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1 y 2. Garnacha Blanca. 3. Vendimia en Terra Alta (Tarragona). Fotos cortesía de CRDO Terra Alta y EVENA.

Uvas

El ascenso de la garnacha blanca en España

Amaya Cervera | Martes 24 de Septiembre del 2019

“Lo más importante que he aprendido sobre la garnacha blanca es que es muy diferente a la tinta. El manejo es muy similar, pero el comportamiento enológico es distinto”, señala la investigadora Maite Rodríguez, que lleva cuatro años estudiando la variedad. Su tesis, presentada en junio y publicada hace unos días, ofrece un análisis en profundidad de esta uva que cada vez genera mayor interés para la elaboración de vinos de calidad. La información recabada será de gran ayuda para ampliar el material vegetal a disposición de los viticultores, ya que, de momento, solo existen dos clones en el mercado, ambos de origen francés.

Caída y recuperación

¿Podría el fantástico renacimiento experimentado por la garnacha tinta arrastrar a su alter ego blanca? Con 5.589 hectáreas cultivadas en Francia y 2.956 en España, la garnacha blanca ha vivido tiempos mejores. España, eso sí, puede presumir de tener la mayor concentración de la variedad del mundo: 1.450 hectáreas en Terra Alta, la más meridional de las denominaciones de origen catalanas. Joan Ángel Lliberia de Edètaria es de los pocos que se ha atrevido a hacer catas verticales para demostrar su evolución en el tiempo. En su opinión, es la gran uva blanca del Mediterráneo. 

Su presencia en otras zonas es mucho más discreta. Aun así, abandera el pequeño pero interesante nicho de blancos de Priorat y Montsant. En Rioja cada vez se encuentra más en solitario o marca el ensamblaje de blancos importantes de la región. Navarra ha pasado de 2,5 hectáreas en 2005 a 123 en la actualidad, abandonando así su condición de variedad minoritaria. En Aragón está llamando la atención de productores particularmente inquietos y, además, empieza a interesar fuera de sus áreas tradiciones en su cultivo.

Este pequeño renacimiento supone un punto de inflexión frente a la pérdida de superficie de décadas anteriores. Un retroceso asociado a la decadencia de los vinos dulces y rancios que se elaboraban con garnacha blanca, a la reconversión del viñedo en España con variedades “mejorantes” o simplemente más en boga en su momento y, en el caso de Terra Alta, a la llegada de tecnología que propició la desaparición paulatina de los blancos secos brisados (elaborados en contacto con las pieles) y abrió las puertas a la macabeo. 

Según la Contribución al Conocimiento del Inventario Vitícola Nacional de Luis Hidalgo y Manuel R. Candela de 1971 ocupaba el 35% de la superficie vitícola de Teruel y un 15% de la de Tarragona, en un momento en que su presencia se había hecho muy residual en Rioja y Navarra.

En 1990 se contabilizaban 11.451 hectáreas en Cataluña, 4.200 en Aragón, 83 en La Rioja y seis en Navarra. Veinte años más tarde, en 2010, su presencia se reduce a 1.772 hectáreas en Cataluña, 311 en Aragón, 11 en La Rioja y 16 en Navarra. El descalabro en estas dos últimas regiones llevó a localizar y recopilar material vegetal en viñas de cierta edad para “conservar la diversidad genética acumulada en la variedad”, según explica Maite Rodríguez en su tesis. La investigadora, de hecho, ha realizado la mayor parte de su trabajo con ese material rescatado de la extinción.

La uva mutante 

En 2011 se creó un grupo de trabajo conjunto entre los centros de investigación vitícola de La Rioja (ICVV), Navarra (EVENA), Aragón (CITA) y Cataluña (INCAVI) para estudiar el material vegetal de garnacha blanca del valle del Ebro, donde se registra más del 90% del cultivo en España. La colaboración incluye testar el comportamiento de muchos de estos biotipos en zonas diferentes a sus lugares originarios. El objetivo final es preservar la diversidad intravarietal de la variedad y certificar material clonal genuino del valle del Ebro para su multiplicación

Según José Félix Cibriáin, responsable del proyecto en Navarra, los primeros clones podrían llegar al mercado en 2022 aunque EVENA, en su condición de viverista seleccionador, lleva ya un tiempo suministrando material certificado a productores y viveros locales. Para Cibriáin, el trabajo de Maite Rodríguez “ha permitido ver que hay garnachas blancas genéticamente distintas”. 

De entrada, la garnacha blanca es una mutación de la garnacha tinta. La tesis ha verificado que el cambio de color se produjo por una pérdida de información en los genes que generan antocianinas (los pigmentos que aportan su color a las uvas tintas), un proceso idéntico al ya estudiado para las pinot blanc y tempranillo blanca. Pero también ha identificado dos mutaciones diferentes asociadas a distintas zonas geográficas. La primera aparece en material vegetal originario de Navarra, en uno de los clones franceses y en una muestra de Tarragona; la segunda en garnachas blancas de Rioja y en dos clones seleccionados por Bodegas Torres para su uso interno. 

La reina blanca del valle del Ebro

Mientras aparecen los nuevos clones, los números siguen mejorando. En Rioja en 2018 se cultivaban 217 hectáreas de garnacha blanca, aunque, paradójicamente, quedaba por debajo de ¡la verdejo (327 has.)! y la tempranillo blanco que, con 751 hectáreas, es de lejos la mutación más exitosa de la DOCa. Aragón, por su parte, ha mantenido estable la superficie de en los últimos años.

Evidentemente el perfil de la variedad está influido por los suelos, las condiciones climáticas, la altitud y, por supuesto, la filosofía de los elaboradores.

Los viñedos septentrionales de Artazu, el lugar elegido por Artadi para desarrollar su proyecto de garnachas navarras “es una zona casi demasiado fría”, explica Carlos López de Lacalle quien señala que la vendimia se realiza a finales de octubre y algunos años se prorroga hasta noviembre. Vendimian la garnacha blanca a 13% vol. y consiguen una acidez alta y buen carácter cítrico.

En el otro extremo del valle del Ebro, en Terra Alta, Lliberia explica que la gran virtud de la variedad es que “consigues grados de 13% y 14% vol con acideces increíbles siempre que se limiten los rendimientos”. Su filosofía es no vendimiar hasta que llegue a 13,5% vol. para evitar amargores. “Por debajo de 13% vol no tiene el perfil”, señala. “De la misma forma que la acidez es la columna vertebral de la riesling, el alcohol lo es de la garnacha blanca”.

En Rioja, el respeto casi religioso de Abel Mendoza por reflejar el espíritu de cada añada le ha llevado, según dice, a obtener perfiles diferentes y hasta “caprichosos” de la variedad, incluidos caracteres aromáticos propios de vinos centroeuropeos.

Mientras, en Aragón, Fernando Mora MW de Bodegas Frontonio considera que funciona bien a distintas altitudes por su buena adaptación al clima e infinitamente mejor que la macabeo en cotas bajas por su resistencia a la sequía. 

Tanto él como Carlos López de Lacalle ven muchas similitudes con la garnacha tinta. “Son la misma variedad, el ciclo es el mismo y maduran a la vez”, explica Mora. “La diferencia básica es si la tratas como uva para hacer blanco o tinto. El blanco exige una viticultura enfocada a preservar la acidez, lo que implica proteger los racimos del sol y vendimiar antes”, añade. López de Lacalle por su parte ve una tendencia similar en cuanto a sus graduaciones y acideces altas y una cierta rusticidad en su estructura que genera vinos con cuerpo, sobre todo si los rendimientos son bajos.

Es paradójico que en plena moda de tintos ligeros o al menos de extracción moderada, la estructura se tolere cada vez mejor en los blancos (ahí están los vinos naranjas para confirmar la tendencia). Más allá del interés actual por recuperar los brisados en Terra Alta, la garnacha blanca es una variedad “de boca” que parece estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. 

Los vinos

Sin ánimo de ser totalmente exhaustivo, he aquí el relato del ascenso de la garnacha blanca siguiendo el curso del Ebro de oeste a este ilustrado con algunos de sus vinos más representativos. 

RIOJA. A la chita callando, Abel Mendoza, lleva elaborando una garnacha blanca desde los noventa, aunque es una de las etiquetas más escasas de su colección de blancos y nunca alcanza el millar de botellas. Empezó con una barrica, vendimiando por separado las cepas que había intercaladas en los viñedos viejos plantados por su abuelo, y con el tiempo ha ido cogiendo un material vegetal que define como muy diverso y plantándolo en distintos tipos de suelos (arenas rojas, arcillo-calcáreo…) para estudiar su comportamiento. 

Otro pionero discreto de la variedad en Rioja ha sido Telmo Rodríguez al incluirla en el ensamblaje multivarietal y siempre un tanto secreto del Remelluri Blanco. Su apuesta: cultivarla a notable altitud en la finca familiar de Labastida. También el que fuera muchos años enólogo de Cvne, Basilio Izquierdo, decidió darle la máxima entidad en un coupage (hasta el 70%) cuando lanzó su B de Basilio blanco en la cosecha 2007. Había sido su variedad favorita en envejecimiento por encima de chardonnay, sauvignon blanc e incluso viura en unas pruebas que se realizaron en Cvne en el año 2000.

Desde entonces, muchos blancos de prestigio de Rioja han incrementado la presencia de garnacha blanca en sus coupages como ocurre en Valenciso (30%), Sierra Cantabria Organza de la familia Eguren (35%), los blancos de Benjamín Romeo Predicador (30%) y Qué Bonito Cacareaba (50%), el 4 Varietales Blanco de Guarda de Vivanco (40%) o la añada 2015 (85%) de Trotamundos, la cambiante propuesta del “Rioja’n’Roll” Olivier Rivière.

Los monovarietales no se han hecho esperar. Entre los pioneros cabe destacar Cifras, dentro de un proyecto centrado exclusivamente en garnachas blancas y tintas de Labastida como es Exeo e Inédito de Bodegas Lacus en Rioja Baja u Oriental, a los que se han unido Vivanco con la línea desenfada La Maldita Garnacha y más recientemente Izadi y Barón de Ley, ésta última bodega ampliando su ya nutrida colección de monovarietales.

NAVARRA. La expansión de la garnacha blanca en esta región ha venido fundamentalmente de la mano del material vegetal proporcionado por EVENA y de las selecciones masales realizadas por productores locales. En 2017 la Estación de Viticultura de Olite inició un proyecto de desarrollo de vinos de garnacha blanca junto a cuatro cooperativas de la zona: las de Sada, Andosilla, Murchante y San Martín de Unx. Este último municipio se ha convertido, de hecho, en un interesante punto de encuentro para la variedad. Si la cooperativa elabora el Alma de Unx, su enólogo Gonzalo Celayeta tiene su propia garnacha blanca (El Caserío) y elabora para Unsi el Terrazas Blanco. También en San Martín el productor de Elvillar (Rioja Alavesa) David Sampedro hace fuera de DO el Kha Mé.

Tras varias añadas en el mercado con un ensamblaje de chardonnay y garnacha blanca bajo la marca Artazu, en la cosecha 2015 la familia López de Lacalle sustituyó este blanco por un monovarietal de garnacha blanca que subió al escalón de vino de municipio con el nombre de Santa Cruz de Artazu y un precio en el entorno de los 18 €, más ambicioso de lo habitual en la zona. El vino es resultado de la recuperación de unas 20 cepas de “el viñedo de Tere”, su parcela más vieja. Con la primera multiplicación se plantó media hectárea en la zona más alta de sus viñas y luego se realizaron plantaciones posteriores hasta alcanzar sus cinco hectáreas actuales. 

La elaboración es un tanto particular: los racimos despalillados y estrujados se trabajan en barrica con sus pieles hasta media fermentación (“esto nos ayuda a conseguir estructura de cara a la crianza”) y el envejecimiento se realiza primero en acero inoxidable durante seis-nueve meses y luego en botella por lo menos durante un año “porque nos gusta la crianza en botella”.

Otras bodegas que elaboran monovarietales de garnacha blanca en Navarra son Alzania (La Cardelina), Aroa de Grupo Vintae (Laia) o Viña Zorzal. En un contexto más llamativo si cabe, Chivite lanzó a mediados de año Las Fincas 2 Garnachas, un blanco elaborado con proporciones similares de garnacha blanca y tinta vinificada en blanco que se comercializa bajo el indicativo VT 3 Riberas.

ARAGÓN. Teruel con casi 250 hectáreas sigue concentrando la mayor parte de la garnacha blanca de Aragón, pero no hay productores en esta zona que etiqueta sus vinos como VT Bajo Aragón que la utilicen como “uva bandera”. Uno de los trabajos más importantes de recuperación de la variedad lo ha llevado a cabo Viñas del Vero en el valle de Secastilla, un paraje de suelos pedregosos y viejas terrazas de garnacha y otras variedades olvidadas a 700 metros de altitud, en plena zona de influencia del Pirineo. De aquí sale ahora La Miranda de Secastilla, un blanco de excelente relación calidad-precio y buena evolución en botella que inicialmente se destinó exclusivamente e la exportación, pero que ya se puede encontrar en España.  

Otra notable garnacha blanca de Aragón, aunque en un rango de precio que supera los 30 €, es Frontonio. Se elabora a partir de una parcela situada a una altitud media en Valdejalón, pero capaz de ofrecer muy buena acidez. La bodega también tiene el entrada de gama Botijo Blanco. Y es que Fernando Mora MW destaca la versatilidad de la variedad para elaborar “tanto blancos ágiles y divertidos como vinos enérgicos y cremosos”. Para él es una uva “tremendamente interesante”. 

Cariñena, una zona que sigue rápidamente las tendencias de mercado, está realizando nuevas plantaciones de la variedad y ya existen monovarietales en el mercado como Menguante, de Bodegas y Viñedos Pablo. Otra original garnacha blanca en plena zona de los Monegros, en la provincia de Huesca, es Duna de la bodega El Vino del Desierto.

CATALUÑA. Terra Alta es el corazón de la garnacha blanca en España y la oferta es especialmente abundante, de calidad creciente y diversa, ya que se empieza a trabajar de formas muy variadas (madera, brisados, ánforas…). En artículos anteriores publicados en SWL podéis encontrar más información sobre los vinos y los personajes que están detrás de ellos.

También hemos escrito sobre los blancos de Priorat, donde la garnacha blanca ocupa 83 de las 138 hectáreas de uva blanca que se cultivan en la denominación. En Montsant, supone 55 hectáreas sobre un total de 104, pero hay un gran dinamismo de monovarietales a cargo de productores sólidos como Alfredo Arribas, que elabora también varias etiquetas dentro de su colección de vinos de viñas viejas Trossos, Joan Asens (Blanc d’Orto), Celler Mas Roig (Les Sorts), Vinyes Domenech (Rita) o Josep Grau que hace tres versiones en orden ascendente de precio, L’Efecte Volador y Vespres y Granit, estos dos últimos de parcelas con suelos de granito y fermentación y crianza en tino.

Algunos productores significativos en Empordà, donde se la denomina lledoner blanc, son Masía Serra (Ctònia), Vinyes dels Aspres (Blanc dels Aspres) o Espelt, que elabora una garnacha blanca de viñas viejas. Sota El Ángels se está orientando hacia las variedades locales y presentó recientemente Mirabelles, un coupage de garnacha blanca y roja. En Penedès, con 50 hectáreas cultivadas, elaboran monovarietales de garnacha blanca Loxarel y Pares Baltà (Indígena). La variedad también está autorizada en Costers del Segre y Conca de Barberà, donde es menos significativa.

La reciente aparición de un monovarietal de garnacha blanca a cargo de Dehesa de Luna en Albacete, fruto de su buena adaptación a una zona cálida, nos hace pensar que seguiremos viendo nuevos ejemplos fuera de su área tradicional de cultivo en el valle del Ebro.   

*En este enlace se puede descargar la tesis completa de Maite Rodríguez que recibió la calificación de sobresaliente cum laude.

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