No han dado las 9 de la mañana pero un grupo considerable de locos del vino nos arremolinamos en las puertas del Casino de Madrid ante la indiferente mirada de los turistas japoneses que se entretienen tomando fotos del señorial palacete de la calle Alcalá.
Dentro del edificio, un equipo de 65 personas, con Quim Vila al frente, ultima los detalles para la celebración del 8º Premio de Cata por Parejas que organiza anualmente Vila Viniteca. Este año toca Madrid, y la intendencia es considerable: dos pallets de vino traídos desde el almacén central de Barcelona, 1950 copas Chianti en las que se sirven los vinos a catar a ciegas y 330 copas Burdeos y Borgoña para que los concursantes puedan sacar más matices. Esto sólo para la parte del concurso: además están las 42 mesas del salón de bodegas donde se pueden probar vinos entre la semifinal y la final, las mesas del buffet de quesos para el almuerzo y todos los pequeños elementos necesarios para que la cata vuelva a ser un éxito, como en ediciones anteriores.
Solicitudes no faltan: este año las 240 plazas para las 120 parejas que concursan se agotaron en apenas media hora. A 100 € la inscripción, es un precio que está dispuesto a pagar mucha más gente de la que consigue entrar en la web de Vila Viniteca en la medianoche del 6 de enero, cuando se abre el plazo. Algunos concursantes comentan que debería haber una eliminatoria previa mientras que otros preferirían que se aumentara el cupo de parejas, pero de momento Quim Vila no se plantea esta posibilidad.
A las nueve y cuarto se abren las puertas y los concursantes nos ponemos en fila para acreditarnos. En el Casino no hay ninguna sala lo suficientemente grande para los 240 concursantes así que nos dividen en dos grupos por orden alfabético. Mi compañero @dr_tannin y yo nos dirigimos al Salón Real, un lugar con aire versallesco, enormes lámparas de araña y techos de estuco donde cataremos siete vinos en la semifinal. En juego están 20.000 € para los ganadores, 7.000 para la segunda pareja y 3.000 para la tercera además de la satisfacción inmensa de la victoria.
Mientras el notario pasa por las mesas para comprobar la identidad de los participantes, charlamos con nuestros vecinos de mesa. Son Eulogio Pomares, enólogo de Bodegas Zárate, y José Luis Aragunde, finalista en la Nariz de Oro de 2014 y propietario de la vinoteca Ribeira de Fefiñans de Cambados.
Muchas parejas se conocen de otras ediciones o son compañeros de profesión: hay aficionados que vienen con el catálogo de Vila Viniteca bajo el brazo, estudiantes del Diploma WSET, aspirantes a Master of Wine, importadores, sumilleres como Guillermo Cruz de Mugaritz, recién nombrado mejor sumiller de España en cava, enólogos como Roberto Santana (Suertes del Marqués) o Dominique Roujou, periodistas como Víctor de la Serna y hasta Greg Lambrecht, el inventor del Coravin, que tuiteó más tarde que nunca había estado en una cata a ciegas “tan divertida y bien organizada”. También está Luis Gutiérrez, el hombre de Parker en España, que explica que ha venido “para pasarlo bien con los amigos y nada más”, algo que corrobora su amigo el humorista Carlos Latre, un gran aficionado al vino que este año no se presenta pero que probablemente lo hará en 2016. Dominan los españoles, pero se oye también bastante francés e inglés en la sala.
El jurado, compuesto por conocidos personajes del vino como Peter Sisseck o José Peñín, y presidido por Fernando Gurucharri, presidente de la Unión Española de Catadores, explica como se puntúan los aciertos —por suerte para muchos de nosotros, no se penalizan las meteduras de pata— e indica que los comentarios de cata sólo sirven en caso de empate y que no se puede abandonar la sala. Móviles y catálogos no están permitidos durante la prueba; sólo queda fiarse de la intuición, echar mano de la memoria olfativa, tener en cuenta la ley de probabilidades —no suele haber dos de la misma zona o país, excepto España— y acordar la apuesta con el compañero, que no siempre es fácil.
La hora y media para catar los siete vinos se pasa volando, aunque las ganas de ir al baño apremian. Este año hay más mujeres compitiendo —cuento hasta cuatro parejas formadas íntegramente por mujeres—, pero todavía no las suficientes, a tenor de la diferencia en las filas para el aseo. También hay bastante gente joven —ojalá sea un signo de que el vino empieza a interesar a los menores de 35.
El descanso se alarga más de lo previsto pero es bienvenido. Aprovechamos para catar vinos en el salón de las bodegas y charlar con otros concursantes y conocidos que han acudido como público. Pasadas las dos y media nos convocan de nuevo para desvelar quienes son las diez parejas finalistas. Hay nervios, aplausos y gritos mientras Quim Vila revela el nombre los vinos: L’Origan Rosat Brut Nature (DO Cava) que muchos confundimos con champagne; Schloss Gobelsburg Riesling Alte Reben 2006 (Kamptal, Austria) que muchos situamos en Francia o Alemania; Pazo Señorans Selección de Añada 2007 (DO Rías Baixas) que confundió incluso a unos cuantos gallegos; Philippe Pacalet Pommard 2011(Bourgogne) que resultó ser el favorito de los concursantes; Frank Cornelissen Munjebel 2013 (IGT Terre Siciliane Rosso) un vino natural que mucha gente no había probado antes; Contador 2012 (DOCa Rioja) que algunos colocaron en Ribera y Olivares Dulce Monastrell 2011(DO Jumilla), que algunos acertaron completamente.
Ni los personajes más mediaticos, ni los enólogos, ni nuestros compañeros de mesa ni nosotros le echamos las narices necesarias para llegar a la final. Sí se clasificaron el sumiller Rafael Reyes de 31 años (La Masía de Chencho, Elche) y su compañero invidente Santiago Cadavid, que quedaron en tercera posición el año pasado. Cadavid, que con 21 años está preparándose para conseguir el Diploma WSET, apenas ha pasado la mayoría de edad, pero desde los 12 años ya tenía claro que quería dedicarse al vino y espera poder trabajar algún día “en una importadora de vinos grande”. Reyes comenta que acertaron “dos vinos enteros y cosas sueltas de los demás”, igual que los ganadores de la primera edición del concurso, el también sumiller Rafel Sabadí (El Roser 2, L’Escala) y David Martínez, profesor de Hostelería, que venían de ganar hace 15 días un simulacro de cata por parejas que organiza el periodista Ramón Francàs en Vilanova i la Geltrú.
La competición se endurece. Las 10 parejas finalistas tienen una hora para intentar identificar denominación de origen, variedad de uva, país, añada, elaborador y marca de los siete vinos de esta ronda: Clos Naudin Vouvray Brut 2010, un espumoso del Loira que despista a todos; Domaine Leroy Bourgogne Aligoté 2011; Menade Verdejo 2014 de Rueda; Southern Right Pinotage 2013 de Walker Bay; Comando G Rumbo al Norte 2012, de Castilla y León; Pingus 2005 (6 L) y Egon Müller Scharzhofberger Tonel 6 Auslese 2005 de Mosel-Saar-Ruwer.
Finalmente el premio se lo llevan Philippe Cesco, un importador de champagne afincado en Santander y Jean Marcos Núñez, propietario de la vinoteca La Ruta del Vino, de la misma ciudad. Los 7.000 euros del segundo puesto son para Delia Baeza, importadora de vinos y copropietaria de la vinoteca La Fisna —la única mujer en la final— y David Villatón, sumiller del restaurante El Padre, mientras que los 3.000 euros del tercer premio se los lleva una pareja de Barcelona, José Luis Matos, distribuidor de vinos, y Adolfo Gómez, profesor de hostelería.
Es la quinta vez que participan, dice Jean Marcos, pero la primera que llegan a la final. Catan a ciegas a menudo y tienen experiencia pero “hoy nos hemos dejado llevar por la intuición”. No saben todavía que harán con lo que les quede del premio una vez repartido entre ellos y Hacienda, pero lo que sí saben es que no lo van a celebrar a ciegas. “Esta noche brindaremos con amigos y con champagne”.
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