“La Ribera de hace treinta años pervive en Soria”, dice el elaborador francés enamorado de España Bertrand Sourdais, uno de los productores más relevantes de la provincia tras su paso por Dominio de Atauta y la creación de Antídoto y Dominio de Es. Sourdais también es uno de los impulsores de la Asociación Viñas Viejas de Soria, creada en febrero de 2020 para, según explica, “comunicar que existimos y poner de relieve el gran capital de viña vieja de la zona”.
Junto con Cuenca y Teruel, Soria es una de las provincias más despobladas de España. Los productores de la zona a menudo bromean con la idea de que hay más corzos que habitantes. Los viñedos tradicionales, pequeños majuelos que a menudo se adentran en zonas boscosas, sufren una gran presión por parte de la fauna local, por lo que cada vez es más habitual ver parcelas valladas.
En estos viñedos viejos la propiedad está tremendamente fragmentada y tiene todo el sentido hablar de micro parcelas. En municipios como Atauta, Villálvaro o Ines, un viñedo puede estar repartido entre muchos viticultores diferentes, cada uno de ellos con apenas dos o tres líneos. Aunque lo habitual es que señalen los límites, las formas de cultivar son tan diferentes que los cambios de propietario saltan a la vista.
En Soria hay muchas parcelas de 150 kilos”, apunta Sourdais, quien denuncia la incomprensión de la administración hacia esta realidad minifundista. En el municipio de Villálvaro, Luis Mariano López, de Señorío de Villálvaro, otra de las bodegas que forman parte de la asociación, nos explica que la viña no se mide en hectáreas sino en cepas. Su patrimonio, por ejemplo, es de 7.000 plantas.
Situada en el extremo oriental de la Ribera del Duero, los viñedos sorianos siempre han sido una presencia remota, tanto física como mental. No solo hay una distancia evidente respecto a los grandes centros neurálgicos de la región (el cogollo de La Horra y Aranda de Duero en Burgos, o el de Pesquera y Peñafiel en Valladolid); también hay diferencias notables en el perfil de la uva y el estilo de los vinos.
Soria es la provincia con mayor altitud media de la DO. El paso del Duero por su municipio más importante, San Esteban de Gormaz (ver foto inferior), se produce a más de 850 metros frente a los aproximadamente 800 metros en el caso de Aranda de Duero en Burgos y los 750 de Valbuena de Duero en Valladolid. Una parte importante del viñedo se cultiva por encima de los 900 metros.
El frescor extra que aporta la altitud se ve reforzado por su ubicación entre dos cadenas montañosas, el Sistema Ibérico y el Sistema Central, lo que determina unas condiciones de cultivo más extremas si cabe. Como explica Sourdais, “los suelos no son muy diferentes de los de otras zonas de Ribera de Duero; tenemos terrenos calcáreos, aluviales y arcillas rojas, pero el clima es el gran factor diferenciador. Las viñas brotan una semana más tarde y el invierno llega antes”. Esto implica, mayor incidencia de heladas, un ciclo más corto y, especialmente en añadas frías, problemas para completar la maduración. Durante mucho tiempo, desde el otro extremo de la Ribera se veía Soria como una aventura arriesgada. Y ello pese al punto de inflexión que marcó Dominio de Atauta a comienzos de los 2000, con sus vinos singulares que se ganaron rápidamente el favor de la crítica.
Sin embargo, en un contexto de calentamiento global, los viñedos sorianos cada vez despiertan más interés. Peter Sisseck, por ejemplo, compra aquí entre el 15% y el 20% de las uvas que necesita para PSI, un tinto que se construye a partir de pequeños retazos de viñas tradicionales y que cuenta con 800 proveedores para producir 300.000 botellas. En Soria, Sisseck busca el perfil de suelos calizos que determinan el estilo de este vino. El principal problema que encuentra es la gran fragmentación de la propiedad que dificulta conseguir buenos proveedores. También considera que, en líneas generales, el tanino de la zona es algo más rústico.
Para los riojanos de Vintae, que están en la denominación desde la cosecha 2005 con el proyecto Bardos y elaboran unas 300.000 botellas, su prioridad siempre ha sido la frescura y la altitud. Empezaron centrándose en el páramo de Moradillo de Roa en Burgos, pero llevan ya cinco años trabajando con proveedores de Soria, muchos de ellos en el municipio de Villálvaro. Hoy, un tercio de todas las uvas que compran en Ribera del Duero procede de esta provincia.
El carácter diferencial de Soria es capaz de seducir a muchos paladares diferentes. En 2019 el concurso International Wine Challenge distinguió a Alcubilla de Avellaneda 2015, el único tinto de la colección de vinos de pueblo de Legaris elaborado en esta provincia, como mejor ribera y mejor tinto español. El director y enólogo Jorge Bombín defiende la personalidad acusada de este municipio que, desde su punto de vista, proporciona un perfil particularmente amable y delicado.
La vid tiene notable arraigo en Soria. Lo demuestran los numerosos barrios de bodegas, entre los que destaca el de Atauta, declarado Bien de Interés Cultural en 2017. También los concursos de “vinos caseros” que se siguen celebrando en municipios como San Esteban de Gormaz o, fuera de la zona de producción de la DO, en Berlanga de Duero. Sin embargo, por la dura climatología de la zona, no eran los vinos más reputados por su calidad. Un texto de 1791 los compara con el txakoli de las provincias vascas y en la década de 1960, el geógrafo Alain Huetz de Lemps escribe: “El vino tinto y el clarete producido con las mismas variedades que en la Ribera de Aranda no sobrepasa casi los 10 grados”. El consumo era fundamentalmente local, pero también se vendía a poblaciones de las sierras cercanas donde no se cultivaba la vid, tanto al norte, en la comarca de Pinares, como al sur en la Sierra de Pela, en la frontera con Guadalajara.
Adolfo Tomás, viticultor de 75 años con varios viñedos prefiloxéricos heredados de su familia en el valle de Atauta, describe la viña como parte de una explotación familiar en la que convivía con el cereal, los forrajes y la ganadería ovina. “Se elaboró en el barrio de bodegas hasta que abrió la cooperativa de San Esteban de Gormaz, que fue una de las bodegas fundadoras de la DO”, señala. También existían lagares comunales compartidos por 20 o 30 familias como el que ha rescatado Señorío de Villálvaro que bien se merece una visita para conocer las formas de elaboración del pasado.
El cambio climático ha favorecido a Soria. Tomás recuerda con mucha claridad los años en los que el precio que se pagaba por la uva casi no daba para mantener las parcelas. Pero por suerte, las cosas han cambiado: “Desde los años 2000 es el cultivo más rentable. Se puede vivir de ello, pero hay que tener la superficie suficiente y con las actuales exigencias de calidad hay que dedicar más tiempo a la viña”, señala.
Para David Hernando, viticultor y socio de Sourdais en Bodegas Antídoto, el gran problema actual es la ausencia de relevo. “Falta una generación que se incorpore al trabajo del campo; no hay gente de menos de 40 interesada en la viña”, señala.
La DO Ribera del Duero tiene censadas 227 hectáreas anteriores a 1900; de ellas 120 están en Soria y se concentran, por orden de importancia, en los municipios de Atauta, Langa de Duero, Bocigas de Perales, Alcubilla de Avellaneda y San Esteban de Gormaz. Según el último acuerdo de etiquetado del Consejo Regulador, la mención de “viñedo prefiloxérico” se restringe a vinos que se elaboren a partir de este reducido grupo de viñas. La provincia es un auténtico reservorio de viñas viejas. Apenas representa el 5% de la superficie vitícola de la Ribera pero, con 638 hectáreas, concentra el 25% de las cepas plantadas antes de 1950.
Según Agustín Alonso, director técnico del Consejo, este mosaico de viñedos ancestrales es una realidad compleja y dispersa. De hecho, una de las tareas más complicadas que están abordando en la actualidad es cotejar el registro de viñas de Castilla y Léon con los datos, en muchas ocasiones, erróneos que figuran en el SIGPAC (el sistema de información geográfica de parcelas agrícolas del Ministerio de Agricultura) para poder tener una visión fidedigna de los viñedos de la DO.
En nuestros paseos de las últimas semanas por la Ribera soriana, hemos disfrutado con el espectáculo de viñas centenarias en Atauta, Ines, Villálvaro o Langa de Duero y descubierto parajes como Los Arenales (el nombre tiene que ver con el tipo de suelo que te traslada casi a una playa) en Miño de San Esteban. De estos puntos salen algunos de las etiquetas más famosas de la zona como los parcelarios de Atauta y Dominio de Es, pero también el elegante Finca Los Arenales de Bodegas Gormaz y algunos vinos más que veremos en el futuro.
Edad del viñedo Ribera del Duero Soria
Anterior a 1900 227 120
1901-1930 1.146 204
1931-1950 2.636 638
El vino tradicional de la zona, sin embargo, no eran el tinto sino el clarete que se denomina localmente “ojo de gallo”. Respondía a la configuración de los propios viñedos que podían tener entre un 20% y un 50% de uvas blancas, aunque muchas de ellas se hayan arrancado porque no se pagaban. Fernando Ligero, responsable de viticultura de Bodegas Gormaz y alma máter del pequeño proyecto familiar Lunas de Castromoro, explica que los paisanos metían todas las uvas juntas en el lagar, las pisaban, dejaban reposar unas 24 horas y luego las ponían a fermentar sin despalillar. El propio Ligero tiene en torno al 30% de cepas de albillo mayor en sus 3,3 hectáreas de viña.
Según datos del Consejo Regulador, hay 100 hectáreas de albillo mayor en Soria que representan casi el 8% de su viñedo, frente a 264 en Burgos que apenas suponen el 1,5% de la superficie, y menos de cinco hectáreas en Valladolid. Constituyen, sin duda, otro objeto de deseo desde que la DO autorizó la elaboración de blancos apoyados en esta variedad. Bastantes integrantes de la asociación tienen ya referencias blancas en el mercado y otros como Dominio de Atauta o Bertrand Sourdais lanzarán muy pronto sus versiones al mercado.
Con 14 miembros, la Asociación de Viñas Viejas de Soria ha conseguido una representación mucho más diversa de lo que cabría esperar. Los grandes nombres de la región como Dominio de Atauta, Antídoto o Bodegas Gormaz, que se hizo con la antigua cooperativa de San Esteban, conviven con firmas mucho más pequeñas e incluso alternativas.
El caso de Aranda-De Vries, que elabora vino natural fuera de DO, es único. Son poquísimas botellas, pero la pasión de Ellen de Vries y su marido, el pintor y poeta Carlos Aranda, por las cepas viejas les ha llevado a instalarse en Ines y crear un pequeño oasis en la España vaciada. Han rehabilitado el pequeño edificio que les sirve de bodega, la casa en la que viven, un pequeño alojamiento rural que han bautizado como la “casa del vino”, una leñera y dos de los antiguos calados del barrio de bodegas. Además, han ayudado a recuperar la antigua escuela, transformada hoy en museo. Y en el centro del pueblo, Carlos ha creado “el jardín del bienestar”, un espacio de sosiego al aire libre en el que se puede disfrutar de una copa de vino junto a una exposición de sus cuadros y esculturas.
Igual de encomiable es el esfuerzo de Luis Mariano López para que exista una bodega de elaboración en su pueblo y la ilusión por poder vivir de ella e instalarse definitivamente en Villálvaro. O la historia de Fernando Ligero, una vuelta a su Soria natal tras casi 20 años en grandes firmas como Bodegas Aragonesas, Muga, Ontañón o El Coto para crear una pequeña bodega con sus dos hermanos en la que se atreven con elaboraciones con pieles para el albillo y crianzas en ánfora.
Incluso una bodega atípica como Valdeviñas, que realiza algunos de los envejecimientos más largos de la zona (saca su Reserva 2010 más tarde que el Vega Sicilia Único), se ha sumado al grupo. Situada en Langa de Duero, casi en la frontera con Burgos, se siente parte de esa geografía soriana de viñas viejas que contribuye a la longevidad de sus vinos.
El resto de miembros de la asociación incluye nombre como Terraesteban; Vino Taruguín, la aventura soriana de Demencia (Bierzo); o Rudeles, el proyecto familiar de dos hermanos y sus dos cuñados que se apoya en viñas viejas de Atauta, Peñalba de San Esteban y San Esteban de Gormaz. Mientras Bodegas Castillejo nació como fruto de la reestructuración de viñedo en el municipio de Castillejo de Robledo, La Quinta Vendimia es el sueño de 18 amigos ligados con Soria que encomiendan la elaboración al enólogo Chicho Ossa. Finalmente, Señorío de Aldea es el proyecto de Daniel Heras, nieto de uno de los fundadores de la cooperativa de san esteban de Gormaz.
Señorío de Villálvaro Albillo 2018 Blanco. 12 €
Rayo de Luna Elaboración en Tinajas de Barro 2018 Tinto, Lunas de Castromoro. 16 € (sale al mercado en julio)
Rudeles Finca La Nación Old Vines 2016 Tinto. 19 €
Dominio de Atauta 2017 Tinto. 25 €
La Loba 2017 Tinto. 28 €.
12 Linajes Finca Los Arenales Tempranillo 2016, Bodegas Gormaz. 30 €
Alcubilla de Avellaneda Vino de Pueblo 2017 Tinto, Legaris. 32 €
Mirat Reserva 2004 Tinto, Bodegas Valdeviñas. 45 €.
Dominio de Es Viñas Viejas de Soria 2018 Tinto. 74 €
Clos Santuy 2017 Tinto, Galia (VT Castilla y León; la viña está en Piquera de San esteban, fuera de la DO Ribera del Duero). 75 €.