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Diez vinos y diez historias que descubrimos en BWW

¿Qué rescatar de las decenas de muestras que se pueden llegar a catar a lo largo de tres intensos días de feria y en los salones alternativos? Un ranking de lo mejor siempre es subjetivo y discutible. Por más que exprimamos el tiempo, solo se puede acceder a una pequeñísima parte de todo lo que hay por probar. Además de la originalidad y calidad de las propuestas, este año hemos tenido también en cuenta a quienes las hacen posibles: sus historias, su forma de entender el vino y lo que representa para la región donde trabajan. 

Pilar del Cerro 2022 Tinto

La garnacha es una variedad poliédrica que vive un momento fabuloso en España. Después de una larga experiencia profesional que incluye el trabajo junto a Álvaro Palacios en su bodega riojana Palacios Remondo, Javier Gil Pejenaute creó su propio proyecto en Campo de Borja (Zaragoza, Aragón). Asentado en Tabuenca, uno de los municipios más interesantes de la DO, ha apostado por un estilo de garnachas profundas y elegantes que marcan un punto de inflexión en la región. 

Pilar del Cerro (32 €) es una interesante novedad en la gama. Ha realizado una vinificación independiente de una parte del viñedo que solía destinar a su entrada de gama Tabuca. Se distingue por la mayor influencia calcárea (el resto es pizarra) de suelos menos profundos y con orientación este, lo que aporta más frescura. Sin ninguna interferencia de la madera, el vino envejece un mes en huevo de gres para alumbrar una expresión particularmente fresca de la variedad, con notas florales y de fruta roja (granada), la estructura necesaria y un paso de boca bien elegante. Muy recomendable también la añada 2023 de próxima aparición en el mercado, con un perfil aromático diferente de violeta y frutos azules (arándanos) que caracteriza todos los vinos de esta cosecha. Hay más de acidez que en 2022 y la producción asciende a 1.500 botellas. Aragón aún tiene mucho que decir en lo que respecta a la garnacha.




Perdidas en el Mariñanas 2023 Tinto

Imposible no fijarse en esta llamativa etiqueta con su color naranja chillón y el efecto tachado. No solo reivindica que los vinos de mesa puedan contar lo que hay dentro de la botella; también se las ingenia para decirlo a base de relieves y golpes secos. 

Detrás está Sancho Rodríguez (Manin y sus muchachos), por lo que parece inevitable la asociación con Matallana, otra famosa etiqueta llena de tachaduras que firma su hermano Telmo dentro de la bodega de Ribera del Duero de la Cía. de Vinos Telmo Rodríguez. El proyecto de Sancho con su mujer Ángela Zozaya es más modesto en producción (llegarán a las 8.000 botellas en 2023) y no está acogido a ninguna DO. Arrancó en San Vicente de la Sonsierra (La Rioja) para centrarse en distintos pueblos de la Sonsierra navarra donde trabajan en ecológico unas cuatro hectáreas de viñedos tradicionales que se extienden por tres valles en altitudes que van de los 400 a los 700 metros.

Perdidas en el Mariñanas es un vino de pueblo de Armañanzas, municipio navarro de la merindad de Estella. Son cinco parcelas de viñas viejas de diferentes parajes plantadas con garnacha, miguel de arco, graciano, viura, garnacha blanca, granegro o chasselas. Criada en hormigón y barrica, la mezcla funciona a la perfección, proporcionando un paladar jugoso y equilibrado, con una buena expresión de frutillos rojos y negros. En la web de la bodega se vende la caja de seis botellas por 174 €. No deja de sorprendernos la fuerza que pueden tener las etiquetas.



Pretèrit 2023 Tinto

La actividad principal de Joel Salvat Rull, enólogo y diplomado en Ingeniería Técnica Agroalimentaria, es el negocio de mermeladas artesanas heredado de su madre – de las que llevó una pequeña muestra al salón Liquid Vins. No es una mermelada cualquiera; la de naranja al palo cortado (nos encanta el guiño vinícola) se llevó hace unos años una sonada medalla de oro en los World Marmalade Awards. 

Están en Alforja (Tarragona), municipio fronterizo con las denominaciones de origen Priorat y Montsant, donde también se cultiva algo de viña, pero queda fuera de las dos DOs. Este vino, de apenas 600 botellas, se elabora con una parcela de 1904 plantada en coster y con aspecto y suelos no muy diferentes a los de la vecina -y famosa- localidad de Porrera. Por encima de la garnacha y otras minoritarias, manda la cariñena (75%) que da su fruta azul y nervio en un paladar que también se manifiesta amplio y de agradable textura. La etiqueta muestra un tipo de lagarto verde (lluert en catalán), escurridizo y territorial, que es además el apodo por el que se conoce a Joel en el pueblo. Más que un negocio, hacer vino puede ser un ejercicio de sensibilidad y de compromiso con el entorno.



La Ravera Monastrell 2023 Tinto

Es un despertar lento, pero La Mancha empieza a alumbrar proyectos artesanales gestionados por jóvenes que buscan engrandecer y dar visibilidad al patrimonio vitícola poco conocido y muchas veces maltratado de una región que es la viva imagen del granel en todo el mundo. 

En la siempre animada esquina de Artisan Wine Attraction en la BWW coincidimos con algunos de ellos, unidos bajo el colectivo Wine Craft, como José J. Ballesteros (Vinos Llámalo X) de quien escribimos brevemente en la crónica de 2024, los biólogos Jaime y Andrea Yébenes, que relanzaron en 2020 sus vinos de mínima intervención bajo la marca Amadís de Yébenes o María García (María de La Recueja), que trabaja con macabeo y monastrell en el pueblo albaceteño de 300 habitantes que da nombre a su proyecto. María, que es ingeniera agrónoma y enóloga, cuida de las viñas familiares que su padre vendía a la cooperativa hasta 2021, cuando se jubiló. De momento produce 7.000 botellas que embotella bajo la IGP Vino de Castilla. Las vende principalmente en su página web y a los enoturistas que visitan su bodega garaje inaugurada en 2023, pero si las cosas van bien, espera llegar hasta las 25.000. María tiene dos gamas: La Rabera, con vinos más directos y frutales, que elabora en depósitos de acero; y La Ravera, con 'v', en tinajas de barro. Dentro de esta última línea nos gustó el Ravera Monastrell (15 €), que ella define como “un poco más punki”. Proviene de viñas a 700 m en La Recueja y combina la fruta roja y negra con taninos amables y buena textura.



G de Genaro 2023 Tinto  

Descubrir proyectos de gente joven y preparada que apuesta por vivir en y del campo es siempre una buena noticia, especialmente si además tienen la pasión de Sara Valencia, alma mater de Casa Genara, que se llevó de atrezzo a Barcelona una bota de vino, un corquete y plantas de sus viñas. La conocimos en Liquid, compartiendo mesa con Juan Jurado (Agrícola Calcárea), el sumiller reconvertido en viticultor en Sanlúcar con quien coincidimos el año pasado en este mismo salón.

Casa Genara comenzó a elaborar en la difícil añada 2022. Trabaja en San Martín de Unx, el pueblo más conocido de la subzona navarra de Baja Montaña y forma parte de El Vino de los Aromas, la asociación de productores creada el año pasado para defender la identidad de los vinos del municipio. Nieta de viticultores que vendían la uva a la cooperativa, Sara tiene claro su objetivo: contribuir a mantener los viñedos de su familia y los del pueblo. Preparación, desde luego, no le falta; a sus 28 años, tiene el título de ingeniera agrónoma y dos masters de viticultura y enología. 

Trabaja en Bodegas Abete, donde le dejan un espacio para elabora su vino. De momento elabora apenas 1.250 botellas de G de Genaro, una garnacha parcelaria con aromas de hierbas mediterráneas, fruta madura y taninos suaves que se cría en barricas de varios usos.




Otro Cuento 2023 Blanco

Hoy se elaboran blancos interesantes en cualquier rincón del país y aparecen donde uno menos lo espera. Éste procede de Arribes, una región periférica y fronteriza que en los últimos años parece ir recuperándose de su aislamiento gracias a la llegada de una nueva generación de productores entre los que destacan José Manuel Beneitez y Liliana Fernández. Esta pareja de ingenieros de montes, con experiencia vitivinícola en Australia, California o Portugal, remodeló la antigua casa de piedra construida por el bisabuelo de José en Formariz para instalarse allí con sus hijas y convertir El Hato y El Garabato en su proyecto de vida. Cultivan en ecológico unas 12 hectáreas de viña que se traducen en 20.000 botellas.

Este blanco surgió de la constatación del alto porcentaje de cepas blancas (entre un 30 y un 50%) en algunas de sus viñas viejas. La casta dominante es la dona blanca, una variedad no muy aromática, pero con buena capacidad para transmitir el paisaje. Es un vino de definición y claridad, casi podría decirse cristalino. De graduación alcohólica moderada (12% vol.), busca expresar el terruño granítico de Arribes. Ofrece notas de fruta blanca y cítricos, con muy buena acidez mitigada por una textura levemente grasa y un final entre salino y tizoso. En el entorno de los 18 €, la relación calidad-precio es excelente.


 

Fugaç 2022 Blanco

Enólogo e ingeniero agrícola, Jot Camps Ferrer está al frente de la propiedad Masía de la Roqua, en el corazón del macizo del Garraf, una de las zonas con mayor personalidad del Penedès por el perfil calcáreo de sus suelos. La suya es una historia de conexión con la tierra desde hace varias generaciones. La masía familiar está documentada desde el siglo XII y cuenta con 26 hectáreas de viñedo cultivadas en ecológico, junto a amplios espacios de bosque, almendros, cereal y olivos. Se practica una agricultura netamente mediterránea y de secano que, en los últimos años, ha tenido que afrontar tremendos retos a causa de la sequía, con pérdidas de entre el 50 y el 70% de la producción. Según explica Jot, el problema no es solo la caída de rendimientos sino la mortandad de las cepas. La mayor parte de las uvas se venden a terceros y él se queda con algo menos de cuatro hectáreas para sus vinos, en su mayoría monovarietales que vende en Cataluña o exporta. Llegó a producir 20.000 botellas en 2021, pero desde entonces no ha pasado de 10.000.

Trabaja fuera de DO porque cree que las cosas no se han hecho correctamente. “El trato es por recursos y por tamaño, y cuando tú estás solo no hay tiempo para hacerlo todo y necesitas unas herramientas a las que no puedes acceder”. Se encuentra cómodo dentro del colectivo Artisan Wine Attraction, que acaba de constituirse en asociación, y que defiende un trabajo ecológico, biodinámico, sin químicos y unos vinos honestos. Él va un paso más allá y trabaja sin sulfuroso.

La malvasía es una de sus variedades favoritas porque considera que, junto a la xarel.lo, es la que mejor muestra su zona. “Aunque en campo es complicada, en bodega es una pasada, lo tiene todo y vale para hacer vinos muy diferentes, incluso espumosos”, explica. Plantó una parcela en 2009 con esquejes de viñedo del Hospital de Sitges y una segunda, ya con su selección masal, en 2014. La trabaja en acero inoxidable con lías y elabora apenas 800 botellas de un vino fragante, pero nada pesado, con buena estructura, vibrante acidez y capacidad para desarrollarse en botella.


La Diego 2023 Blanco

Además de su proyecto personal en Gran Canaria, el enólogo Carmelo Peña aporta su granito de arena (volcánica) a Jable de Tao, una bodega impulsada por la familia Betancor Rodríguez que nació con la añada 2022. Trabajan con 16 hectáreas de viña propia en Lanzarote pero también compran uva de norte a sur de la isla a una treintena de viticultores. 

Nos gustó el carácter y la finura que Peña imprime a su media docena de vinos, un tinto y cinco blancos, todos de inconfundible perfil canario, pero cada uno buscando la personalidad de la zona y los suelos donde se cultivan. La Diego es un vino que nace de un paraje en la montaña de Juan Bello con suelos de rofe. Se elabora íntegramente con esta variedad de ciclo tardío y transmisora del terruño, que, según Peña, conserva bien la acidez. En la añada 2023, considerada muy buena en Lanzarote, este vino hizo malolática y se muestra textural, con volumen y muy bien equilibrado. Hay 1.150 botellas en el mercado y su precio ronda los 40 €.




Linda y Primorosa 2023 Blanco

En la eterna sombra de su vecina Ribera del Duero, la denominación Cigales ha centrado su fama y esfuerzos en la elaboración de claretes que tradicionalmente mezclan uvas tintas y blancas. Juan Príncipe, cuarta generación y miembro activo de la bodega César Príncipe de Fuensaldaña, no es solo un gran defensor de esta categoría –y de beber el vino en porrón– sino que ha lanzado recientemente Charlatán, un rosado muy pálido de garnacha tinta con prensado directo y fermentación a baja temperatura, que mantiene los aromas a fruta y flores de la variedad. 

Además, Juan lleva un tiempo involucrado en lo que él llama “su I+D de la campiña del Pisuerga”, un estudio de parcelas viejas y variedades de las 40 hectáreas que poseen en Fuensaldaña, Corcos y Trigueros. Más de la mitad son vasos viejos con una media de 40 años en las que se solía coplantar tempranillo con albillo, garnacha tinta y gris y otras variedades. Según Juan, un gran comunicador que cuenta historias del vino en su canal de YouTube, buena parte de esa viña vieja no es la más apta para hacer claretes y rosados hoy en día pero sí para otros vinos como los tres que sacará al mercado en 2025. Uno de ellos se llamará Linda y Primorosa, y es un blanco fermentado en barrica que mezcla albilllo y garnacha gris y que lleva el nombre de las últimas mulas que tuvo la familia. El trabajo de lías aporta amplitud y volumen a un blanco fresco, con una nota cítrica y textura fina y cremosa que marca una senda bastante inédita en Cigales. Al ser una añada de bajos rendimientos se llenarán 900 botellas, pero Juan espera que en el futuro sean más. 




Fino Viejísimo en Rama El Franciscano

Propiedad de la familia Pérez Morales desde la década de 1980, Lagar de los Frailes es una bodega tradicional y semi-enterrada en Montilla-Moriles donde se guardan vinos generosos que desafían al tiempo con crianzas increíblemente prolongadas. En 2017, Charo Pérez Morales y sus tres hermanos heredaron este legado líquido y comenzaron a embotellarlo en rama y comercializarlo en botellas de 50 cl. como las que pudimos probar en Off the Record. Todas muestran la personalidad de las 11 hectáreas de pedro ximénez plantadas en los suelos de albariza de antehojuelas de este grand cru cordobés que es Moriles Altos.

El culmen de esta ancianidad tan bien gestionada es el amontillado viejo Cáliz, un vino con más de 35 años y una energía que levanta el ánimo de cualquiera. Un estadio de edad inferior es el Fino Viejísimo El Franciscano, que procede de uno de uno de los bocoyes que guardaba el padre de Charo. Con una crianza estática de más de dos décadas, Charo nos contaba que solo se ha refrescado para reponer las mermas con otros vinos viejos y que, a pesar de la edad, se resiste a perder el velo de flor. Vibrante, cítrico y tremendamente fresco a pesar de sus 25 años, es una suerte poder disfrutar de estos vinos de sacas limitadas a precios más que razonables (38 €).


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Amaya Cervera

Periodista especializada en vino con más de 25 años de experiencia. Fundadora de Spanish Wine Lover y Premio Nacional de Gastronomía a la Comunicación Gastronómica 2023

Yolanda Ortiz de Arri
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Yolanda Ortiz de Arri

Periodista con más de 25 años de experiencia en medios nacionales e internacionales. WSET3, formadora y traductora especializada en vino