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1. José Antonio y Julia. 2. Valtuille. 3. Corullón. 4. Cepa vieja. 5. Replantación. 6. La bodega. 7. Blancos. 8. Tintos. Fotos: A.C.

Bodega destacada

José Antonio García: así es una pequeña bodega familiar del Bierzo

Amaya Cervera | Domingo 05 de Mayo del 2024

Bierzo es una de las regiones más excitantes del panorama vitícola español. La ubicación en el extremo noroccidental de Castilla y León conecta naturalmente la región con Galicia; recibe muchas de sus borrascas y sus ríos forman parte de la cuenca hidrográfica del Miño-Sil. Su singular paisaje, con una hoya rodeada de montañas, ofrece múltiples altitudes y orientaciones, así como una diversidad de suelos que van desde las arcillas en el valle hasta las pizarras en la montaña. 
A eso hay que añadir la elevada edad media del viñedo, la personalidad de la variedad tinta mencía, que casi podría considerarse la antítesis de la tempranillo, y su avanzada clasificación de inspiración borgoñona que da alas a los productores para construir sus gamas altas hablando del territorio y a los viticultores para revalorizar el precio de la uva. 

Pero quizás la clave del despegue es la concentración de productores con talento y llenos de energía. Hemos escrito ya sobre los líderes naturales de la región: el local Raúl Pérez, que ha atraído a muchos amigos a la zona y acogido en su bodega las primeras vendimias de numerosos productores; y el dúo que llego de fuera con el cambio de siglo, Álvaro Palacios y su sobrino Ricardo Pérez, responsables de elevar el techo de calidad y precio de la DO y de colocarla en el mapa de los vinos finos.

Aunque evidentemente hay actores de distintos tamaños y con diferentes acercamientos al mercado, Bierzo se ha convertido en un gran escaparate de pequeños proyectos impulsados por jóvenes productores con carácter emprendedor o familias con una base de viña en la región.

Regreso al futuro

Si alguien le hubiera dicho a José Antonio García que dejaría su exitoso restaurante en Castelldefells (Barcelona) para irse a trabajar de viticultor a la región de origen de sus padres, probablemente no habría dado crédito. 

“La crisis de 2008 me fundió”, recuerda. “Me tuve que reinventar con las poco más de tres hectáreas de mis abuelos en Valtuille de Abajo”. La familia había emigrado a Barcelona cuando su padre tenía tres años. Sus abuelos paternos eran de Corullón. Los maternos, el abuelo de Viariz, una de las pedanías más recónditas y elevadas de Corullón, y la abuela de Valtuille de Abajo. 

Esta génesis ha permitido a José Antonio transitar entre el valle (Valtuille) y la montaña (Corullón) sin dejar de practicar la viticultura a escala humana. Hoy representa a la perfección la figura del pequeño productor y es un modelo de lo que una familia puede gestionar profundizando en la calidad y la personalidad de sus viñas.

El camino no ha sido fácil. “Fue un proceso de pico y pala: comprar viña, depósitos, formarse… El primer año elaboré en la bodega de Raúl [Raúl Pérez]”, explica. Una de las cosas más complicadas para García fue dejar de pensar como consumidor desde su antiguo oficio de restaurador y pasarse al lado del elaborador.

Su situación personal también cambió con la llegada al Bierzo. Allí conoció a Julia Peña, con quien ha acabado compartiendo vida y negocio, y formando una familia. Julia es de Ponferrada, estudió derecho en Madrid e hizo un máster en bolsa; le gusta la vida en el campo y montar a caballo. Los dos trabajan a tiempo completo en la bodega y se encargan en exclusiva de la vinificación. “Tenemos tres personas en campo todo el año pero en bodega, sobre todo por el tema de riesgos laborales, solo estamos los dos”, explica Julia. En este sentido, el uso de ovis [depósitos pequeños que manejan con grúa y permiten trabajar por gravedad] desde 2018 les ha facilitado bastante el trabajo.

Desde su regreso a la región José Antonio ha conseguido sumar 14 hectáreas a las tres de Valtuille con las que arrancó el proyecto. La bodega, ubicada en Valtuille de Abajo, ocupa las dos casas de la familia en este municipio. Han recomprado la parcela de la familia que estaba junto a ellas (su último propietario arrancó la viñita que había en ella) y esperan poder edificar ahí una nave de envejecimiento.

En total, cultivan 165 parcelas. Se han valido de sus conexiones familiares para ganarse la confianza de unos lugareños que suelen recelar de quien viene de fuera. “Algunos eran amigos de mi abuelo; mi tía conoce mucha gente en Corullón y eso te abre puertas; al final han venido viticultores a ofrecernos viña”, cuenta José Antonio.

Valle y montaña

Tienen cepas en parajes bien conocidos de Valtuille de Abajo como El Rapolao, Villegas, La Raposa, Mata Los Pardos o Cabanelas, y Fontouliña, Fontelas o San Martín en Corullón. Suelen vinificarlos por separado en tinas de plástico salvo La Raposa, una hectárea y media que va a un fudre, y luego van mezclando. Hasta la fecha solo ha salido al mercado un único vino de paraje, Fontouliña (se ha elaborado en 2019 y 2021 con producciones inferiores a las 1.000 botellas), pero en 2022 se estrenarán con otros dos parajes de Corullón, San Martín y Fontelas, y están pensando añadir alguno de Valtuille.

Los viñedos están en proceso de conversión a ecológico. También hay una parte importante de recuperación, sobre todo replantando los líneos que se habían arrancado en muchas parcelas para que pudiera entrar el tractor o reinjertando algunas cepas con godello. “Queremos conservar las características originales del viñedo porque la estructura y la densidad de plantación también aportan identidad”, apuntan. 

No hay duda de que trabajar en dos de los pueblos más famosos de la DO les da una ventaja competitiva, además de acceso a suelos y paisajes bien diferentes. José Antonio describe Valtuille de Abajo como “un valle aislado con relieve de lomas”. En las zonas altas domina la piedra en conjunción con la arcilla; en la zona media, la arcilla; y en las partes bajas las arenas sedimentarias como ocurre en los parajes deVillegas y Mata Los Pardos.

El río Burbia marca una frontera clara entre el valle y la montaña. El perfil de Corullón es muy diferente. Puede haber algo de arcilla y materia orgánica en la primera capa de suelo y en ocasiones una parte calcárea, pero domina la pizarra con distintos grados de descomposición. La viña se cultiva en pronunciadas laderas que dificultan enormemente el cultivo. José Antonio apunta también al mayor porcentaje de variedades blancas, entre un 10 y un 15%. “A medida que subes de cota, encuentras más uva blanca”.

Evolución 

Desde que José Antonio lanzó su primera añada en 2011, su visión de la zona y de la elaboración ha cambiado notablemente. “Ahora entiendo el vino desde otra perspectiva. Te das cuenta de que hay que hacer lo contrario a extraer y que lo mejor es tocar lo menos posible”. Es partidario de trabajar más en el campo, vendimiar temprano para evitar maduraciones elevadas y compensar la austeridad que puede presentar la mencía en este estadio con uva blanca. Trabajan con bastante uva entera, pero han reducido los tiempos de maceración con los hollejos que ahora se sitúan entre los 10 y los 20 días.

Producen una 70.000 botellas, que es exactamente la cantidad que consideran adecuada para su proyecto. “Con volúmenes de 100.000 botellas pasas de ser viticultor a convertirte en un comercial de ti mismo”, señala Julia.

La gama se ha reorganizado por completo. “La pandemia nos vino muy bien para reflexionar y rediseñar los vinos coincidiendo con la nueva clasificación”, señalan. No hay duda de que las etiquetas han ganado en seriedad frente a la imagen un tanto desenfadada de antaño que hacía más hincapié en la relación calidad-precio. “Cuando se diseñaron las etiquetas de Un Culín y Aires de Vendimia me gustaban mucho, pero luego me di cuenta de que parecían un “por para” y de que no tenían identidad. Ahora nos hemos apoyado en la zonificación, aunque nos parece una responsabilidad muy grande poner en la etiqueta Valtuille y Corullón”, confiesa Juan Antonio. 

Tintos y blancos de villa

El tinto de entrada de gama Un Culín (unas 40.000 botellas, 12,5 €) se ha convertido en vino de villa de Valtuille de Abajo. Aquí trabajan con alrededor de un 20% de raspón y se apoyan en suelos de canto y arcilla, frente a la mayor presencia de arena que utilizan en el Viñas Viejas (4.000 botellas, 35 €) donde suelen aumentar el trabajo con racimos enteros al 80% y donde también utilizan el sello de vino de villa. La cosecha 2021, muy expresiva y aromática, con ricas notas mentoladas, se ha criado durante un año en barricas de 500 y 228 litros. 

Siguen el mismo protocolo de vinificación y crianza para el Vino de Villa Corullón Viñas Viejas (3.500 botellas, 38 €), algo más profundo, con muchas notas de frutillos silvestres, excelente acidez y taninos elegantes. Con una personalidad muy diferente, catar uno al lado del otro constituye un fantástico ejercicio para profundizar en los distintos terruños del Bierzo.

Julia (3.500 botellas, 23 €), el tinto que lleva el nombre de la mujer de José Antonio, es más difícil de etiquetar y se podría considerar un vin de soif o de trago largo. Se trata de un field blend elaborado a partir de un viñedo situado en la salida de Valtuille de Abajo con presencia relativamente importante de uva blanca, herbal, crujiente y que invita a seguir bebiendo.

Aunque con muchas menos botellas de producción, la gama de blancos es muy variada. Arranca con un Vino de Villa de Valtuille de Abajo (6.000 botellas, 16 €) que se sirve de una combinación de godello (60%), dona blanca (35%) y palomino (5%). Prensan directamente sin despalillar y el mosto va directamente a foudre o barrica donde inicia su periodo de envejecimiento sin bâtonnage. El resultado es un blanco fresco de baja intervención, con buena carga frutal y buena acidez.

La versión superior, un godello de viñas viejas que se comercializa también como Vino de Villa de Valtuille de Abajo (3.800 botellas, €16) procede del paraje de Tesín de la Campana, que se caracteriza por sus suelos arenosos. Tiene toques tostados, notas de piedra seca, y excelente acidez.

Hay además una dona blanca con 90 días de contacto con pieles que se elabora desde la cosecha 2019 y de la que apenas hacen una barrica de 228 litros. Con notas melosas en nariz, casi de vino dulce, sorprende por su vibrante acidez (vendimian la uva con potencial de 11% vol.). También elaboran un palomino de Corullón (300 botellas, 85 €), con categoría de vino de villa y producción limitada a una barrica, que trabajan unos o días con las pieles y que acaba la fermentación alcohólica en barrica.

Esta colección prueba dos cosas: una, el interés creciente por los blancos; y otra, la naturalidad con la que la mayor parte de productores bercianos están llevando a sus etiquetas la nueva clasificación de la DO que ayuda a generar valor añadido. Según calculan José Antonio y Julia, el precio de la uva ha subido en Valtuille de 0,60 a un euro el kilo.


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