La primera vez que probé el albillo mayor de Dominio del Águila fue en 2017, directamente de manos de su autor, Jorge Monzón, en la degustación paralela al concurso de Cata por Parejas que Vila Viniteca organizó ese año en Madrid. El vino impresionaba por su complejidad, profundidad y salinidad. Con menos de 1.000 botellas, esta primera cosecha 2012 se vendió parte en Estados Unidos y parte a clientes fieles a la marca. Los blancos no se autorizarían en la Ribera del Duero hasta 2019.
La cosecha 2013, una añada muy complicada y lluviosa (Jorge Monzón la recuerda como “una lucha contra el agua”), no se elaboró, lo que llevó a hacer más clarete de lo habitual. De ahí que para una mayoría de profesionales y consumidores el vino comience realmente su andadura en la cosecha 2014.
Por la selección de uva y elaboración, pero también por la propia trayectoria de su autor este blanco puede casi considerarse un capítulo aparte dentro de los albillos mayores de Ribera del Duero.
Con raíces en La Aguilera (Aranda de Duero, Burgos), Jorge Monzón se formó vinícolamente en Francia y puede decirse que se encontró a sí mismo en Borgoña donde tuvo la oportunidad de trabajar en el Domaine de la Romanée Conti y familiarizarse con su Montrachet, uno de los blancos más legendarios del planeta vinícola. A su regreso a España participó en el proyecto fallido de Vega Sicilia de alumbrar un blanco en tierras del Duero. Durante los nueve años posteriores trabajó en Arzuaga, también en Ribera del Duero, donde realizó distintas experiencias con albillo mayor en añadas frías como 2007 y 2008 que demostraron su capacidad para envejecer largamente en barrica y que la bodega embotelló y comercializó al cabo de unos años.
El proyecto de Dominio del Águila sobre el que hemos escrito ya en SWL, se apoya en viñedos viejos del entorno de La Aguilera que Monzón fue comprando pacientemente desde 2005. Lo normal en estas parcelas es que haya otras variedades blancas y tintas intercaladas con la tempranillo. Las que tienen menos proporción de blanco las suelen vinificar conjuntamente para tinto. Las que conservan más cantidad se destinan al clarete Pícaro del Águila y, dentro de éstas, “hay una selección de unas 20 parcelas localizadas en sitios muy adecuados, que no son ni maduraderos [alta insolación], ni cocoteras [partes altas de ladera con poco suelo que resulta limitante y a menudo gravas en superficie] en las que se vendimia seleccionando los racimos cepa a cepa”, explica Jorge. El nivel de detalle es muy exigente: “Los suelos pueden ser irregulares dentro de la misma ladera. Podemos pasar hasta cuatro o cinco veces por la misma parcela. No puedes coger verde para tener más acidez; las uvas han de estar maduras y tener acidez a la vez. Antes la selección la hacían mis padres; ahora nos encargamos Isabel [su mujer] y yo. Lo que está perfecto es lo que vendimiamos para el blanco”, concluye.
Esto no implica solo sanidad y niveles idóneos de maduración. También la identificación de la cepa como albillo mayor, teniendo en cuenta la existencia de otras variedades blancas. “Una parte del blanco que hay en Ribera es pirulés o jaén. Son variedades que se plantaron cuando se crearon las cooperativas y buscaban cepas que dieran kilos; no se trata de clones duplicados o seleccionados a partir de variedades históricas”, señala. Por eso este año ha identificado varios biotipos de albillo mayor con su padre para crear su propia colección de material genético “y ver si es bueno porque es viejo, por el sitio en el que está plantado o por la calidad del material vegetal en sí”, cuenta.
Para Jorge Monzón, la albillo mayor “es una variedad que aguanta carros y carretas”. Suele madurar antes que la tempranillo, pero esta máxima no siempre se cumple. “Es muy sensible a las heladas, por eso hacemos una poda larga y dejamos varias yemas”, explica. En 2017, una cosecha marcada por una gran helada, recogieron el grueso de la uva cuando habían vendimiado ya tres cuartas partes del tinto. También es muy sensible al oídio y al sol; la piel se pone dorada enseguida y, según Jorge, puede dar vinos más pastosos. “Es comprensible que se abandonara el cultivo”, dice. “En La Aguilera se plantaba para el clarete. Cuando se dejó de pagar por kilos a mediados de los noventa, nadie quería lo viejo; por eso pude hacerme con muchas propiedades en la zona”.
La elaboración es muy tradicional. Se pisan los racimos enteros, se prensa y el mosto fermenta en barricas de roble francés de 228 a 500 litros en los calados que Jorge Monzón y su mujer Isabel Rodero han rehabilitado y acondicionado en el antiguo barrio de bodegas de La Aguilera. Las bajas temperaturas de estas cuevas hacen que la fermentación sea muy lenta y pueda prolongarse durante un año. Eso permite que el vino esté mucho tiempo sin sulfuroso, con el carbónico actuando como conservante natural y, en cierto modo, como activador de las lías, ya que evitan el bâtonnage y cualquier práctica favorecedora de la fermentación. En palabras de Monzón, “el vino está vivo”. Él cree que también puede haber una influencia de las levaduras propias de esos lagares viejos.
Tras la fermentación se suele añadir algo de sulfuroso. El vino no hace maloláctica, pero en añadas con algo menos de acidez como 2019 o 2020 tuvieron partidas concretas que sí experimentaron este proceso y que se comercializaron con una etiqueta diferenciada en un tono amarillo fosforescente con la leyenda Variedades Blancas Ancestrales.
La crianza del blanco estándar se puede prologar más allá de los 30 meses. Según Monzón hay tres posibles ventanas de embotellado: justo antes de verano, en vísperas de vendimia, o si la cosecha se adelanta más de lo habitual, en febrero. Se añade sulfuroso antes del embotellado, pero no se filtra ni se clarifica. Jorge es de la opinión de que “todo lo que le hagas al vino, lo estandariza”.
Otra rareza que querrán conocer los amantes de la marca es que en la cosecha 2015 separaron la albillo de las parcelas más frías (Peñas Aladas y similares), que normalmente no se destinan al blanco porque resultan demasiado extremas. Una parte se embotelló y el resto lleva ocho años en barrica, según Monzón con muy buenos resultados.
Cuando Daniel Cortes (abajo en la foto), el zamorano apasionado del vino que creó en 2014 la vinoteca La Mercería en Boadilla del Monte (Madrid) se enteró de que Jorge Monzón lanzaba un vino blanco, ya era un fiel seguidor de su clarete y sus tintos y compró seis botellas sin probarlo siquiera. “Me pareció impresionante. Es uno de esos vinos que te rompen los esquemas. Por tensión, mineralidad y sapidez, parece más un meursault que un albillo. Decidí guardarme una botella de cada año”, recuerda.
Gracias a su constancia y paciencia, el albillo de Dominio del Águila fue la gran estrella entre las catas verticales que organizó el pasado mes de marzo para celebrar el décimo aniversario de su establecimiento.
La vertical incluyó todas las añadas comercializadas hasta la fecha salvo la inaugural de 2012 que tuvo una distribución muy limitada. No se sirvieron en orden cronológico sino según el criterio de Cortes en función de su estructura y el perfil de cada cosecha. La secuencia fue: 2017, 2018, 2016, 2019, 2014 y 2015. Aquí las hemos ordenado de más jóvenes a más viejas. Las cifras de producción que figuran son las publicadas en su día por Luis Gutiérrez en The Wine Advocate, con excepción de 2019 que fue facilitada por la bodega. Se incluyen también las puntuaciones de Guía Peñín y The Wine Advocate. El grado alcohólico es 13% vol. en todos los casos según etiqueta, y Monzón nos confirma que las fluctuaciones, tanto hacia arriba como hacia abajo, son muy leves.
A continuación, las impresiones de la que ya es, sin duda, una de las catas más especiales de 2024.
Dominio del Águila Albillo Viñas Viejas 2019 Blanco. Color más pálido que en otros vinos dada su mayor juventud. Toque tostado reductivo (sésamo, pipa de girasol) y ligera nota de hidrocarburo; fruta blanca en el fondo. Muy buena acidez que aporta gran tensión en boca, madera bien integrada pese a ser la añada más joven. La salinidad está presente ya en final de boca. Notable persistencia. En este momento la columna vertebral del vino está marcada por la acidez. Se perfila como un blanco con mucho potencial de desarrollo en botella y, en este sentido, fue de mis favoritos, aunque evitaría el descorche hasta que hayan pasado por lo menos cinco años. Jorge Monzón no le augura una vida tan larga como al 2016, pero hará falta unos años más para saberlo con certeza. Esta añada aún no está catada en las guías.
Producción: 5.932 botellas
Dominio del Águila Albillo Viñas Viejas 2018 Blanco. Amarillo ligeramente dorado. Nariz finamente especiada (nuez moscada, un punto de canela), quizás con algo más de presencia de la madera pero dentro de un conjunto muy elegante. Notas de cacao, fruta blanca madura, flores secas. Amplio y con peso en boca, casi poderoso. Hay una punta muy leve de volátil que aporta frescura, pero con todos los elementos bien conjugados. Aparecen notas de fruta de hueso. Final muy persistente. Hay mucho vino aquí.
Producción: 5.455 botellas
Puntuación The Wine Advocate: 96
Puntuación Guía Peñín: 94
Dominio del Águila Albillo Viñas 2017 Blanco. Dorado con leve matiz verdoso. Reducción clara en nariz, un poco “a la borgoñona”, con notas de pipa de girasol y algo de hidrocarburo, en una línea muy similar a 2019. Hay bastante concentración en esta añada que estuvo marcada por una gran helada a finales de abril seguida de un verano bastante cálido. Es el vino que más necesita integrar sus elementos: hay puntas ácidas y alguna nota cálida y, aunque tiene amplitud, la madera está algo más presente que en otras añadas. No obstante, se mantiene el perfil y la consistencia en el estilo.
Producción: 3.847 botellas
Puntuación The Wine Advocate: 96
Puntuación Guía Peñín: 94
Dominio del Águila Albillo Viñas 2016 Blanco. Matiz menos dorado que 2018 y 2017. Muy complejo en nariz y sin signos de reducción: cítrico maduro, membrillo, especiado (pimienta blanca), fondo con notas tostadas y algún leve toque láctico. Fascinante evolución en copa. Muy amplio en boca, con excelente acidez, sápido, madera imperceptible, la textura aparece muy refinada, notas amargosas finas en un final muy largo y con toques de tiza. Intenso retronasal, que vuelve a traer un chorro de sensaciones. Lo mejor empieza después de haberlo tragado. ¿La mejor expresión posible de este albillo? Para Jorge Monzón fue una añada extraordinaria.
Producción: 4.855 botellas
Puntuación The Wine Advocate: 97
Puntuación Guía Peñín: 95
Dominio del Águila Albillo Viñas 2015 Blanco. Alimonado dorado. Nariz bastante clásica en sus evocaciones borgoñonas, notas tostadas, lácticos y mantequilla sobre un fondo de fruta blanca y cítrico maduro, con complejidad y finura. Opulento en boca, aquí aparece también una leve nota de volátil que recuerda al 2018, pero con muy buena integración, equilibrio y buena acidez, aunque sí se percibe la mayor madurez y potencia de la añada.
Producción: 2.358 botellas
Puntuación The Wine Advocate: 96
Puntuación Guía Peñín: 97
Dominio del Águila Albillo Viñas 2014 Blanco. La evolución, a 10 años vista, es fantástica. El vino, vivaz y casi juvenil, nos regaló una de las narices más refinadas y complejas de la serie con notas de hierbas en infusión y flor blanca sobre un fondo de ahumados y toques cremosos. El paladar, muy vibrante y con excelente acidez, conservaba el punto cítrico y el carácter entre herbal y mentolado de la nariz, con excelente recorrido y persistencia. Otro de los grandes favoritos de la cata.
Producción: 1.380 botellas
Puntuación The Wine Advocate: 96
Puntuación Guía Peñín: 98
En general, la vertical se caracterizó por la gran consistencia en el estilo y alto nivel cualitativo de los vinos. Aromáticamente, hay dos perfiles diferenciados: las añadas que acusan un poco de reducción y aquellas más abiertas que, desde mi punto de vista, tienen el atractivo de ofrecer una personalidad mucho más diferenciada y original. El potencial de envejecimiento del vino queda bien patente, ya que supera con nota la horquilla de los primeros 10 años. Viendo la evolución de un 2014, un 2015 o un 2016, creo que los aficionados deberían hacer el esfuerzo de esperar para descorchar sus blancos de Dominio del Águila. 2019, 2018 y 2017 se beneficiarán claramente de un mayor reposo en botella. Tras la experiencia de la vertical, he decidió olvidarme durante unos años del 2015 que tengo en mi bodega.
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