Éste es uno de los casos más exitosos de viticultores que dieron el salto a la elaboración a finales de la década de los ochenta, dentro de lo que podría considerarse la primera fase de desarrollo de la DO Ribera del Duero tras su constitución en 1982.
El proyecto, liderado por los hermanos José y Javier Moro junto a su padre Emilio, bebe de los viñedos tradicionales de la familia plantados por el abuelo en el entorno de Pesquera de Duero (Valladolid) y que la crisis de los 70 redujo a apenas cinco hectáreas. Todas las replantaciones se realizaron a partir de material vegetal de estas cepas históricas y, de hecho, la familia siempre ha defendido la singularidad de la tinto fino como “un clon muy específico de tempranillo que se reconoce fundamentalmente porque el diámetro y el tamaño del grano de uva es muy inferior”, en palabras de José Moro.
Otro elemento que ha caracterizado a los vinos es su cercanía desde siempre al mercado, con gran preocupación por la promoción y el marketing, y al paladar del público. La consigna ha sido la de tintos con bocas de gran sabrosidad que salen al mercado listos para ser consumidos. Nadie puede reprochar a la familia que sus vinos no están ricos.
A finales de los noventa se produce un gran salto cualitativo con el lanzamiento de Malleolus (malleolus quiere decir majuelo en latín) que posteriormente dará lugar a dos vinos más de parcelas concretas. Al mismo tiempo se reorganiza toda la gama prescindiendo de los indicativos tradicionales de envejecimiento (crianza, reserva) y abrazando la etiqueta genérica en todos los vinos.
Los gama top incluye en la actualidad: Malleolus de Valderramiro (7.000 botellas, unos 120 €), que procede del viñedo más antiguo de la familia, plantado en 1924 en una parcela de suelos arcilloso con zonas calizas; Malleolus de Sanchomartín (2.500 botellas, unos 120 €), elaborado con uvas de la parte superior de la ladera con mayor presencia de caliza y cepas plantadas en 1944; y Malleolus (100.000 botellas, 28 €), que combina algunos viñedos históricos con las primeras plantaciones realizadas a finales de los ochenta. Normalmente, Sanchomartín suele ofrecer algo más de finura en los taninos y mayor frescura debido a la altitud y a una maduración más lenta; y Valderramiro es algo más estructurado y con mayor centro de boca. Más recientemente la familia ha lanzado el tinto Emilio Moro Clon de la Familia (solo 1.000 botellas a 300 €) que se comercializa únicamente con fines benéficos a través de la Fundación Emilio Moro constituida en 2008.
Pero sin lugar a dudas, la gran estrella de la casa es Emilio Moro (600.000 botellas, unos 16 €), un tinto criado unos 12 meses en barrica que refleja a la perfección el estilo de la familia de tintos sabrosos, frutales, con importantes centros de boca y no faltos de frescura. Junto a él, el joven un con breve paso por barrica Finca Resalso (8 €) sigue siendo una de las etiquetas de mejor relación calidad-precio de la denominación.
La bodega ofrece diferentes paquetes de enoturismo con acceso también a sus tintos top y posibilidad de comer en la bodega, así como una interesante propuesta de cata de barricas. Se puede asimismo acceder a información sobre los distribuidores de la firma en España e importadores en el extranjero u optar por comprar en su tienda online. En 2007, la familia creó una segunda firma en la zona, Bodegas Cepa 21, junto a otros inversores.