Pasión por el vino español

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Los hermanos Villalón, David y Mario, vuelven a la restauración madrileña tras un paréntesis de unos meses desde que traspasaron su antiguo proyecto de El Padre de la calle Serrano. La espera ha valido la pena porque su nuevo establecimiento de Reina, 4, una calle emblemática para la coctelería situada en la trasera de la Gran Vía, se perfila como uno de los mejores lugares para beber en la capital.

Si en su anterior aventura rindieron homenaje a la figura paterna, ahora le toca el turno a su madre, María Ángeles, cuyo nombre se ha transformado en el divertido logo alado de Angelita Madrid.

No hay duda de que las aspiraciones de los Villalón han subido unos cuantos escalones empezando por el propio espacio; un amplio local de dos plantas que ha permitido separar las pasiones particulares de los dos hermanos (coctelería y destilados Mario y vino David) en dos espacios diferenciados. La planta a pie de calle conduce a un restaurante de techos altos y grandes ventanales donde oficia David. Cuenta con una carta corta en la que están presentes los productos fetiche de El Padre (las carnes, verduras y los famosos tomates de una variedad recuperada por la familia, todo traído desde Zamora, su tierra de origen) y platos fuera de carta que se renuevan con frecuencia. Desaparece por tanto el menú del día que tantos adeptos tenía en El Padre para buscar una propuesta algo más sofisticada. El espacio se divide en una zona de mesas a la que se accede previa reserva y que funciona en horario de restaurante y una barra en horario ininterrumpido desde las 13:30 a medianoche que muy bien podría convertirse en el lugar favorito de muchos wine lovers.

La planta inferior es de Mario: coctelería, destilados y picoteo de platos de corte internacional con su propio horario (de 17:00 a 2:00). Pero es probable que a los locos del vino les cueste un poco bajar las escaleras porque la propuesta que ha construido David es de las que le tienen entretenido a uno mucho tiempo.

Para empezar, casi 40 vinos por copas agrupados bajo la máxima “No hay nada malo en tomar la sobriedad con moderación, ¿Una copa de vino?”. Los precios arrancan en los 2,9 € de una garnacha de Viña Zorzal (Navarra) o un tempranillo de Sierra de Toloño (Rioja), mostrando de paso el trabajo de jóvenes elaboradores que vienen pisando con fuerza. Más significativo quizás es que la lista está encabezada por Jerez (desde los 3,5 € de la manzanilla Barbiana) a los 8 € del Oloroso El Cerro de Callejuela); luego todo es variación: desde un espumoso método ancestral, albillo de Gredos, rufete de Sierra de Salamanca, sumoll, vermentino y aglianico italianos, grüner veltliner austriaco, Mosela, Portugal, bastantes guiños a etiquetas naturales de fuera y dentro de España con algún toque dulce para terminar (el Pandorga PX de Ramiro Ibáñez, moscatel de Setúbal…) y un sake que se cuela entre los vinos. La propuesta más cara por copas en nuestra visita fue el champagne José Dhondt Brut Chardonnay (9,5 €).

La carta de vinos requerirá aún más tiempo al aficionado, pero la forma en que se ordena es toda una declaración de intenciones y refleja una conceptualización muy clara de estilos. Arranca con unas 40 referencias de productores locales (léase Gredos) que apunta algún primer intento de vertical (tres añadas de Peña Caballera de Bodega Marañones, dos de Rumbo al Norte de Comando G); sigue con generosos y dulces (¿hay mejor manera de encumbrar a los que a menudo llamamos “vinos especiales”?) donde Portugal tiene su pequeño espacio (oporto, moscatel de Setúbal y madeira) junto a Jerez, Montilla y Gutiérrez de la Vega; para pasar a adentrarse en los espumosos con una impresionante selección de pequeños productores de Champagne que incluye distintos degüelles del encumbrado Jacques Selosse.

En tintos se distingue entre Duero en sentido amplio (con etiquetas a uno y otro lado de la frontera, vertical de Vega Sicilia Único, y Rueda y Toro en el mismo paquete); Rioja y Navarra van de la mano, en el primer caso con activa búsqueda de añadas de los 90 y primeros 2000, y miniverticales de Grandes Añadas y Viña El Pisón de Artadi); el noroeste de la península recoge Asturias, León, Galicia y norte de Portugal (aquí destaca una minivertical de Do Ferreiro Cepas Vellas); sigue Mediterráneo, sureste y Mallorca donde se incluye Cataluña con muchos guiños a pequeño productores y vinos naturales incluyendo las locas propuestas de Erik Rosdahl en Yecla; y acaba con una breve selección de lo que queda de la península: Canarias, Extremadura, vinos tranquilos de Andalucía y Dao, Lisboa y Colares en lo que toca a Portugal.

Muy destacable también el capítulo internacional con una buena selección de vinos del mundo pero fundamentalmente Francia e Italia. La gran estrella, sin duda, es Borgoña, que se lleva casi nueve páginas de la carta (más que ninguna región española) con una clara vocación de recopilar diferentes añadas de crus y productores destacados.

No hay duda de que Angelita Madrid es el lugar perfecto para los wine geeks, sin que ello le reste atractivo para atraer a otro tipo de público que, independientemente de su interés por el vino o los destilados, a buen seguro que saldrá bien comido y mejor bebido. A.C.

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