Ramiro Ibáñez y Willy Pérez (Bodegas Luis Pérez) son probablemente los enólogos más inquietos y dinámicos del Marco de Jerez. Además de gestionar sus propios proyectos personales, comparten interés por desentrañar y recuperar la historia de los vinos y los suelos de Jerez (llevan años escribiendo su libro Los Sobrinos de Haurie, de próxima publicación).
En 2017 decidieron dar un paso más y recuperar la histórica y reconocida marca Manuel Antonio De la Riva, que había pertenecido a dicha familia, propietaria de 53 hectáreas de viña en Macharnudo. Domecq, propietaria de otras marcas famosas como Palomino & Vergara, Terry o Agustín Blázquez, compró la marca De La Riva en los años 70 del siglo XX. Tras el desmembramiento de Domecq, la marca acabó en manos de la multinacional Beam Global antes de que la adquirieran Ramiro y Willy.
Con este proyecto conjunto buscan recuperar vinificaciones antiguas y de pagos tradicionales como Balbaína o Macharnudo, de los que se nutrían los vinos históricos de la casa como Fino Tres Palmas, Viña Sabel y Fino La Riva.
“Aquí tenemos una apertura mental completa”, explica Willy. “En Jerez se han hecho grandísimos vinos, aunque sean fortificados, y la idea es no cerrarse al tipo de vinos que hacemos nosotros en nuestros proyectos personales”. La compra por parte de Bodegas Luis Pérez de La Escribana y San Cayetano, dos fincas en el cerro de Valcargado, en Macharnudo, permitió ampliar ligeramente la producción.
Los vinos
Con etiquetas muy similares a las originales, el porfolio de De la Riva es una mezcla de embotellados muy limitados e irrepetibles y de etiquetas fijas con continuidad anual. En conjunto, reflejan estilos, orígenes, tipologías e historias que enriquecen el conocimiento de un vino tremendamente complejo, el jerez, que no ha dejado de evolucionar a lo largo de los siglos.
La gama fija incluye dos excelente vinos de pasto, De La Riva El Notario Macharnudo (2.000 botellas, 70 €), que se elabora desde 2016 e incorporó posteriormente el origen de la viña El Notario en el nombre, y De La Riva San Cayetano Macharnudo (6.000 botellas, 70 €), el primer blanco español en comercializarse a través de la Place de Bordeaux. La elaboración en ambos casos es similar. En función de la añada se puede hacer un breve asoleo para favorecer el estilo de vinos estructurados que hacía en su día la bodega De La Riva. Posteriormente, los vinos envejecen en bota durante unos diez meses bajo velo de flor.
Los otros dos vinos fijos son dos manzanillas: una Fina de Miraflores Baja, pago costero por excelencia de Sanlúcar (20 €), y la Pasada Balbaína Alta (2.500 botellas, 67 €).
En su gama de almacenista van comprando poco a poco solerajes con la intención de que sobrevivan. “Es un proyecto para divertirnos y por hacer cosas juntos”, explica Willy. A menudo exige ciertas dosis de arqueología vinícola. Habitualmente tienen que seguir la pista de partidas de bodegas desaparecidas e incluso han llegado a rescatar botas que se dieron como pago de una deuda en los años 80 y que no se movieron desde entonces.
De ahí resultan vinos finitos e irrepetibles a partir de la selección de las mejores partidas. Los embotellados, muy limitados, son vinos viejísimos: olorosos, dulces de moscatel y tintilla y varios palos cortados al estilo antiguo descritos como tres o cuatro cortados por sus largos envejecimientos.
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