
La región que puso la godello en el mapa ha vivido un verano aciago, asediada por el humo y los incendios. La cosecha 2025, afectada también por la sequía y las altas temperaturas que fueron el combustible perfecto para el fuego, será corta y triste. Aun así, nada parece capaz de detener la fulgurante progresión de los blancos de Valdeorras.
La prueba más clara del éxito de la godello es su expansión en regiones vecinas donde ya estaba presente, en especial Monterrei, cuya orografía facilita notablemente el cultivo. Allí, la variedad supuso el 55% de lo cosechado en 2024, mientras que en Bierzo, donde también está claramente al alza, alcanzó el 28%. En Ribeira Sacra, con dominio de variedades tintas, la godello es de lejos la blanca más cultivada, pero su peso es menor: el 10% en la cosecha 2023. Y ahora su influencia traspasa las fronteras de Galicia y Bierzo. Su inclusión el año pasado en el pliego de condiciones de la DO Rueda, aunque en calidad de uva secundaria (de momento, no se podrán elaborar monovarietales), generó una gran polémica.
Paradójicamente, en los años sesenta, el vino blanco era minoritario en Valdeorras. “Con mayor frecuencia, la uva blanca se mezcla con la tinta. Solo unas pocas bodegas industriales hacen un poco de vino blanco de 11 a 12º”, detalla Alain Huetz de Lemps en Viñedos y vinos del noroeste de España. El geógrafo francés cita ya la godello entre las variedades blancas cultivadas, aunque con un peso muy limitado. En Contribución al conocimiento del inventario vitícola nacional, un trabajo de 1971 de Luis Hidalgo y Manuel R. Candela para el INIA (Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas), se cifra la presencia de la godello en la provincia de Ourense en un 1%. El 50% estaba copado por garnacha tintorera (alicante bouschet) y el 40% por palomino. La mencía apenas representaba un 5%. La composición varietal de los viñedos gallegos se ha transformado radicalmente en los últimos 50 años.
Todo al blanco
El cambio de tendencia llegó con la recuperación de la godello en los años setenta gracias al plan Revival (Reestructuración de Viñedos de Valdeorras) y las primeras vinificaciones exitosas en la década siguiente en la cooperativa de O Barco, donde se llegó a elaborar un Gran Vino Godello que se presentaba en botella rin recubierta de malla metálica. Según datos del Ministerio de Agricultura correspondientes a 2024, se cultivan 1.590 hectáreas de godello en toda Galicia y 502 en Castilla y León. Solo en Valdeorras, la godello ha duplicado la superficie de cultivo en la última década hasta alcanzar las 720 hectáreas. El diagrama inferior refleja el dominio de la categoría, hasta el punto de suponer el 75% de todas las botellas certificadas por la DO en la campaña 2024-2025.
La presencia de la palomino en DO se ha reducido a 90 hectáreas. La mayor parte, así como el grueso de garnacha tintorera (unas 140 hectáreas), la otra variedad que colonizó el viñedo gallego tras la filoxera, se procesa en Jesús Nazareno, la cooperativa más grande de la zona, más conocida como Vinos Barco.
Para poder llevar el sello “godello”, Valdeorras exige que el vino esté elaborado en un 100% con esta variedad. La denominación de origen ha introducido opciones para reforzar criterios cualitativos como la mención “viñedo de producción controlada” que, en el caso de los blancos de godello, avala rendimientos inferiores a 8.000 kg/ha frente al límite general para variedades preferentes de 12.500 kg/ha. Sin embargo, su único usuario hasta la fecha es A Coroa, que la utiliza en su godello sobre lías.
En el mercado español, la godello ha roto la dicotomía clásica entre verdejo y albariño. Frente a los perfiles aromáticos intensos y bien definidos de estas últimas, la godello se expresa más en el paladar. Da vinos untuosos y redondos, con bocas llenas y amables, frente a la acidez de la albariño y el amargor de la verdejo, y, en este sentido, se acerca más a una chardonnay. Bien cultivada y elaborada, también muestra buena acidez, aunque en su caso tiene mucho menos ácido málico y más tartárico y cítrico que la albariño. Como se han encargado de demostrar los mejores elaboradores de Valdeorras, tiene buenas aptitudes para envejecer y responde bien tanto a la crianza en acero inoxidable como en madera.
Variedad vs. terruño
Una visita reciente a la zona nos permitió comprobar la fuerza devastadora de los incendios y catar un buen número de vinos de la región. El viñedo, una vez más mostró su capacidad de supervivencia. Aunque ha habido parcelas afectadas, la viña ha hecho de cortafuegos, protegiendo en muchos casos los núcleos de población, que se vieron rodeados por las llamas. Los terrenos calcinados muestran la huella, a menudo caprichosa, del fuego, que arrasó las zonas más altas de los montes y descendió quemando laderas enteras, pero dejando otras intactas. “El fuego ha alterado la maduración de la añada”, explica el director técnico del Consejo Regulador, Jorge L. Mazairas.
Frente a la incertidumbre que aún planea sobre la última vendimia, la cosecha 2024 fue de récord, con 8,2 millones de kilos de uva recogidos, de los que 6,1 millones correspondieron a godello. Aun así, para Jorge Ordóñez, el primero en llevar un blanco de godello a Estados Unidos a principios de los noventa cuando era el importador de Godeval, y con proyecto propio en la zona desde 2007, “la presión sobre la godello es inmensa”. Pese a todo, cree que todavía no goza de la presencia internacional que tiene, por ejemplo, la albariño.
Estados Unidos, Reino Unido y Alemania son los principales mercados exteriores, pero las exportaciones apenas representan el 10% de la producción total de la DO. Con un número creciente de orígenes de godello en el mercado (hay monovarietales ya incluso en Ribeiro), Valdeorras debería poner más énfasis en el carácter diferencial de sus terruños.
Diversidad no falta. El artículo de fondo que publicamos sobre la región en 2018, ya destacaba la riqueza de sus valles, exposiciones, altitudes, y diversidad de suelos más allá de la pizarra.
Personalidad propia
Algunos de estos aspectos se reflejan ya en las gamas altas de blancos, que han experimentado un notable desarrollo en los últimos años. En muchos casos se trata de vinificaciones especiales o crianzas más largas con las lías, pero también de vinos parcelarios o procedentes de parajes específicos.
Entre los últimos proyectos de grupos de fuera asentados en la DO, Pago de los Capellanes (Ribera del Duero) lanzó en la cosecha 2019 Vides do Córgomo, una versión más opulenta de la godello elaborada a partir de pequeñas parcelas de pizarra en la parroquia de Córgomo, en San Martín de Valdeorras, que marcan un fuerte contraste frente a los suelos granítico-arenosos (en la imagen inferior) dominantes en Larouco, donde se alza su bodega O Luar do Sil. Por su parte, la bodega del grupo Cvne Virgen del Galir distingue, entre sus viñedos de Éntoma, la finca de Regueirón como su parcelario de godello por excelencia y tiene incluso una experiencia de muy poca producción con palomino (Sede e Fame) de la zona de As Ermidas, en el abrupto valle del Bibei.
Algunos pioneros de la godello han puesto más énfasis en la elaboración. Godeval, tras su ya clásico Cepas Vellas, lanzó Revival en la cosecha 2014, buscando una expresión aromática más marcada de uno de sus viñedos más viejos por la vía de la criomaceración. Por otra parte, Godeval 1986, homenaje a su fecha de fundación, nace en la añada 2017 para destacar el perfil más potente de la vinificación en madera. Guitián, en cambio, ha preferido insistir en la capacidad de envejecimiento de la godello con su +50 Meses en Botella, que presenta, sin trampa ni cartón, la sorprendente evolución del blanco básico del año.
La vía parcelaria es la apuesta de gama alta de Valdesil. Más allá del limitado Pedrouzos, su viñedo histórico de 1885, la bodega seduce con el contraste entre la pizarra de Córgomo que asoma en Asadoira y la mayor verticalidad del granito de As Ermidas en O Chao. No hay duda de que el dramático paisaje de montañas que rodea el monasterio de As Ermidas (en la imagen inferior), a orillas del río Bibei, se ha convertido en uno de los lugares más deseados de Valdeorras. También de una viña del Bibei, pero de la parroquia de Lentelláis (O Bolo), sale el blanco 200 Cestos de A Coroa. No está de más recordar que el blanco más caro de la DO es un parcelario: Sorte O Soro, de Rafael Palacios, se cotiza en España por encima de los 400 €.
Un lugar para los tintos
La omnipresente godello se ha expandido masivamente por el viñedo de Valdeorras, hasta el punto de reducir la presencia de mencía a menos de 200 hectáreas. Su avance ha mermado la producción de unos tintos tradicionalmente destinados al mercado local y regional.
Es significativo que muchas de las bodegas de referencia de Valdeorras no elaboren tinto. Ocurre con el propio Rafael Palacios, con pioneros como Godeval o Guitián, y con grupos llegados de fuera atraídos por la fiebre blanca como Pago de los Capellanes. No así con Cvne, que por el peso que tenían los tintos en Virgen del Galir, ha mantenido su elaboración y cuenta actualmente con ejemplos en todas las gamas de precio. En su día, Jorge Ordóñez se dio cuenta de la calidad de los viñedos tintos de sus proveedores de godello y hoy elabora tres referencias bien serias en la zona.
Entre los productores tradicionales que sí apuestan por los tintos, destaca Joaquín Rebolledo, con una mencía joven de libro de buena disponibilidad que refleja muy bien la expresión de la variedad en Valdeorras y tiene además margen de desarrollo en botella. Otra bodega familiar, Alan de Val, cuenta con un extenso porfolio de parcelarios y monovarietales, y se ha dedicado a profundizar en variedades minoritarias como la brancellao.
Fue una pena descubrir que Valdesil ha dejado de elaborar el tinto Valderroa, no solo porque era una de las mencías más características de la DO, sino también porque fue la etiqueta con la que la familia Prada retomó la elaboración de vino en los años noventa. Mantiene eso sí, la producción de Valteiro, su excelente parcelario de maría ordoña (merenzao).
Ladeiras do Xil, de la Cía de Vinos Telmo Rodríguez, puede presumir de la gama de tintos más ambiciosa de Valdeorras tras su inmersión en el valle del Bibei. La recuperación del viñedo histórico de Falcoeira es su regalo a Valdeorras y al mundo, impulsada por la voluntad de resucitar el grand cru local. En este mismo valle elaboran otros dos parcelarios, As Caborcas, y O Diviso, y tras la compra del pazo de Valbuxán incorporaron otro tinto bajo este nombre que busca emular las elaboraciones tradicionales de la zona. Siempre fieles a la mezcla de variedades, tal y como se plantaba en los viñedos tradicionales, y apoyados en los suelos graníticos dominantes en el extremo oriental de la DO, elaboran tintos refinados, profundos y de extracción contenida.
La réplica perfecta se la da O Cabalín, la nueva estrella de Valdeorras sobre la que ya hemos escrito extensamente en SWL. Muy centrada en los tintos, que representan el 80% de su producción, la bodega se apoya también en viñas viejas en altitud con mezcla de variedades, pero en un escenario bien distinto. Teresa López Fidalgo y Luis Peique se han centrado de manera especial en la zona occidental de la DO, casi limítrofe con Bierzo. Aquí, los suelos de pizarra confieren una personalidad muy diferente a los tintos. Hay frescura, pero también colores profundos, paladares firmes y taninos de sorprendente elegancia, en una línea que podría considerarse más bordelesa. Aunque el proyecto no supera las 10.000 botellas, su aportación estilística y cualitativa a la zona es indudable. Su vino más accesible, que lleva el nombre del proyecto, da una buena medida de la profundidad y sensaciones oscuras/minerales de los vinos, mientras que los parcelarios, todos de excelente nivel, desarrollan matices más específicos.
Otra vía de innovación en los tintos son los monovarietales, entre los que destacan las vinificaciones de merenzao y las de garnacha tintorera, aunque en este último caso es más difícil modular la potencia y, a menudo, los vinos piden un cierto recorrido en botella. No ayuda que muchos productores los etiqueten simplemente como garnacha, cuando se trata de variedades diferentes que dan vinos de estilos casi opuestos.
La mezcla de variedades tintas, más allá de los field blends de viñedos tradicionales, merece un poco más de atención, sobre todo si se busca dar más peso a las castas minoritarias en los ensamblajes. La mención “castes nobres”, que exige al menos un 85% de variedades preferentes y constituye una buena herramienta en este sentido, se ha obviado totalmente en blancos (tal es el dominio de la godello), y su desarrollo en tintos ha sido, por ahora, muy tímido.
La semana que viene publicaremos una selección con algunos de los vinos que más nos gustaron entre lo que probamos durante nuestro viaje a la zona.

Amaya Cervera
Periodista especializada en vino con más de 25 años de experiencia. Fundadora de Spanish Wine Lover y Premio Nacional de Gastronomía a la Comunicación Gastronómica 2023
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