Elegido mejor sumiller del mundo por la ASI (Asociación Internacional de Sumilleres) en París en 2023 y mejor sumiller de Europa en 2017, Raimonds Tomsons ha consolidado su lugar entre los mejores profesionales del mundo en su especialidad. Nacido y criado en Letonia, Tomsons comenzó su carrera en hostelería en el restaurante Vincents, un emblema de la gastronomía de Letonia hasta su cierre. Allí, Tomsons trabajó como sumiller durante dos décadas, donde no solo descubrió su pasión por el vino, sino que también perfeccionó sus conocimientos.
Su trayectoria en competiciones de sumillería comenzó en 2006, acumulando numerosos triunfos en Letonia y los países bálticos. Este éxito inicial le impulsó a probar suerte en el ámbito internacional, logrando los títulos que ahora le colocan en la élite mundial.
Además de dirigir Barents Wine Collectors, una tienda e importadora de vinos finos en Riga que incluye un restaurante, Tomsons lidera su propia empresa de consultoría, Raimonds Tomsons Wine Consulting. También participa como jurado en reconocidos certámenes como los Decanter Wine World Awards y la guía Star Wine List.
Con el prestigioso diploma WSET desde 2016, habla con fluidez letón, inglés, alemán y ruso. Tomsons considera que su origen báltico, alejado de una tradición vinícola propia, le ha permitido desarrollar una mentalidad abierta para explorar vinos de todo el mundo. Esta perspectiva parece confirmarse con los recientes logros de otros sumilleres bálticos como Mikk Parre, de Estonia, elegido Mejor Sumiller de Europa, y Martynas Pravilonis, de Lituania, que logró el tercer puesto en el certamen ASI celebrado en Belgrado la semana pasada.
En esta entrevista, realizada durante el ASI Bootcamp celebrado en Sevilla a finales de septiembre, Tomsons reflexiona sobre su trayectoria como sumiller y comparte su visión sobre la cultura del vino. El Bootcamp, organizado por la Unión de Asociaciones Españolas de Sumilleres (UAES) bajo la dirección de Rafa Bellido, reunió a sumilleres de todo el mundo en talleres, catas y debates. En este contexto, Raimonds nos habló sobre los retos de la competición, la enorme diversidad de los vinos españoles y la influencia de los sumilleres en la experiencia del consumidor.
Letonia no es un país con una tradición vinícola consolidada. ¿Cómo empezó tu relación con el vino?
Fue por pura casualidad. Al terminar la secundaria, quería estudiar idiomas, pero ese plan no prosperó. Poco después me hablaron de una escuela profesional en Riga, nuestra capital, donde se podía aprender el oficio de camarero. Como me apasionaban los idiomas y me gustaba comunicarme con la gente, pensé: “¿Por qué no? A lo mejor es interesante”. Después de mi primer año allí, conseguí un trabajo en Vincents, el mejor restaurante de Letonia y de los países bálticos. Allí descubrí mi pasión por la hospitalidad, la buena cocina y el vino.
Así comenzó mi trayectoria, pero todo fueron una serie de coincidencias. Crecí en una familia donde no existía la cultura del vino.
¿Y hoy en día? ¿Hasta qué punto es popular el vino en Letonia?
Aunque Letonia sigue siendo principalmente un país cervecero, y los destilados aún gozan de gran popularidad, su predominio está disminuyendo poco a poco. La cultura del vino está en pleno crecimiento y nuestro mercado es dinámico. A diferencia de nuestros vecinos escandinavos, el Estado no controla la venta de alcohol. Hay muchos importadores y distribuidores que trabajan tanto con el sector hostelero como con el comercio minorista. Los consumidores tienen acceso a vinos de todo el mundo.
¿Los letones beben vino en casa con las comidas o es más habitual en salidas sociales?
Es más común cuando se sale. La cultura del vino es aún relativamente joven y tiende a ser más aceptada entre las clases media y alta. El ciudadano medio suele comprar vino en tiendas, con un límite de precio de unos 6-7 euros por botella.
Aun así, creo que es algo positivo. Es mucho mejor que la gente beba vino, aunque sea a un precio ajustado, a que recurra a destilados o cervezas muy baratas y de baja calidad. Al menos, el vino se elabora con uvas y se podría considerar una opción relativamente más saludable.
¿Qué popularidad tienen los vinos españoles en su país?
Italia y Francia dominan tanto las importaciones como el consumo. En general, la gente tiende a asociar los vinos españoles con el cava, Rioja y los tintos de alta graduación. Esto es algo que noto con frecuencia cuando recomiendo un vino español: la gente a veces asume de antemano que será potente y alcohólico.
El cava, además, no siempre tiene buena reputación; a menudo se percibe como un límite más que como una exploración de la diversidad de España. Pero España es mucho más que eso: cuenta con infinidad de denominaciones de origen, pequeñas regiones, variedades autóctonas y climas muy diversos.
Como importadores de vino, tratamos de acercar aa nuestro mercado y nuestros clientes la España moderna. Por ejemplo, trabajamos con Fernando Mora, de Valdejalón (Aragón), para mostrar que la garnacha puede ser fresca, elegante y nítida, y no necesariamente un vino con exceso de alcohol. También hay blancos muy interesantes en diversas regiones de España. Parte de nuestra labor es educar al público, aunque mucha gente ve todavía los vinos españoles como una opción de bajo coste.
¿Crees que España llegará a ser reconocida como un productor de vinos finos a nivel mundial?
Creo que ya lo es, pero depende del mercado. El reconocimiento también depende de cómo España promocione internacionalmente su diversidad de regiones y productores. Austria, por ejemplo, se enfrenta a dificultades a la hora de dar a conocer sus vinos, incluso siendo un país pequeño. España, al ser mucho más grande, tiene un reto aún mayor.
Entre los profesionales, los vinos españoles de calidad merecen todo el reconocimiento. Pero también necesitamos reflexionar sobre qué entendemos por "vino fino".
¿Es algo estrictamente relacionado con el precio?
Yo creo que no. Por ejemplo, los vinos de Fernando Mora, que considero vinos finos, se pueden encontrar en una vinoteca por tan solo 14 euros.
España está viviendo una transformación gracias a una nueva generación de productores que exploran tanto regiones históricas como emergentes. Muchas de estas zonas cuentan con viñas viejas pero que hasta ahora no habían sido atractivas comercialmente. Esto brinda a España la oportunidad de ofrecer vinos excelentes a precios razonables, un factor crucial en un momento en que regiones como Borgoña, Burdeos y Champagne se están volviendo inaccesibles económicamente para muchos consumidores.
En tu opinión, ¿cuáles son las regiones y los vinos españoles que más destacan?
Rioja sigue siendo increíblemente apasionante. Su imagen está en constante evolución, con nuevas normativas y enfoques innovadores. Trabajamos, por ejemplo, con Telmo Rodríguez. Rioja ofrece desde mezclas clásicas con envejecimiento en roble hasta vinos de pueblo o de viñedo único, con menos madera y un estilo más vibrante y fresco.
Los vinos blancos de Rioja son extraordinarios; la viura, en particular, es una variedad fascinante. La España Verde también ofrece vinos y variedades sorprendentes, como mencía, godello y albariño, muy alineados con la tendencia global hacia vinos con menos alcohol, más frescos y elegantes.
Aragón también ocupa un lugar destacado. Me gustan mucho esas garnachas de altura que consiguen un excelente equilibrio entre alcohol y acidez. Las garnachas de Gredos, cerca de Madrid, también me parecen interesantes, aunque algunos productores están subiendo los precios de forma excesiva, un error que ya hemos visto en lugares como Borgoña.
¿Qué destacarías del sur?
El sur de España también está experimentando una revolución. La nueva normativa permite jereces sin fortificar, y hay una nueva y apasionante ola de vinos blancos secos. Trabajamos con Muchada-Leclapart, por ejemplo, que ejemplifica perfectamente esta transformación. En conjunto, España tiene una oportunidad única de mostrarse al mundo, no solo a través de su historia, sino también de su riqueza geográfica y de las nuevas tendencias que está liderando.
¿Y los vinos espumosos españoles?
El cava es otro producto fascinante. El año pasado visité el Cava Meeting en Barcelona y quedé impresionado. Desde entonces, hemos empezado a importar los vinos de Carles Andreu, que ofrecen una calidad excelente a un precio asequible. Fue un gran hallazgo para nosotros. Queríamos empezar con cava pero no con los grandes nombres: aunque son fantásticos, sus precios, cuando llegan a nuestro mercado tras impuestos y logística, se acerca a los del champán. Nosotros necesitábamos algo más en la línea del prosecco.
Ahora vendemos un Cava Reserva con 26 meses sobre lías por sólo 14 euros y un Gran Reserva por 19. Estos vinos tuvieron tan buena acogida que en solo cuatro meses hicimos dos pedidos consecutivos.
También me parecen muy interesantes los espumosos catalanes de Corpinnat, así como los vinos de Priorat y Montsant. Incluso variedades menos conocidas, como la airén, pueden ser sorprendentes. Probé uno durante el Bootcamp y me recordó al riesling. La diversidad que ofrece España es, simplemente, increíble.
¿Cómo se prepara para un concurso como el de Mejor Sumiller del Mundo de la ASI?
Mi sueño comenzó en 2010. Vi a Gerard Basset ganar en Santiago de Chile y pensé: “Ese podría ser yo algún día”. Me encantan los concursos desde que participé en el primero en 2006. Me despiertan emociones intensas y disfruto enfrentándome al desafío.
La preparación requiere un largo recorrido. Todo empieza con un sueño, pero luego tienes que fijar un objetivo, comprometerte y diseñar un plan. Lo más importante, sin embargo, es ceñirse a ese plan. Hace falta honradez, constancia y disciplina. También son fundamentales ciertas cualidades personales como la obstinación, la determinación y la perseverancia, además de habilidades técnicas como la cata y el servicio.
Suelo empezar a prepararme con un año de antelación. Mi plan abarca teoría, cata a ciegas, servicio y también aspectos relacionados con la salud mental y física. Es una combinación de todo, porque, aunque tengas todos los conocimientos del mundo, el estrés del escenario puede arruinar tu actuación. Mantener la calma es clave para que tu pericia y carisma brillen en el momento decisivo.
Pascaline Lepeltier nos contó que trabaja con entrenadores para prepararse para los concursos. ¿Tú también colaboras con profesionales?
Sí, con un entrenador y un terapeuta. Mi terapeuta está especializado en ayudar a deportistas y ejecutivos que necesitan rendir bajo presión, por ejemplo a la hora de presentar grandes conferencias.
Nos enforcamos en técnicas de respiración, claridad mental y mantener la calma en situaciones de estrés. El objetivo es tener perspectiva y permitir que fluyan tus conocimientos, experiencia y personalidad. Esta parte de la preparación es fundamental, especialmente cuando te enfrentas a un nivel de presión tan alto. También presto atención a mi forma física, porque mantenerse sano y concentrado es crucial.
Y tienes una familia con niños pequeños. ¿Cómo consigues compaginarlo?
Todo es cuestión de organización. Tengo tres hijos, y cuando decidí competir en París el año pasado, fue una decisión que tomamos como familia. Mi mujer aceptó encargarse de la casa y gestionar la logística con los niños para que yo pudiera dedicar mi tiempo libre a estudiar. También ajusté mi horario para estudiar por las mañanas, cuando todos dormían. Se trata de comprometerse, establecer prioridades y ser disciplinado. El tiempo puede encontrarse, pero lo que realmente necesitas es la voluntad para conseguir que todo funcione.
Parece un esfuerzo enorme. ¿Volverías a hacerlo?
¡Sin duda! No logré mi objetivo la primera vez [quedó tercero en el concurso ASI Mejor Sumiller del Mundo en 2019], pero no lo considero un fracaso. A veces, necesitas enfrentarte a retos y obstáculos para valorar realmente lo que significa ganar. Hay un dicho que dice que todo empresario debería experimentar al menos una bancarrota, y estoy de acuerdo. El fracaso te enseña lecciones que el éxito nunca podría enseñarte.
Se nota que tienes una vena competitiva natural. ¿De dónde procede?
Siempre he sido competitivo, desde que tengo memoria, incluso de niño. Crecí en un pueblo con excelentes instalaciones deportivas: un estadio, canchas de baloncesto, pistas de atletismo e incluso una playa. El deporte era una parte integral de nuestras vidas, y la disciplina jugaba un papel importante.
En secundaria teníamos un entrenador muy estricto, y creo que esa disciplina asentó las bases de mi futuro. Tanto en el deporte como en cualquier otro ámbito, la planificación y la disciplina son la clave del éxito. Esas experiencias tempranas moldearon mi forma de afrontar los retos hoy en día.
¿Cree que las competiciones de la ASI tienen en cuenta las últimas tendencias?
Creo que la competición está bastante actualizada. A algunos el uso del esmoquin puede parecerles un poco anticuado, pero es importante mantener ciertas normas. Un sumiller en un restaurante de alta cocina representa la imagen clásica, aunque eso no excluye a profesionales que trabajan en vinotecas u otros establecimientos.
En cuanto a otras bebidas, el concurso no se limita a vino e incluye espirituosos, cervezas y sake. En las semifinales se evaluaron cinco bebidas sin alcohol, reflejo de tendencias como las bebidas de baja o nula graduación. También se incluyen cócteles y pruebas de servicio, lo que hace que la competición sea muy variada. Quizá podríamos ampliar la selección de vinos de referencia para incluir más regiones emergentes y nuevas variedades de uva, pero eso ya está ocurriendo hasta cierto punto.
¿Qué ha cambiado en tu vida desde que te convertiste en el mejor sumiller del mundo?
En primer lugar, mi forma de pensar. Con este título se adquiere cierto estatus, pero también implica una responsabilidad. No es solo un logro personal, sino una oportunidad para inspirar y motivar a otros dentro del sector.
Este reconocimiento abre un sinfín de puertas, y depende de ti decidir qué dirección tomar. En mi caso, disfruto viajando, aprendiendo y colaborando en diversos proyectos. Es esencial seguir creciendo y ampliando conocimientos.
A nivel práctico, el título también ha mejorado mis oportunidades de negocio. Me permite fijar tarifas acordes a mi experiencia, lo que ha supuesto un impulso significativo para mi carrera. Sin embargo, es fundamental mantener los pies en la tierra.
Por ejemplo, cuando me pidieron ser maestro de ceremonias en el Concurso de Sumilleres del Báltico, me preguntaron por mis honorarios. Me negué a cobrar porque ese concurso fue decisivo en mi propia trayectoria. Hay momentos en los que no se trata de hacer negocios, sino de devolver algo al sector que te ha ayudado a crecer.
¿Qué significa para un país pequeño como Letonia tener al mejor sumiller del mundo?
El revuelo mediático después de ganar fue increíble. Me recibieron con celebraciones en el aeropuerto y he concedido numerosas entrevistas a la televisión, podcasts y prensa escrita. Sin embargo, lo más importante para mí es que este logro beneficia a todo el país. Espero que inspire a más personas a visitar Letonia y a explorar lo que tiene para ofrecer.
Además, creo que este reconocimiento es un mensaje para los jóvenes sumilleres, no solo de Letonia, sino de todo el Báltico y Europa del Este: no importa de dónde vengas. Con pasión y dedicación, el éxito es posible. Esa es la motivación que quiero transmitir. Pero también soy consciente de que debemos encontrar la forma adecuada de atraer y animar a los jóvenes a unirse a esta profesión.
Esa parece ser una preocupación generalizada.
Sin duda. La hostelería es una profesión exigente: jornadas largas, clientes con altas expectativas y un considerable desgaste físico. No es un trabajo fácil. Además, los tiempos han cambiado. Hoy en día, mucha gente busca un equilibrio entre la vida laboral y personal, algo que en este sector puede resultar difícil de lograr.
¿Cuáles son las cualidades más importantes para ser un buen sumiller?
La curiosidad y el deseo constante de aprender son esenciales. Uno de los mayores errores tras ganar un concurso es pensar que “ya lo has conseguido”. Si esa mentalidad se instala, tu carrera empieza a decaer.
También es fundamental disfrutar de la conexión con las personas para comunicarte de manera efectiva. Además, un buen sumiller debe ser, ante todo, un excelente camarero. Nuestro trabajo principal es satisfacer a los clientes, no imponerles nuestras preferencias personales ni ni limitar las opciones a vinos que solo nosotros apreciamos.
¿Hay que ser un buen psicólogo?
La psicología también juega un papel clave. Hay que saber leer el estado de ánimo del cliente y ajustar el enfoque en función de sus necesidades. Algunos clientes prefieren interacciones mínimas y solo quieren la carta de vinos, mientras que otros buscan descubrir y explorar nuevas propuestas. Este equilibrio no se aprende en los libros, sino con la experiencia y el ensayo-error.
Por último, la humildad es fundamental. No importa cuántos títulos o reconocimientos acumules. Mantener los pies en la tierra es difícil, pero imprescindible para seguir creciendo.
¿Cuánto influyen los sumilleres en las tendencias y gustos del vino?
Probablemente menos que los críticos de vino de renombre o los grandes expertos. Sin embargo, seguimos desempeñando un papel importante. Los clientes de restaurantes, vinotecas o tiendas suelen confiar en un buen sumiller. En mi empresa, por ejemplo, nuestra selección de vinos y las personas que hay detrás generan confianza y receptividad entre nuestros clientes.
Los sumilleres actuamos como puentes entre productores y consumidores. Nuestra misión es presentar a los clientes nuevas regiones, variedades de uva y ampliar sus horizontes.
¿Cuál es el principal reto de la sumillería hoy en día?
Uno de los mayores desafíos es adaptarse al auge de las tendencias hacia productos bajos o sin alcohol. Para seguir siendo relevantes, los sumilleres y los restaurantes deben crear programas y maridajes innovadores con bebidas sin alcohol que resulten atractivos para los consumidores.
Otro reto importante es combatir mitos y conceptos erróneos, especialmente en torno a los vinos de baja intervención. Existe un dogmatismo creciente entre algunos sumilleres que rechazan vinos tradicionales como los de Burdeos porque dicen que están excesivamente manipulados o llenos de productos químicos. Esta visión en blanco y negro resulta dañina. La belleza del vino está en su diversidad. Ya sea natural, ecológico o convencional, un buen vino es un buen vino. Mantener una mentalidad abierta es fundamental.
Además, la gente está cada vez más informada sobre el vino, lo que puede ser tanto una ventaja como un desafío para nuestro trabajo porque nos exige un mayor nivel de conocimiento y preparación.
¿Qué importancia tiene la formación para un sumiller?
Es la piedra angular de la profesión. Por ejemplo, en las catas a ciegas de los concursos, el conocimiento teórico es crucial. En la competición de París, nos pidieron describir un vino fortificado. Algunos pensaron que era Madeira, pero para mí era jerez seco. La clave estaba en la teoría: incluso el Madeira más seco tiene algo de azúcar residual, mientras que el amontillado o, teóricamente el palo cortado, son totalmente secos. Entender estos detalles sutiles proviene de una sólida base teórica, indispensable para destacar en catas a ciegas y en el día a día.
A diferencia de otros sumilleres de renombre, has desarrollado toda tu carrera en Letonia. ¿Te ha limitado eso de alguna manera?
En absoluto. Mi jefe de cocina en Vincents tenía contacto con algunos de los mejores chefs del mundo. Gracias a él, tuve la oportunidad de formarme brevemente en lugares icónicos como El Bulli, Osteria Francescana y el antiguo Noma. No obstante, pasé 20 años trabajando en el mismo restaurante de Letonia. Mientras que algunos creen que hay que trabajar en lugares o países diferentes para crecer, yo encontré nuevos retos en mi entorno local. Los concursos, la formación continua y los viajes frecuentes a regiones vinícolas me mantuvieron siempre motivado. Los libros son importantes, pero no hay nada como experimentar el vino de primera mano: visitar las regiones, conversar con enólogos, explorar los paisajes y probar los vinos in situ es algo insustituible y enriquecedor.
¿Te has planteado obtener el título de Master of Wine o Master Sommelier?
De momento no, aunque tal vez en el futuro me plantee el Master of Wine. Ahora mismo, prefiero seguir aprendiendo a través de viajes, lectura y experiencia práctica. Mi socia, Agnes, está cursando la segunda parte del Master of Wine y me inspira su dedicación. Aunque me encanta la parte educativa, no soy muy aficionado a redactar textos, que es una parte importante del programa. Veremos qué nos depara el futuro.
Háblanos de tus negocios en Letonia.
Tenemos un restaurante, una distribuidora importante, una tienda al por menor y prestamos servicios tanto a la hostelería como a algunos clientes privados. Abordamos prácticamente todo el mercado local. Trabajamos con excelentes productores, y dado que Letonia es un país pequeño, nuestro objetivo es expandirnos a Estonia, Lituania y, posiblemente, e incluso explorar el comercio electrónico. Todo dependerá de cómo evolucione la situación.
¿Es más difícil expandirse dada la situación política actual?
Sí, es complicado, tanto desde una perspectiva mental como práctica. El turismo ha disminuido y Letonia ha perdido atractivo para los inversores extranjeros debido a la incertidumbre que rodea a la guerra en Ucrania. No saber cómo se desarrollará esta situación añade una capa extra de dificultad.
A nivel personal, incluso me he planteado mudarme con mi familia. No puedo entender cómo la guerra sigue siendo una opción en pleno siglo XXI. ¿Por qué no resolver los conflictos mediante el diálogo? ¿Por qué recurrir a la violencia? Es desgarrador. Para mí, el conflicto entre Ucrania y Rusia es como una disputa entre hermanos y hermanas; es absurdo y devastador.
Además, la guerra ha impactado directamente en nuestro negocio. Antes teníamos muchos clientes rusos adinerados con propiedades aquí que solían visitarnos con frecuencia. Ese mercado, que era importante para nosotros, ha desaparecido por completo.
El consumo mundial de vino está disminuyendo. ¿Qué opinas de esta tendencia?
No es necesariamente algo negativo. Si la gente bebe menos pero elige vinos de mejor calidad, es una tendencia positiva. Esto fomenta un cambio hacia una producción de mayor calidad y desincentiva la elaboración de vinos mediocres.
En regiones como Burdeos, se están arrancando los viñedos de calidad inferior lo que, a largo plazo, beneficia al sector. Sin embargo, me preocupa la posible pérdida de viñas viejas en lugares como España, lo que sería una tragedia. Es una cuestión compleja, en la que influyen factores como las políticas gubernamentales y la falta de interés de las generaciones más jóvenes en hacerse cargo de los viñedos familiares.