En Números Vermells (en números rojos) es como estaba la enóloga Silvia Puig cuando, en 2008, decidió iniciar su propio proyecto en un garaje de Torroja con apenas una barrica. Para esta asesora de bodegas de renombre como Clos Figueras, era fundamental tener algo propio simplemente para hacer lo que gustara, “cantidades pequeñas y que se valorara el precio de un producto artesanal”.
Aunque es originaria de El Vendrell, Puig llegó a Priorat en 1999 siguiendo los pasos de su padre quien, tras fundar Avgvstvs, cambio las colinas suaves del Penedès por las laderas escarpadas de esta región para crear Viñedos de Ithaca. La bodega se vendió hace unos años, pero ella sigue comprando a muchos de los proveedores de entonces, incluido el que les suministraba las uvas pedro ximénez con las Viñedos de Ithaca elaboró el primer blanco de esta variedad en un momento en el que los tintos eran la prioridad absoluta. La única viña que Silvia tiene en propiedad es de uva blanca y está en Poboleda.
Tener bodega propia también le ha ayudado a despertar una vena artística que había estado aletargada durante años. Al elaborar una única barrica, se dio cuenta de que le salía carísimo hacer cajas con su logo, así que decidió pintarlas ella misma. Hoy, estas cajas imprimen un carácter diferencial al proyecto.
El portfolio de la bodega ha ido creciendo gradualmente. Arrancó con Números Vermells Classic (alrededor de 1.600 botellas, 31 €), un ensamblaje de garnacha peluda y syrah al que ahora añade en torno a un 5% de cariñena. En 2012 lanzó Números Vermells Etiqueta Negra (27 €), un popurrí de garnachas que mezcla con una cariñena centenaria de Porrera. Luego llegaron dos blancos parcelarios (ambos en el entorno de los 24 €) para los que utiliza uvas de la franja norte de Poboleda: un pedro ximénez (600 botellas) y una garnacha blanca (1.700 botellas). En ambos casos macera con las pieles y fermenta en barrica abierta.
Desde 2012 cuenta con un espacio propio en Gratallops, un local amplio alquilado a la cooperativa donde procesa unos 18.000 kg al año. Trabajar con más amplitud le ha permitido aumentar la gama y crear un tinto más inmediato y con menos crianza. Se llama Aiaiaia (3.000 botellas, 18 €) y es un ensamblaje de viñas algo más jóvenes (en el resto trabaja con viñedo viejo) de garnacha, cariñena, syrah y un 1% de garnacha peluda con ocho meses de crianza en barrica.
La gama se completa con dos tintos en el entorno de los 44 €: una cariñena centenaria plantada en coster en Porrera, aunque de una zona casi colindante con Torroja, y una seductora garnacha peluda, una rareza en la región, que se presenta con la primera etiqueta dibujada por ella misma. La única variedad que no emplea nunca es la cabernet.
Entre todas las etiquetas produce entre 9.000 y 11.000 botellas. El suyo, sin duda, es otro modelo de negocio. No le interesa crecer, sino trabajar con libertad y poder expresarse. Exporta a cinco países y el resto lo comercializa ella misma. Además, elabora vino para terceros como fórmula para rentabilizar su estructura. “Me he especializado en hacer cosas pequeñas para gente que comparte esta filosofía”, explica.
Un lugar seguro para encontrar sus vinos es Brots, el muy recomendable restaurante de su pareja, el chef belga Pieter Truyts, en Poboleda. Los dibujos de la carta de vinos, por cierto, son obra suya.