Aunque en la clasificación de vinos finos Live-Ex que incluye etiquetas de regiones más allá de Burdeos Pingus figura como primer cru y Vega Sicilia Único como segundo, este último sigue siendo el tinto español más famoso gracias a su larga y legendaria historia que arranca a principios del siglo XX.
Sobre la base de las poderosas uvas de Ribera del Duero, lo que le distingue es una elaboración propia de otra época con largos envejecimientos en madera (se utiliza una combinación de tinos y barricas) y botella. Como norma general, Vega Sicilia Único sale al mercado 10 años después de la fecha de cosecha.
Pero a menos que se sea un gran fan de la marca, el seguimiento de las últimas añadas ha sido un tanto complicado porque no han salido al mercado en orden cronológico. Esto se debe a la coincidencia de dos cosechas (2007 y 2008) de climatología muy complicada en Ribera de Duero que fueron precedidas por un 2005 de potencia extrema cuyo lanzamiento se retrasó hasta 2017. En consecuencia, el mercado recibió la cosecha 2007 en 2015, la 2008 en 2016, la 2005 en 2017 y este mes de febrero llega al mercado la 2006. Al final 2007 y 2008 envejecieron dos años menos de lo habitual y 2005 y 2006 dos años más.
El dicho de que todo lo bueno se hace esperar resulta muy válido para este Único 2006 al que el paso del tiempo (esos casi 12 años) ha favorecido de manera especial. También porque frente a las tres añadas que le han precedido (un 2007 con lluvias y heladas, un 2008 muy frío y un 2005 de gran potencia) recupera unos niveles de complejidad y desarrollo mucho más cercanos al perfil que se espera en un vino que ha envejecido durante una década.
Aunque las calificaciones oficiales de cosecha de los Consejos Reguladores hace tiempo que han dejado de ser una guía fiable, es significativo que 2007 y 2008 se consideraran “muy buenas” y 2006 apenas “buena”. La clave de la paradoja está en que 2006 venía detrás de un magnífico y muy equilibrado 2004 (se calificó como “excelente”) y un 2005 de alta madurez y potencia (aún estábamos en plena moda de tintos rotundos y poderosos) que muchas bodegas consideraron incluso superior a 2004. Recuerdo un comentario muy certero de Xavier Ausàs, anterior enólogo de Vega Sicilia, diciendo que 2007 y 2008 “habían hecho grande a 2006”.
En la finca de Vega Sicilia, 2006 fue una añada tranquila, temprana y de buena maduración, algo poco habitual en una región de clima extremo como Ribera del Duero. A un invierno frío y con nieve siguió una primavera anómalamente benévola que adelantó el ciclo. Las altas temperaturas al final de la maduración hicieron que la vendimia comenzara el 9 de septiembre (una fecha muy temprana para la Ribera) para interrumpirse por las lluvias registradas a mediados de mes y acabar con unas uvas que la bodega describe como muy sanas y de madurez equilibrada.
En cierto modo, el vino refleja esta tranquilidad. Es intenso y profundo, con gran complejidad aromática (confitura de fruta roja y negra, notas de regaliz y chocolate negro) que evoluciona hacia flores secas y especias exóticas. El desarrollo en copa es fascinante e invita a volver una y otra vez. El Único 2006 llena el paladar sin excesos con una elegante textura aterciopelada y buena acidez que aporta viveza y jugosidad y alarga el final de boca. Tiene todos los elementos que configuran el concepto de un vino fino.
La comparación con las dos cosechas que le precedieron, 2008 y 2005, fue particularmente interesante. Todas las botellas eran muestras de cata facilitadas por la bodega unos meses antes de la salida de las nuevas añadas, abiertas con Coravin y conservadas en un armario climatizador.
2008 fue una de las vendimias más frías y tardías de la década de los 2000 en España y se considera de corte claramente atlántico. En la Ribera del Duero se registraron heladas en septiembre y Vega Sicilia hubo de poner en marcha sus torres antihelada. El Único se trabajó con menos barrica nueva y menos tiempo en tino de madera. Se nota más cerrado y menos expresivo, con alta concentración pero menos expansivo en el paladar, levemente austero, pero podría dar sorpresas en la botella. Al igual que en mis notas de cata de 2016 falta el perfil de las notas terciarias que delatan un envejecimiento más prolongado. El vino se ha mantenido bastante quieto, por lo que será interesante ver su evolución a 10, 15 ó 20 años vista.
2005 en cambio fue una cosecha de buena madurez, fruta explosiva y gran potencia. Es la clásica añada con una media de calidad muy alta porque responde a parámetros clásicos de la zona: se puede extraer sin problemas y hay suficiente fruta y alcohol para envolver los taninos y para contrarrestar el uso del roble. Si cuando salió al mercado con 12 años el 2005 parecía una de las versiones más jóvenes y modernas de Único hasta la fecha, la sensación se mantiene aún hoy. Quienes busquen el perfil más clásico de la marca deberían de darle más años de botella.
Paradójicamente, 2006 es el Único para beber ahora porque encandila ya por su complejidad aromática, textura y elegancia. Sin embargo también tiene el equilibrio y la acidez suficiente para envejecer. Tras 2004 (no hay que olvidar que Único no se elaboró en 2001) y a la espera de lo que 2009 y 2010 den de sí (las expectativas son muy altas para ambas añadas), no hay duda de que 2006 es uno de los grandes Únicos de la década de los 2000.
Estas tres añadas, por otro lado, constituyen el mejor ejemplo de que hay “muchas riberas” dentro de la Ribera, ya que reflejan los tres principales perfiles climáticos de la denominación: la austeridad de las añadas frías, la potencia y poderío frutal que ha dado fama a la región y la elegancia y el equilibrio que buscan los aficionados más exigentes. Los tres estilos, eso sí, interpretados desde la experiencia y la filosofía de su bodega más legendaria.
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