Doug Frost es una de las figuras más destacadas del vino en Estados Unidos desde hace décadas. Fue el primer estadounidense en convertirse en Master Sommelier y Master of Wine, dos títulos que, conjuntamente, sólo poseen cuatro personas en todo el mundo.
Es autor de tres libros sobre vino, entre ellos Far From Ordinary: The Spanish Wine Guide y ha colaborado en la última edición del Oxford Companion to Spirits and Cocktails. Lleva años asesorando a establecimientos especializados, restauradores, bodegas y destilerías sobre temas tan diversos como el merchandising o la percepción sensorial. En 2018, junto con Brad Bergman, también residente en Kansas City, puso en marcha la bodega Echolands Winery en Walla Walla (Washington).
Lo que nunca ha hecho en todo estos años es tomarse a sí mismo demasiado en serio. Tan ingenioso como inteligente, a Frost le gusta describir su puesto en Restaurant at 1900 en Kansas City como "irresponsable de bebidas".
Llevas unos cuantos años en esto. ¿Puedes resumir la evolución de los vinos españoles en Estados Unidos durante ese tiempo?
Creo que es fascinante cómo han cambiado las cosas. Tengo edad suficiente para recordar que me entusiasmaba el Torres Gran Coronas Black Label. Yo solía decirle a la gente 'vais a flipar con este vino’; y efectivamente, con el 1959 la gente flipó. Después, Jean Leon empezó a incorporar Cabernet y Chardonnay, algo que nos resultó sorprendente.
Por aquellos años llegó el cava, pero se comercializaba en los supermercados. Afortunadamente, en Estados Unidos nunca hemos tenido el problema que tuvieron los británicos con el vino de Rioja en ese canal. Sin embargo, sí que contribuyó a que la prensa especializada no se deshiciera precisamente en elogios y alabanzas hacia Rioja.
Llegamos a la década de 1990 y surgió Ribera del Duero. Recuerdo que por aquel entonces el importador Gerry Dawes nos alborotó a todos con su ilusión por el Priorat y Ribera. Los británicos se unieron al entusiasmo y apostaron por Pesquera. Pero el héroe sin duda fue el crítico Robert Parker [al puntuar los vinos españoles a principios de los noventa].
Ha sido muy gratificante ver cómo se ensalza la extraordinaria diversidad de España. Durante mucho tiempo fueron sólo unas pocas regiones. Hoy en día, descubrir los vinos españoles es una gran aventura para cualquiera, y es algo que me encanta.
En estos últimos años, ¿qué es lo que más te ha sorprendido de España?
Sin duda, creo que en los últimos cinco años, quizá un poco más, la mencía y el Bierzo han despertado mucho interés en Estados Unidos. Y ahora tenemos Ribeira Sacra y por supuesto la godello, una variedad blanca muy especial. De nuevo de la mano de la familia Torres, también hemos descubierto variedades nuevas, que para mí son realmente fascinantes.
La fase de descubrimiento no ha terminado aún con España. Estamos viendo cómo el Priorat está prestando atención a los blancos y a otras variedades. Se está elaborando jerez sin fortificar, que es algo increíble. Sin descartar vinos tan interesantes como los de Castilla y León.
Hoy en día ya no me sorprendo cuando alguien me enseña algo de lo que hasta ese momento no había oído hablar.
¿Qué bodegas españolas han demostrado una calidad constante a lo largo de los años?
Creo que es justo incluir a Muga en esa lista. López de Heredia es sin duda una de las favoritas de los sumilleres. Lo bueno de Rioja es que es tremendamente consistente. También Ribera, con marcas como Alión y, por supuesto, Vega Sicilia, que es una bodega magnífica. Yo diría que en todas las regiones vinícolas hay al menos dos grandes productores que han demostrado esa calidad, excepto en Rioja, donde encontramos al menos una veintena.
¿En qué medida ha mejorado el nivel de los vinos españoles?
Creo que, por una parte, los consumidores estadounidenses han empezado a tomárselos en serio y, por otra, las bodegas han empezado a elaborar vinos más consistentes. Hasta los años noventa, nadie en su sano juicio se planteaba que en España se pudiera hacer un gran vino.
Y el vino de Jerez ¿se toma por fin en serio?
Creo que todavía es una tarea complicada. Siempre es alentador cuando en las cartas de vinos hay una página o más de vinos de Jerez. Pero a veces no hay muchos por copas, y es difícil que alguien pida una botella entera.
Los únicos que apuestan realmente por ellos son los mixólogos. Hacen cócteles con los vinos de Jerez y se divierten con ellos.
Nuestra carta de vinos siempre ha tenido fino y manzanilla, y no vendemos mucho. Yo diría que el 98% se consume en cócteles.
Como restaurador, ¿qué importancia tiene el maridaje para los vinos españoles?
Es una oportunidad para hablar de la tierra de la que proceden, por ejemplo, marisco con albariño, cordero con Rioja o Jerez acompañando un postre. La comida española tiene bastante visibilidad, pero nada parecido a la francesa o la italiana. Una de las desventajas de los vinos españoles es el escaso número de restaurantes españoles.
Desde tu experiencia como viticultor, ¿crees que el cambio climático podría animar a más gente a cultivar tempranillo u otras uvas españolas?
Todo el mundo está cuestionándose sus elecciones. Acabamos de plantar casi media hectárea [un acre] de assyrtiko. He probado algunos tempranillos muy buenos de Oregón. Sin duda, me parece una variedad más interesante que sangiovese. La gente está cultivando más garnacha porque es muy amable, produce vinos con una gran carga frutal y alcohol bajo.
Hay mucho margen de maniobra para algunas variedades españolas. Yo personalmente me alegro de que en Texas hayan dejado de plantar merlot y ahora cultiven tempranillo.
¿Qué opina de la atención que la crítica y los medios de comunicación de Estados Unidos prestan a los vinos españoles?
Sin duda ha sido un problema. La prensa especializada británica, en particular, no le prestaba mucha atención, a pesar de que vendían toneladas de vino español, aunque fuera barato. Ahora se lo toman más en serio. La gente está buscando vinos interesantes.
Fíjate en el enorme interés que suscita Canarias. Estuve allí en 2006 y les dije: "Me llevo todo lo que tengáis", y no se lo podían creer. Ahora hay que ponerse a la cola para conseguir cualquier vino de allí.
¿Podrían los viticultores españoles aprovechar la creciente popularidad de los llamados "vinos naturales”?
Creo que es un factor a tener en cuenta. Pero ¿Qué es honesto, qué es engañoso, qué información es buena? La naturaleza quiere transformar esas uvas en algo [risas].
Siempre ayuda el hecho de que los viticultores españoles no hayan envenenado sus viñedos como en Champagne y Burdeos. En muchas zonas, no ha hecho falta aplicar sulfato de cobre a mansalva.
Se habla mucho de que los menores de 40 años no son fieles a las marcas ni al marketing tradicional. ¿De qué manera puede abordar esto el vino español?
Sinceramente, no lo sé. Pero yo diría que si vas a los locales de moda, verás muchos vinos españoles que encajan en la categoría de "naturales". Tienen etiquetas modernas y originales, y muchos de ellos están elaborados de forma natural, algo que atrae a la gente que es fiel a un estilo y a unas pautas.
La gran oportunidad para España es que muchas de sus uvas y regiones son en general desconocidas. Pueden redefinirse y renovarse. España sigue teniendo la ventaja de su increíble diversidad.