En 2023 se cumplen 50 años del nacimiento de Contino. Sin embargo, la marca tiene tanto peso en el imaginario colectivo de Rioja que a menudo se equipara con nombres más veteranos de la denominación.
La vieja casa solariega que preside la finca ubicada en la pedanía de Laserna (Laguardia, Rioja Alavesa) refuerza esta impresión. El viñedo, apenas interrumpido por algún árbol entre los que destaca el viejo olivo que da nombre al tinto top de la casa, se inserta en el meandro de San Rafael, a tan solo ocho kilómetros de Logroño, en un punto en el que el río Ebro marca la frontera entre las provincias de Álava y La Rioja.
Junto a Remelluri, Contino encabezó el tímido movimiento terruñista de los vinos de finca en Rioja en unos años marcados por la creación de grandes firmas y el boom del mercado exportador apoyado en los vinos de mezcla. “Hubo una época, hace unos 15 años, que llegó a venderse más caro que Imperial Reserva”, recuerda Víctor Urrutia, consejero delegado de Cvne. Ahora van a la par.
La bodega nace en 1973 por iniciativa de sus tíos, Luis Vallejo y José Madrazo Real de Asúa, presidente y directivo de Cvne respectivamente, como un proyecto conjunto de la firma centenaria de Haro y las familias Sánchez Pérez y Pérez Villota, propietarias de la finca San Rafael y proveedoras de uva para Viña Real. Todos estuvieron de acuerdo en que la calidad que daba el lugar merecía expresarse con voz propia en la botella. “Entonces había poco más de 20 hectáreas de viña, algo de cereal y olivo, pero enseguida se decide ampliar y plantar más”, explica Urrutia.
El diseño inicial del vino, un reserva con dos años de barrica y resto de crianza botella, es obra de José Madrazo Real de Asúa, bisnieto del fundador, quien, a principios de la década de los setenta, dejó su trabajo de capitán de la Marina Mercante para involucrarse en el negocio del vino.
Todas las personas que conocen bien la finca o han trabajado en ella a lo largo de los años coinciden en que su nota distintiva es la maduración extraordinaria que alcanzan las uvas. Basilio Izquierdo, que estuvo al frente de los vinos de Cvne entre 1974 y 2006, apunta también a las bajas producciones. Para Jesús Madrazo, hijo de José Madrazo y director técnico entre 1999 y 2017, “Contino debe su calidad al entorno, con el efecto protector del cerro de La Mesa, suelos muy definidos en tres terrazas, exposición sur y el hecho de ser un viñedo en vaso y de viña vieja en general. Es Rioja Alavesa, pero es como si fuera Rioja Oriental”.
Por su particular ubicación y características, se libró de la gran helada de 2017 y también salvó gran parte de las lluvias que marcaron la vendimia de 2014. En 2013 no hubo tanta suerte porque sufrió de lleno una tormenta de granizo a principios de septiembre. Aun así, en Cvne contaban con que apenas tenían que lidiar con dos añadas malas en una década y que las buenas tendían a ser muy buenas.
El último relevo enológico se escenificó en 2017 con una vendimia a cuatro manos entre Jesús Madrazo y su sucesor, el enólogo aragonés Jorge Navascués (en la foto inferior). Para este especialista en garnacha, curtido en los viñedos y bodegas de Cariñena y asesor de la dinámica bodega navarra Viña Zorzal, era su primera experiencia en Rioja. Le tocó una cosecha particularmente cálida y temprana que no dejaba dudas sobre los efectos del cambio climático.
“El tiempo en que las vacaciones en Rioja duraban todo el mes de agosto se ha acabado”, ironiza Navascués. Pero también hace matizaciones importantes: “Las añadas son más tempranas, pero también tenemos ciclos más largos porque la planta brota antes. Es lo que ocurrió en 2017: la vendimia se adelantó dos semanas, pero brotó un mes antes”. Gran parte de su trabajo consiste en reinterpretar la finca en este contexto cambiante.
Entre las acciones llevadas a cabo en esta última etapa destaca un nuevo estudio y clasificación de suelos realizado entre 2017 y 2020 que les ha permitido trabajar con unidades más pequeñas, vinificar por separado y profundizar en los distintos matices de los tempranillos de la finca. “Contino es una parcela de microparcelas”, dice Navascués.
En una segunda fase y gracias al refuerzo del equipo enológico con la incorporación de Jordi Francés (en la imagen inferior junto a Navascués) en 2020, el acento ha estado en el estudio de las maduraciones y en distintas formas de elaboración. Y habrá un tercer estadio centrado en la crianza.
“Los viñedos de Contino están sujetos tanto a la influencia norteña como mediterránea. La ubicación junto al río Ebro proporciona una humedad que ejerce de efecto refrescante durante la noche y hace que los pHs sean más bajos”, explica Navascués.
A grandes rasgos, la parte más productiva de la finca es la que está situada junto a la bodega, luego domina el canto rodado con algo de arcilla y en la última terraza junto al río entra en juego la arenisca. Pero, en esencia, Contino es una propiedad poco fértil y cálida. “La ecuación de una botella por cepa, aquí no funciona”, señala Navascués. “Son preferibles rendimientos de 3.000 a 3.500 kilos por hectárea que de tan solo 2.000 kilos. De hecho, estamos cambiando el tema de la extracción porque, sobre todo en añadas cálidas, la uva de aquí tiene mucha concentración natural”, explica. Víctor Urrutia es de la misma opinión: “Es una finca con propensión a coger más calor por el suelo de canto rodado y la orientación. El reto es domesticar esta potencia que viene de serie”.
La búsqueda de herramientas de frescura que contrasten esa madurez no es nueva. Jesús Madrazo cree que su principal aportación fue “introducir la variedad graciano como refrescante de la calidez de la tempranillo”, algo que se ve muy bien en la manera en que se concibió el Viña del Olivo.
Los depósitos pequeños, incluidos seis de hormigón para fermentar, están cumpliendo su función en bodega. La gama alta de tintos, Viña del Olivo, Graciano, Garnacha y Gran Reserva, se elabora en tinos y hacen la maloláctica en los mismos tinos o en barrica.
Pero con producciones que giran en torno a las 300.000 botellas, la columna vertebral de Contino sigue siendo el Reserva. Por eso Navascués valora el hecho de contar con máquina de selección óptica y cámaras frigoríficas que permitan trabajar sin prisa y con más atención al detalle. En la crianza es partidario de realizar solo los trasiegos necesarios. “Igual es mejor una maloláctica en barrica para que el vino inicie la crianza más limpio y hagan falta menos trasiegos”, apunta. La apuesta es también clara por el roble francés -donde tiene más presencia el americano (alrededor del 20%) es en el gran reserva- y por un paso de tres a cuatro meses en hormigón antes del embotellado.
Entre las últimas añadas del Reserva, 2018 es más fresca y elegante; 2019 muy cubierta, con amplitud y fruta potente; mientras que 2020, pendiente aún de salir al mercado, se sitúa a medio camino, con el peso en boca del 2019, la frescura del 18 y un agradable componente de hierbas mediterráneas además de un tanino bien fino. Alrededor del 15% de la mezcla se reparte entre graciano, mazuelo y garnacha. Aunque 2020 fue un año irregular marcado por el mildiu, parece bien completo en Contino y para Jorge, el mejor que ha vivido en la finca junto a 2021.
Destaca especialmente el Viña del Olivo 2020 (unas 15.000 botellas), con mucha frescura y jugosidad, equilibrado y sin excesos. Quizás porque la graciano alcanza el 23% de la mezcla y hay además un 8% de mazuelo.
Entre los monovarietales, la garnacha 2020 (algo más de 10.000 botellas) que ahora se cría en foudre austriaco, barrica de 500 litros y hormigón, es fragante, con buen peso de fruta y taninos sedosos, frente a un 2021 más herbal, pero con buena profundidad.
Disfruté mucho con una pequeña vertical del graciano (algo más de 3.000 botellas) que incluyó un 2017 bastante concentrado, pero con acidez más que suficiente para contrarrestar la calidez de la añada; un 2018 con la potencia bajo control, sabroso y con cierto refinamiento para el perfil de la variedad, y un 2019 juvenil y un punto salvaje, con abundantes notas herbales y de pimienta negra. La guinda: un 2011 con una capa de color increíble y paladar largo y vibrante. El tiempo es un gran aliado de la graciano.
Cuenta Navascués que a esta variedad no le van los suelos pedregosos que generan mucho calor porque necesita una maduración lenta y equilibrada. En cambio, los terrenos blancos con presencia de caliza aportan una mineralidad extra, y la arcilla cierta finura.
Los retos más inmediatos para el enólogo aragonés son el blanco y el gran reserva. El primero, un ensamblaje de viura con alrededor de un 10-15% de garnacha blanca, cambió a botella borgoña en la cosecha 2017, ha adelantado la fecha de vendimia y desde 2021 ha limitado la parte de barrica nueva al 50%. El vino sigue fermentando en acero inoxidable pero un 30% se cría en hormigón. El objetivo es conseguir que envejezca tan bien como los tintos.
Al gran reserva lo quieren poner al mismo nivel que Viña del Olivo. El vino, que se elaboró por primera vez en la cosecha 1996, usa una parte de uvas del Olivo, pero como explica Víctor Urrutia buscan “una expresión de la finca con una concepción de vino clásico”. De hecho, el resto del ensamblaje responde a una selección de lo mejor que da la propiedad en cada añada. Durante un tiempo se comercializó únicamente en formato mágnum, pero la introducción de la botella de 75 cl. ha aportado mayor regularidad y visibilidad. La cosecha 2017 actualmente en el mercado ofrece un buen acercamiento al estilo, con un carácter más tradicional en nariz, pero de textura elegante, con fruta y buena acidez en el paladar.
La última novedad es Contino Don Vicente, un mazuelo que se estrena en la cosecha 2019 al mismo precio que Viña del Olivo y que se ha vendido íntegramente en el mercado británico. Es un vino más exuberante, con notas de flores azules y lavanda, sabroso, tensionado y rico. Para Víctor Urrutia, los monovarietales vienen a reflejar matices de la finca cuyo precio tiene que ajustarse a lo que el mercado pueda aceptar. “Querer hacer un precio de partida no suele funcionar. Hay que hacer el mejor vino posible, venderlo al mejor precio posible y que el mercado te ponga el precio”, opina.
¿Qué lugar ocupa hoy Contino en un grupo que ha crecido notablemente en los últimos años tanto en lo que atañe a número de bodegas como a la distribución? “Cvne tiene ocho proyectos y el objetivo de Contino siempre ha sido entender y explicar la finca. La idea era cómo acortar el envejecimiento en barrica que añade capas al terroir para ver mejor el viñedo. Las primeras añadas de Contino, de hecho, son florales y ligeras, recuerdan a Borgoña”, apunta Urrutia.
Uno de los argumentos tradicionales de venta de Contino ha sido la capacidad de envejecimiento del vino con añadas muy laureadas como 81 u 82. Al estilo de Cvne, en la bodega no falta el viejo calado (en este caso del siglo XVIII) con su correspondiente colección de botellas. Teniendo en cuenta que la primera añada fue la 1974, está prevista la celebración del cincuentenario para el año próximo. Ojalá se dé la oportunidad de probar botellas de distintos periodos para que sean los propios vinos los que hablen.
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