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1 y 2. Viña Sole en vertical, copas y botellas. 2. Primer boceto de etiqueta. 3. Bodega experimental. 4. Emma Villajos. 5. Botellero de Viña Sole. Fotos A.C. y Carlos Echapresto.

Catas

Viña Sole, tras el rastro de un blanco riojano de los cuarenta

Amaya Cervera | Martes 24 de Septiembre del 2024

Si hay una bodega tradicional de “blancos” en Rioja, esa es sin duda Franco-Españolas. Situada en Logroño y fundada en 1890 por Frederic Anglade y Alexandre Lepine, esta firma de origen francés pero con capital 100% español desde 1920 ha producido de forma continuada cantidades significativas de vino blanco. La marca más popular, presente ya en los inicios de la compañía es el semidulce Diamante. Pero existe otra etiqueta que siempre nos ha intrigado de manera especial. Se trata de Viña Sole Tête de Cuvée, un blanco de producción limitada y crianza en barrica que, a juzgar por las existencias de añadas viejas en el botellero de la casa, se trató siempre como un vino de guarda.

La cata de algunas añadas antiguas de la marca nos ha animado a tirar del hilo para conocer más sobre su evolución y escarbar en las tipologías de antaño. Un pequeño ejercicio retrospectivo ahora que los blancos riojanos viven, probablemente, el momento más dulce de su historia

Ochenta años en el mercado

La marca Viña Sole se registró en 1943 como “vino blanco de mesa extra-seco, con características análogas a los del Rhin”. Así es como consta en la Oficina Española de Patentes y Marcas, donde figura también el primer boceto de etiqueta que se puede ver en el carrusel superior. Seguía la tradición de emular estilos bien asentados en el mercado internacional, aunque a diferencia de otras marcas de la época que replicaban términos como Claret, Método Médoc, Cepa Graves, Cepa Sauternes o Spanish Burgundy, no hacía ninguna alusión al estilo que lo inspiró. La primera añada de la que se tiene constancia en bodega es 1945.

Sin embargo, el restaurante con dos estrellas Michelin Venta Moncalvillo de Daroca de Rioja (La Rioja) cuenta con tres botellas de 1933 en su colección de vinos viejos. Según su copropietario y sumiller Carlos Echapresto, sería lógico que saliendo ya entonces el vino como Reserva, los primeros embotellados fueran de añadas anteriores al registro de la marca. Aunque las etiquetas están algo deterioradas, se puede apreciar la mención de marca registrada bajo el escudo de la bodega. Lo comparamos con el mismo diseño de etiqueta en una versión posterior en la que aparece ya el sello del Consejo Regulador, que nos ha proporcionado el coleccionista Eustaquio Uceda.

 

La etiqueta ha sufrido variaciones a lo largo del tiempo, incluido el cambio de nombre de Viña Sole a Viña Soledad o Viña de la Soledad y llegando incluso a convivir las dos designaciones como ocurre en las etiquetas de 1959 y1969. El último rediseño (ver la evolución desde 1969 hasta nuestros días en el carrusel superior) ha recuperado el nombre original de Viña Sole, pero con una presentación muy alejada de su estética tradicional. Solo se mantiene el formato de botella rin y sorprende que se haya ubicado bajo el paraguas de Bordón, que ha sido una de las marcas más populares de tintos de Franco-Españolas.

Un elemento que sí ha tenido continuidad y que aparece ya en la cosecha 1959, la más antigua que hemos probado, es el término “Tête de Cuvée” que hace alusión al mosto del primer prensado o mosto flor. El vino, que solo se elabora en añadas excelentes, se ha comercializado históricamente como Reserva o Gran Reserva. En su última etapa bajo la propiedad de la familia Eguizábal lo ha hecho como Reserva (es el caso de la cosecha 2017 actualmente en el mercado), pero a partir de 2018 saldrá como Gran Reserva para resaltar esos cinco años que pasa en madera.

Hoy se elaboran unas 7.000 botellas, pero la producción no fue siempre tan limitada a la vista de algunas añadas antiguas con botellas numeradas que permiten concluir que hubo más de 21.000 botellas de la cosecha 1959 y más de 46.000 de la 1982.
La bodega también produjo un blanco joven bajo la marca Viña Soledad desde principios de los ochenta, cuando empezó a ponerse de moda este estilo de vino fresco y afrutado, hasta la década de 2010, pero con una presentación diferente. 

Claves de estilo

En la clasificación de vinos de Rioja que hace José del Castillo en Los vinos de España (Proyección Editorial, 1971), Viña Sole aparece en la columna de los blancos secos afrutados. El resto de categorías propuestas son extra seco, seco, abocado y semidulce. Otro que consideraba seco afrutado por ejemplo era el Viña Gravonia. Al Monopole de Cvne, en cambio, lo situaba en la columna de los extra secos. Y Diamante figura como semidulce con la aclaración “estilo sauternes”. Aunque el registro de la marca Viña Sole como blanco extra-seco puede dar lugar a equívocos, en Franco-Españolas, según explica su directora técnica Emma Villajos, siempre ha estado clara la dicotomía entre el Diamante semidulce y el Viña Sole seco.

El sumiller Carlos Echapresto, que ha tenido la oportunidad de catar bastantes añadas antiguas de la marca, está de acuerdo, aunque cree que en algún momento se podría haber introducido algo de uva pasificada. Lo dice sobre todo por un 1945 que descorchó hace unos días en su restaurante, con notas de orejones e hidrocarburo, y muy buena acidez que no considera descabellado que se pudiera confundir con un riesling viejo. En algunas de nuestras notas de cata que figuran al final de artículo coincidimos en estos descriptores.


No es fácil conocer los detalles de la elaboración de un vino con tanta historia. Lo que está claro es que sobrevivió a la industrialización de Rioja en los setenta bajo la propiedad de Rumasa y a los años convulsos que llevaron a la expropiación del grupo de la familia Ruiz-Mateos y a su posterior adquisición por el empresario riojano Marcos Eguizábal en 1984.

En libros de los años setenta y ochenta se describe como un vino de larga crianza, un Gran Reserva elaborado con 50% de viura, 25% de malvasía y 25% de garnacha blanca, mientras que en las últimas décadas se ha elaborado con viura. Sorprende la mención de la garnacha blanca porque es una variedad que empieza a aparecer con más frecuencia en blancos de calidad de Rioja a mediados y finales de los 2000, aunque Echapresto recuerda que la uva tenía cierta presencia en el valle del Iregua, justo al sur de Logroño.

Lo que parece claro es que los puntos de abastecimiento habituales para Viña Sole eran viñas frescas bajo la influencia del Sistema Ibérico, casi siempre viñedos de orientación norte de maduración tardía. La máxima se ha mantenido en los últimos años. Según cuenta Emma Villajos, entre 2012 y 2015 se elaboró con viuras de valle del Najerilla; de 2016 a 2020 se utilizaron tres parcelas ubicadas en un paraje de Sojuela en la Sierra de Moncalvillo y desde 2021 a la actualidad se trabaja con un viticultor de Tudelilla (Rioja Oriental) con viñas de la parte más alta del municipio, casi limítrofe con Bergasa. 

Por otro lado, la receta que llega a la familia Eguizábal se apoyaba en la fermentación en un depósito de madera de 30.000 litros. Una vez concluida, se extraía el vino, se limpiaba el recipiente y volvía a rellenarse para su afinación y decantación durante un año. Después envejecía durante cinco años en barrica. Habría un pequeño porcentaje de madera nueva porque las barricas nuevas se solían enviar con blanco. Otra característica, bastante habitual en blancos históricos de Rioja, era realizar parte de la fermentación con las pieles de la uva.

A partir de la cosecha 2006 se dejó de mantener el vino durante un año en depósito para llevarlo directamente a barrica, y se introdujo un porcentaje mayor de madera nueva. En 2024, Villajos, que se incorporó a la bodega justo para la vendimia de 2023, incorporará nuevos cambios. Tiene intención de realizar una fermentación completa con las pieles encubando hasta noviembre para extraer todo el potencial aromático de la viura. Para el envejecimiento, arrancará con 24 meses en barricas de 225 litros y luego trabajará con bocoyes de 1.000 y 3.000 litros. Puede ser una actualización muy interesante para Viña Sole, aunque aún tardaremos unos cuantos años en poder probar el resultado.

Notas de cata

Hay dos añadas que me han bastado para poner a Viña Sole en un pedestal. Una es la más antigua que he probado, la 1959; otra de la etapa moderna: la 2006. Y entre medias hay muchos vinos interesantes. Las siguientes notas proceden de un evento organizado el año pasado por la bodega en Madrid y de una visita a las instalaciones de Franco-Españolas en Logroño este mismo año. Reproducimos el nombre y características de los vinos tal y como aparecen en la etiqueta.

Viña Soledad Viña Sole Tête de Cuvée Reserva 1959 Blanco. Oro viejo. Nota licorosa que recuerda a la fruta de hueso, tostados y frutos secos sobre un fondo perfumado y de flor seca. Se abre a especias exóticas (cúrcuma, curry), cera y naranja amarga. En boca sorprende muchísimo la acidez, con un carácter cítrico que da gran viveza y persistencia al vino, como si pudiera mantenerse así para siempre. Una añada que hace reflexionar sobre la capacidad de envejecimiento de los blancos riojanos.
Puntuación: 95

Viña Sole Viña de la Soledad 1969 Blanco. Color casi cobrizo. Cierto exotismo en nariz con la mezcla de hierbas, piel de naranja y orejones evolucionando a notas de desván y yodadas. En boca mantiene un corazón de acidez cítrica que le da una nota vibrante. Recuerdos de miel con limón y notas tostadas en final.
Puntuación: 92


Viña Soledad Tête de Cuvée Gran Reserva 1978 Blanco. Color ambarino más evolucionado que el 59. La nariz es más melosa, con toques ahumados y almibarados (orejones, compota) evolucionando a notas perfumadas. En boca es más potente, la estructura está más construida más sobre el alcohol que la acidez, lo que aporta una cierta dulcedumbre.
Puntuación: 90

Viña Soledad Tête de Cuvée Gran Reserva 1982 Blanco. Color ambarino. Notas de crema catalana, con un fondo balsámico muy vivo. Sabroso en boca con recuerdos de caramelo de miel y limón y una acidez muy viva que hace de hilo conductor y aporta mucha persistencia. Mantiene el carácter balsámico en boca, casi con notas farmacéuticas que aportan profundidad y una dimensión aromática extra. Una de mis añadas favoritas.
Puntuación: 94

Viña Soledad Tête de Cuvée Reserva 1995 Blanco. De este vino probé dos botellas, una en Madrid y otra en bodega. La de bodega estaba un poco más apagada, con el toque de desván un poco más presente en nariz y un paladar que mantenía la textura sedosa del envejecimiento en botella pero con menos recorrido. La que se descorchó en Madrid destacó por un paladar muy jugoso, con muchas notas mentoladas y carácter cítrico. Un auténtico jovenzuelo.
Puntuación: 85/93

Viña Soledad Tête de Cuvée Reserva 2006 Blanco. Nos vamos a una añada más actual en la que el vino va a barrica después de la fermentación sin reposar un año en depósito. 2006 que tuvo una comercialización muy corta porque se decidió pasar a una cosecha más abundante como 2009. La evolución es diferente porque, aunque con ligeros tostados, se va más hacia los hidrocarburos, lo que le da un carácter muy serio. Nariz muy compleja manteniendo el toque cítrico de fondo. En boca destaca por el equilibrio, la acidez que hace salivar y da toques jugosos. Se ve una evolución clara del estilo.
Puntuación: 94

Bordón Viña Sole Tête de Cuvée Reserva 2017 Blanco. La añada actualmente en el mercado muestra un color dorado, con aromas de cítrico confitado, toques cremosos (vainilla), recuerdo de infusión (hierba luisa) y especiados. En boca tiene una agradable textura cremosa, con ciertas notas tostadas y la dimensión balsámica y aromática en final que ya habíamos visto en otras añadas. Las uvas proceden de tres viñas ubicadas a unos 680 metros de altitud en un mismo paraje del municipio de Sojuela, en la Sierra de Moncalvillo. Son viuras de más de 65 años asentadas en un glacis aluvial pero con un componente calizo importante.
Puntuación: 92


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