El proyecto de Viñedos Alonso del Yerro es modélico en su concepción: bodega familiar que trabaja únicamente con viñedos propios, decidida a apostar por la singularidad y por la elaboración de vinos de terruño a partir de una gama fácilmente comunicable que se reduce a dos etiquetas.
Situada en Roa, en la parte burgalesa de la Ribera del Duero, el proyecto se asienta en la finca Santa Marta donde se cuentan 26 hectáreas de viñedo distribuidas en 30 microparcelas. Desde 2007 la familia está también presente en Toro con una filosofía similar y un proyecto aún más pequeño, reducido a nueve hectáreas que se reparten entre cepas muy viejas plantadas en pie franco en 1930 y otras en 1988. Se elabora un único vino, Paydós, con la variedad local tinta de Toro.
La apuesta del matrimonio formado por Javier Alonso, empresario y directivo curtido en distintos sectores, y María del Yerro, filóloga y traductora, es ambiciosa desde el principio.
Se ve en los profesionales en los que se apoyan para el desarrollo del proyecto, en especial el reconocido asesor francés Stéphane Derenoncourt, de especial relevancia en la región de Burdeos. De hecho, Alonso del Yerro fue la primera bodega para la que Derenoncourt trabajó fuera de Francia. En una cata vertical que se realizó en noviembre del año pasado en la bodega con motivo de su décimo aniversario, el enólogo bromeaba diciendo que “lo bueno es que al principio todos estábamos aterrorizados; los propietarios porque no dominaban el mundo del vino y yo porque me enfrentaba a un nuevo reto” (una nueva zona y una nueva variedad, la tinto fino, con la que no había trabajado nunca). La implicación de toda la familia en el proyecto, el matrimonio Alonso del Yerro y sus cinco hijos, fue palpable en este acto en el que todos estuvieron presentes.
Derenoncourt continúa asesorando a la bodega, pero la incorporación hace unos años del también francés Lionel Gourgue, con experiencia en distintas firmas de Burdeos y del Nuevo Mundo, ha reforzado notablemente el día a día en la casa. En este sentido, Derenoncourt considera que a partir de la cosecha 2006 la bodega entra en una fase de madurez que se refleja en una mayor precisión de los vinos.
Detrás está también el trabajo realizado por el experto en suelos Claude Bourguignon, que durante años realizó una importante labor de asesoramiento con el objetivo de que el subsuelo calcáreo característico de la zona pudiera aflorar en los vinos. No hay que olvidar que desde una óptica francesa, las grandes elaboraciones se asocian en una gran mayoría de los casos a la presencia del componente calizo en el terreno. Y gran parte del trabajo de Bourguignon se centra en conseguir que las raíces profundicen más para llegar a los estratos más interesantes (léase calcáreos) del suelo. El siguiente elemento básico dentro de la filosofía de este experto microbiólogo es generar suelos con la suficiente vida, ya que el aporte de la llamada “mineralidad” o carácter del suelo al vino se realizaría través de los millones de minúsculos seres vivos sólo posibles en un terreno no tratado con productos químicos ni tratamientos agresivos.
La base de los dos vinos de la bodega, el central Alonso del Yerro (20,90 € en Lavinia o vía Wine Searcher, unas 70.000 botellas) y el top María (51,90 € en Lavinia o vía Wine Searcher, 7.000 botellas) es la tinto fino (tempranillo) mayoritaria en la zona. Existen cuatro grandes bloques de viñedo (Santa Marta, Quinto de Pedro, Viña Montserrat y Pago de los Mayores) divididos en distintas parcelas hasta sumar las 26 hectáreas que se empezaron a plantar en 1989. Todo el viñedo está conducido en espaldera. Se trabaja con rendimientos de 30 hectolitros por hectárea y la altitud oscila entre 800 y 840 metros.
Los más curiosos seguro que disfrutarán con los detallados esquemas de topografía, suelos y parcelación que aparecen en la web de la bodega y que ponen de manifiesto la interesante complejidad del terruño en la Ribera del Duero. La firma produce su propio compost y se suelen plantar cereales entre hileras de viña en invierno para evitar la compactación del terreno. En vendimia se trabaja con una segunda mesa de selección tras el despalillado. Los vinos realizan la fermentación maloláctica en barrica y dentro de la filosofía de trabajo en bodega se contemplan prácticas como el bâtonnage y la microoxigenación.
Alonso del Yerro es un compendio de los diferentes terruños de la finca. Normalmente se vinifica por parcelas o grupos de parcelas homogéneas hasta formar 12 lotes diferentes que luego envejecen por separado (a menudo con tiempos variables en función de las características de cada vino) y con los que luego se llevará a cabo el ensamblaje definitivo. María en cambio es el resultado de la combinación de dos parcelas concretas: una de arcillas finas con grava responsable de su vertiente más floral y elegante, y otra de arcillas calcáreas que aporta mayor potencia y hace de columna vertebral del vino.
Como cabe esperar en una zona de climatología extrema como Ribera del Duero, los vinos están notablemente influenciados por el factor añada. Pero quizás este hecho es más evidente en una bodega que trabaja tan cerca del viñedo. 2007 fue, sin duda, el annus horribilis de la familia Alonso del Yerro porque la finca se vio afectada más duramente que nunca por la climatología. No se elaboró María y la producción de su tinto principal se redujo notablemente. De hecho, se cambió el color de la rosa de la etiqueta que apareció roja en lugar de azul como es habitual. El esfuerzo permitió ofrecer un vino consistente -aunque escaso- que se benefició de las mejores viñas de la finca destinadas habitualmente al top María. En 2008, otro año climáticamente muy complicado, elaboraron algunos de los tintos más finos y elegantes de la denominación (un Alonso del Yerro fantástico sin tener que recurrir al precio más elevado de María) y debe decirse que su interpretación de la añada fue magistral.
Creo que a esta bodega le van los retos. En una añada mucho más fácil y madura como 2009 parece que la evidencia de la fruta ahoga un tanto la mineralidad característica que suelen aportar los vinos. Sin embargo, 2010 es una cosecha imprescindible, con gran calidad, pero quizás no tan fácil de interpretar como 2009 y en la que desde mi punto de vista se ha extraído muy inteligentemente su vertiente más fresca y elegante.
Respecto a la muy cálida y seca 2011, ya está en el mercado desde antes del verano un Alonso del Yerro con mucho carácter de ciruela madura, pero con abundante jugosidad que equilibra la madurez de la añada, mientras que para María se inicia una nueva política para darle un año más de botella. Es una decisión lógica teniendo en cuenta lo cerrado que se suele mostrar este vino y lo casi imprescindible que suele resultar su decantación.
A continuación detallo las notas de cata de la vertical de María que pude realizar el año pasado con motivo del décimo aniversario de la bodega y que son muy reveladoras del estilo y la trayectoria de la bodega. Todas las botellas se abrieron la noche anterior.
María 2003 Tinto. Cereza granate. Le cuesta abrirse; notas de chocolate, especias, cuero. En boca es amplio, ligero tanino del roble presente. Se nota que fue una añada cálida pero también que hay una elaboración muy cuidada detrás.
María 2004 Tinto. Cereza con borde granate-anaranjado. Expresivo, notas especiadas, cacao, avellana, complejo. Boca con abundante fruta en centro de boca, buena acidez. Madera algo presente también en esta añada.
María 2005 Tinto. Color cereza intenso con borde granate. Mucho más carácter aquí: ciruela madura, avellana, corteza de pino, sensaciones de terruño, evoluciona a regaliz y notas de bergamota. Muy entero y prieto en boca, con vida por delante, equilibrado, expresivo y persistente. Refleja muy bien el estilo y el potencial de esta bodega que han hecho uno de sus mejores vinos en una añada de gran contundencia en la región.
María 2006 Tinto. Cereza bode granate. Nariz muy fresca y balsámica, quizás no tan compleja, pero expresiva y apetecible que evoluciona a notas de setas y tierra húmeda. Boca en muy buen momento, con buena expresión de fruta, aunque quizás con algo menos de complejidad y mineralidad que otras añadas.
María 2008 Tinto. Color picota borde granate. Elegante, con notas cremosas de la barrica, fruta negra en licor (compota de ciruela), expresivo. Boca con fruta más fresca de la que anunciaba la nariz, buena estructura y con mayor seriedad de lo que se espera en esta añada en la zona.
María 2009 Tinto. Picota amoratado. Aromas a grosella madura, especias, roastbeef, hojarasca. En boca es potente, amplio, con taninos bien envueltos. Sigue un estilo más goloso e inmediato (confitura).
María 2010 Tinto. Picota amoratado. Recuerda al 2005 por su concentración y complejidad. Seductores aromas de fruta negra, praliné, chocolate. Boca potente, con buena madurez frutal, bien estructurado. Un vino de gran potencial.
María 2011 Tinto (en el mercado en 2015). Picota violáceo. Huele como los mejores riberas que recuerde. Se nota la excelencia de la añada. Aromas a ciruela perfectamente madura, leves notas de bosque, complejo, hipnótico. Potente en boca, taninos firmes de gran calidad y fruta muy expresiva. Hay intensidad y elegancia a la vez. Persistente. Un gran vino.