No es fácil precisar el momento exacto en el que descubrí el vino, pero sí puedo identificar algunas primeras epifanías. Porque todas las experiencias posteriores deben algo a esos momentos iniciales que han dibujado e influenciado mis gustos y pasiones vinícolas, así como mis subsiguientes descubrimientos.
En los años 80 estudiaba Filosofía en la Universidad de Kent y, como la mayoría de alumnos, estaba más interesado en la cerveza que en el vino. De hecho, me encantaban las cervezas inglesas tipo ale. Pero durante dos veranos empecé a habituarme a beber en casa de mis padres en Barcelona Viña Real Crianza, la clásica marca de la venerable bodega de Rioja Alavesa Cvne. En 1987 bebía la cosecha 1985 clasificada como buena por el Consejo Regulador. Debía ser el vino de diario de mi familia por entonces y normalmente lo tomábamos con el pa amb tomàquet, tan típico de Cataluña, quesos, embutidos como el fuet o la llonganissa y una ensalada. Adoraba ese vino. Sin ninguna otra referencia, me dediqué a estudiarlo con asiduidad, fijándome en la etiqueta y en los detalles: Rioja Alavesa, que aparecía detallada en el pequeño mapa junto a las otras dos Riojas (Alta y Baja); el grado alcohólico, que debía rondar los 12,5%, (entonces era lo habitual; ahora no); la forma de la botella, que era Borgoña, aunque no lo sabía entonces, pero sí sabía que había dos formatos principales y me preguntaba si esto tenía algún significado. Y, por supuesto, estudiaba el vino en sí, intentando descifrar a qué sabía, qué aromas y sabores podía identificar: canela, vainilla, hojas de tabaco, agujas de pino, cerezas, ciruelas. Me olvidé durante mucho tiempo de este vino, distraído con las ales inglesas.
Pero para diciembre de 1988 ya había escuchado y leído lo suficiente como para tener dos cosas claras: que el vino podía alcanzar la grandeza y que había probado algo que me gustaba mucho. Así que lo preparé todo para celebrar mi 21 cumpleaños con la mejor botella que me pudiera permitir en ese momento. Me acerqué a una tienda de Londres situada en Charlotte Street, Soho, que hace mucho que cerró. Era un pequeño negocio de delicatessen especializado en productos gourmet españoles. Tenía un presupuesto de quizás unas 20 libras y me decidí por una recomendación que me hizo el propietario de la tienda: un Viña Tondonia de la cosecha 1979. Ahora sé que debía ser un Crianza. El Consejo Regulador había calificado la cosecha como “Normal” (un escalón por debajo de “Buena”) y por lo visto López de Heredia decidió no elaborar reserva ni gran reserva porque era una añada algo corriente, tal vez incluso bastante mala. Sólo los grandes elaboradores son capaces de construir algo correcto e incluso decente en una cosecha difícil. La grandeza no sólo tiene que ver con lo transcendente o lo sublime, también con la capacidad de obtener consistencia en medio de la adversidad. Así que me vendieron el vino tinto más básico, de una cosecha mediocre, de un gran elaborador. ¿Realmente importa esto? No aquel día. Aquel día me pareció el vino más hipnótico, complejo y carismático que yo había probado jamás. Me lo bebí con un gran amigo en Whitstable, en una casa destartalada y bohemia a orillas del mar que se llamaba Bellbottoms. Buscaba la belleza y la encontré. El vino tenía nueve años –quizás demasiados para un Crianza de una añada débil. Pero tal vez por eso resultó tan atractivo. La definición y el vigor de los taninos que me eran familiares de Cvne brillaban por su ausencia. En su lugar encontré una boca suave y aterciopelada, una fragancia de melaza que se expresaba en varios niveles, algarroba, ciruelas pasas, cerezas, caja de puros, carbón, un toque de menta y una ligera y melancólica nota de champiñón que evocaba las viejas bodegas cubiertas de telarañas, secretos perdidos hace tiempo y susurros de historia.
Esto preparó el camino para mi pasión vital por el vino , en particular: 1) la tempranillo, una variedad más versátil de lo que la gente piensa (sólo hay que comparar un ribera del Duero moderno con un rioja tradicional o un toro, todos espectacularmente diferentes); 2) la gran fascinación por lo que sucede en los vinos al envejecer; y 3) la constatación de que el conocimiento del vino tiene mucho que ver con el arte de clasificar y generar referencias cruzadas entre infinidad de conceptos como añadas, variedades, regiones, etiquetas, marcas, elaboradores, suelos, terruños… Esto es especialmente estimulante para mi mentalidad de coleccionista de vinos algo obsesivo. Colecciono palabras y nombres y sus significados, siempre ando refinando definiciones en mi cabeza, buscando correspondencias precisas en el mundo real. Poder combinar esto con una búsqueda hedonista como la que proporciona el vino me resulta irresistible y es algo que ha marcado el curso de mi vida desde entonces.
Así que Tondonia fue mi epifanía de vino.
Quien busque el Crianza de 1979 no lo encontrará. No es una búsqueda de Wine Searcher; ni está en ninguna colección de notas de cata de Cellartracker. Y esto no es porque los Crianzas no puedan envejecer. Al, contrario en las buenas o grandes añadas como 1964, 1968 y 1979 por ejemplo, hay una cierta disponibilidad comercial y/o registros de stocks privados, y extensas y entusiastas notas de cata. La triste y anónima cosecha 1979 ha desaparecido sin dejar rastro. Pero dejó en mí una huella imborrable: el inicio de una tremenda y hermosa pasión por el vino.
Parece que López de Heredia dejó de hacer el Tondonia Crianza hace más o menos una década. El último que he podido encontrar es el 2002, de una cosecha algo floja y no hay ninguna botella disponible de Reino Unido. Sin embargo, bastantes minoristas tienen stocks de Tondonia Reserva. Por 30 libras, Noel Young Wines ofrece la destacada añada 2001 que también se puede adquirir por 32,95 libras en Roberson Wine. Parece que el Reserva 2001 más barato en Reino Unido lo comercializa West Mount Wine en Huddersfield por 25,99 libras. La añada que más se acerca a 1979 es 1980, disponible en Berry Brothers por la enorme suma de 175 libras la botella.
Quien busque un Gran Reserva, el más barato en Reino Unido es el 1994, a 53,99 libras en AG Wines. Para los que persigan la grandeza y además tengan un billetero abultado, el legendario 1964 está disponible por poco más de 400 libras la botella en Hedonism Wines.
Por último y para disfrutar del placer diario que proporciona un vino como el Viña Real de Cvne, la excelente cosecha 2010 –que seguro que está estupenda ahora– se puede adquirir por 9,95 libras la botella o 8,95 £ en caja de 12 en Lea & Sandeman. Numerosos detallistas a lo largo de Reino Unido tienen stocks de las cosechas 2007, 2008, 2009 and 2010 por precios que van de las 9 a las 14 libras. Viña Real es un excelente Crianza de entrada a la categoría.