Se intuía que la mesa redonda que congregó a los Masters of Wine Pedro Ballesteros, Andreas Kubach y Fernando Mora en Logroño la semana pasada iba a dar unos cuantos titulares, pero lo que muchos quizás no esperaban fue su gran franqueza y claridad al exponer su visión del sector vitivinícola español durante el XIII International Wine Forum.
Sin eufemismos y con la visión global que ostentan del vino, los tres expertos argumentaron la necesidad de dar más valor al territorio, trabajar más y mejor los vinos de gama media y pasar de la parte técnica y organoléptica del vino a hablar de su dimensión cultural para llevarlo al cliente final. “Nunca hemos tenido cultura del vino”, zanjó Kubach.
Mora, Kubach y Ballesteros ya lanzaron unas cuantas reflexiones en este sentido la víspera, durante la cata de vinos singulares y cena organizada por el Club de Marketing de La Rioja en el restaurante Tondeluna de Francis Paniego. Al comentar la maturana blanca Ad Libitum de Juan Carlos Sancha o Ojuel Supurao, que recupera la tradición de los dulces, Ballesteros alabó la diversidad que aportan este tipo de vinos pero criticó abiertamente la decisión del Consejo de permitir variedades blancas foráneas y categorías de vino que devalúan la marca Rioja.
“¿Qué es Rioja? Yo cada día me pierdo más. Este vino que estáis tomando o el Gran Reserva 890 es un Rioja pero podíais estar tomando un verdejito alegre o un cavita, que también son Rioja. El 99% de los que consumen y pagan por Rioja quieren Rioja como tipo de vino no como un mapita”, aseguró Ballesteros ante una audiencia en la que había mucho bodeguero pero nadie del Consejo Regulador, cuyos vocales estaban de viaje institucional en Borgoña. “Esta tierra tiene una capacidad enorme para producir espumosos de altísima calidad con el método champenoise pero no deberían llamarse Rioja. Coca-Cola no usa su marca para Fanta. Las produce la misma empresa pero con dos marcas diferentes porque no son tontos”.
Ballesteros insistió de nuevo en el valor del territorio durante la mesa de debate del día siguiente y lo enlazó con otros problemas estructurales que él percibe en el país. “En España la población rural nunca ha estado organizada y no hemos tenido tradición de defender y dar valor a los territorios como se ha hecho en Francia. Rioja es la bandera de España en cuanto al vino pero permite que se produzcan vinitos indignos sin relación con la tradición y cultura de esta región pero que utilizan ese nombre. Eso en Francia no lo tolera nadie, ni en Italia tampoco. Ahí no generamos una base. Con uva barata nunca habrá vino de buena calidad y de buen precio. ¿Sabéis a cuánto se paga la uva de prosecco, tan denostada aquí, con producciones de 16-20.000kg? A 1€/kg”.
Respecto a la pregunta de Alberto Gil, periodista del diario La Rioja y moderador del debate, sobre si el vino español está de moda, Fernando Mora incidió en que hay nuevos proyectos de “gente con ideas plurales elaborando vinos basados en el origen” pero como secundaron sus compañeros, no hay moda. “El 50% de los vinos premium nos los bebemos nosotros; vivimos en una burbuja”.
Para Kubach, el mercado es consciente de que se están haciendo grandes vinos en toda la península y las islas, pero solo en la gama alta. “En la gama baja nos va bien porque somos ultra-competitivos aunque no somos sostenibles, pero donde lo estamos haciendo bastante mal es en la gama media, con vinos a los que les falta personalidad y que no generan emoción ni vínculos culturales, ni siquiera de expresión de lugar”.
En opinión del MW de origen alemán, en España siempre se ha visto el vino como un producto agrícola, sin la dimensión cultural que es la que permite que la gente viaje a través de una botella de vino. “Esto los saben hacer infinitamente mejor que nosotros en Italia. Allí es perfectamente distinguible un vino económico de distintas zonas de Italia; han conservado sus uvas, sus tradiciones, sus estilos. Aquí todos los tempranillos están cortados por el mismo patrón: la misma uva, el mismo clon y la misma levadura. Hay que trascender la parte puramente técnica y conectar con la parte cultural para que los vinos representen el paisaje y la tradición. En la parte alta ya lo estamos haciendo, y tenemos vinos con mucha personalidad y que emocionan, pero debemos llevar esto a la gama media”, razonó Kubach.
Ballesteros matizó esa diferenciación en los vinos premium: “En la parte alta seguimos siendo unos enanos comparados con los franceses, italianos y californianos porque todos ellos tienen marcas que cuentan con precio y producción. A nosotros nos faltan grandes marcas con volumen. Vega Sicilia es la única que tiene ese prestigio internacional.” Y prosiguió: “Tenemos una prescripción general que odia a las grandes empresas y a las cooperativas porque son grandes. Aquí lo bonito es el viticultor joven y hippy que tiene dos hectáreas. A mí también me encantan esos vinos, pero en España lo que hace falta es gente que sepa crear marcas de prestigio mundial haciendo grandes producciones. Una bodega que logre vender un millón de botellas a 30 € sería lo mejor que le podría pasar a España pero a los propios españoles no les gusta”.
El tema de la diferenciación y la labor de las denominaciones de origen también suscitó dudas entre los MW. Para Mora, cuyo trabajo de final de master fue sobre zonificación, “hay muchas formas de clasificar el origen, que es lo único que no se puede deslocalizar, pero lo que no se puede hacer es empezar la casa por el tejado. La DO Cava crea los cavas de paraje pero no permite a los productores indicar si el vino es de Penedès o de Almendralejo y esto es un problema”. Mora, para quien legislar desde la punta de la pirámide “es una cuestión de intereses económicos y falta de trasparencia”, también cuestionó que la clasificación de viñedo singular en Rioja deje fuera de la parte superior de la clasificación a los vinos de mezcla provenientes de dos grandes viñedos. “La realidad es que las DOs siguen sin aportar valor a los viticultores”, concluyó.
En este punto, Kubach relató su experiencia en Rioja Alavesa, donde su grupo, Península Vinicultores, ha elaborado por primera vez vinos de Villabuena, Leza y Samaniego. “Cada uno tiene una personalidad diferenciada, sin embargo la normativa no nos sirve de nada. Dos de ellos no se pueden etiquetar como vino de pueblo porque la bodega está en Villabuena. ¿Me vengo a Rioja para no vender Rioja?”, se preguntaba Kubach. “Da la impresión de que la normativa se ha hecho para que no funcione”.
Por su parte, Ballesteros alabó el trabajo de Bierzo (“es la única DO que está intentando hacer algo con la uva; las demás crean monopolios asociados a las bodegas”), y aunque aseguró que apoya “todo lo que sea crear valor en el territorio”, el MW más veterano cree que en España el elemento diferencial está en los suelos, la edad de las viñas y el tipo de conducción. “Defender unos vasos viejos en determinadas zonas como componente del terruño me parece a veces mucho más importante que el viñedo único que en su máxima expresión de tontería es el vino de pago”, afirmó.
Ante la petición de Mora para que se regulen las viñas viejas “con un mínimo de ética”, Ballesteros animó a los propios productores a crear “una definición comprometida, exigente, real y creíble y con sistemas que lo certifiquen. Si esperamos a que lo hagan las DO, vamos a tener algo que no nos gusta porque llegarán a un compromiso para todos, que es su deber”.
Como conclusión positiva a la mesa de debate, en la que dejaron deberes para todo el sector, los tres Masters of Wine destacaron el espíritu “más creativo, con más libertad de pensamiento y más global” de las nuevas generaciones. A fin de cuentas, como destacó Ballesteros, “el vino sirve para soñar”.
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