Nacido en 2006 como un proyecto conjunto de cuatro amigos viticultores, en la actualidad Mas Candí está en manos de la pareja formada por Ramón Jané y Mercè Cusco. A pesar de emprender caminos diferentes, mantienen vínculos muy estrechos con uno de ellos, Toni Carbó, quien inició su propio proyecto personal de vinos naturales bajo el nombre Celler La Salada; de hecho, muchas de sus vinificaciones las sigue realizando en Mas Candí.
El abuelo de Ramón Jané ya había elaborado vino, pero con el paso del tiempo empezó a salirle más rentable vender uva a las grandes casas del Penedès. Para Ramón, que estudió viticultura y enología e hizo prácticas en Champagne y en Borgoña, era un sueño volver a meter sus uvas en una botella. Tanto él como Mercè son grandes apasionados del vino y participan habitualmente en el concurso de Cata por Parejas de Vila Viniteca donde Ramón, con Toni Carbó como pareja, ha quedado segundo en dos ediciones.
Antes que nada, Ramón y Mercè son viticultores. Cultivan las 40 hectáreas de viña con certificación ecológica que les viene por vía familiar: 13 del padre de Mercè en el entorno de la bodega-masía en Les Gunyoles (Avinyonet del Penedès), a la entrada del parque natural del Garraf, y 27 de los padres de Ramón en la zona alta de Guardiola de Font Rubí, el Plà del Penedès y Torrelavit. Prácticamente la mitad de la uva la venden a terceros (bodegas que valoran la calidad como Raventós i Blanc) y el resto se la reservan para elaborar unas 60.000 botellas entre vinos y espumosos (forman parte de Corpinnat) que se comercializan fundamentalmente en Cataluña y un 30% en exportación.
Se centran en variedades locales (“somos pequeños y creo que tenemos que ser más radicales y hacer cosas diferentes”, dice Ramón). La variedad de referencia en Mas Candí es la xarel.lo, que representa el 50% del viñedo y de la que han conservado parcelas de hasta 60 años, pero trabajan también macabeo y parellada y en tintas la sumoll. Les distingue su interés por uvas mucho más minoritarias y, de hecho, cuentan con una viña de variedades recuperadas con las blancas malvasía y trobat, y tintas como la mandó o la mónica de Cerdeña, que presumiblemente viajó hasta allí desde España cuando la isla pertenecía al reino de Aragón. La chardonnay que les queda la venden y del cabernet plantado en vaso por el padre en Torrelavit en 1984 sale un vino, Les Forques, (10 €), en el que cada año van introduciendo más uvas de su finca de variedades recuperadas.
Su xarel.lo joven Desitge (7,5-8 €), que se elabora con levadura seleccionada es su vino de mayor producción con unas 20.000 botellas. En QX (14,5 €), por quatre xarel.los, se mezclan las mejores uvas de cuatro ubicaciones diferentes, se usan levaduras naturales y se trabaja con maderas de distintos orígenes (acacia, castaño y roble francés y americano). La Pura (35 €, unas 600 botellas) es un xarel.lo de un viñedo calcáreo del Garraf que salió por primera vez al mercado en la cosecha 2014 y que en 2016 van a elaborar sin sulfuroso. Hay un curioso monovarietal de garnacha blanca, una uva que es toda una rareza en el Penedès y que según Jané se menospreciaba; de ahí el nombre Ovella Negra (unas 500 botellas, 11 €). En tintos elaboran fuera de DO un monovarietal de mandó llamado Vincle (unos 9 €) y Cabòries (12 €), un coupage de mandó y sumoll con algo de xarel.lo. Ambos son vinos de estilo ligero y fragante.
La gama de espumosos arranca con el MC Brut Nature (unos 7,5-8 €), un coupage clásico de macabeo, xarel.lo y parellada, e incluye el rosado Prohibit, muy fresco y serio. Junto con La Salada elaboran espumosos ancestrales sin sulfuroso como Tinc Set (8,5 €) o el rosado Roig Boig (10 €) en clave divertida y refrescante.
Puertas adentro, hay mucha experimentación. No solo en lo que se refiere a variedades de uva sino también a recipientes (les gusta la oxigenación que aportan las ánforas al sumoll, por ejemplo), elaboraciones sin adición de sulfuroso y espumosos con un toque oxidativo o basados exclusivamente en parelladas del Alt Penedès.