
En el año en que se cumple el centenario de la DOCa. Rioja, la exploración de su historia cobra un significado especial. Hace unas semanas, SWL tuvo la oportunidad de catar varias botellas de la cosecha 1959 junto a un grupo de profesionales y aficionados que han tenido acceso a muchos vinos viejos de la región.
La iniciativa fue de Alex Klip, mexicano afincado en Toronto (Canadá) y gran apasionado de los vinos viejos, a quien entrevistamos a principios de año. El resto del grupo estuvo compuesto por el experto y formador Juancho Asenjo, el Master of Wine, Pedro Ballesteros, el aficionado y coleccionista Helios Bueno, y los enólogos Basilio Izquierdo y Jesús Madrazo, con larga trayectoria en Cvne y Contino respectivamente, así como Aurelio García. Por parte de SWL, Yolanda Ortiz de Arri y quien escribe estas líneas.
La elección de 1959 tiene que ver con el buen número de botellas interesantes de esa cosecha que Klip ha probado a lo largo de los años. Aunque el mexicano suele criticar “la tiranía de las catas comparativas” en la que grandes vinos pueden quedar oscurecidos por otros que ofrecen su mejor cara, sentía curiosidad por juntar varias referencias de esta añada. “Son vinos que han envejecido muy bien”, afirma, y de marcas con las que ha tenido experiencias positivas en el pasado: el blanco Viña Soledad y el tinto Excelso, ambos de Bodegas Franco-Españolas, y los tintos Conde de los Andres (Federico Paternina), Glorioso (Cosme Palacio), 890 (La Rioja Alta), Marqués de Riscal, y las dos etiquetas icónicas de Cvne Imperial y Viña Real.
Las añadas en Rioja
Considerada “muy buena”, 1959 no es, según la clasificación oficial, la mejor añada de una década gloriosa que contó con tres cosechas excelentes: 1952, 1955 y 1958. En los años cuarenta, solo la cosecha 1948 obtuvo la máxima calificación -la hoy mítica 47 se consideró muy buena, al igual que 42 y 49. En los sesenta, el máximo honor fue para 1964, mientras que 1962 y 1968 se consideraron muy buenas.
Conviene recordar que en esa época la forma habitual de identificar los vinos según su envejecimiento era en función de la media de años que pasaban en bodega antes del embotellado: 2º Año, 3º Año, 4º Año, 5º Año, 6º Año. La mezcla de añadas, en porcentajes que exceden las actuales reglamentaciones, también era bastante habitual. Las mejores cosechas, sin embargo, permitían reservar vinos de gran calidad y con mayor potencial de envejecimiento que salían al mercado con el año bien visible en la etiqueta. Evidentemente, cada productor podía tener luego su estilo y trabajar con mayor o menor pureza el concepto añada.
En la práctica, Rioja no comenzó a certificar la añada hasta 1980. La medida responde a una orden ministerial de agosto de 1979 que regula los indicativos de calidad, edad y crianza, y que dio lugar también a los actuales indicativos de envejecimiento de Crianza, Reserva y Gran Reserva. En lo que atañe a la añada, se exigía, como ocurre en la actualidad, que el 85% del vino se correspondiera con la fecha de cosecha.
Qué pasaba en 1959
La fecha es importante en España porque, como se encargó de recordar Pedro Ballesteros MW, marca el final de la autarquía propiciada por Franco tras la Guerra Civil y el inicio del desarrollismo y la apertura de España al exterior. Las medidas aprobadas ese año a través del llamado Plan de Estabilización sentaron las bases del desarrollo económico que se experimentó en la década siguiente.
En el mundo, triunfa la revolución cubana, la URSS envía el primer artefacto a la Luna y el papa Juan XXIII anuncia la celebración el Concilio Vaticano II. En Estados Unidos Alaska y Hawái se convierten en estados norteamericanos, sale a la venta la primera muñeca Barbie y fallecen en un accidente aéreo los pioneros del rock and roll Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper -se alude a esta fecha como “el día que murió la música”. 1959 también es el año en el que la Asamblea General de las Naciones Unidas presenta la Declaración de los derechos del niño.
En Rioja, se venía de una situación de posguerra muy complica en la que la prioridad fue salir adelante. Un ejemplo: el título 7 del Reglamento del año 47, decía que “a título de excepción” y “cuando lo aconsejaran las necesidades del comercio interior y exterior” el Consejo podría autorizar “la introducción en las bodegas de crianza de vinos similares de otras procedencias, con el único fin de practicar operaciones enológicas y para que en añadas defectuosas pueda establecerse la normalidad del vino”. La reforma del Reglamento de 1953 limitaba la cantidad que se podía introducir en cosechas deficientes (se habla de forma habitual de “importación de vino”) al 20%.
En 1959 presidía el Consejo Antonio Larrea, una figura importante en Rioja por su talante conciliador y su labor divulgadora de los vinos de la región. Director también de la Estación Enológica de Haro entre 1943 y 1970, estuvo al frente del Consejo entre 1953 y 1970. A su llegada, los principales actores representados en su composición eran viticultores, granelistas (eran otros tiempos), criadores exportadores y representantes del Ministerio.
Estos y otros detalles se recogen en El rioja histórico, la denominación de origen y su Consejo Regulador, obra dirigida por José Luis Gómez Urdáñez y editada con motivo del 75 aniversario de la institución. Ofrece un perfil agridulce de esa época, marcada por las limitaciones presupuestarias y las tensiones entre distintos actores del sector a medida que se imponían más contrales, así como con productores de Rioja Alavesa, zona que ya entonces gozaba de un régimen fiscal más favorable. Pero también aparecen movimientos aperturistas con la recuperación paulatina de las exportaciones y de las labores de promoción. En 1956, por ejemplo, se organizó un concurso de eslóganes. El ganador fue “Vinos Rioja no son mejores, son únicos”, pero, al no permitir la Oficina de Patentes el registro, se utilizó la consigna propuesta por el segundo clasificado: “Rioja, pequeño nombre de un gran vino”.
Grandes marcas, pero no siempre grandes botellas
La década de los cincuenta dio cosechas abundantes y de buena calidad que, por las dificultades de venta y la complicada situación económica, permanecieron un largo número de años en bodega. Por eso Juancho Asenjo puntualizó que los vinos de la cata con indicativos de envejecimiento del tipo Reserva (Viña Sole, 890), Reserva Especial (Glorioso, Viña Real) o Gran Reserva (Excelso y Conde de los Andes), se correspondían con etiquetados de los años ochenta. El 890 de La Rioja Alta, que hoy se vende como Gran Reserva, aparece como Reserva. Respecto a la evolución de la marca, la Oficina Española de Patentes y Marcas recoge el registro de “890” en 1981, de “Reserva 890” en 1985 y de “Gran Reserva 890” en 1994.
Las etiquetas reflejaban también la voluntad de calidad y exclusividad de los vinos gracias a detalles como la numeración de las botellas en Viña Soledad, y los tintos Conde de los Andes y 890 de La Rioja Alta. La añada aparece de forma especialmente destacada en Viña Real, sobre la clásica banda azul oscura en la parte inferior de la etiqueta.
Habría sido casi un milagro que todas las botellas tuvieran un comportamiento excelente. Aunque presentaban niveles de llenado bastante correctos para su edad, procedían de distintas fuentes. La mayoría se encontraron en colecciones privadas salvo Riscal, que llegó directamente de bodega por cortesía de su director técnico Francisco Hurtado de Amézaga. El vino formaba parte de una partida de 1.000 botellas recorchadas en mayo de 2013 y venía acompañado del correspondiente certificado del Consejo Regulador en el que constaba, que “la operación se efectuó con atmósfera inerte por nitrógeno con el fin de mantener intactas las características organolépticas del vino”. ¿No es maravilloso que aún se conserven tantas botellas de esta añada? La miseria de una época puede convertirse en la felicidad de otra.
En la cata hubo de todo: vinos levemente evolucionados, botellas que hacía tiempo que habían dejado atrás su mejor momento y un buen número de vinos excepcionales. Riscal, 890 de La Rioja Alta, y Viña Real e Imperial de Cvne estuvieron al nivel más alto que cabe esperar para vinos que han superado los 65 años.
Juancho Asenjo llamó a atención sobre dos terruños y, en cierto modo, también dos concepciones y dos estilos de vino: la finura de Rioja Alta, representada por Excelso, Conde de los Andes, Reserva 890 e Imperial; y la mayor estructura y color de Rioja Alavesa, con Riscal, Viña Real y Glorioso. Aunque la procedencia de las uvas podría ser discutible en unos tiempos de criterios menos estrictos que los actuales, cabe pensar que en una añada de muy buena calidad como 1959, las casas recurrieran a sus zonas de abastecimiento habituales. En el caso de Riscal serían las viñas de Elciego, mientras que Cosme Palacio estaba muy vinculada a Laguardia. Y aunque Viña Real en esa época pudiera incorporar partidas de garnacha de Rioja Oriental, parece claro que se buscaba la mayor contundencia de Rioja Alavesa.
Las elaboraciones de la época normalmente implicaban estancias variables (de uno a dos años) en grandes tintos de madera antes de iniciar el envejecimiento en barricas usadas (no estaban los tiempos para muchas alegrías) de roble americano. Los tiempos de estancia en madera dependen de la filosofía de las bodegas y, probablemente también del ritmo de comercialización. En todos los casos se presupone un reposo tranquilo con trasiegos periódicos para su lento afinamiento, sacando partido de las buenas condiciones que ofrecían los calados subterráneos.
Notas de cata
Están fueron nuestras impresiones. Los vinos aparecen por orden de servicio.
Viña Soledad Tête de Cuvée Reserva 1959 Blanco, Bodegas Franco-Españolas. Fue el único blanco de la cata. Una de las pocas marcas de blancos viejos de Rioja de la que aún circulan botellas por restaurantes y páginas de subastas. A partir de una vertical organizada por la bodega en Madrid y una visita posterior a sus instalaciones de Logroño, publicamos el año pasado un artículo detallado sobre su historia y evolución.
De color ligeramente amarronado, la nariz empezaba a mostrar signos de evolución con notas de fruta compotada (orejones), notas melosas y de caramelo. El paladar estaba más vivo, bien mantenido por la acidez, redondo, amable y casi opulento. Se fue haciendo cada vez más meloso en desarrollo en copa. No fue una mala botella, pero sí inferior a un ejemplo mucho más vibrante y de juventud casi sorprendente probado un par de años antes y que se describe en el artículo mencionado en el párrafo anterior.
Excelso Gran Reserva 1959 Tinto, Bodegas Franco-Españolas. Uno de los vinos que no salieron bien. Oxidado y con toques pulverulentos de desván, mantenía algo de acidez, pero estaba en otra dimensión. Por desgracia, no fue una gran botella de Excelso.
Glorioso Reserva Especial 1959 Tinto, Bodegas Cosme Palacio. Un vino con sus más y sus menos. Con cierta turbidez de color, empezó con notas reductivas y animales. Aunque tuvo algún destello de fruta roja y mostró cierta sabrosidad, había también una nota dulzona y cierta sequedad en el paladar que restaban equilibrio al conjunto. Para Jesús Madrazo, por la abundancia de trasiegos de la época que daba vinos muy limpios, la turbidez era ya un indicativo de que el vino estaba quebrado.
Marqués de Riscal Reserva 1959 Tinto. Una gran excepción por la personalidad, la fruta y la juventud que aporta la cabernet sauvignon. Aunque el peso de la variedad francesa debe ser menor que en los llamados Reserva Médoc, su presencia era muy evidente y se veía más reforzada si cabe por el paso del tiempo. Catado a ciegas, nos habríamos ido a Burdeos porque daba todo el carácter de la cabernet francesa: hojarasca, grosella (aunque cueste creerlo la fruta era muy evidente), viveza. Un vino muy elegante, equilibrado, de paladar jugoso y casi puede decirse que vibrante. El más juvenil del grupo.
Con enólogos franceses hasta 1954, Riscal respetó mucho el concepto de añada, como prueba su botellero histórico que se remonta hasta 1862. El 59 está elaborado por el padre del actual director técnico, Francisco Hurtado de Amézaga. El vino tenía un envejecimiento en madera de entre tres y cuatro años.
Conde de los Andes Gran Reserva 1959 Tinto, Federico Paternina. Rubí teja muy limpio. Con una nota de humedad en nariz que nunca se fue del todo y dio paso a toques de hojarasca y tierra mojada, la boca se mostró mucho más interesante aunque manteniendo una parte austera y con un tanino algo menos fino que otros vinos. Pero había acidez que evocaba la fruta, buen recorrido y longitud en final de boca.
Reserva 890 1959 Tinto, La Rioja Alta. Fue otro de los grandes vinos de la cata y con una de las narices más complejas: cuero fino, fruta desecada, tabaco, frutos secos, y hasta leve una nota de volátil que aportó complejidad. Un vino muy elegante, con destellos de frescura, pero también intensidad y firmeza, y una sensación casi esférica en el paladar. Es cierto que al cabo de un tiempo fue decayendo algo en la copa, pero nos regaló media hora de felicidad.
Imperial 1959 Tinto, Cvne. El vino, elaborado por Ezequiel García, “El Brujo”, se mostró fantástico, con energía y cierta opulencia, terciarios muy finos, destellos de frutos rojos e incluso alguna nota cárnica que aportaba viveza. Amplio y aromático, nos regaló uno de los paladares más jugosos y persistentes, y un largo final con recuerdos de frutos secos.
Sin ningún indicativo de crianza en la etiqueta, lo que hace pensar en un etiquetado anterior a los ochenta, Basilio Izquierdo corroboró la manera de trabajar de la época, con embotellado entre el cuarto o quinto año, seguido de un buen periodo de reposo en botellero, que se consideraba un paso imprescindible.
Viña Real Reserva Especial 1959 Tinto, Cvne. Otro vino excelente, con un cierto punto exótico que lo hizo diferenciarse mucho del resto y fue el favorito de muchos catadores. Quizás más expresivo que elegante, pero en clave arrolladora. Tenía toques balsámicos, recuerdos de cúrcuma e incluso de caldo concentrado; luego ahumados y especiados (pimentón). El estilo, carnoso y lleno, encaja bien con el perfil de Rioja Alavesa descrita por Juancho Asenjo.
El vino es también hijo de Ezequiel Garcia. Jesús Madrazo cree que los Viña Reales de finales de los cincuenta y de los sesenta que elaboró tenían uvas de Contino porque era uno de sus proveedores favoritos y, de hecho, recuerda ver en la bodega tinos marcados con las iniciales TL por Tinto Laserna, la pedanía de Laguardia (Rioja Alavesa) donde se encuentra Viñedos del Contino. “Ezequiel era un auténtico master blender”, recuerda. Según Basilio Izquierdo, las uvas de Elciego y Contino suponían dos tercios del ensamblaje de Viña Real.
El concepto de mezcla, no hay duda, es una parte central de la esencia de Rioja. La realidad es que es muy difícil saber con exactitud lo que hay dentro de esas botellas. A los que somos garnacheros, nos encantaría que parte de esos aromas exóticos tuvieran que ver con esta variedad.
En cualquier caso, el duelo Imperial-Viña Real fue magnífico, hasta el punto de resultar casi imposible decantarse por uno de ellos.
Una impresión muy personal es que los vinos de la década de los cincuenta tienen unas expresiones más originales y profundas (¿más auténticas, quizás?) que se salen del guion de cuero fino, especias, acidez, y taninos sedosos y redondeados que dominan los tintos de los años sesenta. Para Helios Bueno, quien ha probado un buen número de botellas viejas de Rioja, “1959 es una añada con buena fijación de color de la que se pueden seguir disfrutando botellas. En general, los vinos de los cincuenta llegan al momento actual en mejores condiciones que los de los sesenta”.
Sin necesidad de hacer un ranking, no hay duda de que una parte importante de la grandeza de Rioja se mide por la capacidad de envejecimiento de sus mejores vinos.

Amaya Cervera
Periodista especializada en vino con más de 25 años de experiencia. Fundadora de Spanish Wine Lover y Premio Nacional de Gastronomía a la Comunicación Gastronómica 2023
La Salvación Godello 2023 Blanco
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