En este segundo artículo sobre las garnachas navarras exploramos las zonas principales de cultivo, las distintas expresiones que alcanza la variedad en cada una de ellas y los vinos que nos han parecido más interesantes.
Tras el brutal descenso de superficie experimentado por la variedad en las últimas décadas, ¿cuáles son sus feudos actuales? Por superficie, gana la Ribera Baja donde se concentran, según datos de 2022, 857 hectáreas. Le sigue la Baja Montaña con 782 hectáreas, la Ribera Alta con 686 y, mucho más distanciadas, Valdizarbe con 155 y Tierra Estella con 116.
Sin embargo, la zona de mayor arraigo es la Baja Montaña, donde representa el 55% de la superficie, muy por delante de la segunda variedad cultivada, la tempranillo (342 hectáreas), a la que duplica en extensión. En la Ribera Baja, sin embargo, las fuerzas están más equiparadas: la garnacha ocupa el 30% y la tempranillo la supera apenas por 10 hectáreas (se cultivan 866).
En el resto de subzonas su presencia es menor: 19% en la Ribera Alta donde la tempranillo domina con el 32%; y tan solo 9% en Tierra Estella. Curiosamente, en Valdizarbe, aunque representa el 24% de la superficie, sí es la variedad más plantada, aunque seguida muy de cerca por tempranillo (135 has.), merlot (115 has.) y cabernet (106 has.).
Por municipios (ver cuadro inferior), solo seis localidades superan las 100 hectáreas de garnacha y concentran el 52% de cultivo en Navarra. El resto se encuentra realmente disperso y una mayoría de municipios no llega a las 50 hectáreas cultivadas.
MUNICIPIOS DE NAVARRA CON MÁS
DE 50 HECTÁREAS DE GARNACHA |
||
LOCALIDAD |
SUBZONA |
HECTÁREAS |
Cintruénigo |
Ribera Baja |
368 |
San Martín de Unx |
Baja Montaña |
283 |
Olite |
Ribera Alta |
243 |
Corella |
Ribera Baja |
232 |
Sada |
Baja Montaña |
121 |
Aibar |
Baja Montaña |
110 |
Cascante |
Ribera Baja |
91 |
Eslava |
Baja Montaña |
68 |
Tudela |
Ribera Baja |
64 |
Falces |
Ribera Alta |
58 |
Lerín |
Ribera Alta |
55 |
Cárcar |
Ribera Alta |
53 |
Cirauqui |
Valdizarbe |
51 |
Beire |
Ribera Alta |
50 |
Este mapa es particularmente útil para situar los municipios que mencionaremos en los siguiente epígrafes.
La subzona que ocupa la parte nororiental de la DO puede presumir de tener el pueblo más famoso para la garnacha navarra. Además de ser el segundo municipio de Navarra con mayor superficie de la variedad, San Martín de Unx concentra a un cierto número de productores de calidad.
Los dos sucesos más trascendentales que ha vivido la localidad en los últimos años es la llegada de Raúl Pérez, nuevo propietario junto con un grupo de inversores de Domaines Lupier, y el terrible incendio que se vivió en 2022 y que ha dejado su huella en algunos de los vinos de la cosecha (el smoke taint o gusto a humo ya no es una preocupación exclusiva de californianos o australianos). Entre marzo (foto inferior) y septiembre, mis dos visitas de este año a San Martín, el paisaje se ha recuperado notablemente, pero no hay duda de que ha sido un duro golpe para los productores.
El viñedo, delimitado por las sierras de Guerinda y Ujué, se cultiva desde algo menos de 400 metros hasta los 750. El paisaje de montaña, muy característico, deja su huella en los vinos, muy reconocibles por las notas de matorral mediterráneo que pueden llegar a ser muy acusadas.
La cooperativa de San Martín concentra la mayor parte de las viñas de la zona. Su enólogo Gonzalo Celayeta es uno de los personajes más dinámicos del vino navarro, con propio proyecto y asesorías a otras bodegas que se surten de uvas del municipio como Unsi o Latido de Sara. Si el asequible y fresco Latido de Sara Wild 2021 (6 €) adquiere casi notas farmacéuticas, Unsi Terrazas de Garnacha 2019 (25.000 botellas, 12 €) ofrece más carácter de monte bajo al proceder de viñedos en altitud y es una muy buena introducción al estilo del municipio. Y Kimera (14 €, 7.000 botellas), una colaboración con Luis Moya, aporta la originalidad de la crianza en ánfora.
De la gama alta me quedo con dos 2018: El Duende (25 €, 1.400 botellas), del proyecto personal de Celayeta, abierto de color y muy expresivo, con notas de tomillo, hierbas secas y toques cítricos (piel de naranja); y el excepcional y elegantísimo La Dama (10.000 botellas, 36 €) de Domaines Lupier, de una añada elaborada por la antigua propiedad y ensamblada por Raúl Pérez, con el tipo de textura que se encuentra en vinos de precio mucho más elevado y la profundidad que aportan las viñas viejas (alguna parcela se remonta a1903). El tercero en discordia podría ser Santa Zita 2021 (500 botellas, 29 €, fuera de DO) de Aseginolaza & Leunda, muy refinado y evocador, aunque más difícil de conseguir por su escasa producción. En todos los casos, los precios son muy comedidos para lo que hay dentro de la botella. Esta es una característica clara de las mejores garnachas navarras que los aficionados deberían aprovechar.
La Baja Montaña va mucho más allá de San Martín. Al otro lado de la sierra de Ujué se extiende el valle de Aibar. De relieve algo menos montañoso, es una zona más fría que mira directamente a los Pirineos, aunque está bien protegida de los vientos del norte y noroeste por las sierras de Izco y e Alaiz. Los pueblos no son tan conocidos, pero la tradición vitícola es notable y sus cooperativas han abastecido de uva (algunas aún lo hacen) a bodegas importantes de Navarra: es el caso de Aibar con Vinícola de Navarra o también de Eslava con Chivite. Esta última se ha animado ahora a lanzar una etiqueta propia, Paraje Guezari (2.900 botellas, 18 €) que se ha estrenado en la añada 2021 con dos viñas de 40 años de secano que reflejan la personalidad de un suelo pedregoso característico de la zona y que se conoce localmente como “saso”. La cooperativa de Sada tiene más tradición embotelladora y un rosado, Palacio de Sada, de excelente relación calidad-precio que es una buena introducción al perfil fresco, pero no falto d estructura que se consigue en esta zona.
La cooperativa de Lerga, uno de los pueblos más fríos del valle, cerró y en sus instalaciones trabaja hoy una bodega privada, Caudalía. El primer vino que hace un guiño al nombre del pueblo es Golerga, un nuevo proyecto de Viña Zorzal con un viticultor local que cultiva seis hectáreas de garnachas viejas y que en la cosecha 2021 refleja fielmente un carácter septentrional de fruta crujiente.
Un poco más al norte, Liédena es otro reducto de frescor, en este caso con la protección de la sierra de Leire, que se refleja muy bien el rosado que elabora su cooperativa. Sus socios tienen un acuerdo de colaboración con el Master of Wine Frank Smulders, que se abastece de viñas viejas de garnacha del municipio para su proyecto Liskar Vinos y que ahora también ayuda también en las elaboraciones de la cooperativa. Smulders que conocía la zona de cuando asesoraba en Sada, valora especialmente su clima continental y su patrimonio de viña vieja. Vendimia con madurez plena de uva, incluso en el caso del rosado porque encuentra que el alcohol queda muy bien comenzado con la elevada acidez natural de la zona. El tino central del proyecto apoyado en viñas viejas es Liskar, pero también elabora el joven Txiki, especiado y muy sabroso, un rosado de un viñedo de 70 años, fresco y con volumen y, el vino más especial, un field blend (Ugasti) de una pequeña parcela de 1900 plantada con nueve variedades y dominio de garnacha, complejo, intenso, seductor, con mucha profundidad y sapidez, pero nada pesado. Las 130.000 botellas, todas con tapón de rosca, se venden en un 97% en exportación.
Atravesada por el río Arga, se extiende al sur de la Cuenca de Pamplona, separada de ella por la barrera natural de la sierra del Perdón. Valdizarbe es tierra de peregrinos. En Puente La Reina se unen dos variantes del Camino de Santiago: la que llegan desde Francia y la de Aragón. Es también la subzona más húmeda de la DO Navarra. El paisaje, verde y salpicado de colinas y valles, con algunos viñedos acercándose a la montaña, hace tiempo que ha dejado de tener a la viña como protagonista. Las causas: la cercanía de Pamplona, que propició un mayor éxodo rural que en otras zonas y la menor rentabilidad del viñedo frente a otros cultivos.
No siempre fue así: en los años 60 la vid ocupaba el 52% de las tierras cultivadas de Artazu y el 41% de Mañeru, según detalla Alain Huetz de Lemps en su obra Viñedos y vinos del noroeste de España. Los últimos movimientos han tenido más que ver con grandes operaciones, como la compra de Vinícola de Navarra (propietaria de la marca Las Campanas) por parte del grupo Manzanos a Pernod Ricard en 2017, que con la aparición de nuevos proyectos.
Las condiciones de la zona permiten la aclimatación de otras variedades además de la garnacha y hacen que los porfolio sean más variados. Una bodega histórica como Señorío de Sarría elabora garnachas en versión rosada (Viñedo Cinco) y tinta (Viñedo Uno de Garnachas Viejas), pero su gama central gira en torno a vinos de mezcla.
La garnacha ocupa el 30% del viñedo de Nekeas, la cooperativa de Añorbe que fue pionera en la elaboración de un tinto de viñas viejas con El Chaparral de Vega Sindoa. Pero su directora técnica, Concha Vecino, defiende también el uso de cabernet y merlot y de variedades blancas como chardonnay y garnacha blanca. De lo que sí se ha preocupado es de reinjertar clones de garnachas cuya calidad no les convencía con material vegetal de sus cepas viejas. De estas viñas reconstruidas sale el fresco y herbal Cepa por Cepa 2021 (6 €, 40.000 botellas) que, con sus notas de fruta roja crujiente, tiene la capacidad de trasladar al paisaje del que procede.
Artazu es otro punto clave gracias a la presencia de Artadi y a la determinación con la que la familia López de Lacalle ha enarbolado la bandera de la garnacha. Su Santa Cruz de Artazu (4.000 botellas, 35 €) marcó un nuevo patrón de calidad en Navarra con un perfil más atlántico que el de Baja Montaña (fruta azul, toques florales de violeta y buena tensión en boca, especialmente en añadas frescas). Más maduras nos parecieron las garnachas tintas de La Casa de Lúculo, en Mendigorria, que se sirven tanto de uvas de este municipio como del de Aibar en Baja Montaña.
En Valdizarbe también se abastecen pequeños productores que trabajan fuera de DO como Luis Moya, que utiliza viñas de Artazu en el coupage de Artaxo (1.200 botellas la cosecha 2021, 22 €), un tinto fragante y evocador que tiene todo lo que se espera de una garnacha de zona fresca, y cuida una parcela de gran personalidad y alto componente calizo situada en la carretera hacia Añorbe de donde sale El Yesal (menos de 1.000 botellas, 28 €), un tinto maduro, profundo y mineral.
El Camino de Santiago continúa hacia el oeste atravesando la subzona de Tierra Estella y con parada obligada para los wine lovers en la fuente del vino de Bodegas Irache en el pintoresco municipio de Ayegui. Con la imponente presencia de las sierras de Andía y Urbasa al fondo, el relieve se va suavizando a medida que se desciende hacia el sur y aumentan las influencias mediterráneas. En este paisaje espectacular, la garnacha es casi residual, aunque copa las viñas más viejas que se conservan en la zona.
El foco en los últimos años ha estado más en la tempranillo y las variedades internacionales, como se ha visto en los proyectos más conocidos de la zona: Arínzano, Chivite (que sigue trabajando su finca de Villatuerta ahora dentro del grupo Perelada) o Pago de Larrainzar. Durante un tiempo, la apuesta más interesante en torno a la garnacha fueron los parcelarios elaborados por Emilio Valerio con viñedos de Dicastillo asentados en la ladera sur de Montejurra. Entre los vinos que envió, todos con mucho tiempo de botella, mi favorito fue el Viña de San Martín 2014 (37 €) por sus taninos maduros y redondeados, complejas notas balsámicas y buena acidez; se elabora con un viñedo plantado en 1968. Dicastillo es también uno de los municipios de referencia de Aseginolaza & Leunda por los matices que aportan sus diferentes altitudes y exposiciones.
Chivite lanzó su primera y ambiciosa garnacha tinta, el parcelario La Zorrera, en la cosecha 2015 bajo el indicativo VT 3 Riberas. La añada 2019 en curso (44 €) muestra un interesante perfil fresco y especiado, pero sin renunciar a la estructura, frente a la versión más amable que se ha añadido a la gama de Finca Legardeta (14,5 €, ésta sí con DO Navarra).
Tándem, el proyecto conjunto de Alicia Erayalar y Jose María Fraile en el valle de Yerri empezó apoyándose en la tempranillo y variedades internacionales, pero cuentan ahora con una gama específica de garnachas. Incluye un entrada de gama envejecido en hormigón, el especiado Invoca 2020 (12,50 €) que se elabora con una seleción de pequeñas parcelas de Tierra Estella y Valdizarbe, y el más fragante y evocador Incólume 2021 (30 €) que procede de dos viñas muy viejas situadas a 700 metros de altitud sobre suelos calcáreos.
Es el caso también de Alzania, ubicada en Los Arcos, en la llamada Sonsierra navarra, con otras tres etiquetas centradas en la variedad entre las que destacan El Retorno 2021 (12 €, 4.250 botellas, excelente relación calidad-precio), con una interpretación de viñas viejas en clave aromática, jugosa y con finura en los taninos; y el nuevo parcelario El Poblado 2021 (43 €, 1.153 botellas), más profundo y concentrado, pero también con una frescura y sapidez que augura un buen desarrollo en botella. Procede de un viñedo de 1905 cargado de historia, ya que se alza sobre un asentamiento romano, como prueba la necrópolis colindante, que antes fue poblado celtíbero y junto al que discurre el Camino de Santiago.
Pero quienes está dando un giro real para centrar la mayor parte de su producción en la garnacha son los riojanos de Vintae que adquirieron una participación mayoritaria en Bodegas Aroa en 2013. Tras su exitosa incursión en el mundo de los vinos sin sulfitos con Le Naturel, donde la garnacha encajaba bien gracias su pH bajo, ahora se están centrando en adquirir viñas viejas como la parcela registrada en 1920 con la que elaboran el nuevo Lakar (45 €), su tinto más ambicioso, caracterizado en la cosecha 2020 por su profundidad y carácter terroso.
También hay que seguir la pista a Josu Amatria, joven productor en sus inicios y aún con producciones muy reducidas, pero con una apuesta fuerte por la variedad y un proyecto ya claramente definido. Desde Ayegui, el pueblo de su familia, está decidido a crear una ruta de vinos del Camino de Santiago navarro siguiendo la línea de la Sonsierra y sin descartar la parte de la provincia que queda dentro de la DOCa Rioja. Una muestra de lo que viene es el refinado Amatria Selección Garnacha 2021 (22 €, 1.500 botellas) que elabora con viñas de más de 85 años. Es un vino fragante y expresivo, con poca extracción, pero profundidad, excelente textura y final fresco y aromático.
Marcada por el curso del río Ega, ocupa la franja media de Navarra con un relieve que se va haciendo más llano a medida que se avanza hacia el sur. La construcción del Canal de Navarra que lleva agua desde el embalse de Itoiz a toda esta zona (la primera fase hasta Pitillas concluyó en 2011) ha ampliado el rango de cultivos en zonas de secano donde hasta entonces solo crecía viña, cereal y olivo. Aunque el canal provee también a la parte baja de San Martín de Unx y a la zona meridional de Tierra Estella (Lerín, Cárcar…), su incidencia en la Ribera Alta es determinante porque es donde ha propiciado mayores cambios. Pero según el presidente de la DO y viticultor en Olite, David Palacios “quienes hemos apostado por la viña tenemos la posibilidad de hacer un riego orientado a la calidad, especialmente en el contexto actual de cambio climático”. Con tres años consecutivos de sequía, el riego este año, según Palacios, ha permitido “cosechar mejores uvas y conseguir una acidez más compensada”.
La mayor parte de la garnacha que se cultiva en la Ribera Alta va destinada a vinos rosados que ocupan un lugar central en las gamas de los principales actores de la zona, en los últimos años con versiones más sofisticadas y pálidas de color (Homenaje Pequeñas Producciones o Pagos de Araiz Blaneo) o elaboraciones algo más complejas. Es el caso del sutil paso de dos meses por barrica de Albret Rocío (8 €) o el trabajo en tinaja de El Arrebol de La Carra Cabra de Viña Palacios, el nuevo y pequeño proyecto del presidente de la DO.
Otra tendencia ha sido incorporar algún tinto de garnacha a la gama. Ochoa hace tiempo que tiene el 8A Maitena (1.100 botellas, 14 €), fruto de la inquietud de Adriana Ochoa, segunda generación, que combina crianza en hormigón y madera y busca la expresión de los suelos pedregosos de su finca de Traibuenas. Y lo propio ha hecho, por ejemplo, Marco Real con su Colección Privada Garnacha.
Los perfiles de garnacha de la Ribera Alta son en general más maduros (aparecen futas negras), a menudo con notas terrosas y, en los mejores casos, con una carga herbal que recuerdan más al vermut y la piel de naranja como en Albret La Loma 2021 (8 €) o con una paleta similar pero con más frescura en Mimao Garnacha 2021 (13 €) de Inurrieta.
Entre las propuestas más originales, destaca Sierra Perra 2021 (3.980 botellas, 19 €), un tinto de la antigua cooperativa de Lerín, transformada en Bodegas Alconde, S.L. en 2007, y elaborado con ayuda de los asesores Ana Martín y Pepe Hidalgo. Es una garnacha de una zona muy seca y de suelos compactos, pero que gracias a la sombra de la montaña consigue un cierto frescor y combina las notas de ciruela en licor, con hierbas mediterráneas y un fondo floral. Y Azul y Garanza propone en su Naturaleza Salvaje 2021 (13.000 botellas, 15 €, certificación ecológica) una crianza mixta en huevos de arcilla y hormigón, con mezcla de fruta azul madura y tomillo y una consistencia más ligera en boca, probablemente derivada del uso del ánfora.
Pero quizás mi vino favorito de esta zona ha sido la primera incursión de Bodegas Máximo Abete, una firma clásica de San Martín de Unx (Baja Montaña) en las localidades vecinas de Tafalla y Pueyo, donde se ha puesto a recuperar algunas de las escasas viñas en vaso que quedan en esta localidad en colaboración con los viticultores que las cultivan. El Guerinda Parcelas de Garnacha Txirolas Quintana Bilarraga 2020 (1.366 botellas, 15 €) es un tinto aromático, un punto salvaje, con fruta voluptuosa, notas de manzanilla y monte bajo, y excelente acidez. Otra de esas etiquetas que da voz, y ojalá también continuidad, a esa herencia navarra de garnachas viejas.
La subzona más meridional de Navarra, limítrofe con Rioja Oriental y con Aragón, es una gran planicie dominada por la imponente presencia del Moncayo. Con la mayor insolación y el índice de lluvias más bajo, cuesta entender que una uva de ciclo corto como la tempranillo haya colonizado gran parte del territorio y supere en superficie (aunque por menos de 10 hectáreas) a la garnacha.
Con la mayor parte del viñedo en manos de las cooperativas, gran parte de la producción de garnacha se destina a la elaboración de rosados. Cintruénigo y en menor medida Corella son los grandes centros productores.
La revolución tinta en la zona ha venido de la mano de Viña Zorzal, bodega de la familia Sanz en Corella, desde que, a través de su socio Rafa Regadera, descubren el potencial de las garnachas viejas de Fitero bajo la influencia del Sistema Ibérico. La llegada del enólogo aragonés y gran conocedor de la variedad, Jorge Navascués, unida a la energía de los hermanos Sanz y sus cada vez más numerosas colaboraciones con otros productores de dentro y fuera de España parece imparable (hemos escrito extensamente sobre ellos en SWL). La forma de elaborar, con porcentajes variables de raspón y aporte muy contenido de la madera, contrarresta la mayor calidez de la zona, donde los taninos pueden resultar también un poco rústicos.
Se ve muy bien en la resolución de su tinto básico, Viña Zorzal Garnacha (8 €) en una añada cálida como 2022, con un corte frutal especiado, muy agradable de beber, perfecto y sus pretensiones. La escala va subiendo luego por los Malayeto, Corral de los Altos y Señora de las Alturas hasta llegar al Punto de Fuga (70 €) que elaboran conjuntamente con Matías Michelini dentro de un perfil algo más reductivo y extremo.
Otra bodega que explota el potencial de las viñas viejas de esta zona (tiene 30 hectáreas de más de 45 años entre Fitero, Ablitas, Barillas y Cintruénigo) es Ubeta Wines, situada en Barillas y con Roberto Aguirre al frente. También con colaboraciones internacionales en preparación, sus propuestas van del original Antón Aguirre Joven de Garnachas Viejas 2021 (17 €, elaborado con racimos enteros y criado en hormigón), con muchos toques de hierbas que contrarrestan la madurez de la zona y la ambiciosa Berabal (1.650 botellas, 60 €), una concepción más profunda y estructurada, criada en foudre y hormigón, que se elabora con las parcelas más viejas y está pensada para un mayor desarrollo en botella.
De espalderas de 50 años en Barillas y viñas de 25 a 50 años reinjertadas con clones de Evena en suelos muy calcáreos en Castejón nace Los Cascajos 2020 (5.000 botellas, 16 €) de Bodegas Magaña, con más carácter de fruta azul, fondo de violetas y con el paladar más marcado por los matices del suelo, con un final con toque tizoso.
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