La mejor forma de entender Monvínic es imaginarse este bar de diseño moderno situado en la parte izquierda del Eixample de Barcelona como el sol de un sistema solar vinícola. De hecho, desde su apertura en 2008 ha ejercido una enorme atracción gravitatoria sobre todos los amantes del vino que visitan y exploran la ciudad. No es extraño si se piensa que Monvínic es una extensión de la pasión por el vino de su propietario Sergi Ferrer Salat.
Un peso pesado de la industria farmacéutica en España, Sergi siempre se mostró dispuesto a compartir su gran biblioteca vinícola y su enorme colección de vinos de todo el mundo. En el año 2000 conoció a la sumiller Isabelle Brunet, que había trabajado brevemente en el El Bulli y en la vinoteca de Barcelona La Vinya. Junto a ella y a y un equipo de desarrolladores de software catalogó todos sus vinos en 2004 con la idea de crear un espacio abierto a su disfrute.
La búsqueda de un local en Barcelona que se ajustara a estas necesidades se prolongó entre 2005 y 2008 hasta que encontraron el espacio actual de la calle Diputación donde, junto con el arquitecto Alfons Tost, crearon un lugar moderno pero cálido y acogedor en el que los barceloneses pudieran disfrutar de una increíble selección de vinos.
Desde los comienzos en 2008 tuvieron claro que no querían que su carta de vinos fuera otro pesado y grueso tomo forrado de piel. Así que trabajaron con un sistema propio de base de datos para que los clientes pudieran realizar búsquedas complejas a la hora de elegir los vinos. Cualquiera que eche cuentas verá que el proyecto es previo al nacimiento del iPad en 2010. Evidentemente, el sistema ha ido evolucionando y la idea ahora es seguir actualizándolo para incorporar las tecnologías más actuales.
Además del bar, el local cuenta con un centro de documentación que los profesionales utilizan para estudiar, pero que está también a disposición de cualquier aficionado que se haga socio. Se trata de espacio tranquilo con las paredes cubiertas de estanterías. Está situado justo al lado de la entrada, detrás de una pared de cristal.
Como complemento al bar está el restaurante. Sergi de Meià, hoy al frente del establecimiento gastronómico que lleva su nombre, fue el chef durante el primer año de andadura de Monvínic. Ahora es Guillem Oliva quien dirige una cocina centrada en la elaboración de tapas y platos para compartir. Quienes sientan cierto rechazo hacia esta tendencia tan prevalente en muchos restaurantes de España, deben saber que las propuestas de Monvínic son originales y variadas, y están bien ejecutadas, aunque una comida completa para dos personas puede fácilmente ponerse en los 80 ó 100 € sin contar el vino. Entre semana también existe la opción de tomar un menú por 19,50 €
Esta mezcla de bar de vinos, biblioteca y restaurante no ha permanecido estática en el tiempo sino que ha atraído más planetas a su universo. Uno de los primeros fue Fastvínic, que abrió sus puertas en 2010 justo al lado del restaurante principal. A primera vista podría parecer una versión light y barata de su vecino, pero no es así.
Sergi sabía que, dado el desarrollo turístico de la ciudad en la última década, era muy difícil encontrar buena comida rápida en Barcelona, en especial sándwiches y bocadillos. Buscaba un lugar en el que se pudiera comer algo rápido y que, en consonancia con su filosofía vital, estuviera al alcance de todo el mundo. Por otro lado y debido al éxito de Monvínic, su bodega se había ido quedando pequeña para las miles y miles de botellas que debían almacenar, así que ambos aspectos se aliaron para crear un lugar perfectamente accesible y en el que poder pedirse un bocadillo.
También está la tienda, pero antes de entrar a describirla es importante entender que la razón por la que Monvínic es tan diferente de otros bares de vinos o restaurantes es su selección de vinos. Además de contar con la típica carta de vinos catalanes, españoles, franceses, italianos y de otras regiones, decidieron ir más allá e importar directamente vinos que les parecen interesantes o que consideran que merecen la pena. De modo que Monvínic es uno de los pocos lugares de España donde se pueden encontrar vinos de Grecia, Eslovenia o etiquetas de autor provenientes de Sudáfrica, como los de la familia Sadie. Esta apuesta también les ha permitido tener una amplísima carta de vinos por copas que cambia casi a diario y que permite explorar un enorme abanico de vinos que van desde los 4 € hasta los 20-30 € por copa. A veces proponen incluso vinos de culto o rarezas que se sirven con Coravin.
Al importar directamente y tener un contacto directo con los productores, se dieron cuenta de que podrían vender en España a aquellos consumidores deseosos de explorar el mundo del vino. Así nació Monvínic Store en otoño del año pasado. Ubicada en la Ronda de Sant Pere, más cerca de la parte vieja de la ciudad y del Arco de Triunfo, organizan catas y cuentan con etiquetas seleccionadas para vender en el local (similares a las que ofrecen por copas en el bar) pero su principal objetivo es vender a través de la página web botellas tremendamente singulares que reposan en su almacén subterráneo del siglo XIX.
Para todo aquel que pueda, la experiencia de visitar Monvínic es siempre un placer pero hay que decir que se debe acudir con la mente abierta y un paladar dispuesto a explorar. La plantilla de sumilleres siempre está dispuesta a ofrecer vinos nuevos y no tienen problemas en cambiarlos si al cliente no le gusta; y esto es algo que a Isabelle siempre le gusta recalcar. Este enfoque puede disgustar a quienes les gusta presumir de entendidos como ocurrió con un bloguero angloparlante que escribió una reseña bastante negativa del establecimiento poco después de su apertura. Para poner su crítica en perspectiva, hay que decir que también tuvo problemas para abrir la puerta de entrada cuando llegó (se desliza hacia la izquierda automáticamente).
En cualquier caso, Monvínic parece haber encontrado su ritmo y con el resto de pequeños planetas y satélites orbitando a su alrededor, ofrece un enfoque integral para descubrir el vino en Barcelona.