Esta tienda madrileña con numerosos y devotos clientes es el proyecto de dos buenos amigos que consiguieron convertir su pasión en su trabajo: Miguel Prohens, un loco de los vinos italianos y en especial de Barolo (de ahí sale el nombre del establecimiento), que vivía en Milán y trabajaba como director financiero de una multinacional; y Ángel Fontes, un aficionado al vino deseoso de dejar el sector inmobiliario y emprender proyectos más atractivos.
En 2004 Barolo abrió sus puertas en un amplio local de dos plantas muy cerca del parque de Berlín en Madrid con la clara intención de no ser una tienda de barrio, sino de trabajar mucho las recomendaciones a clientes y organizar numerosas catas y actividades, no tanto como un negocio paralelo, sino “para dar vida a la tienda y atraer clientes”, explica Fontes.
También tenían claro que todas las personas que trabajaran en la tienda debían conocer los vinos a la venta, así que desde el principio hay una cata semanal a ciegas de vinos “candidatos a entrar en la colección”. La costumbre se mantiene intacta, sólo que la docena de etiquetas de antaño se ha más que duplicado.
Barolo cuenta con unas 2.300 referencias, la mayoría de las cuales se pueden consultar online pero, aunque parezca sorprendente dada la proliferación de tiendas de vino en internet, aún no se puede comprar. Lo esperan hacer muy pronto, pero no es una prioridad para ellos. Les preocupa mucho más aportar valor a la gama y encontrar los vinos adecuados para sus clientes.
Aunque cuenta con grandes capítulos para Italia y Francia (además de Champagne, que es una especialidad suya de siempre, Burdeos y Borgoña, también con interés por zonas menos mediáticas como Languedoc, Loira o Jura), España es el grueso de la oferta con unas 1.800 referencias que intentan ir mucho más allá de lo estándar (“cada año vendemos algo menos de Rioja o Ribera”). Fontes se siente especialmente orgulloso de su selección de vinos del noroeste de España (Galicia, Bierzo y Asturias), la representación de monastrelles y bobales de Levante y lo que llama “rarezas”, un cajón en el que caben vinos naturales y “bio”, y variedades menos habituales como prieto picudo o juan garcía. “La última apuesta importante –señala– es Jerez con unas 60 referencias. Lo cierto es que a medida que ofreces más variedad, hay más interés”.
El capítulo de actividades es otro de los puntos fuertes de Barolo. De hecho, el diseño de la tienda está pensado para que las catas se hagan en el mismo lugar en el que está el vino y es cierto que aquí uno está siempre rodeado de botellas.
Todos los meses hay un curso de iniciación al vino, una cata con comida y otra temática impartida por alguien de su equipo más la visita de una bodega o enólogo que presenta sus etiquetas. En los últimos tiempos se han asumido proyectos mucho más ambiciosos como cursos de más de 10 sesiones cada uno sobre Francia e Italia impartidos por el experto Juancho Asenjo que han tenido gran éxito.
“De lo que más puedo presumir es del nivel de mis clientes”, concluye Fontes. A.C.