La respuesta es bien sencilla: pensando en el consumidor y en el aficionado. Creemos que las notas de cata y las calificaciones han de servir para describir el estilo del vino y sus principales cualidades, determinar la calidad y, en caso necesario, dar consejos que ayuden a un consumo lo más adecuado posible. Quedarse únicamente con la puntuación es un error porque los números por sí solos son incapaces de explicar el estilo del vino que tenemos en la copa, su mayor o menor estructura, la textura, o si se puede beber ya o es mejor darle unos meses en botella.
En SWL realizamos catas tanto a ciegas (sin conocer la identidad de los vinos) como a etiqueta descubierta. Es evidente que en la mayoría de presentaciones, ferias y salones los vinos se prueban con la etiqueta vista. Las catas a ciegas, sin embargo, son especialmente útiles para valorar de forma comparativa vinos similares. Con la enorme diversidad de opciones de consumo que tenemos en el mercado, los vinos hay que verlos y probarlos junto a sus iguales. En SWL utilizamos iconos específicos para destacar aquellos vinos que despuntan especialmente dentro de su categoría, los que ofrecen una especial relación calidad-precio, y los que tienen la capacidad de emocionar y maravillar los sentidos (nuestros favoritos).
SWL utiliza el sistema de puntuación sobre 20. Consideramos que, pese a tener una escala más limitada que el mucho más utilizado que califica entre 50 y 100 puntos, deja márgenes mayores para establecer escalones claros de calidad frente a la amalgama de vinos que se apelotonan hoy entre los 90 y los 100 puntos. Evidentemente, es un baremo mucho menos mediático, pero creemos que se ajusta más a nuestra filosofía de que la calificación numérica es sólo una parte de la valoración del vino.
A quienes estén acostumbrados al sistema 50-100 les proponemos la siguiente escala de conversión: