Aunque la marca apenas lleva 20 años en el mercado, la familia Gutiérrez Colosía lleva más de 100 trabajando con vinos de jerez. Las naves de crianza en El Puerto de Santa María, construidas en 1838 y compradas por los Gutiérrez a principios del siglo XX al segundo Marqués de Comillas, son las únicas que quedan a orillas del río Guadalete, y confieren a los vinos ese carácter fino y con toques de mar que Juan Carlos Gutiérrez Colosía extrae con maestría.
Él cuenta que empezó de obrero en la bodega, aprendiendo a hacer de todo con su padre: lo mismo arrumbaba botas que trasegaba el vino a jarra o lo cabeceaba. Estas enseñanzas le vinieron bien porque en 1966 su padre falleció y Juan Carlos, que tenía 20 años en aquella época, tuvo que hacerse cargo del negocio.
Hasta 1997 ejerció de almacenista vendiendo su producción a casas de renombre como Barbadillo, Williams & Humbert o González Byass, pero a partir de ese año Juan Carlos decidió implantar su propia marca, admirada por sumilleres de renombre como Pitu Roca (El Celler de Can Roca) o Nico Boise (Mugaritz y ahora Elkano en Getaria), cuyas firmas están plasmadas en las botas de la Solera Familiar, una colección de vinos viejos que son la joya de la casa.
La bodega, de estilo catedralicio, es de los últimos negocios vinícolas familiares de la zona y en ella trabajan Carmen, casada con Juan Carlos desde hace 30 años, y sus hijas Carlota y Carmen. Por su especial ubicación se beneficia de los vientos secos de Levante y húmedos de Poniente que llegan desde el Atlántico y crean esa atmósfera única para el desarrollo de la crianza biológica de los vinos. Muchas bodegas del Marco de Jerez se ven obligadas a regar los suelos de albero para mantener la humedad necesaria para el mantenimiento del velo de flor, algo que no ocurre en Gutiérrez Colosía donde los suelos de piedra la acumulan de forma natural.
Además de varios vinagres y dos brandies (Elcano y Américo Vespucio), Juan Carlos elabora una docena de vinos diferentes que comienzan con la gama Colosía y que incluye todos los estilos de vino generosos, desde el fino, con una salinidad y una flor pronunciadas, que es el vino de mayor producción de la bodega (7 €) y fino en rama —que se elabora sólo bajo pedido— hasta un pedro ximénez y su moscatel Soleado (18 €). El Oloroso Sangre y Trabajadero (10.000 botellas, 13 €) se presenta en botella de 37,5cl y proviene de unas antiguas soleras que adquirieron a la ya desaparecida bodega Cuvillo y cuya etiqueta —muy hipster, hoy en día— han mantenido para los mercados de EEUU y Japón, principalmente. Solera Familiar es el nombre de su gama de vinos viejos, con edades comprendidas entre 30 y más de 50 años, y que incluye un amontillado, un oloroso, un palo cortado y un PX viejísimo. Todos ellos se embotellan en cantidades muy reducidas y en botellas de medio litro (entre 50-60 €).
La bodega está abierta a las visitas de lunes a sábado y para grupos también se organizan espectáculos de flamenco. En las instalaciones de la bodega hay un despacho de vinos, típico de la zona, donde se pueden comprar algunos de los vinos de Gutiérrez Colosía a granel.