Una de las ocho bodegas que pusieron en marcha la DO Rueda en 1980, su fundación es anterior ya que data de 1946 aunque la tradición vitícola de la familia se remonta cinco generaciones atrás. En la actualidad, Félix Lorenzo Cachazo ha encontrado la continuidad en sus hijos Eduardo, director comercial, y Ángela, al frente de la elaboración.
La bodega, ubicada en Pozaldez (Valladolid), tiene 35 hectáreas de viñedo en propiedad y controla 190 más entre las que se cuentan nueve de viñas prefiloxéricas cuyas uvas se suelen destinar a su blanco fermentado en barrica. Estas cepas, trabajadas por unos 20 viticultores, se encuentran en el municipio de Alcazarén, a poco más de 30 kilómetros al oeste de Medina del Campo.
La historia de Félix Lorenzo Cachazo resume bastante bien la evolución de la zona: del trabajo en cuevas subterráneas con el vino almacenado en grandes bocoyes de madera a la Rueda tecnológica apoyada en el éxito de la variedad verdejo. El auge de los vinos generosos ha llevado a la familia a recuperar su Dorado, un producto que nunca se dejó de elaborar pero acabó vendiéndose en la bodega como vino para cocinar.
Con un 30% de palomino en el ensamblaje (Ángela defiende que la familia ha conservado el trabajo con esta variedad), se elabora con uvas vendimiadas con un potencial de 15%, de modo que no es necesario añadir alcohol y el vino es sometido a un envejecimiento oxidativo durante dos años a la intemperie en damajuanas de cristal y otro dos años más en madera. Para el lanzamiento de este Carrasviñas Dorado (18 € la botella de 75 cl.), que se comercializa sin añada, se hicieron apenas 1.300 botellas pero se espera incrementar la producción en el futuro. La imagen se ha inspirado en las etiquetas antiguas de la bodega en la que bajo el título “Vinos Olorosos de Tierra Medina” aparecía un dibujo del pueblo, el tipo y marca (“Amontillado Carrasviñas”) y el nombre del municipio.
Es el guiño al pasado de una bodega que produce casi millón y medio de botellas al año bajo las marcas Larrúa, Caballero de Olmedo, Gran Cardiel, Manía y la más conocida de todas, Carrasviñas. Algunos vinos cuentan con una versión de entrada de gama con un 40% de viura en el ensamblaje, pero la mayoría son monovarietales de verdejo. El estilo que se busca con Carrasviñas Verdejo (entre 600.000 y 700.000 botellas, unos 7 €) es el perfil anisado y herbáceo de la variedad con algo de fruta de hueso, por lo que se apuesta por el uso de levaduras neutras. El interesante Carrasviñas Fermentado en Barrica en cambio se trabaja con su propia levadura de viñas viejas. También se elabora un espumoso de verdejo del que se hacen entre 10.000 y 12.000 botellas.