La imponente abadía, parte de la red de monasterios que asentó la reconquista cristiana en España, es la mejor prueba de la larga tradición vitícola de esta finca situada en Sardón de Duero (Valladolid) que entre 1952 y 1966 estuvo en las mismas manos que Vega Sicilia
Pero si Vega Sicilia creó a principios del siglo XX ese vino legendario cuya elaboración ha continuado hasta nuestros días, en Abadía Retuerta el viñedo fue perdiendo peso hasta su total desaparición en los años setenta rematado por la drástica caída de los precios de la uva.
Separadas apenas unos kilómetros, ambas fincas se asoman a ese tramo de la N122 que se ha venido en denominar la milla de oro de la Ribera del Duero. Con la diferencia de que la creación de la DO en 1982 pilló a Retuerta sin una sola cepa y se quedó fuera de la zona de producción. Aún tendría que esperar a que alguien convenciera a sus nuevos propietarios desde 1988, la farmacéutica Sandoz (hoy Novartis), de su gran potencia vitícola.
Ese alguien sabía muy bien lo que tenía entre manos. Juan José Abó, abogado muy relacionado con el mundo de la sanidad además de wine-broker, connoisseur y secretario de la Academia Internacional del Vino fue el gran instigador de que el gigante suizo entrara en un sector que le resultaba totalmente ajeno.
En la cata-presentación del 25 aniversario de la firma que se celebró hace unas semanas en Madrid, Abó señaló que “la abadía ponía en contacto la finca con la historia de los grandes vinos del mundo” y mencionó la conexión eclesiástica de lugares míticos como Chambertin en Borgoña.
También recordó que el objetivo del proyecto era “beber a precios que no arruinaran a la gente de modo que el vino pudiera hacer soñar”. Abó, quien es de la opinión de que en épocas de crisis “es mejor beberse una botella de vino que pagar 100 euros al psiquiatra”, también fue la persona que condujo hasta el famoso enólogo bordelés Pascal Delbeck y hacia una filosofía muy basada en el terruño.
El evento tuvo mucho de revival ya que intentó reunir a casi todos los expertos y periodistas que asistimos a la primera presentación de los vinos en 1997 (ver foto superior). También contó con la presencia del catedrático de viticultura de la Universidad Politécnica de Madrid Vicente Sotés, autor del estudio de suelos de la finca. De hecho, lo que estamos mirando todos en esa imagen son las recreaciones de los principales suelos de Abadía Retuerta en las que Pascal Delbeck (con tupida barba en la foto) se apoyaba para explicar la concepción de los distintos vinos y sus estilos. No era habitual en aquella época en España ni que se hablara con tanto detalle de suelos, ni que una bodega elaborara una gama tan amplia de vinos a partir de la geología del terreno.
Pascal no pudo estar en la presentación, pero Ángel Anocíbar, a quien Delbeck siempre reconoce haber elegido por un tema de sintonía vinícola y personal, explicó la evolución de los vinos desde su incorporación en 1996, incluido su terror porque la bodega no estuviera construida a tiempo. Otra de las fotos del slider superior muestra cómo la primera vendimia se vinificó a cielo abierto. No dio tiempo a colocar la techumbre, pero sí se había calculado al detalle el número y disposición de depósitos para elaborar las parcelas por separado, así como el sistema de ovis para evitar bombeos y trabajar la extracción mediante délestage.
Aunque poco dado a prodigarse, Anocíbar es un gran conocedor de la Ribera del Duero y de su climatología extrema y a menudo traicionera. Recomiendo este vídeo que grabamos con él hace casi dos años y la lectura de este post que escribió sobre su trayectoria y experiencias en Abadía Retuerta para el blog de Vila Viniteca, su distribuidor en Barcelona, muy oportunamente titulado “25 años no son nada” y que concluye con esta reflexión: “Elaborar grandes vinos es un proceso que no sucede por casualidad; hay que unir experiencia, observación y dedicar muchas, pero que muchas horas aunque la naturaleza es al final la que manda y nos acompaña o nos quita todo de golpe, hasta la humildad”.
La gran estrella del evento fueron los vinos. La bodega no tuvo reparos en mostrar su primera cosecha 1996 elaborada con viñas de entre tres y cinco años. Si el Selección Especial se mostraba algo abierto en boca, los Cuveé hoy desaparecidos (Palomar y Campanario) y también los primeros vinos de pago de la firma, el tempranillo Negralada y el cabernet sauvignon Valdebellón no sólo mantuvieron el tipo sino que mostraron una buena evolución en copa. Los paladares más carnosos fueron para los vinos elaborados con cabernet; además de Valdebellón, el Palomar que llevaba un 50% en el ensamblaje y que se concibió como un vino “femenino” frente al más estructurado Campanario. Los tempranillos dejaban la huella de unos taninos levemente terrosos, pero el Pago Negralada 1996 lo compensaba con un paladar jugoso y la fina textura ganada con el paso del tiempo.
Más sorprendente resultó aún probar la primera experiencia de blanco realizada en la finca en la cosecha 1998 con unas cepas de sauvignon blanc que habían llegado confundidas entre esquejes de merlot y que Ángel Anocíbar elaboró al modo de un burdeos blanco. Con equilibrio y cremosidad sorprendentes, no es extraño que fuera el punto de partida para el blanco Le Domaine que elabora actualmente la bodega incorporando algo de verdejo al ensamblaje.
También se comportaron muy bien el syrah Pago Garduña 2000 con abundante fruta negra y excelente textura, y el PV (Petit Verdot) 2001, sorprendentemente detenido en el tiempo, con fruta muy oscura y notas cárnicas, y suficiente acidez y estructura para seguir en forma muchos años más. Sin duda, Abadía Retuerta ha sabido aprovechar las ventajas de estar fuera de DO aventurándose en el trabajo con variedades y elaboraciones no autorizadas por el Consejo Regulador de Ribera del Duero.
La depuración de la gama a lo largo del tiempo se ha realizado en función de la creciente madurez del viñedo. Han desaparecido tanto los vinos básicos Primicia y Rívola como los Cuvées de precio intermedio que han acabado integrándose en el Selección Especial (unas 300.000 botellas, en torno a los 20 €). La gama de los pagos diferencia por variedades además de parcelas se sitúa en el entorno de los 60 € con excepción del PV que supera ligeramente los 100 €. Las producciones de todos ellos son muy limitadas, entre 2.500 y 5.000 botellas, y apenas alcanzan las 1.500 botellas en el caso del PV.
Probablemente, nadie debería sorprenderse más de la evolución de la firma que quienes visitamos la finca en aquella primera presentación de hace ahora 20 años. Aunque la bodega impactaba por su modernidad, el trabajo de restauración de la abadía parecía inabordable. Pero las cuantiosas inyecciones económicas aportada por Novartis (12 millones de euros entre 1991 y 1998 para impulsar la bodega y 30 millones sólo para transformar la abadía en un lujoso hotel Relais & Château ) han hecho posible la transformación.
El último proyecto vitícola es la recuperación del llamado “viñedo histórico” a través de la paciente obtención de material vegetal de cepas prefiloxéricas encontradas en la finca en estado “salvaje” (la perfecta prueba de que una vid no cultivada es una planta trepadora con sus sarmientos transformados casi en lianas). Ya existe una parcela de suelos calizos que se ha injertado con este clon que analíticamente parece estar a caballo entre una tempranillo y una tinta de toro y de la que se han hecho ya algunas vinificaciones.
¿Qué deparará el futuro? Con el talento vitivinícola del dúo Delbeck-Anocíbar y un padrino como Novartis, Abadía Retuerta parce tener todos los ingredientes para resarcirse a pasos agigantados de sus años más oscuros y recuperar el tiempo perdido.
Buscar |
---|
|