Tres décadas ha tardado Marqués de Riscal en sacar al mercado un Barón de Chirel blanco desde que lanzara su equivalente riojano con la cosecha 1986. Si este último intenta emular la gloria del viejo Reserva Médoc y se surte de viñas plantadas a principios del siglo XX en Elciego, el blanco explora nuevas alturas para la verdejo sirviéndose de algunos de los viñedos más viejos de la DO Rueda situados en la provincia de Segovia.
La particularidad de esta zona que engloba entre otros los municipios de Nieva, Aldenaueva y Aldehuela del Codonal son los suelos arenosos que le permitieron salvarse de la filoxera. El perfil de muchos de muchos de ellos es de arena en superficie pero a unos 80 centímetros hay un horizonte de arena y grava capaz de almacenar el agua y más abajo otro calizo al que consiguen llegar muchas raíces.
Aquí, durante mucho tiempo se ha plantado en pie franco, de modo que en la actualidad conviven cepas pre y post-filoxéricas plantadas directamente sobre el terreno. En cualquier caso, y favorecida por su aislamiento, es el área con mayor concentración de viñedo viejo en vaso de la DO y la verdejo que aquí se cultiva es más rastrera y pegada a suelo si cabe, con brazos enmarañados, cepas agrupadas en pequeños majuelos y abundantes faltas entre hileras.
“Mi padre ya había comprado en Segovia cuando nos instalamos en Rueda porque entonces no había mucho verdejo plantado en Valladolid, pero a medida que la variedad se fue recuperando y nuestras viñas entraron en producción, realmente no compensaba traer uvas de tan lejos”, cuenta el enólogo Luis Hurtado de Amézaga, descendiente del fundador de la bodega establecida en Elciego en 1858 y actual responsable de la de Rueda.
La legendaria firma riojana llegó a Rueda en 1972 con el convencimiento de que era la región española idónea para elaborar blancos de calidad en producciones relativamente elevadas y creó el modelo de vino fresco y afrutado que hoy se pide en todas las barras del país. También elaboró el primer monovarietal de verdejo, plantó sauvignon blanc (una recomendación del profesor Boubals de Montpellier porque con la tecnología de los 70 la verdejo no resultaba muy aromática) y realizó la primera crianza moderna de un verdejo en barrica para el Marqués de Riscal Limousin.
La bodega no volvió a mirar seriamente hacia Segovia hasta algunos años después de la incorporación de Luis Hurtado de Amézaga al proyecto en 2003. “Hacia 2007 ya empezamos a comprar uva en la zona que servía para mejorar el Riscal Verdejo aportando más cuerpo y acidez, pero sin cambiar de estilo. Posteriormente empezamos a elaborar algunas parcelas por separado en barricas de 600 litros”, explica el enólogo. Hoy Riscal se abastece de unos 200.000 kilos uvas de cepas en vaso en Segovia.
Barón de Chirel no es un vino de pago sino, en palabras de Luis, “el reflejo del tipo de suelos y viñedos de Segovia”. De la primera añada 2014, que se sirvió de dos parcelas, se hicieron 2.500 botellas, pero la 2015, con una viña más en el coupage, se alcanzaron las 5.700 botellas (36,90 € en Ideavinos o vía Wine Seacrher). Finalmente se decidió comercializar el vino sin la contraetiqueta de Rueda “para reflejar el descontento con muchas cosas de la denominación”. Los desencuentros entre Riscal y el Consejo Regulador datan de 2014, cuando bajo la presidencia de Pablo del Villar la bodega presentó una denuncia ante la Junta de Castilla y León por considerar que se estaban incumpliendo los controles de calidad en la calificación de los vinos.
Para Luis Hurtado de Amézaga, el estilo de los vinos de Segovia es particularmente mineral. En nariz son más discretos y necesitan tiempo de desarrollo en botella, pero los paladares tienen mucho más volumen, profundidad y amplitud. No hay duda de que aportan una tipología muy concreta dentro de los verdejos de la denominación.
Merece la pena comprobar las diferencias con respecto a Finca Montico (13,90 € en Lavinia; otras opciones vía Wine Searcher), el que hasta ahora era el blanco de viñedo de referencia de Riscal en la zona: una finca de nueve hectáreas situada en La Seca y plantada en vaso en una de las típicas terrazas del Duero con material vegetal procedente de viñas viejas del viticultor Ángel Rodríguez Vidal, proveedor histórico de Riscal y para el que siguen elaborando en sus instalaciones el emblemático verdejo Martínsancho. Sin ser escandaloso (aquí también se opta por la fermentación espontánea), Montico es un verdejo más expresivo aromáticamente (hinojos, piña, fruta blanca), pero con más recorrido que volumen en boca.
Riscal cuenta con 230 hectáreas de viña en la zona y aún debe abastecerse de otras 300-350 hectáreas que compra a proveedores para elaborar un media de cuatro millones de botellas de vino blanco al año. Una de las apuestas actuales más fuertes es la ampliación de su viñedo en propiedad: “Compro todo lo viejo que cae en mis manos –explica Luis Hurtado–, lo reformo y lo trasformo a cultivo ecológico”.
Luis está orgulloso de tener más de 200 hectáreas propias certificadas en ecológico desde esta última cosecha 2016 y de que el 20% de sus proveedores haya dado también el salto. “Realmente no es tan caro ni tan trabajoso. La producción se reduce en torno al 20% –confirma–, pero nuestros proveedores también reciben primas por trabajar con menos rendimientos. Les pedimos un máximo de 7.500 kilos por hectárea frente a los 10.000 admitidos en el reglamento”.
Desde su punto de vista, las condiciones climáticas de la zona son muy favorables: “El clima seco reduce las amenazas prácticamente al oídio que se combate muy bien con azufre en polvo. Con confusión sexual para la polilla, quizás podemos añadir un tratamiento de cobre en primavera y no siempre. El cobre contamina las capas freáticas y si se aplica tarde puede ser un problema para los aromas porque reacciona con los tioles”.
Otra idea en la que se está trabajando es la vuelta a las plantaciones en vaso, cada vez más escasas en una zona en la que más del 90% de la vendimia es mecánica y muchas viñas de este tipo se han transformado en espaldera. En Segovia, donde se ha adquirido una finca de 23 hectáreas con suelos pizarrosos en el municipio de Nieva, Luis espera trabajar como se hacía antiguamente, plantando primero el barbado e injertando con la variedad al año siguiente. La pizarra es una excepción en la zona, pero Hurtado de Amézaga, quien se declara devoto seguidor de los vinos del Loira, Priorat o Ródano, conocía hace tiempo la existencia de esta veta que va desde Ortigosa del Monte, a los pies de la Sierra de Guadarrama, hasta el municipio cercano de Bernardos. No es descabellado pensar, pues, que en el futuro Riscal sorprenda con un verdejo segoviano de suelos de pizarra.
Otra adquisición reciente son 77 hectáreas en terrenos cascajosos de Rueda distribuidas en cuatro fincas diferentes y que está previsto que se planten en dos años.
La filosofía en la gama alta de la bodega (Barón de Chirel, Montico y Limousin) está perfectamente diferenciada y se ha beneficiado de la adquisición de prensas mucho más pequeñas en cuya boca se hace un estrujado muy ligero y cuya única maceración tiene lugar durante su propio llenado. “El famoso amargor de la verdejo no viene tanto del carácter varietal de la uva sino de la maceración; la propia vendimia mecánica por ejemplo ya implica una maceración,” señala Luis.
Tras un prensado muy ligero el mosto apenas se desfanga (“la turbidez es buena”) y no se protege especialmente (“el que haya algo de oxidación permite una elaboración menos reductiva”). Tampoco se añade sulfuroso porque al trabajar con levadura natural cuesta menos arrancar la fermentación.
En el caso del Barón de Chirel se trabaja con foudres y barricas de 600 litros. Los foudres austriacos Stockinger están entre los preferidos de Luis porque “conservan la mineralidad del terruño y no tapan el carácter de la uva”. La crianza de Finca Montico explora el trabajo con lías en acero inoxidable aunque incorpora una pequeña parte madurada en un foudre oval. El Marqués de Riscal Limousin (15,90 € en Lavinia; otras opciones vía Wine Searcher) es, probablemente, el vino que más ha evolucionado de la bodega. En la actualidad se cría unos seis o siete meses en barricas de 600 litros, pero en el pasado llegaba a estar 10 meses en barricas de 225 litros. Lo que se embotella es la selección de las mejores barricas y el resto, unos 30.000 litros, se diluye en los aproximadamente 2,5 millones de litros del Marqués de Riscal Verdejo.
El Limousin no sólo se ha beneficiado de la reducción del peso de madera (aunque hay notas tostadas que evidencian la crianza en barrica); también ha ganado en consistencia con la incorporación de en torno a un 30% de uvas procedentes de algunos de los mejores viñedos de Segovia que se elaboran por separado.
Luis Hurtado de Amézaga espera poder seguir rizando el rizo y empezar a probar con huevos de hormigón en la futura nueva bodega que se anuncia para sus elaboraciones top. La compra de las instalaciones contiguas de Prado Rey en septiembre pasado pone una gran cantidad de espacio a su servicio, permitiendo incorporar cámaras de frío y reforzar las actividades de enoturismo en la zona.
El objetivo es trasladar el modelo de Rioja que tan buenos resultados está dando y que en 2016 recibió 100.000 visitantes. Evidentemente no habrá un hotel que emule la modernidad del diseñado en Elciego por Frank Gehry, pero sí piensan beneficiarse de su ubicación junto a la carretera A6 que les da gran visibilidad y llevarán a cabo actividades de formación en línea con el Aula Marqués de Riscal, heredera de la ideada en su día por Marqués de Arienzo, la firma cuyos viñedos y marca comercial absorbieron en 2010.
“El dinero mejor gastado es en traer gente a tu casa”, asegura Luis Hurtado de Amézaga. Sin embargo, una parte cada vez más importante de sus uvas están a más de 60 kilómetros de distancia en dirección sureste, en Segovia.