La familia Barros fundó la bodega en 1994 para elaborar a partir de los viñedos de albariño que había empezado a plantar en los años setenta en la zona del Salnés y que, con 10 hectáreas de extensión, fueron las plantaciones más grandes de su época. Desde los inicios, su filosofía se ha basado en la crianza con lías. Esto implica un cultivo respetuoso y sin uso de herbicidas que permita trabajar con levaduras naturales.
Las plantaciones iniciales incluyen dos hectáreas propias en Villagarcía de Arousa tras comprar las pequeñas parcelas de ¡25 productores! y ocho más arrendadas en Meaño, muy cerca de Cambados. Las de Villagarrcía están situadas junto a la bodega en una ladera de bastante pendiente con vistas al puerto de Carril. Según el propietario Marcos Barros, ésta es la finca más septentrional del Salnés, con más altitud que la media y, dentro del perfil granítico general de la zona, suelos más rocosos que arenosos.
Posteriormente, han ido arrendando fincas en distintos puntos del Salnés hasta llegar a las 32 que trabajan en la actualidad y que reúnen una cierta diversidad de parajes incluida una zona con más influencia de río que de mar y suelos más aluviales en las proximidades del Umia. Todos sus vinos se elaboran a partir de viñedos trabajados directamente por ellos.
En viticultura apuestan por un emparrado de pasillos anchos que busca la máxima ventilación y huir de la humedad del suelo. Trabajan metódicamente para reducir el exceso de vegetación y vigor mediante desnietados, despuntados y deshojados con objeto de favorecer la aireación de los racimos. “Nuestro clima está asociado a unas temperaturas y una humedad que atrae la formación de hongos, pero también nos ofrece el antídoto: el viento atlántico que seca los racimos, pero que actúa mucho más rápido en la parra que en la espaldera”, señala Marcos, quien ha llegado a transformar una finca de tres hectáreas en espaldera a conducción tradicional en parra. También está orgulloso de haber abandonado los herbicidas hace 30 años y de los rendimientos de sus viñas más viejas (inusualmente bajos para la zona), que se sitúan entre los 4.000 y 6.000 kilos por hectárea.
La gama clásica de albariños trabajados con lías se nutre de las 10 hectáreas de viñas más viejas de la bodega. Son vinos que evitan la fermentación maloláctica y que están pensados para desarrollarse en botella. El de mayor producción y el primer vino que elaboró la bodega es Maior de Mendoza Sobre Lías (unas 42.000 botellas, 15 €). Se cría durante un mínimo de tres meses y suele salir al mercado en torno a los meses de abril o mayo. Le sigue el 3 Crianzas (unas 6.600 botellas, 23 €), con envejecimiento más largo y mayor capacidad de desarrollo en botella como han puesto de manifiesto distintas catas verticales. Pasa nueve meses con sus lías finas, cinco meses más en depósito y el resto en botella antes de su salida al mercado. Solo se elabora en las mejores añadas.
Desde la cosecha 2016 se elabora además Finca Las Tablas (1.200 botellas, 35 €), un blanco parcelario de personalidad marcada y notable capacidad de guarda que se nutre de la finca que rodea la bodega. Representa la primera incursión de la bodega en la crianza en la madera, aunque mantiene la filosofía de la casa del trabajo con lías. La crianza se realiza primero en depósito de acero inoxidable durante 12 meses y luego el vino pasa seis meses en barrica y un tiempo importante en botella antes de su salida al mercado.
A principios de los 2000 se lanzó una gama más asequible de albariños orientada al consumo por copas bajo el nombre de Fulget. Incluye dos vinos que se comercializan entre los 11 € y los 13 € y cuya producción oscila entre las 80.000 y 100.000 botellas. Maior de Mendoza exporta el 40% de su producción a más de 20 países.