Ubicada en el Barrio Bajo de Sanlúcar de Barrameda, Juan Piñero ocupa una bodega tradicional de la zona, construida entre 1920-1930, con un patio central y casco a dos aguas que es una réplica de La Arboledilla (1876), una de las catedrales del vino más impresionantes del Marco de Jerez.
La bodega estuvo a punto de desaparecer. Su propietario, el constructor local Juan Piñero, la adquirió en 1992 con la idea de aprovechar el boom inmobiliario pero la crisis le obligó a paralizar el proyecto por lo que decidió trabajar como almacenista, es decir, criando vinos que luego se venden a las bodegas comercializadoras.
Durante muchos años fue proveedor de vinos de Hidalgo-La Gitana, adoptando su sistema de trabajo con las soleras, pero con la llegada del enólogo Ramiro Ibáñez como asesor técnico en 2013 se modificó el sistema de almacenaje del vino y Piñero empezó a elaborar y vender sus propios vinos (unas 60.000 botellas).
Trabajan con mostos de Jerez superior del Pago del Hornillo y su marca principal es la manzanilla Maruja (10,55 €), una solera adquirida a la desaparecida Pedro Domecq en el año 2.000 y que antes había pertenecido a Terry. En un mercado dominado por manzanillas con 3-5 años de edad media, Maruja cuenta con siete criaderas o escalas, como se les denomina en Sanlúcar, y una solera y destaca por sus aromas salinos, un toque amargo y ligeras notas de flor. Se somete a un filtrado mínimo para conservar su carácter. La manzanilla Jarona —que en sanluqueño quiere decir vaga— es su vino más básico, con tres criaderas y un carácter biológico más pronunciado.
A través de Armando Guerra, propietario de la Taberna der Guerrita, sacó al mercado la manzanilla pasada Maruja (19,50 € por 0,5L), a la que Ramiro Ibáñez le ha dado un carácter más oxidativo frente al estilo más biológico que solía tener antes de la llegada de este enólogo, uno de los más dinámicos del Marco de Jerez. La pasada, de la que se elabora una cantidad limitada, se alimenta de botas seleccionadas de la manzanilla más fina, que pasan a la primera criadera de la pasada. La solera, con casi 16% de alcohol por concentración, tiene una ligera película de flor, pero tiene toques evidentes de que la crianza biológica está llegando a su fin. Su edad media es de unos 12 años.
Destaca la gama de vinos VORS de Juan Piñero. Las botas que albergan estos vinos se almacenan bajo llave en una bella sacristía, una zona recogida y de techos bajos donde huele a iglesia, azahar y madera vieja. Son producciones muy pequeñas de Amontillado y Oloroso, de unos 30 años de edad media, que se suman a las 350 botellas del excelente Cream viejo, seleccionado por Ramiro Ibáñez, que en un principio iba destinado al mercado de EE UU pero del que se ha guardado una pequeña partida para España.
Hasta finales de 2017, Juan Piñero era junto con Estévez, elaboradores de La Guita y el fino Inocente, el único productor con bodegas en Sanlúcar y Jerez. Allí producían el fino Camborio, con una solera de unas 400 botas y un carácter más potente, “como eran antes los finos; ese toque biológico siempre ha sido característico de Sanlúcar, no de Jerez”, dice Ramiro. Ahora, la bodega de Jerez ha pasado a manos de Peter Sisseck, el prestigioso enólogo danés, que elaborará un fino. Juan Piñero falleció en enero de 2021 víctima del coronavirus.