El interés creciente por las uvas locales ha hecho que el Somontano aragonés, una de las regiones que más fervientemente incorporó variedades internacionales en sus viñedos, profundice en sus señas de identidad históricas.
Los mejores lugares para buscar trazas del pasado suelen ser zonas alejadas de los grandes centros de producción. “El valle de Secastilla es la cuna de la garnacha de Somontano y el lugar en el que mejor expresa su potencial”, dice Joaquín Vidal, socio y director general de Obergo, la única bodega asentada físicamente en esta zona.
Encajado entre los ríos Ésera y Cinca, el valle de Secastilla se extiende 30 kilómetros al norte de Barbastro y se inserta incluso en una comarca diferente: La Ribagorza. La zona pasó desapercibida a los négociants franceses que llegaron a Aragón en la segunda mitad del siglo XIX para aprovisionarse de vino y reponer las pérdidas ocasionadas por la filoxera. También quedó al margen del ascenso vitícola del Somontano con la creación de la DO en los años ochenta, cuando se produce un abandono importante del campo y se arranca gran cantidad de viñedo. Vidal, que dejó su profesión de veterinario por el vino, tiene recuerdos de su infancia de ver consumir los vinos locales.
El paisaje de laderas y pequeños anfiteatros intercalados con zonas boscosas conforma uno de los rincones con más energía del Somontano. Viñas del Vero puso la zona en el mapa al crear Secastilla, un proyecto independiente apoyado en la garnacha que se estrenó en la cosecha 2001. Ubicada en una ladera de la sierra de Ubiergo, Bodegas Obergo nace a principios de los 2000 cuando varias familias que compartían intereses en el sector agrícola y ganadero deciden restaurar el valor enológico del valle. Recuperan viñedo abandonado (el más antiguo es de 1934) y realizan nuevas plantaciones a partir de material vegetal de la zona. La primera añada que llega al mercado es 2006.
Hoy la bodega produce unas 150.000 botellas, de las que exporta aproximadamente la mitad. Fuera de España se presentan como una garnacha de Aragón, pero en el contexto de la comunidad autónoma el perfil es muy diferente al de regiones clásicas asociadas a la variedad como Calatayud o Campo de Borja. “Las garnachas de Secastilla tienen tonalidades suaves, la frescura de la altitud y taninos sedosos y envolventes”, explica Vidal. Los viñedos de Obergo van de los 650 a los 720 metros, lo que permite unas maduraciones bastante lentas que se prolongan hasta finales de septiembre y principios de octubre (han llegado a terminar un 15 de octubre) en un año medio.
Esta garnacha, a la que la bodega llama Expression, procede de viñas en espaldera plantadas en 2001 en suelos de canto rodado y tuvo una crianza de seis meses en barricas de 500 litros. Poco cubierto de color, tiene una nariz fragante, rica en matices y con toques especiados. Es una garnacha sabrosa y madura, pero de estructura fluida. El tiempo en botella (es un 2020) produce una sensación de fruta reposada, con sedosidad y taninos bien pulidos. Probablemente, estamos más acostumbrados a beber garnachas más jóvenes y briosas, así que es un cambio interesante. Excelente relación calidad-precio y una gran oportunidad para ensanchar el paisaje de las garnachas españolas.
14,5% vol.
14.000 botellas
13 €
Puntuación: 91
Firma
Amaya Cervera
Periodista especializada en vino con más de 25 años de experiencia. Fundadora de Spanish Wine Lover y Premio Nacional de Gastronomía a la Comunicación Gastronómica 2023
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