentración de carbonatos. Como es habitual en la finca, es una viña de coplantación con cepas de tempranillo, graciano, garnacha, gran negro y rojal.
Contradiciendo la regla de que hay que evitar erres y jotas para que las marcas puedan pronunciarse con facilidad en un ámbito internacional, el nombre elegido alude al duque de Híjar. El personaje aparece en un estudio sobre la Granja que se encargó al escritor e investigador Salvador Velilla. Era el gestor de la Divisa de Nuestra Señora de los Ángeles de Toloño, una hermandad compuesta por las villas de Peñacerrada, Labastida, Salinillas de Buradón, Ocio, Berganzo y el condado de Treviño que se encargó de la administración del monasterio de Toloño y de la granja de Erremulluri desde poco después de la salida de los monjes en el primer cuarto del siglo XV hasta la destrucción del monasterio en 1835, durante la primera guerra carlista.
La historia continúa porque el duque de Híjar tuvo como representante a Manuel Quintano, el clérigo que intentó implantar sin éxito las prácticas bordelesas en Labastida a finales del siglo XVIII cuando el municipio contaba con unos 400 viticultores. No es casualidad que hace unos años la Cía. de Vinos reeditara una versión actualizada de El Médoc Alavés de Ludger Mees, la obra que analiza el segundo intento de Rioja Alavesa de mirarse en el espejo de Burdeos. De esa época se conserva en Remelluri un 1874 elaborado en Labastida por Francisco Paternina, productor local que hizo de intérprete de Jean Cadiche Pineau, el enólogo francés que la Diputación de Álava contrató para llevar adelante el proyecto.
Telmo ha trabajado con Fernando Gutiérrez, su diseñador de cabecera, en la etiqueta de Yjar. La presentación, muy sencilla y en una elegante botella burdeos, cede todo el protagonismo a una tipografía medieval que va de la mano con el relato histórico. En la contra llama la atención el sello de certificación ecológica. La sofisticación no está reñida con trasladar al aficionado una información que se considera relevante.
Dentro de la botella, hay una frescura que no se espera en la añada 2017: notas de pimienta blanca muy definidas, fruta roja crujiente y un deje floral. El paladar es etéreo, fluido, especiado con esas texturas que marcan la diferencia.
La posibilidad de comercializar el vino en la Place de Bordeaux se presentó tras siete años trabajando en el proyecto en el más absoluto secreto. No había precedentes de venta de marcas españolas en este mercado histórico creado por los négociants, los comerciantes de vinos finos bordeleses, que con el tiempo se ha ampliado a otros vinos franceses y a etiquetas internacionales entre las que, en los últimos tiempos, destacan por su éxito las italianas.
Telmo reconoce haber utilizado sus contactos en Burdeos para preparar la estrategia a conciencia, apoyándose en un courtier especializado en vinos extranjeros y eligiendo los négociants (finalmente fueron ocho) que pondrían el vino a la venta. “La Place de Bordeaux no es una máquina para dar prestigio. Si el proyecto no es consistente, no funciona. El objetivo era acudir con una imagen tan potente como la de Italia”, apunta.
Su propuesta jugaba con esa relación histórica entre Burdeos y Rioja. “Después de llevar 200 años mirando a Burdeos sin que ellos nos hayan hecho mucho caso, puede ser muy bueno que sean ellos quienes revelen los grandes vinos españoles”, nos decía.
Yjar partía de buenas puntaciones y de la recomendación de la experta de Burdeos Jane Anson que lo había considerado entre sus vino extranjeros favoritos. El 16 de septiembre se vendieron las 7.400 botellas disponibles. Telmo valora especialmente el efecto amplificador que permite llegar a un gran número de nuevos clientes en todo el mundo.
En el fondo, la mirada de madurez de Telmo Rodríguez sobre Remelluri no se queda dentro de los límites de la propiedad. Está construyendo toda una idea de Rioja: la de los viñedos y los vinos excepcionales.