“Has salvado mi matrimonio”, le dijo un usuario de Coravin a su inventor, Greg Lambrecht. “No me gustan nada los vinos que le gustan a mi mujer y ahora cada uno podemos beber lo que nos apetece”.
No es una broma, ni magia, ni nada parecido. Desde hace ya varios meses en Estados Unidos y desde ya mismo en Europa y en España Coravin puede cambiar la forma en la que muchos aficionados y profesionales se enfrentan a una botella de vino.
¿Pero cómo demonios se puede extraer el vino de una botella sin descorcharla? El invento no se entiende sin la figura de su creador, el norteamericano Greg Lambrecht, emprendedor nato, amante del vino, investigador e inventor con larga trayectoria en el campo de la cirugía médica. Cuando su mujer se quedó embarazada y dejó de beber, se dio cuenta de que se le quedaban muchas botellas favoritas a medias, de modo que empezó a pensar la forma en la que la tecnología que había desarrollado en ciertas agujas poco invasivas le podía ayudar a maximizar su bodega y su experiencia como consumidor. Y ¡15 años después! presentó su Coravin al mundo.
La conservación una vez abierta la botella era un problema solucionado hace tiempo gracias al trabajo con distintos gases que ocupan el espacio dejado por el vino. Es el sistema empelado por esas máquinas enomáticas cada vez más habituales en tiendas y locales especializados que permiten que tanto la primera como la última copa de vino servidas tengan la misma calidad y frescura. En el caso de Coravin, el gas utilizado es argón, pero lo que Lambrecht aporta de novedoso es la aguja que perfora el corcho y permite extraer la dosis de vino que el aficionado quiera en cada momento. No hace falta retirar la cápsula. Una vez realizada la operación, la elasticidad del corcho le permite volver a su estado anterior.
El gas del que se surte Coravin viene de Austria, las agujas de la industria médica estadounidense y la mayoría de las piezas para el cuerpo del utensilio de Hong Kong. En Europa, la compañía ha instalado sus cuarteles generales en Holanda. La comercialización se realiza fundamentalmente a través de sus distintas páginas de venta online (esta es la española) y de establecimientos especializados como Lavinia donde se realizó ayer la presentación del lanzamiento en España.
Uno de los primeros y más entusiastas usuarios de Coravin fue Robert Parker quien incluso entrevistó a Lambrecht y grabó dos vídeos con él (Parte 1 y Parte 2), algo totalmente inusitado en la trayectoria del poderoso crítico de Baltimore.
Hoy en Estados Unidos muchos comerciales visitan a sus clientes, Coravin en mano, amortizando notablemente el número de botellas empleadas en las catas y pruebas de producto. Incluso unos 1.000 restaurantes lo utilizan ya, en muchos casos como parte de su servicio de vino por copas.
No me imagino la cara que pondría un consumidor en España al ver a un sumiller acercándose a su mesa con la botella en una mano y el Coravin en otra, pero su utilidad es evidente para los profesionales (bodegas, distribuidores, incluso para nosotros los catadores que podríamos jugar a ver la evolución de muchos vinos ¡sin cambiar de botella! y a lo largo de un período de tiempo relativamente largo) y para aquellos consumidores que tengan un buena colección de botellas en su casa. La máxima sofisticación podría ser elegir el vino que esté más cercano a su momento óptimo de consumo (o simplemente el que a cada uno le guste más).
Hasta la fecha se han comercializado unas 50.000 unidades de Coravin en el mundo, Lambrecht calcula que el 70% ha ido a consumidores particulares y el 30% restante a la industria y la distribución. El precio ronda los 300 € con IVA, a lo que hay que añadir las pastillas de recambio del gas argón (10 € cada una, que dan para servir generosamente unas 15 copas), más económicas cuánto más cantidad se adquiera. El producto se comercializa con dos años de garantía. Evidentemente sólo será rentable para aquellos usuarios que realmente hagan un uso frecuente de él.
Nos cuenta Lambrecht que se han hecho aproximaciones para ver a partir de qué consumo de botellas es rentable. Personas de su equipo nos hablan de 50 céntimos por copa, pero él está convencido de que la decisión de compra es mucho más pasional: “Hacer una vertical en un solo día o simplemente tener la oportunidad de explorar un montón de botellas diferentes”. Y añade: “No quiero desperdiciar mi vino. El valor real es que puedo llegar a casa y servirme cinco vinos distintos”.
Él mismo es un gran aficionado. En su bodega personal hay unas 600 botellas. Le encantan los borgoñas, los tintos del Piamonte, los châteauneuf-du-pape y variedades como la aglianico italiana o la garnacha (de hecho, conoce y aprecia las que se elaboran en España en la sierra de Gredos). Nos cuenta también que una de sus experiencias más maravillosas fue con un Cvne de 1981.
Lambrecht se ha pateado el mundo enseñando cómo funciona Coravin. Empezó con los productores de vino y luego saltó a los restaurantes, los distribuidores, las tiendas y, por supuesto, los consumidores. Quien siga sus tuits o los de Coravin se dará cuenta de la gran cantidad de tests que se han realizado en el mundo volviendo a catar varios meses después botellas que habían sido perforadas con Coravin y firmadas por críticos, consumidores o profesionales. También en España pudimos probar varias botellas abiertas a principios de octubre y comparar con otras perforadas por primera vez con Coravin. En el caso del Viña Ardanza Reserva 2004, me pareció que la botella de octubre estaba más abierta y expresiva, el tanino más redondeado, como si hubiera sido decantada. La servida (que no abierta) en el momento estaba algo más cerrada.
Lambrecht también ha sabido reaccionar y salir al paso de las críticas cuando se produjeron algunos casos de botellas perforadas con Coravin que habían estallado (ocurre cuando la botella está dañada o tiene una pequeña muesca en el vidrio). Casi inmediatamente, la compañía introdujo un protector de neopreno e intensificó su gira de catas y presentaciones para explicar en vivo y en directo el funcionamiento del producto.
Coravin no funciona con espumosos ya que el carbónico supone una dificultad extra y una vez perforado el corcho la experiencia es que los vinos pierden burbuja. Sin embargo, se está investigando en una opción para este tipo de vino.
En cuanto a los vinos viejos, el estado del corcho es determinante para optar o no por el uso de Coravin y, de hecho, existe una aguja más fina (vintage needle) diseñada específicamente para respetar esos corchos más desgastados o menos elásticos. El sumiller Lucas Payá nos cuenta que la botella más vieja a la que se ha conseguido acceder con éxito era de los años 20, pero que cada caso es un mundo. Su truco: “Antes de usar Coravin con un vino viejo, pruebo a presionar el corcho hacia abajo con el pulgar. Si se desliza, mejor no usar Coravin y ¡beberse la botella cuanto antes!”.
A quién realmente resultará útil Coravin será a todos aquellos que como Lambrecht vean que “la botella de vino es un simple envase que contiene algo que tú quieres”. Quizás por eso, el segundo feedback favorito de sus clientes -después del hombre que salvó su matrimonio- es el de los agradecidos estudiantes de sumiller que ahora pueden probar muchos más vinos e intercambiar botellas con sus compañeros.