Una de las primeras bodegas privadas de la región, Balcona nació a finales de los noventa con el objetivo de centrarse en la calidad y no tanto en la cantidad. Las instalaciones y los viñedos se encuentran situados a más de 800 metros de altitud en el Aceniche, un valle cerrado y rodeado de montañas que está considerado como una de las zonas más frescas de Bullas. Llueve más y existe una capa freática (esto permitió salvar el viñedo durante el duro periodo de sequía que experimentó la región entre 2013 y 2015).
Detrás de Balcona están los seis hermanos Fernández, todos ellos viticultores salvo Pepa, que se ocupa de la elaboración, comunicación, comercialización y de recibir a las visitas. Cuenta que siempre quiso hacer vino y lo cierto es que no paró hasta conseguirlo. “Bullas es una zona productora sin cultura de vino”, nos contaba. “Cuando se creó la cooperativa desapareció la tradición elaboradora”.
Entre todos los hermanos reúnen 50 hectáreas. Muchas de las viñas están en la propiedad que adquirió su abuela al quedarse viuda. Era una mujer de carácter que no dudó en pedir un crédito y ponerse a trabajar para sacar adelante a la familia y dejarles un legado. Balcona es su apodo; se lo pusieron porque es su casa había balcón, así de fácil. El padre fue socio de la cooperativa del Rosario. Unas jornadas vitivinícolas a las que asistió la familia fueron el detonante para lanzarse a la elaboración.
Todo el viñedo se trabaja en ecológico y desde 2017 cuenta con la certificación correspondiente. Seleccionan las mejores viñas para sus vinos y venden el resto de la uva. Algunas de las parcelas favoritas de Pepa son la Viña Vieja, de casi 70 años, cultivada cerca de la bodega sobre suelos arcillosos, y El Lomillo, otra viña vieja de monastrell de unas dos hectáreas pero en ladera, por lo que recibe más insolación y madura antes. Las viñas más jóvenes de monastrell tienen 40 años.
Cultivan también algo de tempranillo, syrah, cabernet, una hectárea de merlot y en blancas macabeo. Son en su mayoría variedades plantadas a finales de los 90. “La monastrell da la personalidad, pero si hay otras variedades que se adaptan bien, ¿por qué no utilizarlas?”, señala Pepa, quien no tiene pelos en la lengua y no duda en calificar a Bullas como “una zona de grandes vinos en el sitio equivocado”.
La fermentación se realiza con las levaduras de la viña y tampoco se siembra para maloláctica, lo que ralentiza la elaboración. Este hecho unido a las características del valle hace que los vinos tengan algo más de tanicidad y acidez. Les va bien la botella y Pepa no tuvo problemas en abrir un Partal 2006 para demostrarlo.
Aunque llegaron a elaborar unas 50.000 botellas, la crisis les hizo bajar la producción y ahora se mueven en el entorno de las 12.000-20.000 botellas anuales. La venta es fundamentalmente regional, además en bodega donde Pepa hace años que lleva impulsando el enoturismo.
La línea de vinos jóvenes se llama Mabal y en cada caso el nombre adquiere un significado particular: “Mamá Balcona” para el jugoso e intenso tinto de monastrell ecológico (7,5 €), que Pepa concibe como un homenaje a las mujeres de la familia; “Macabeo Balcona” en el blanco y “Merlot Aceniche Balcona” para el rosado elaborado con esta variedad bordelesa. Los dos últimos se comercializan en el entorno de loso 12,5 €.
Hay un segundo monastrell, el 37 Barricas (unos 11 €), con paso de unos seis meses por barrica. El top es Partal (16 €), un coupage de 85% monastrell con pequeños porcentajes de syrah y tempranillo que se desenvuelve muy bien con algo de tiempo en botella.. La nueva etiqueta reproduce la sombra de una montaña con los nombres de todos los montes de bordean el valle del Aceniche según la madre.