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1. El Duero. 2 y 3. Bodegas. 4, 5 y 6. Viñedos tradicionales. 7. Granito y pizarra. 8. Carlos Capilla y Rocío Carrascal de Consejo de DOP Arribes. Fotos: A.C.

Regiones

Arribes: ¿hay magia en la periferia del Duero?

Amaya Cervera | Martes 19 de Octubre del 2021

Probablemente, la primera imagen del valle del Duero que se cruza por la mente de los aficionados sea la visión austera y desnuda de la Ribera o, como mucho, las onduladas lomas que no interrumpen el paisaje de amplios horizontes en Rueda y Toro. Pero en su viaje hacia el oeste, el río recorre también un paisaje de dehesa y llanura, salpicada de afloraciones graníticas, que termina abruptamente cuando sus aguas se encajonan en escarpadas gargantas con desniveles que pueden alcanzar los 300 metros en la frontera con Portugal.

Este accidente geográfico, conocido localmente como “arribes”, da nombre a una de las regiones vinícolas más pequeñas y remotas de España y también al parque natural que se extiende por sus orillas; una estrecha franja de terreno que acompaña los aproximadamente 100 kilómetros de curso del río a lo largo las provincias de Zamora y Salamanca.

En Zamora, el pintoresco municipio de Fermoselle, declarado Conjunto Histórico Artístico en 1974, ofrece unas vistas privilegiadas a este dramático escenario de frontera y al permanente juego de contemplación entre sus dos orillas.


Una denominación pequeña y remota

La abrupta geografía de los Arribes explica su aislamiento, la baja densidad de población (hay menos de 15.000 habitantes en el territorio) y un pasado abocado a una economía de subsistencia que se refleja muy bien en el documental Arribes: el resto es barullo filmado por Zev Robinson y Albertina Torres a comienzos de la década de 2010. La industria más relevante de la zona es la eléctrica, que ha sabido sacar partido de la caída y el caudal de sus ríos.

El vino ha sido quizás el producto más viajado. Está documentado el comercio con las ciudades de Zamora y Salamanca y el interés que generaban los tintos y claretes por su buena graduación (el historiador y geógrafo Alain Huetz de Lemps habla de vinos con 13% y 14% vol. en los años sesenta del siglo XX) por parte de compradores de vino leoneses y gallegos. 

Como en muchas otras zonas periféricas o alejadas de los focos mediáticos del vino, la pérdida de viñedo ha sido el signo de las últimas décadas. Si en los años setenta las estimaciones del Ministerio de Agricultura cifraban en 2.810 las hectáreas cultivadas en Fermoselle y en 4.918 las de la ribera salmantina, hoy apenas hay 279 hectáreas acogidas a denominación

Por la dificultad del cultivo, la viña ha ido desaparecido de los bancales y terrenos más accidentados que gozan de un microclima más cálido y mediterráneo, para refugiarse casi en su totalidad en la penillanura, de influencia continental. Aquí se pueden alcanzar los 800 metros de altitud, aunque la mayor parte de las parcelas se sitúan entre los 600 y 720 metros. 


La producción se sitúa en torno a al millón cien mil botellas repartidas entre algo menos de 20 bodegas. Las dos cooperativas de la zona no manejan grandes volúmenes. La de la Virgen de la Bandera en Fermoselle apenas procesa 50.000 kg anuales y produce 10.000 botellas destinadas al mercado local. La de Aldeadávila de Duero (Salamanca), Arribes del Duero Sdad. Coop., es más moderna, controla un centenar de hectáreas según su página web y en su gama destacan las elaboraciones con viñas viejas de bruñal. La bodega del grupo Arco Hacienda Zorita (70 hectáreas y 400.000 botellas y una potente oferta turística que incluye alojamiento y restauración) es el operador más grande de la región con una gama de vinos de corte internacional. Tempranillo y syrah, con la que elabora un monovarietal bien equilibrado, son sus variedades de referencia. 

El resto son pequeñas bodegas privadas, algunas de menos 10.000 botellas. Más de la mitad se encuentran en Fermoselle, donde se concentra también la mayor parte del viñedo (138 hectáreas).

Dinamismo frente a aislamiento

En los últimos años han aparecido caras nuevas y variadas; jóvenes que vuelven a su tierra y personajes de fuera que se enganchan con los paisajes, la arquitectura local o el concepto de frontera. 

No hay lugar para el aburrimiento en Arribes. Solo hay que pensar en Charlotte Allen (AlmaRoja), la británica de amplio bagaje internacional que empezó a elaborar en 2007 con una filosofía de vinos naturales y tiene una de las bodegas más atípicas que cabe imaginar. Se ha instalado en el local que ocupaba una antigua discoteca sin molestarse en transformarla, así que ahora hay depósitos en la pista de baile y utiliza la antigua barra como sala de cata. Es una de esas visitas imposibles de olvidar, no solo por el decorado sino por la interesante charla sobre los viñedos y las particularidades del gran número de variedades que se cultivan en ellos.


Allen asesora a Bruneo, uno de los pequeños proyectos que acaban de arrancar en la zona y que se merece otra visita por la cuidada labor de restauración que han realizado en dos de las decenas de cuevas subterráneas ocultas en el subsuelo de Fermoselle. En estas en concreto, las inscripciones en la roca, la presencia del agua para los ritos de purificación o los siete peldaños que conducen al aljibe prueban la existencia de una comunidad de judíos conversos que se beneficiaron del aislamiento del municipio y de la intimidad de sus galerías subterráneas para seguir practicando su religión en secreto. 


También en Fermoselle se ha asentado el danés Thyge Benned Jensen, “Chus” en la zona, fundador de Bodegas Frontio, al que encontramos en junio muy atareado con la construcción de su bodega-vivienda para que estuviera a punto para esta vendimia. Este economista, antiguo director de ventas de la división de gas de una gran multinacional, exploró antes otras regiones españolas, pero le resultó más fácil comprar viñedo aquí. Desde su llegada en 2016 ha conseguido reunir 6,5 hectáreas propias y otras cinco alquiladas. Además, cada año planta una nueva hectárea porque encuentra que en los viñedos viejos la densidad de plantación es baja y hay muchas faltas. Le gusta Arribes porque, aunque no sea la tónica general en la zona, le permite elaborar vinos de bajo grado. También tiende a vendimiar antes y trabaja con porcentajes significativos de raspón.



Otra de las bodegas nuevas más interesantes, El Hato y El Garabato, es fruto del regreso de José Manuel Beneitez, que también es enólogo de Viñas del Cénit, a la tierra familiar junto a su mujer Liliana Fernández y sus dos hijos pequeños. Ambos son ingenieros de montes que se reconvirtieron profesionalmente y han hecho campañas en Australia, California o Portugal. Llegaron en la cosecha 2015 con el enganche sentimental de una viñita del bisabuelo y han transformado una clásica casa sayaguesa en vivienda y bodega. Son muy activos experimentando con variedades y elaboraciones y les sigo la pista desde que en 2018 probé el juan garcía Sin Blanca 2016 en un salón de vinos y me pareció de lo más refinado que había catado de la zona. 


Aunque no lleven el sello de la denominación, productores inquietos de otras regiones que elaboran con uvas de Arribes como Alvar de Dios (muy centrado en el municipio zamorano de Villadepera), Barco del Corneta (Prapetisco) o Daterra Viticultores (Camino de la Frontera) también se han convertido en buenos embajadores de la zona. 

Hasta Raúl Pérez acaba de cosechar sus primeras uvas en la cosecha 2021 con ayuda del equipo de El Hato y el Garabato. 

Paisajes de granito y pizarra

Gran parte del carácter diferencial de los vinos de Arribes tiene que ver con sus suelos, que representan un punto y aparte con respecto a la parte oriental del valle del Duero, ya que aquí el río se encajona en el Zócalo Paleozoico (o Macizo Antiguo) constituido por rocas graníticas y en menor medida pizarra. Precisamente, la ubicación de Hacienda Zorita, unos cinco kilómetros antes de llegar al centro de Fermoselle, marca el inicio de este territorio de granito. 

En general, el granito está más presente en la provincia de Zamora (no es raro encontrar grandes bloques como en Gredos), mientras que la pizarra aparece más en Salamanca. El río Tormes, en cuyo último tramo se puede contemplar la imponente presa de la Almendra, marca la frontera entre las dos provincias. Según Carlos Capilla, director técnico del Consejo, los suelos porosos y de materiales muy disgregados filtran bien el agua eliminando el riesgo de humedad para variedades sensibles a la botrytis como la juan garcía. En la práctica, es mayor la presión de la fauna salvaje que la de las enfermedades fúngicas. 


El paisaje vitícola de los Arribes está formado por pequeñas parcelas. Exceptuando la amplia plantación en espaldera de Hacienda Zorita, dominan los pequeños majuelos de mezcla de variedades cultivados sin necesidad de mucho laboreo. La variedad de castas es fascinante. Dejando de lado Canarias, Arribes podría considerarse el “viñedo jurásico” de la España peninsular, con una tradición de coplantación casi idéntica a la que se ha conservado en Portugal. Muchas de las variedades minoritarias recuperadas en los últimos años en Castilla y León proceden de aquí. 

Variedades: juntas y revueltas 

Con 119 hectáreas, poco más del 40% de la superficie total, la juan garcía es la variedad dominante. Las blancas, con predominio de la malvasía castellana o dona blanca, representar alrededor del 10%, mientras que la bruñal, que tanto interés está despertando últimamente por su buena estructura y capacidad de envejecimiento, cubre poco más de 12 hectáreas (4,3%), la mayor parte de ellas en el entorno del municipio salmantino de Villarino. 

Muy minoritaria, la mencía mira hacia León y se concentra en Villalcampo (Zamora), en el extremo septentrional de la denominación, mientras que la rufete (unas 15 hectáreas) está en el sur, en Salamanca, en el entorno de Aldeadávila (se puede consultar este mapa para visualizar los distintos municipios de la región). 

El nuevo pliego de condiciones pendiente de ratificación por Bruselas incluye otras castas cuyo cultivo ha sido aprobado recientemente en Castilla y León. Son la blanca puesta cruz, de la que ya existen ejemplos experimentales en el mercado, y las tintas bastardillo chico (merenzao), tinto jeromo, mandón y gajo arroba, lo que sin duda abre nuevas posibilidades de trabajo a los productores. 

Aunque fascinante por su diversidad, semejante batiburrillo varietal plantea numerosos retos. Charlotte Allen cuenta que cultiva 20 variedades con puntos de maduración diferentes en menos de 10 parcelas. Cuando llegó a la zona se encontró con que los paisanos lo recogían todo junto, pero ella defiende una vendimia escalonada. Su orden habitual es empezar con las blancas (las vinifica juntas excluyendo la palomino porque la considera muy oxidativa) y las tintas tempranas, para seguir con las tintas de parcelas tempranas y acabar con las tintas de parcelas tardías. “Puede haber dos semanas de diferencia entre variedades tempranas y tardías y otras dos semanas entre parcelas tempranas y tardías”, señala.


En Frontio, Chus empieza también con blancas y en los tintos utiliza opciones diferentes; vinifica conjuntamente para su entrada de gama Follaco, separa para el tinto Arbusto y vuelve a apostar por la mezcla en el que es probablemente su tinto de referencia, Bébeme, con mayor presencia de juan garcía.

Juan garcía vs. bruñal

Por si no hubiera bastantes complicaciones, la juan garcía es una variedad difícil y con una característica irritante: el raspón y, sobre todo la pepita, no maduran, lo que, según nos comentaba Carlos Capilla, lleva incluso a “despepitar”. ¿Podría ser esta la causa de la rusticidad tradicional de los vinos de la zona? Es una de las razones por las que Charlotte Allen siempre despalilla y hace muy poca extracción (“aquí nunca falta tanino”, apunta). 

Para Pachi de La Setera, asentado en la zona junto a su pareja Sara Groves-Raines desde principios de los noventa y dedicados a la elaboración artesanal de queso y vino, también es una variedad reductiva que se pasifica enseguida. Su truco es fijarse en las temperaturas mínimas y vendimiar cuando éstas empiezan a bajar de los 17ºC. Esto, señala, “es bastante pronto para la zona, pero el hollejo es fino y delicado, y susceptible de sufrir botrytis”. 


En El Hato y El Garabato son también partidarios de cortar pronto, pero apuestan sin embargo por el uso del raspón sin preocuparse por el color, pisando lo mínimo para generar un poco de mosto en las tinas de plástico de fermentación y realizando extracciones suaves. Piensan que el raspón aporta finura y es una gran herramienta en añadas cálidas como 2017. Ven la juan garcía como la gran variedad de la zona, mientras que en la bruñal valoran la acidez y menor rusticidad, aunque también ven toques más terrosos y una personalidad algo más unidireccional.

Con su buena estructura y capacidad de envejecimiento, la bruñal se ha convertido en la variedad tinta más demandada para elaborar vinos de gama alta. Las diferencias se marcan desde la viña: entre uno y dos euros el kilo frente a los 0,34-0,40 € que se pagan por la juan garcía. Los vinos más caros de la zona, con precios alrededor o por encima de los 30 €, son los tintos de bruñal que elaboran ya un gran número de bodegas (abajo podéis ver la lista de nuestros favoritos entre todo lo que catamos en junio). Seguro que han influido los vinos de precio estratosférico que lanzó Ribera del Pelazas dirigidos al mercado asiático.


Aunque parece evidente que el trabajo con la bruñal es más gratificante para las bodegas, es interesante ver que, al menos, la región tiene su yin y su yang. Otro descubrimiento de este viaje es que la rusticidad se puede combatir o al menos moderar. La buena noticia es que cada vez hay más productores profundizando en variedades y suelos, aunque estos aún no se reflejen en las etiquetas como ocurre en otras zonas en las que conviven granito y pizarra. Pero, sobre todo, como todas las regiones olvidadas con paisajes espectaculares, Arribes tiene una historia potente que contar.

Algunos vinos para adentrarse en la DOP Arribes

Blancos
Pirita 2019 Blanco, AlmaRoja
Otro Cuento 2019 Blanco, El Hato y el Garabato

Juan García & amigos
De Buena Jera 2017 Tinto, El Hato y el Garabato
Bébeme 2019, Bodega Frontio
Pirita 2018 Tinto, AlmaRoja
Condado de Fermosel Crianza 2015 Tinto, Ocellvm Durii
Paraje de los Bancales 2016 Tinto, Bodega Pastrana
La Setera Tinaja Varietal 2014 Tinto, La Setera

Bruñal
Arribes de Vettonia Vendimia Seleccionada 2016. Arribes de Duero Sdad. Coop.
Sabaria Bruñal 2017, Bodegas Pardal y Punto
Palabras que no te dije Bruñal 2015 Tinto, Francisco Rodríguez Garrote
B Bruñal 2010 Tinto, Ribera de Pelazas
Quinta las Velas 2018 Tinto, Quinta las Velas

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