Menudas Bodegas: abanderadas de lo diminuto y artesano

¿Se puede vivir dignamente del vino con una producción de 5.000 botellas? En lugares como Champagne o Borgoña, algunos viticultores lo logran, pero en España los casos de éxito son prácticamente inexistentes.
La asociación Menudas Bodegas, formada por 11 microproductores de Rioja, conoce bien los desafíos de sacar adelante proyectos tan diminutos. Sus miembros trabajan mayoritariamente con viñedos propios y no superan ese umbral de producción, lo que les obliga a buscar formas ingeniosas para subsistir. De hecho, ninguno de sus integrantes vive solo de su vino, pero el año pasado decidieron que merecía la pena reivindicar la grandeza de lo pequeño. Y hacerlo juntos y organizados.
Constituirse como agrupación formal no solo les ha permitido acceder a subvenciones. También ha transformado sus voces individuales en un coro con mayor resonancia y repercusión. “Nos han aceptado muy bien y hemos ganado mucha visibilidad desde nuestra presentación en septiembre de 2024”, explica Elena Corzana, secretaria de Menudas Bodegas, y propietaria de la casa de Navarrete que lleva su nombre.
La unión ha facilitado cuestiones prácticas, como compartir gastos para adquirir entre todos una máquina de limpieza de barricas o negociar mejores precios para los corchos, pero sobre todo les sirve de apoyo mutuo para sentir que no están solos en su pelea. Entre sus principales reivindicaciones destacan la reducción de la burocracia –que actualmente les exige los mismos trámites que a cualquier bodega grande de Rioja– y la eliminación del requisito mínimo de barricas para certificar envejecimientos en la DOC Rioja. “Creemos que es una barrera de entrada. No tiene sentido que una bodega necesite 50 barricas para demostrar que su vino ha envejecido en madera”, argumenta Adrián Moreno, presidente de la asociación y propietario de Bodegas Rulei.
Desde enero de este año, la asociación ha sumado un miembro más y son ya 11, pero su puerta sigue abierta a cualquier bodega de la DOCa Rioja con una producción que no supere las 5.000 botellas y que comparta la filosofía de Menudas Bodegas. Ideas no les faltan: además de agruparse para acudir a ferias y gestionar estrategias de marketing, planean crear una ruta turística por los pueblos de Rioja donde están presentes. Porque si algo tienen claro es que, en el vino, la singularidad es un valor. Y la belleza de lo pequeño, cuando se une, se vuelve imparable.
Elena Corzana, Navarrete
Nacida en una familia de tradición viticultora de Navarrete, Elena pasó dos décadas trabajando en lugares tan diversos como Chile, Nueva Zelanda o Sudáfrica antes de volver a sus raíces y transformar una antigua cuadra de vacas en una coqueta bodega donde elabora apenas 5.000 botellas de vinos artesanos y de terruño.
Ingeniera agrícola, enóloga, viticultora y sumiller, Elena se abastece de 0,6 ha de viña ecológica en Navarrete que plantó en 2014 con maturana tinta, en un terreno arcillo ferroso aluvial que heredó de su madre. Con esta variedad local, redescubierta hace 35 años, Elena elabora su Maturana Tinta (778 botellas, 45 €) de una parcela fresca con orientación este-oeste, y desde 2023 también Minutero (2.000 botellas, 24 €), con orientación norte-sur y más especiada y amable. En ambos casos fermenta las uvas en tinajas y las cría en barricas usadas.
En Labastida compra uvas a un amigo viticultor para su Graciano (600 botellas, mientras que en colaboración con su primo Jesús Pérez de Urrechu, de Galbárruli, en las faldas de los montes Obarenes, Elena elabora Lane Greta (1.700 botellas, 18 €), su único tempranillo que cría durante nueve meses en barrica usada. En todas las etiquetas, excepto la del Graciano (inspirada en un cuadro del pintor José Uriszar) aparece referencias al tiempo y a los relojes en homenaje a su padre, Paco, que era el relojero de Navarrete. Además del vino, Elena elabora también un aceite de oliva que proviene de un olivar plantado por su abuelo en Navarrete.
Bodegas Gama - Octogenarius, Cárdenas
José García de Pablo lleva 35 años en la construcción pero su afición al vino le viene desde joven, ya que su familia, como muchas otras del valle del Najerilla, se dedicaba al cultivo de la uva que luego vendían a terceros. En 2011 decidió reservar dos hectáreas de viñas de garnacha de entre 90 y 100 años, las más antiguas que tiene en sus viñedos de Sobrepalacio, Santa María y Valdechuecas en Cárdenas, para lanzar su propio vino. De nombre Octogenarius (1.985 botellas, 40 €), la uva se selecciona grano a grano y se despalilla a mano en la bodega, antes de fermentar en barrica francesa y americana de 225 litros durante 12 meses.
En su bodega, un antiguo lagar familiar en Cárdenas, elabora también el blanco Heredad García de Pablo (810 botellas, 18 €). Las uvas de viura proceden de un viñedo de orientación norte plantado en 1963 y tiene una crianza de seis meses en barricas de roble francés. Como Octogenarius, está clasificado como viñedo singular.
Bodegas Horola, Baños de Río Tobía
Fundada sobre los viñedos viejos de la familia en Alesón, en pleno Camino de Santiago, Javier Hornos e Isabel Olave tomaron el relevo del cultivo de la viña de sus mayores pero completaron todo el ciclo embotellando parte de sus viñas y vendiendo su propio vino. Hoy en día son sus hijos Syam y Adrián quienes se encargan del cuidado de las ocho hectáreas de viña, aunque tanto Javier como Isabel siguen echando una mano en la parte comercial, que es la que más les cuesta a los hijos.
En sus viñas en Baños y Alesón, a unos 700 m de altitud, tienen principalmente suelos arcillo-ferrosos que llevan varios años trabajando en ecológico y con cubiertas vegetales. Venden mucha uva, pero guardan 3.500 litros para etiquetar cinco vinos. Horola Garnacha (menos de 1.000 botellas, 18,50 €), con uva despalillada de un paraje en Baños, fermenta en barrica giratoria de 500 litros; Horola Viura, hecho con las cabezadas de las viñas viejas de tempranillo, Horola Isabel (1.000 botellas, 48 €), una garnacha en homenaje a la madre criada en barrica pequeña de segundo año, y dos tempranillos, uno joven y otro de viñedos viejos.
Jairus, Badarán
Jairo Morga Manzanares es un periodista en activo que, de hecho, lleva la comunicación de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) de La Rioja, y también escribe sobre pelota y gastronomía. Su familia siempre hizo vino para casa salvo en añadas de precios elevados cuando preferían vender la uva para pagar los estudios de Jairo. Cuando acabó la carrera de Periodismo en Madrid y volvió a casa, empezó a elaborar vinos con su abuelo en cubas de plástico y se animó a hacer un curso de analista de bodega. Tras la muerte de su padre en 2006 se puso manos a la obra a encargarse de las viñas de la familia, tres parcelas que entre todas no suman una hectárea. Lo primero que hizo fue convertir la viña ecológico y está certificado desde 2015.
Su primera cosecha con el sello de la DOCa. es la 2019 y tiene bodega propia desde 2022. De momento, elabora un único vino con sello ecológico bajo la marca Jairus. La base es tempranillo (95%) de una parcela que plantó en 2007 en espaldera utilizando palos de madera y con un clon poco productivo que madura muy bien. Lleva también maturana (4%) y una garnacha vieja (1%) que están plantadas en la misma viña. Son algo menos de 1.000 botellas que vende alrededor de los 15 €. Su objetivo es llegar a las 3.000 botellas.
La Bodeguita Escondida, Hervías
Toño Larrea Valgañón es economista de formación y trabaja en el laboratorio de una empresa de mangueras industriales. El vino es un hobby para él, pero lo suficientemente apasionante como para liarse la manta a la cabeza y cumplir con todos los requisitos que exige la denominación de origen.
El proyecto es modesto, pero tiene todo lo que cabe esperar en una bodega de Rioja, incluido el enoturismo, que no solo le permite la venta directa, sino mostrar una realidad muy diferente a la que conocen la mayor parte de visitantes que llegan a la región. Empezando por la bodega, el sencillo edificio de finales del XIX o principios del siglo XX en el que sus abuelos y bisabuelos hacían el vino para casa y para pagar los salarios de los trabajadores del campo. Tiene una pequeña zona de elaboración que no permite procesar mucho más de 6.000 kilos de uva y un calado subterráneo donde envejecer el vino. Sirve, más o menos, para lo que da una hectárea de viña. No es extraño que se publicite como “una de las bodegas más pequeñas de Rioja”.
Las uvas proceden de Ollauri, donde Larrea tienen viña en propiedad en suelos arcillo-calcáreos. Elabora cuatro vinos: un blanco, un rosado, un tinto (1.300 botellas, 28,90 €) y una garnacha. La marca en los tres primeros casos es Ama y Ensancha el Alma…, un mensaje lleno de optimismo, mientras que la garnacha se llama Garnacheando (380 botellas, 38,90 €). También hace un aceite con aceitunas de la variedad local redondilla con el divertido nombre de Olea Jacta Est.
Bodegas Larraz, Cenicero
En la finca La Cuesta en Cenicero se ha hecho vino desde los años 1940, cuando era una explotación agrícola, pero la mayoría de las 17 hectáreas de viñedo se plantaron en la década de los 70. Ahora son los hermanos Carlos y Pilar, tercera generación de la familia Piserra, quienes gestionan la propiedad, aunque ambos se dedican a otras profesiones.
La bodega se construyó en una nave anexa al edificio principal de la finca y allí elaboran sus dos únicos vinos, ambos con sello ecológico y de los suelos más pobres de la finca: Caudum (3.700 botellas, 15€) y Caudum Viñedo Singular (600 botellas, 25 €). Proceden de viñedos de tempranillo (el segundo con más de 40 años de edad) y fermentan en acero inoxidable antes de criarse en barricas nuevas de roble francés durante 12 meses seguido del mismo tiempo en botella. El resto de la producción se vende a bodegas de la zona.
Bodegas Óscar Pérez, Briones
Óscar Pérez Nanclares es un viticultor de Briones que trabaja 13 hectáreas de viña y vende sus uvas a dos de las bodegas más significativas del municipio: Miguel Merino y Vivanco. Pero en 2020, y animado en gran parte por Miguel, que le decía que tenía viñas muy buenas y le ofreció un espacio en su bodega para elaborar, se lanzó a producir su primer vino bajo la marca Zaruga.
Zaruga es el apodo de la familia y también, según cuenta Óscar, un tipo de hierbecilla que se les mete a los animales en los ojos en época de siega (eso es precisamente lo que refleja de una manera bastante naïf la etiqueta). El vino está concebido como una cofermentación de parcelas y variedades. Trabaja con una viña de tempranillo de dos fanegas en el paraje de El Hospital, con suelo muy calizo, donde consigue buena una buena maduración con pocos rendimientos; y otra viña en la zona de Las Abejas, con suelo de arena y grava con mucho canto rodado. Al final se queda con un interesante ensamblaje de 70% tempranillo, 20% garnacha y 5% mazuelo.
La elaboración es muy sencilla: despalilla, fermenta en cubas de plástico y envejece en madera. De la cosecha 2022 que está ahora mismo en el mercado hay poco más de 3.000 botellas. A 26 € la botella, también hay una ambición en el precio. Y voluntad de trabajar muy pronto en sus propias instalaciones. Para ello está restaurando el calado de Briones que adquirió su bisabuelo Severo Pérez en 1860. Las familias más humildes también tienen su historia.
Reditus, Cordovín
Flavia Elías es una de las pocas mujeres productoras del grupo de Menudas Bodegas, pero su juventud y su energía deberían servir para atraer a muchas más al mundo del vino. Enóloga nacida en Logroño, ha hecho vendimias en Francia, California y Rioja, y actualmente trabaja como comercial de productos enológicos. Pasó una temporada con su pareja, Bruno Benés, en Canadá, pero durante el impasse de la pandemia se dieron cuenta de que lo que más vale es la tierra y decidieron volver para apoyar las viñas de la familia de él.
El regreso, tanto de Bruno como de su hermano Mario (“A veces, hace falta ir al otro lado del mundo para darte cuenta de que lo verdaderamente importante ya lo tenías contigo”, se puede leer en la web de la bodega), ha generado una nueva dinámica en la familia y un reparto de papeles muy específico. El padre lleva las viñas; Bruno, que es ingeniero de caminos, y su hermano Mario, ingeniero químico, lidian con el papeleo; y Flavia hace el vino. De las 15 hectáreas que cultiva la familia, apenas se quedan con 5.000 kilos para su proyecto.
Los vinos más llamativos pertenecen a la gama 23 Reales, centrada en las garnachas viejas del municipio. La marca alude a un documento en el que constaba que una cántara de vinos costaba 23 reales. Hay un Edición Limitada con seis meses de barrica y el top 23 Reales La Herencia de Chencho (500 botellas, 19 €) que rinde homenaje al abuelo de Bruno y Mario. Es un field blend de la finca El Lombo, con mayoría de garnacha y algo de tempranillo y viura, y crianza de 12 meses en madera. También elaboran un rosado muy gastronómico (450 botellas, 8 €) a partir de un original ensamblaje de garnacha blanca (75%) y tinta (25%) que inicia la fermentación con los hollejos y que prensan al cabo de tres días. El precio es un regalo.
Bodegas Reminde, San Asensio
Es el proyecto personal de Rufino Lecea para elaborar en una bodega subterránea tradicional de su pueblo. El apellido resultará familiar a muchos porque es hermano de Luis Alberto Lecea, de Bodegas Lecea, quien fuera presidente del Consejo Regulador de la DOCa. Rioja entre 2012 y 2024, y otro gran defensor de los calados subterráneos del Barrio de Bodegas de San Asensio.
El proyecto de Rufino es mucho más modesto. Se apoya en dos hectáreas de viña, de las que coge los tempranillos que más le gustan y vende el resto de la uva. Su gama, que apenas supera las 2.000 botellas, se beneficia de las nuevas clasificaciones de Rioja. Elabora un vino de municipio de maceración carbónica (400 botellas, 10 €) siguiendo la técnica tradicional de pisado, pero en lagos de acero inoxidable y quedándose solo con el mosto lágrima. “La maceración carbónica se hacía en toda Rioja y no solo en Rioja Alavesa”, defiende.
Hay también un Viñedo Singular (600 botellas, 28 €) de una viña en vaso de una fanega de extensión (unos 2.000 metros cuadrados) que plantó con su padre cuando tenía 18 años haciendo el injerto con púas en campo. El vino de producción más generosa es el Reminde genérico o clásico (1.200 botellas, 15 €). Las uvas para este último y para el maceración carbónica proceden de viñas en espaldera. La marca paraguas de todos los vinos, Reminde, procede el vocablo vasco larramendi, que quiere decir monte de pastos y es el nombre del paraje donde se encuentran sus viñas. Las etiquetas son reproducciones de obras de su amigo, el pintor Ernesto Montero.
Jaime Ruiz, Briones
El otro proyecto de Menudas Bodegas en Briones está a cargo de Jaime Ruiz quien ha acercado el vino a su otra pasión: la música. Ruiz, el gaitero del pueblo, forma parte del grupo de música y danza que anima las fiestas del municipio. Los troqueaos que dan nombre a sus vinos son los palos que se utilizan en algunos de los bailes populares que aparecen representados en la etiqueta.
Ruiz trabaja 10 hectáreas de viñedo. La mayor parte la vende a grandes bodegas de la región como García Carrión o Beronia, pero se reserva para él las casi dos hectáreas heredadas de su abuelo.
Quizás por sus recuerdos de vendimias y pisados en los lagos de hormigón junto a amigos y vecinos, el primer vino con el que se estrena en la cosecha 2019 es un tempranillo trabajado en maceración carbónica con un 25% de garnacha despalillada y al que luego da un paso de dos meses y medio de barrica. Lo ha bautizado como Troqueao El Rey que Rabió (550 botellas, 8 €), por una de las danzas más populares del repertorio local. Más ambicioso es Troqueao Edición Limitada (950 botellas, 22 €), en el que repite la combinación de tempranillo y garnacha, en este caso con un 30% de esta última variedad y una crianza más larga de 13 meses.
Bodega Rulei, Badarán
Arquitecto de profesión, Adrián Moreno Llorente está desde 2020 al frente de esta bodega del valle de Najerilla debido en buena parte a su padre, escultor y apasionado del vino, que ya hacía vino por hobby en la década de 1980.
En 2011 acondicionaron una bodega en el centro del pueblo, excavada en la tierra arcillosa en el siglo XIX y comenzaron a hacer vino más en serio, con tecnología pero sin perder la filosofía artesana. Para los cuatro vinos que elaboran se surten de una pequeña selección de sus 10 hectáreas de viñedo y el resto lo venden a otras bodegas.
Rulei Viña El Moral (1.400 botellas, 25 €) procede de la parcela del mismo nombre plantada con garnacha en Badarán en 1918 y está clasificado como Viñedo Singular. Hasta la añada 2022 se elaboraba también un rosado con estas uvas, pero se dejó de hacer para que el tinto ganara en ligereza y elegancia.
Rulei Viña Barracallo (1.936 botellas, 18 €) proviene de un viñedo de suelo cascajoso que Adrián heredó de su madre en Castañares, muy cerca del río Oja. Plantado en 1985 con tempranillo, algo de garnacha y cabernet sauvignon experimental, el vino mezcla las tres variedades y pasa 18 meses en barricas de roble francés y americano.
Además de un blanco que mezcla viura de Barracallo y verdejo de una parcela cercana (2.000 botellas, 20 €), el vino más original de la bodega es Rulei Viña Barracallo Renques de Chenin (650 botellas, 30 €), una curiosidad en Rioja con estas cepas del Loira que el padre de Adrián plantó en 1985.
Vinos favoritos
23 Reales 2023 Rosado
Elena Corzana Graciano 2022 Tinto
Horola Garnacha 2022 Tinto
Jairus 2020 Tinto
Reminde Viñedo Singular 2020 Tinto
Rulei Viña Barracallo Renques de Chenin 2020 Blanco
Troqueao Edición Limitada 2021 Tinto
Zaruga 2022 Tinto

Yolanda Ortiz de Arri
Periodista con más de 25 años de experiencia en medios nacionales e internacionales. WSET3, formadora y traductora especializada en vino

Amaya Cervera
Periodista especializada en vino con más de 25 años de experiencia. Fundadora de Spanish Wine Lover y Premio Nacional de Gastronomía a la Comunicación Gastronómica 2023
Jorge Rodríguez renueva su título como mejor sumiller de Euskadi en 2025
NEWSLETTER
Únete a nuestro grupo de Spanish wine lovers