A pesar del retraso en la presentación del programa y de la ausencia de noticias sobre la feria hasta mediados de mayo, el imponente Alcázar de Jerez volvió a abrir sus puertas para la novena edición de Vinoble entre el 29 y el 31 de mayo.
Con presencia de unos 50 expositores —principalmente del Marco de Jerez y Montilla-Moriles más un puñado de representantes de Chiclana, Valencia, Canarias, Málaga, Portugal, Burdeos y Armenia además de Ochoa de Navarra y la distribuidora de vinos Perea— muchos asistentes y bodegueros echaron en falta una mayor presencia de vinos y compradores del resto del mundo que doten a esta feria del prestigio y la dimensión internacional que se merece, pero las restricciones de presupuesto en el Ayuntamiento de Jerez, organizador de Vinoble, no dieron más de sí.
Lo que compensa en esta feria es el gran nivel medio de calidad de los vinos que se presentan. Sólo la gran sala que el Consejo Regulador de la DO Jerez ocupó en la primera planta del palacio del Alcázar daba para una mañana completa de catas, con seis mostradores que agrupaban un número considerable de vinos de diversas bodegas del Marco separados por estilos: finos, manzanillas, generosos, dulces y las dos de VOS y VORS secos y dulces.
Los mostradores, bien atendidos por estudiantes de enología de la facultad de Puerto Real, también contaban con la presencia ocasional de productores como Luis Arroyo (Arfe de la Cruz), Borja González García-Mier (Faustino González) o Antonio Barbadillo (Sacristía AB), que se repartía entre esta mesa y los dos mostradores de los productores de manzanilla de Sanlúcar, que aparcaron las desavenencias sobre el bag-in-box para centrarse en mostrar algunos de los grandes vinos que allí se elaboran, como las manzanillas pasadas Blanquito (Callejuela) o Maruja (Juan Piñero), ambas obra de ese mago de la albariza que es el enólogo Ramiro Ibáñez.
Uno de los platos fuertes de Vinoble son las catas diarias gratuitas, como lo demostraron las colas al estilo rebajas que se formaban cada mañana para conseguir entradas. En este sentido, la logística de la organización dejó bastante que desear al no diseñar un sistema de compra de entradas anticipado y tolerar la picaresca de algunos ‘listos’ que se colaron por la entrada de expositores, lo que desembocó en discusiones acaloradas con los que llevaban esperando desde primera hora.
Una de las más comentadas y reveladoras fue la que, a iniciativa de Pedro Ballesteros, reunió en la bella mezquita del Alcázar al director del Consejo Regulador de la DO Jerez, César Saldaña, y a los nuevos elaboradores del Marco, algunos de ellos trabajando fuera del amparo de la denominación. En un reconocimiento público de la creatividad que existe fuera de la normativa, Saldaña habló del “cambio de ciclo imparable” en la zona y dejó la puerta abierta a “un futuro encaje” de estos productores en el paraguas de la DO.
Bajo el título “El Marco de Jerez: Nuevas Avenidas sobre Tierras Milenarias”, el Master of Wine español consiguió aunar vanguardia y tradición con una cata de 14 vinos “que se diferencian pero sobre unas raíces profundas” y la intervención de nueve productores “valientes, que experimentan en la viña y la bodega”.
Gente como Alejandro Narváez y su Forlong Blanco; Primitivo Collantes y Socaire, su nuevo mosto de finca fermentado en bota; Willy Pérez, con su fino sin encabezar La Barajuela 2013; Pepe Blanco, uno de los hermanos detrás de Callejuela, y su manzanilla de añada 2/11; Ramiro Ibáñez y su palo cortado de añada Encrucijado 2014 o José Antonio Zarzana (Ximénez Spínola) y sus elaboraciones con pedro ximénez en Jerez.
Junto a la nueva hornada de productores estaban algunas bodegas tradicionales pero que, como dijo Montse Molina de Barbadillo, están teniendo “el coraje de enfrentarse al cambio y presentar vinos nuevos sin corsés”. La enóloga de la bodega sanluqueña presentó Mirabrás, un blanco fermentado en bota y depósito con algo de velo del que será interesante ver su capacidad de envejecimiento, mientras que Antonio Barbadillo trajo la primera saca de su Sacristía AB de 2010 en la que se aprecia la evolución oxidativa de la manzanilla en botella. Otros vinos que se cataron, aunque sin la presencia de sus elaboradores, fueron Navazos-Niepoort, Fino de Añada 2009 de Williams&Humbert, Amontillado 51 1ª VORS de Osborne, Oloroso Faraón VORS de Hidalgo-La Gitana y el Palo Cortado VORS de Lustau.
El último en presentar su Moscatel de Añada fue Antonio Flores, indudablemente uno de los mejores comunicadores de los vinos de Jerez. El enólogo de González Byass se metió a la concurrencia en el bolsillo con su defensa apasionada de un vino con más de 100 años que definió como “las lágrimas de Dios que endulzan la vida” antes de leer unos versos de Neruda.
La cata más multitudinaria, a pesar de celebrarse el último día de la feria, fue la que organizó la asociación cultural Los Generosos, un grupo de amigos a los que les une la pasión por los vinos de Jerez. Unas 100 personas, 50 en la Mezquita y 50 en una sala adyacente con retransmisión simultánea, pudieron disfrutar de una comparativa de botellas de añadas actuales y viejas comentada por el enólogo y comunicador Luis Vida y por algunos de los elaboradores como Pepe Blandino, capataz de Tradición, entre otros.
Los resultados fueron dispares —sorprendió el cansancio del Fino Antique de Fernando de Castilla con nueve años de botella, la buena forma de la saca de 2008 de La Panesa de Emilio Hidalgo o la dignidad y brío del Matusalem VORS embotellado en 1909— pero lo interesante de la cata, más que analizar la calidad de cada vino, fue la posibilidad de participar en este juego de probar nuevas y viejas botellas y sumergirse en el espacio y el tiempo, que son las variables de Jerez.
Entre cata y cata, seis restaurantes de la provincia ofrecieron show cookings maridados con vinos de cinco bodegas mientras que Pepe Ferrer, embajador de la DO, hacia lo propio en otra sala con sus populares catas de geles y Jerez.
Algunas bodegas con músculo financiero organizaron actividades privadas durante las tres horas de cierre de la feria a mediodía (visita a la viña con Barbadillo, comidas con Ximénez Spínola y Sánchez Romate) y por la noche, como la exclusiva fiesta de José Antonio Zarzana o la de cócteles y buen ambiente de Sánchez Romate en el Tabanco Damajuana. Tradición tiró la casa por la ventana y abrió su bodega a más de un centenar de personas que pudieron probar sus vinos y brandies y cenar con tapas preparadas in situ por restaurantes como la Taberna Palo Cortado de Madrid o el VORS de Santander y sushi con atún de Barbate antes de pasar a los cócteles con vinos de la bodega y el baile entre botas.
Para (casi todos) los que se quedaron hasta la última tarde de Vinoble hubo una recompensa fuera de programa. Algunos afortunados se enteraron de que en la cata de Pancho Campo con vinos de Setúbal había una sesión especial que resultó ser un recorrido por Tokaj, Oporto, Madeira, Jerez y Sauternes con cinco grandes vinos de estas regiones, incluido un Palo Cortado de Añada 1987 de González Byass y un Château d’Yquem de 1996.
Con lo aprendido de este Vinoble, la organización tiene ahora dos años por delante para llegar a la edición de 2018 con un programa sólido y atractivo para expositores y visitantes que atraiga a las 400 bodegas y 85 expositores que llegó a tener en 2006. Según la teniente de alcalde, Laura Álvarez, se destinarán fondos para mejorar infraestructuras, comunicación y la organización de actividades paralelas “que contribuyan a dar continuidad, divulgar y realzar el salón hasta la celebración de Vinoble 2018, para que sea aún mejor que el de este año”.
Como dijo Ballesteros, “Jerez es un vino fiable”. Habrá que ver si lo son también sus guardianes.