Un barco y la afición por navegar fue lo que llevó a Alberto Nanclares a dejar su trabajo como economista en Madrid e instalarse en Rías Baixas a principios de los años 90. Por aquel entonces no tenía intención de dedicarse al mundo del vino pero poco a poco comenzó a trabajar el bonito viñedo que rodeaba su casa de Castrelo, con vistas a la Ría de Arousa. En 1997 transformó el garaje de su casa en una pequeña bodega y empezó a elaborar su propio albariño hasta que en 2001 compró más viñedo en el valle del Salnés y se convirtió oficialmente en viticultor y productor.
Hoy en día cuenta con cinco hectáreas de viñedo de la variedad albariño en Pradenda, Cambados y Castrelo. En agosto de 2015 y ante el aumento de demanda de sus vinos, particularmente en Estados Unidos, Alberto Nanclares decidió asociarse con Silvia Prieto, una joven enóloga con la que ahora se reparte el trabajo tanto en el viñedo como en la parte comercial y que será la que de continuidad al proyecto cuando él se jubile dentro de unos años.
En Rías Baixas sólo cultivan la variedad albariño, plantada en fincas principalmente con suelos arenosos y alguna de arcilla y, a diferencia de otros productores de la zona, que se quejan de lo difícil que es alquilar o comprar viñas, Nanclares asegura que no ha tenido nunca problemas para hacerse con más hectáreas.
En bodega siguen una filosofía similar al viñedo: mínima intervención, fermentación por separado y con sus propias levaduras y sin pie de cuba, uso moderado de sulfuroso y embotellado sin clarificar buscando preservar el carácter de cada vino.
Su gama de blancos interpreta la uva albariño en expresiones diferentes y comienza con Tempus Vivendi (unos 12 €, 1.220 botellas) y Dandelion (2.215 botellas) a los que siguen Nanclares (2.734 botellas, 13,50 €), que nace de cinco fincas diferentes y fermenta en depósito y en tino de roble francés de 2.000 litros; Paraje Mina, que procede de la finca junto a la bodega pero que esta añada 2014 no se comercializa porque no se ha conseguido la calidad necesaria y Soverribas (18 €, 1.294 botellas), un vino de la finca Manzaniña con cepas de unos 35 años de edad y fermentado en tino de madera.
Coccinella (471 botellas, 25 €) y Crisopa (448 botellas, 26 €) los hacen en colaboración con su amigo y sumiller José Luis Aragunde, de la vinoteca Ribeira de Fefiñans en Cambados. Coccinella proviene de cepas centenarias y se embotella en día de fruto mientras que Crisopa es un albariño elaborado de forma tradicional, con pisado de uva, 40% de raspón y fermentado con hollejos que no deja a nadie indiferente —ni a la DO Rías Baixas, que se lo descalificó porque no daba la talla, ni a su importador americano, que le compra la mayor parte de la producción.
En la Ribeira Sacra elaboran dos tintos a la antigua usanza, con pisado de uvas tradicional y con raspón: Miñato da Raña (563 botellas, 27,95 €), cuya primera añada fue 2014 y es un ensamblaje de mencía y garnacha tintorera principalmente y Penapedre, un vino de la cosecha 2015 elaborado con cepas de más de 100 años y viticultura ecológica que todavía no ha salido al mercado. En la zona de Rivadabia, en Ribeiro, también elaboran un nuevo vino siguiendo esa misma filosofía de volver a elaborar como antaño. 2015 será la primera añada de este coupage de uvas tintas tradicionales (brancellao y caíño longo de la finca Quinta Alto do Coto y sousón, carabuñeira, ferrón y merenzao en la finca Quinta Costa do Beliño) con pisado de uvas en una barrica de castaño recuperado de unos 80 años y crianza sobre lías.
De su finca Paraje Mina en Rías Baixas también habrá novedades, gracias a la iniciativa de Silvia. Con unas uvas que normalmente no se vendimian, recogieron en la cosecha 2015 una pequeña partida de albariño con botrytis y excelentes parámetros de alcohol, acidez y azúcar que ha salido recientemente al mercado con el nombre de Cinerea (600 botellas, 23 €).