El interés por los vinos blancos en zonas de tintos sigue creciendo. Aunque con superficies de viñedo muy limitadas o casi anecdóticas en algunos casos, el número de referencias no ha dejado de aumentar en los últimos tiempos.
Con tres blancos en diferentes segmentos de precio, Terroir al Límit es un buen ejemplo de esta tendencia en Priorat. La bodega ofrece actualmente Històric, un blanco fermentado brevemente con pieles y criado en acero inoxidable que se vende alrededor de 20 €; la marca central Terra de Cuques (38 €), que fermenta unos cinco días con racimos enteros y envejece brevemente en hormigón; y Pedra de Guix, el blanco más alto de gama en el entorno de los 70 € Para este último se busca un estilo más opulento y oxidativo, y se trabaja con uvas despalilladas.
Su propietario, Dominik A. Huber, nos contaba hace un tiempo que fue su pasión por la gastronomía y la constatación de lo bien que los blancos acompañaban la comida lo que le animó a adentrarse por este camino. Es lógico, por tanto, que Terroir Sense Fronteres, el proyecto que inició en la denominación vecina de Montsant en la cosecha 2017, incluya también un blanco en su porfolio.
En este caso vuelve a apostar por las pieles y la etiqueta lleva el término catalán brisat que alude a este tipo de elaboración. El vino se surte de viñedos de garnacha blanca de 15 a 35 años edad, cultivados en suelos arenosos y arcillosos entre los 300 y 350 metros de altitud. Ya en Priorat, Terroir al Límit fue de las primeras bodegas en interesarse por terrenos que no fueran de pizarra, particularmente tras el descubrimiento del viñedo Les Manyes, de arcilla roja, en uno de los puntos más altos de la montaña de Montsant. En realidad, Terroir Sense Fronteres surge de la exploración de parcelas cercanas a Les Manyes integradas en la zona de producción de la DO Montsant.
Volviendo al Brisat, la fermentación se realiza con racimos enteros durante un periodo de cuatro a seis días y el vino pasa luego unos seis meses en acero inoxidable. Pese a esta crianza relativamente corta, tiene muy buen desarrollo en botella y, gracias a la estructura extra que aportan las pieles, funciona bien en la mesa con platos de distinta consistencia; puede acompañar una comida de principio a fin.
No hay que esperar un vino naranja en el sentido clásico del término, sino más bien un blanco mediterráneo con alcohol contenido y un uso sutil de las pieles. Con notas de hierbas secas, heno y algún deje floral, el paladar mantiene un buen equilibrio entre la frescura, entendida más como jugosidad y salinidad, y esa cierta firmeza derivada de su elaboración. Un vino que contribuye a ensanchar el abanico de los blancos mediterráneos y que debería inspirar nuevas exploraciones de la categoría.
12% vol.
22 €
9.000 botellas
Puntuación: 92
Amaya Cervera
Periodista especializada en vino con más de 25 años de experiencia. Fundadora de Spanish Wine Lover y Premio Nacional de Gastronomía a la Comunicación Gastronómica 2023
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