El capítulo de vinos blancos españoles se ha ensanchado notablemente en los últimos años; tanto en lo que atañe al mero espacio geográfico como a estilos de elaboración. A medida que se dominan las distintas técnicas, desde el trabajo con lías, pieles o uso de distintos recipientes de envejecimiento, también se atina más a la hora de encontrar qué funciona mejor en cada zona. En los ejemplos más destacados, el refinamiento en la elaboración impulsa la expresión del terruño.
Sin haberlo buscado expresamente, hemos incluido varios vinos naranjas o trabajados con pieles, pero, eso sí, todos bastante diferentes, con orígenes variados y apoyados en distintas variedades.
Gure Ahaleginak (el nombre se podría traducir como “nuestro esfuerzo”) es una pequeña bodega familiar situada en Orduña, una ciudad vizcaína separada del resto de la provincia y enclavada en el mismo valle de Ayala donde se elaboran los txakolis de Álava con los que comparte influencia continental. De hecho, cuentan con sistema antihelada en la viña. Mirene, por cierto, es el acrónimo de Miren e Irene, las hijas de los propietarios. La originalidad de este blanco de hondarrabi zuri es que fermenta con sus pieles en barrica durante 20 días. Luego el vino se cría 12 meses a partes iguales en roble y acero inoxidable. La nariz, floral, limpia y casi delicada, no acusa ni la madera ni el trabajo de pieles, mientras que en la boca destaca por la verticalidad que aporta su buena acidez. La producción es muy reducida (apenas 2.000 botellas), pero se puede comprar en la web de la bodega por 15 €. A los más curiosos les recomendamos también su tinto Filoxera (12 €), con personalidad de tinto atlántico, que elabora con cepas tintas que aparecieron por error en su viña.
Aunque la viticultura en Cantabria es prácticamente residual, nos ha encantado este blanco que sabe al lugar donde crecen las uvas. Un vino con vistas al Cantábrico y a su salinidad. Los viñedos, ocho hectáreas distribuidas en parcelas de orientación norte, pendientes superiores al 35% y que distan menos de un kilómetros del mar, están situados en Ruiloba, en la costa occidental de la provincia, muy cerca de Comillas. Solo cultivan variedades blancas propias de climas frescos: hondarrabi zuri, que se puede considerar la autóctona de la zona, albariño, godello y riesling. Este vino es un ensamblaje de las cuatro con seis meses de trabajo sobre lías. Pese a la juventud de la viña (se plantó entre 2014 y 2018), consigue alcanzar los 13% vol. y ofrece un perfil muy definido, floral y cítrico, con una entrada de boca sabrosa dentro de un estilo de blanco ligero, pero con un marcado toque salino que le da personalidad. Acertadísima también la etiqueta. Esperemos que quienes viajen a Santander este verano lo puedan encontrar. 10.000 botellas. 16 €.
La última incorporación a la gama del proyecto orensano de Pago de los Capellanes (esta es su segunda añada), es una versión madura y opulenta de la godello (alcanza los 14% vol.) pero con un buen juego de equilibrios. El vino se elabora a partir de un conjunto de pequeñas parcelas asentadas en suelos de pizarra y ubicadas en la parroquia de Córgomo, perteneciente a Villamartín de Valdeorras, en la margen norte del río Sil. Se parte de uvas bien maduradas que se trabajan en distintos recipientes tanto para fermentación como para su posterior crianza con lías durante ocho meses: acero inoxidable, huevo de hormigón, fudre de roble francés y barricas de acacia de 500 litros. Es un blanco profundo y de concentración, con fruta blanca y de hueso, fondo balsámico y una leve cremosidad que arropa el conjunto. La nota cálida está compensada con la profundidad del vino, el toque mineral de la pizarra y su notable persistencia. Un vino para seguir su evolución en botella y que parece confirmar que hay mercado para godellos de cierto precio. 3.030 botellas. 35 €.
Aunque la novedad o la tendencia influyen mucho en nuestras selecciones de vinos, de vez en cuando gusta reencontrarse con etiquetas clásicas. Sobre todo, cuando se expresan con la autoridad con la que lo hace este albariño que lleva el nombre del almirante de la armada española que se hizo célebre en el siglo XVI por el uso de galeones de guerra. Don Álvaro Albariño se elabora con las cepas más viejas situadas en la parte alta de la finca Tremoedo donde se ubica la bodega, y a tan solo tres kilómetros de Cambados. Son los suelos más pobres, con rendimientos bajos y buena exposición solar. Con una fermentación en acero inoxidable y 12 meses de crianza con sus lías, es una excelente expresión de albariño con mucho relieve de fruta, complejidad aromática (hinojos, fruta de hueso, notas melosas, sensaciones salinas), buena combinación de acidez y volumen en boca y fina persistencia. Podría ser la estrella de alguna comida veraniega, aunque no hay que descartar guardar alguna botella por su buen potencial de desarrollo. 24 €.
Aunque estaba ya instalada en Rueda y Ribera del Duero con Vetiver y Dominio de la Abadesa respectivamente, la firma riojana Ontañón ha replicado en estas zonas el concepto de vinos de gama alta, imagen cuidada y hasta investigación histórica que tan buenos resultados le ha dado con su bodega Queirón de Quel (Rioja Oriental). El nuevo proyecto se llama Ripa Dorii (el término latino que alude a las orillas del Duero) y se abastece únicamente de viñedos propios. La gama alta está integrada por dos vinos de paraje que se agrupan dentro del concepto de “Geografías Líquidas”. Nos ha gustado especialmente la versión blanca, elaborada con una viña de Rueda asentada en una loma a 750 metros de altitud sobre suelos de cantos rodados. Combinando un 80% de fermentación y crianza de seis meses en acero inoxidable y un 20% en barrica, consiguen un blanco de aromas contenidos, con notas de fruta de hueso y fruta blanca y una boca con buena estructura, persistencia y sensación salina en final. 6.000 botellas. 16 €.
A sus más de 70 años, Basilio Izquierdo tiene tanta energía e inquietudes que está más cerca de las nuevas generaciones de productores riojanos que de sus coetáneos. Durante la celebración, este verano, del decimoquinto aniversario de su proyecto personal tras su salida de Cvne, probamos grandes vinos de guarda, pero este blanco con pieles no pasó en absoluto desapercibido. Lo más curioso es que lo elabora con la última porción de mosto, tras el primer prensado (mosto yema) que va a su top B de Basilio y el segundo que destina a Acodo. Lo que queda realiza una fermentación parcial con pieles de unos pocos días, pero pese al relativamente corto tiempo de contacto consigue la intensidad de color, el carácter herbal y la estructura adicional que se espera de la categoría. Y todo ello con frescura, equilibrio y hasta elegancia. Las variedades son las mismas del resto de sus blancos: garnacha blanca y viura. El precio, como en casi todo su porfolio, no es barato (26 € en este caso), pero creemos que un aficionado exigente apreciará la buena mano y los matices que consigue Basilio Izquierdo en sus elaboraciones.
Este blanco es una malvar de San Martín de Valdeiglesias que el productor de origen aragonés Luis Oliván elabora en la cooperativa de Arganda y comercializa sin indicativo de DO. Utiliza una viña plantada en el 83 y conducida a modo de espaldera baja. Su secreto es vendimiar pronto (la malvar es una uva de ciclo corto que puede alcanzar un alto grado alcohólico), despalillar y trabajarla con pieles durante 40 días en acero inoxidable. Después, el vino se cría seis meses en barricas usadas de 600 litros. Si la madera cumple su papel de redondear el vino, las pieles aportan aromas exóticos y toques silvestres en nariz. El perfil untoso y glicérico de la variedad modera el amargor final que pueden tener estas elaboraciones. El punto de vendimia es todo un acierto porque hay una chispa fresca de acidez que equilibra el conjunto. Un vino original que ayuda a entrar en el mundo de la no intervención sin sobresaltos. Producción muy reducida (apenas 1.025 botellas), pero precio (14 €) bien asequible.
Y aquí tenemos otro vino naranja. Nos encanta la moscatel cuando le ponen un poco de rock and roll (trabajo con pieles) porque matiza y amplía su inconfundible paleta aromática y también porque aporta más estructura en boca. Este es un vino casi experimental (solo hay 899 botellas), pero nos sirve para introducir a su autor, el joven Oscar Mestre, que empezó trasteando en 2018 en el garaje de la casa familiar para explorar el potencial de variedades y viñedos del valle alicantino del Xaló y la sierra de Bernia frente al negocio granelista familiar (él es la cuarta generación). Ahora produce unas 15.000 botellas repartidas en distintas marcas que se apoyan en las dos variedades centrales de la zona, la giró (su Óscar Mestre Giró 2019, frutal y de cuerpo medio es una versión muy amable de esta variedad) y la moscatel. Este Insurrecte es una fermentación con pieles (cinco días de contacto) en tinaja sin revestir y posterior envejecimiento de seis meses con algo de velo en el estadio final de la crianza. Tiene el toque salvaje (hierbas, cáscara de naranja) de las pieles pese al corto periodo de contacto, buena consistencia en boca y todo el carácter varietal de la moscatel. Un vino bien concebido y trabajado. 18,50 €.
Una opción de buena relación calidad-precio la de esta garnacha blanca que elabora la cooperativa de Bot (Tarragona) a partir de una selección de los mejores viñedos de sus miembros plantados con anterioridad a la reconversión vitícola de los años ochenta. El nombre hace referencia a la próxima generación de socios, sobre la que recaerá la tarea de dar continuidad a la labor de las tres anteriores. Para esta añada se han seleccionado 13 parcelas que suman poco más de cuatro hectáreas, la mayoría de Bot, pero también algunas de Gandesa y Horta de Sant Joan en las que dominan los suelos calcáreos de textura franca y franco-arcillosa. Es una fermentación en acero inoxidable con ocho meses de crianza con lías y al menos nueve meses más en botella antes de salir al mercado, de modo que está concebido como un blanco de segundo año. Destaca su cremosidad por el trabajo con las lías, que acentúa el carácter untuoso de la variedad, pero se siente fresco y sabroso a la vez. Buena presentación. 6.214 botellas. 10 €
Este vino forma parte de la colección de microvinificaciones de esta bodega situada en el municipio de El Vendrell en el Baix Penedés, muy cerca de las playas de Comarruga y Sant Salvador. Se elabora, en concreto, con una viña vieja pegada a la bodega y desde la que se ve el Mediterráneo. El vino fermenta en barricas de roble francés y pasa inmediatamente a acero inoxidable donde permanece 12 meses, aunque el objetivo fundamental es mostrar la capacidad de la xarel.lo para envejecer en botella. Con una fina reducción en nariz sobre un fondo de fruta de hueso y hierbas secas, el paladar es sabroso, sápido (la brisa del mar algo tendrá que ver en esto) y muy persistente. Son 1.500 botellas a un precio realmente generoso (14 €) para un vino que tiene ya siete años. De esas joyitas que siguen existiendo en España.