Cuarta generación de agricultores en el seno de una familia de Jerez de la Frontera, el empresario Javier Bohórquez fundó esta bodega de Ribera del Duero en 1999. Ingeniero agrónomo de formación, dice que fueron los antiguos dueños de Château Pavie quienes le animaron a lanzarse al mundo del vino.
Pensó que la zona que mejor se adaptaba a su idea de elaborar vinos elegantes eran los suelos calizos de la provincia de Valladolid. Sus viñedos se reparten en tres áreas diferenciadas: zonas de cascajo y arena suelta cerca del río Duero, el pago de Valdestremero a 900 metros de altitud, donde está la mayor parte de las viñas en un entorno más fresco y de menos vigor, y suelos pedregosos sobre roca caliza en el páramo. En total son 17 hectáreas de tempranillo, con algo de cabernet y merlot, variedades que según Javier “sirven de andamiaje para compensar la mayor delicadeza de la tempranillo y su acidez más baja”. Solo utilizan uvas propias, de modo que en los años complicados se ven obligados a reducir la producción. Todo el viñedo está dotado con sistema de riego para evitar paradas de maduración por estrés hídrico. Trabajan con levaduras naturales y en la crianza combinan roble francés y americano casi a partes iguales.
La bodega, situada en la carretera que va de Pesquera a Peñafiel está bellamente integrada en el paisaje y da la sensación de que lleva en su actual ubicación prácticamente desde siempre.
Los vinos siguen un estilo bastante más contenido que lo habitual en la Ribera, siempre prefiriendo la elegancia y el equilibrio a la potencia. Este hecho se ve reforzado además por la costumbre de dejarlos madurar más en bodega antes de lanzarlos al mercado, de modo que se acentúan las notas especiadas y los taninos se sienten más pulidos. El tinto de entrada de gama es el crianza Cardela (12 €), mientras que el reserva lleva el mismo nombre de la bodega Bohórquez (unos 19 € en España). En ambos casos la tempranillo representa algo menos del 90% del ensamblaje y el resto corresponde a variedades foráneas.
