Bajo el convencimiento de que hay que “empezar a hablar del origen y la identidad por encima de la bodega y de otras cosas”, el experto y formador Juancho Asenjo impartió ayer la primera cata de “vinos de pueblo” en el marco del 20 aniversario de la presentación de nuevas añadas que organiza la Asociación de Bodegas Familiares de Rioja (BFR-Provir).
Este grupo ha sido especialmente combativo en los últimos tiempos a la hora de reivindicar la creación de áreas geográficas menores dentro de la denominación como los vinos de pueblo y los viñedos singulares. También ha criticado duramente el incumplimiento de los acuerdos sobre las variedades blancas por parte del Consejo Regulador con la aprobación de los monovarietales de las foráneas chardonnay, sauvignon blanc y verdejo; y, más recientemente se ha rebelado contra el pago de la cuota a la Interprofesional del Vino de España.
La master class de Juancho Asenjo arrancó con una introducción histórica que intentó poner en contexto el nacimiento de los vinos de calidad en España más allá de Jerez y que desde su punto de vista tiene que ver con una confluencia de factores como la desamortización de Madoz, que quita por primera vez terrenos a los términos municipales e impulsa la transformación de zonas destinadas a ganadería en viñedo, la llegada del ferrocarril que facilita el transporte y, sobre todo, la crisis del vino francés por el oídio y la filoxera que impulsa la plantación de viñedo y la producción de vino a gran escala.
Asenjo hizo referencia al fallido proyecto del Médoc Alavés como primer intento serio de crear un referente de calidad en Rioja, recordó que los vinos de Riscal llegaron a cotizarse a precios similares a los de los grands crus de Burdeos o cómo el desastre del 98 priva al vino español de sus dos principales mercados internacionales: Cuba y Filipinas.
También insistió en que a diferencia de otros países europeos, “en Rioja se hacían vinos de municipio en la primera mitad del XIX en función de dónde estaba la bodega y no el viñedo”.
Sus palabras más críticas fueron para las denominaciones de origen de las que dijo que “están obsoletas o están muertas”. “Se han acabado los tiempos de la reforma y empiezan los tiempos de la revolución”, dijo a la vez que señalaba la necesidad de “dar una vuelta de tuerca a la situación” y diferenciar los riojas de precios bajos de los de calidad. En este sentido defendió un sistema de calidades tipo Rioja y Rioja Superior o de más categorías similar a las de oro, plata y bronce recientemente propuestas por Antonio Remesal Villar, con exigencias claras de rendimientos y calidad.
En su presentación, Juancho Asenjo utilizó el mapa de comarcas propuesto por el enólogo Luis Hidalgo hace unos meses por el sentido geográfico de destacar no solo el valle del Ebro sino los que crean sus afluentes, así como la clasificación bastante similar creada por los expertos de Lo Mejor del Vino de Rioja Alberto Gil y Antonio Remesal para un libro de próxima publicación sobre la DO. También insistió en la importancia del clima y la altitud más allá del suelo.
La cata incluyó 15 vinos diferentes. Dos monovarietales blancos de maturana blanca y viura y, en tintos, dos monovarietales de graciano y maturana tinta, y dos baterías de garnacha y tempranillo. La base fueron vinos de miembros de la asociación, en todos los casos producto terminado, con la consiguiente variación de añadas y estilos de elaboración. Sin embargo, no se facilitaron marcas y la degustación se realizó a ciegas para centrar la atención en el origen del vino.
Las baterías más interesantes fueron las de garnacha (cuatro muestras) y tempranillo (siete muestras), que permitieron comparar más elementos y realizar, en ambos casos, un viaje de este a oeste a lo largo de la denominación. En el caso de la garnacha se tocaron las zonas principales de concentración de la variedad con un factor de altitud importante: Monte Yerga, en el extremo oriental de la DO, la zona de Tudelilla en Rioja Baja y el valle del Alto Najerilla, junto con una garnacha del extremo occidental de la región, más vertical y afilada. Con los tempranillos el recorrido fue bastante similar pero incluyendo distintos ejemplos de la Sonsierra, tanto oriental como occidental.
Nos quedamos con las ganas de probar vinos algo más primarios (con menos peso de barrica en algunos casos o menos marcados por el estilo del elaborador) y de poder comparar una misma añada para que la muestra fuera más homogénea, pero no hay duda de que la cata fue una interesante aproximación a la gran diversidad de vinos que Rioja puede ofrecer. Si tenemos en cuenta que muchos de estos sabores son relativamente recientes y la gran progresión en el número de productores que se preocupan por reflejar áreas muy específicas de Rioja, la necesidad de ahondar en los terruños de la denominación parece más necesaria que nunca.
Fundada en 1991, la Asociación de Bodegas Familiares de Rioja cuenta con unos 40 asociados, 23 de los cuales estuvieron presentes con sus vinos en el salón profesional que siguió a la cata de Juancho Asenjo y en el evento de la tarde destinado al consumidor final. Su objetivo es defender los intereses de bodegas de tamaño pequeño y medio. Como se encargó de recordar ayer su actual presidente Eduardo Hernáiz, de Finca La Emperatriz, “siempre ha tenido una voluntad reivindicativa, empezando por la petición de reducir el número de barricas que se consideraban necesarias para pasar de cosechero a criador, lo que ha permitido desarrollar la DO y dar entrada en la misma a bodegas pequeñas”.
Para Hernáiz, son las pequeñas bodegas asentadas en los pueblos las que entienden y muestran la diversidad de los distintos parajes de la región y las que con esta diversidad hacen más grande a la denominación.