España es un lugar perfecto para wine lovers. Comparado con otros países, se pueden beber vinos de alta calidad a precios muy razonables, entre 18 y 22 € la botella. La arraigada tradición de las tapas se complementa a la perfección con los vinos por copas, lo que asegura una fabulosa experiencia gastronómica sin necesidad de arruinarse. Y es que el precio de una copa de vino puede ser realmente atractivo, entre 2,5 y 4,5 € de media.
Mi primer contacto con un vino español fue un rioja que tomé la primera vez que visité el país como turista. No sabía prácticamente nada de vino, menos aún de vinos españoles; eché un vistazo a la carta esperando poder elegir algo fácilmente, pero los términos de la lista eran tan diferentes a los que estaba acostumbrada que decidí preguntar al camarero. “De tintos tenemos rioja y ribera del duero, y de blancos albariño y rueda. ¿Cuál prefiere?”. Rápidamente me incliné por un rioja sin saber nada del productor o la calidad del vino. La inevitable resaca del día siguiente fue el resultado natural de una mala elección.
Seguro que muchos neófitos podrían vivir una situación similar. Así que, ¿qué hay que tener en cuenta para pedir vino sin equivocarse en un restaurante español?
Para empezar, hay que fijarse si tienen carta de vinos. Los que no la tienen son fáciles de detectar porque los camareros suelen demostrar escasos conocimientos de vino. Si preguntas “¿Qué rioja tienes?”, simplemente te contestarán: “Rioja”. No se puede esperar mucho más de estos lugares, así que lo mejor que se puede hacer es salir corriendo para ahorrarse una experiencia decepcionante.
En los restaurantes con carta de vinos, el diseño y su contenido nos ayudarán a ver el papel que juega el sumiller y la atención que se presta al vino. Algunas cartas son sencillas y cortas pero rigurosas; otras son como auténticas enciclopedias, capaces de confundir o, aún peor, de causar un terrible sopor. La cantidad no es siempre sinónimo de calidad porque puede muy bien haber vinos que estén pasados de añada. En las cartas que sólo aparecen marcas clásicas nos quedaremos sin la oportunidad de descubrir algo nuevo y de vivir una experiencia interesante.
Una carta de vinos bien diseñada (y esto vale para cualquier país) debe reflejar un interés específico por el vino y una selección acorde con la cocina del establecimiento. Debe dar la suficiente información como para que el cliente sea capaz de elegir él solo un vino o al menos de entender lo que está leyendo. Más allá de la marca, la región y el precio, ayuda mucho que figure la añada, las variedades de uva e incluso una breve descripción del vino. La clasificación por estilos o la inclusión de categorías específicas (vinos ecológicos y naturales, por ejemplo) son factores diferenciales interesantes.
Es importante familiarizarse con los indicativos de crianza españoles. Un vino joven es el que no ha pasado por madera o ha tenido una crianza de unos pocos meses, aunque en este último caso también se usa mucho el término “roble”; un crianza envejece dos años, de ellos normalmente 12 meses en barrica (los tintos) y 6 blancos y rosados; el reserva lo hace tres años, uno de ellos en madera; el gran reserva un mínimo de tres años en barrica y dos en botella. Por supuesto que el hecho de que un vino se haya criado en barrica no es ninguna garantía de calidad.
Y lo mismo puede decirse de los distintos indicativos de origen que pueden encontrarse en la etiqueta. El Vino de la Tierra procede de una región específica sin demasiadas limitaciones en cuanto a variedades y elaboración. En orden ascendente encontramos el Vino de Calidad con Indicación Geográfica; la Denominación de Origen (DO) donde se reglamentan más específicamente variedades y prácticas en viñedo y bodega; y la Denominación de Origen Calificada (DOCa), el nivel más alto y con dos únicos ejemplos en España: Rioja y Priorat. Queda también el Vino de Pago, que se da a una propiedad concreta teóricamente de reconocida calidad. Pero también se pueden encontrar vinos realmente excelentes fuera de denominación.
A lo hora de pedir el vino, el mejor consejo es dirigirse al sumiller. Un buen profesional siempre te preguntará por tus preferencias y te sugerirá vinos que se adapten a tus gustos y a tu bolsillo. Una buena forma de poner a prueba al sumiller es indicarle el precio máximo que estás dispuesto a pagar por una botella o pedir vino por copas para acompañar cada plato del menú. Si es un buen profesional, estará a la altura de las expectativas y no encarecerá la cuenta. También es importante que explique bien los vinos. Debe hacerlo con profesionalidad pero haciéndose entender y evitando términos técnicos, sin alardear de sus conocimientos. El buen servicio también se reconoce por la amabilidad y la paciencia a la hora de responder a las preguntas y a las dudas del cliente sin hacerle sentir incómodo.
Otro excelente indicador de la calidad de un local es el tamaño de las copas. Si las copas de agua son mayores que las del vino o ambas iguales y pequeñas, es conveniente pedir una más adecuada. Además, por su alto grado alcohólico que puede llegar a enmascarar los aromas, es conveniente tomar los vinos tintos españoles ligeramente frescos. Si no están a la temperatura adecuada, conviene pedir una cubitera. Y otra cosa importante para evitar un disgusto es asegurarte de que se descorcha la botella delante de ti.
Ahora que vivo en España debo reconocer que uno de sus principales atractivos es la gran riqueza de variedades de uva, la mayoría perfectamente identificadas con una identidad regional. “Los extranjeros suelen pedir uvas internacionales como la chardonnay porque temen lo desconocido. Pero de esa manera pierden la oportunidad de descubrir la autenticidad del país”, explica el sumiller Luis García de la Navarra, propietario junto su hermano de la Vinoteca García de la Navarra en pleno centro de Madrid. La complejidad y volumen de la godello, la mineralidad de la mencía o la potencia frutal de la bobal son solo unos pocos e interesantes ejemplos de la diversidad de experiencias que se pueden encontrar en España. ¡Ah! Y a los amantes de la pinot noir les recomendaría que intentaran probar la variedad catalana trepat. Con curiosidad y apoyándose en la profesionalidad de un buen sumiller, se pueden descubrir tesoros insospechados.