En la DO Bizkaiko Txakolina, José Lapazarán tuvo que lidiar con mucho más que el virus y el mildiu. Su particular annus horribilis se empezó a torcer el 22 de marzo cuando remataba trabajos de desbroce en las fuertes pendientes de su finca de Muxika, a los pies del monte Oiz. Esta era su segunda cosecha de conversión a ecológico para conseguir la certificación en 2021. El tractor volcó y le atrapó la pierna. Trasladado en helicóptero al hospital, su ingreso se prolongó durante dos meses al que han seguido distintas intervenciones. Sin posibilidad de atender la viña, el mildiu hizo estragos y su producción se redujo a 60.000 kilos frente a los 250.000 que hubieran podido vendimiar en circunstancias normales.
Es una historia particularmente trágica en el contexto de una cosecha que las bodegas califican unánimemente como difícil y agotadora. “Parce que hayamos vivido una vendimia desde abril hasta octubre porque ha habido que trabajar muchísimo en la viña”, decía Dominique Roujou, que asesora bodegas en Galicia y otros puntos de España.
La primavera, tremendamente lluviosa en algunas regiones, generó las condiciones adecuadas para el desarrollo del mildiu en prácticamente todo el país con especial incidencia en las regiones atlánticas (Galicia y cornisa cantábrica) y mediterráneas.
Fernando Mora MW (Bodegas Frontonio), el productor que animó los meses más duros del confinamiento con sus charlas en Instagram, contó en un directo improvisado hace unos días cómo tuvieron que tratar continuamente contra el mildiu durante una primavera especialmente lluviosa porque los productos que aplicaban se lavaban rápidamente. Muchos viticultores estarán de acuerdo con él en que una de las pocas cosas buenas de la pandemia ha sido que, al cancelarse viajes y catas, han tenido mucho más tiempo para estar a pie de viña. Sin embargo, en los lugares en los que el hongo no ha tenido incidencia, la producción ha sido bastante generosa.
Otro comentario muy repetido en las fechas de vendimia era el deseo de terminar la vendimia lo antes posible. El miedo a tener algún positivo por Covid ha planeado con fuerza durante los días que ha durado la recogida de la uva.
En una visita de un pequeño grupo de profesionales a Abadía Retuerta en la primera semana de octubre, el enólogo Ángel Anocíbar hizo de cicerón por la finca y conversó animadamente en espacios abiertos, pero se movió solo en su coche y no estuvo presente en la cata posterior. Su mayor preocupación era mantenerse sano en los días más estratégicos del año.
Pero, tras las historias humanas y los caprichos de la naturaleza, ¿cómo serán los vinos de 2020? A partir de lo que nos han contado productores de distintos puntos de España, esta semana publicamos una primera parte centrada en la parte norte del país y Baleares, y la semana que viene seguiremos con las regiones meridionales y Canarias.
Como viene siendo habitual en los últimos años, las cosechas cada vez están más marcadas por la presión de enfermedades, en especial el mildiu y el black rot, que este año se han sentido con particular virulencia.
El enólogo y consultor Dominique Roujou divide el año en tres bloques: una brotación precoz que ha condicionado todo el ciclo y que, unida a la amplia pluviometría, desencadenó muchos focos mildiu desde muy pronto (“han sido tres meses de guerra”, señala); un verano seco que permitió una notable mejoría; y la vendimia tras las lluvias de finales de agosto que no tuvieron incidencias muy graves. Su reflexión: “El cambio climático nos ha llevado a una situación casi tropical, con temperaturas suaves y humedad constante que crean las condiciones idóneas para el desarrollo del hongo. La añada no ha mejorado por lo que hayamos hecho en la viña, sino por las condiciones externas; hemos estado a merced del clima”.
En Rías Baixas, Eulogio Pomares de Zárate, ratificaba los ataques tempranos de mildiu en el Salnés, antes incluso de la floración, pero sin que afectaran al cuajado, que fue muy bueno. Finalmente, el estado sanitario de las uvas que entraron en bodega fue excelente, ya que el buen tiempo permitió realizar una vendimia cómoda. “Me gusta la calidad de la añada y la veo más equilibrada que 2019; en alcohol está un poco por debajo y en acidez tenemos un gramo menos de málico”, señala. La parte negativa ha sido la incidencia del mildiu. Eulogio ha visto cómo viticultores de su entorno han perdido hasta un 50% de la cosecha. Pese a la incertidumbre de la pandemia, la escasez de uva hecho subir el precio de la uva hasta los 1,5 €/kilo. Desde una perspectiva más amplia, alerta de que las maduraciones en los últimos años están siendo algo más rápidas.
En la zona de O Rosal, Julio Sáenz (Lagar de Cervera) habla de un año cálido y moderado en cantidad en el que uva ha madurado mejor, hay menos málico y tiene la acidez muy bien integrada, lo que hace innecesario las malolácticas. “Tenemos albariños aromáticos, sin fruta verde, con notas de manzana, pera blanca y florales muy presentes. Este año están tan elegantes y finos que no hay que hacer nada”, concluye.
En Ribeira Sacra Dominique Roujou destaca la calidad de fruta crujiente, aunque sin malolácticas terminadas cree que es un poco pronto para avanzar mucho más. Resalta que el último tramo de la maduración se aceleró en las zonas más soleadas, pero en términos generales y pese a ser una cosecha temprana no la considera cálida siempre que se haya vendimiado a tiempo. “2020 es un año atípico por el gran desarrollo vegetativo con un contraste muy grande entre el exceso de humedad en primavera y los dos meses de sequía de verano tras los que volvió la humedad. El perfil de la uva no es ni de añada fría, ni de añada precoz como 2017. Lo más importante este año ha sido estar alerta para evitar la sobremaduración”, explica.
Raúl Pérez (Castro Candaz), que este año ha incorporado viñedos de Quiroga a los que trabaja habitualmente en Chantada en el proyecto que comparte con Rodrigo Méndez en esta región, habla de vinos más aromáticos y con cierto perfil reductivo. “Ha sido una vendimia precoz, de maduración alta y con más presión de mildiu en zonas de río”.
En comparación con la humedad permanente de la costa en Rías Baixas, Dominique Roujou considera que las noches más frescas de Ribeira Sacra y Ribeiro frenaron un poco la contaminación. En Ribeiro, por ejemplo, el mildiu fue menos virulento en el inicio de ciclo, pero es significativo que ha sido el gran protagonista frene al black rot, que es la enfermedad fúngica que más presión ejerce últimamente en estas dos regiones.
La mezcla de variedades que caracteriza los viñedos de Ribeiro obliga casi a hacer dos vendimias. Al final, señala Roujou, el grado ha sido más elevado de lo que parecía anunciar la uva, pero la acidez es adecuada y se ha podido vendimiar con tranquilidad y esperar lo necesario para las variedades blancas tardías y las tintas. “La calidad tanto de blancos como de tintos es buena”, apunta.
En el valle del Bibei, el lugar de operaciones de Fedellos do Couto, a medio camino entre Ribeira Sacra y Valdeorras, Curro Bareño habla de un año menos complicado que 2019 y de ciclo muy largo con un arranque temprano debido a que el final del invierno fue muy templado. Tuvieron casos raros, como una tintorera que cortó el ciclo antes de tiempo y disparidades entre parajes que no se habían producido antes. “Es como si se hubiera acentuado el efecto microclima”, señala Bareño. Considera que es una añada sin estrés para las plantas ya que no ha habido temperaturas muy altas, fresca, pero concentrada y con fruta madura. “Ha sido fácil, la fruta ha salido sola”, comenta.
Según el relato de Raúl Pérez, uno de los productores de referencia en la zona, la vendimia ha sido bastante peculiar. Se preveía una cosecha de cantidad media, pero la producción ha caído en torno al 35%. La cifra, en su opinión, no se puede atribuir al mildiu porque, aunque éste llegó de forma precoz, “las plantas tampoco produjeron lo que tenían que producir”. Por el adelanto de fecha de vendimia, todo hacía pensar en graduaciones elevadas, pero al final resultaron moderadas. “Fue extraño; las zonas frías maduraron antes las cálidas sin una explicación lógica; nunca, por ejemplo, se había vendimiado Villegas más tarde que Rapolao. Ahora estamos viendo que los vinos son muy bebibles”, señala Pérez. De hecho, han reducido un 30% los tiempos siempre muy largos de sus maceraciones. “Los vinos tenían el tanino estructurado y dulce y no tenía sentido esperar más”.
Hay buen estado sanitario porque el verano no fue excesivamente lluvioso, con acideces tirando a bajas y una cierta tendencia a la reducción más acusada en las zonas frías, según Pérez. También destaca la creciente presión de animales como corzos y jabalíes. “En nuestros viñedos más altos, en Viariz y Ponferrada, nos quedamos ya en agosto sin una parte importante de la uva. Nuestro trabajo principal es estas zonas ahora es vallar fincas”.
Compara la cosecha 2020 con 2019, vinos muy rápidos, casi preparados para meter en botella. Cree que la incertidumbre y el miedo causado por el Covid ha llevado a muchos a vendimiar antes y más rápido de lo habitual, lo que también puede tener incidencia en las graduaciones más moderadas y una mayor ligereza como estilo generalizado. ¿Servirá esto para descubrir nuevos caminos a bodegas que trabajaban en una línea diferente?
En Toro se han obtenido vinos concentrados, potentes y voluptuosos. Según Gonzalo Iturriaga de Tempos Vega Sicilia, la ausencia de lluvias en agosto y septiembre y las olas de calor han hecho subir el grado alcohólico por encima de lo conseguido en los últimos tres-cuatro años. Aunque tienen pieles bien maduras y buena calidad, en Pintia, están trabajando para mitigar en lo posible esa potencia reduciendo tanto la extracción como la malolática en barrica y decantándose por una mayor presencia del roble francés.
En Ribera del Duero se espera una cosecha de muy buena calidad, aunque la percepción puede cambiar ligeramente dependiendo del interlocutor. Entre los más entusiastas están Peter Sisseck, quien a medidos de octubre y, tras el prensado, confirmaba que tenía un Pingus “de antología”.
En La Horra, el mismo municipio donde se encuentran los viñedos de Pingus, Agustín Santolaya (Corimbo) especificaba que tenían taninos muy finos para lo que es la Ribera. “Será una muy buena cosecha”, señala, Desde su punto de vista, las lluvias de septiembre acabaron de redondear la producción.
Xavier Ausàs (Ausàs Interpretación) vendimió el 40% antes de las lluvias y el resto aprovechando un tramo de días secos antes de que volvieran las precipitaciones, cree que, pese a que cayeron entre 40 y 60 litros, no hubo graves consecuencias. Compara la añada 2020 con 2018 o 2019. “No será fresca, pero tampoco va a ser pesada. Hay buen equilibrado, acidez quizás algo baja, pero con buena materia prima. Ha sido lo mejor de todo el año”, señala en alusión a la presión adicional del Covid.
En el grupo Tempos Vega Sicilia, Gonzalo Iturriaga diferencia entre partidas muy concentradas destinadas para Alión antes de las lluvias y otras de mayor elegancia y equilibrio después con graduaciones por debajo de 14% vol. que hacía tiempo que no se conseguían y una mención especial calidad y equilibrio de las uvas del páramo de Moradillo de Roa (Burgos). El tanino pulido le recuerda a los 2016. En Vega Sicilia, donde todo se vendimió después de las lluvias porque antes no había madurado, han obtenido características muy parecidas y destaca una elegancia y un equilibrio en línea con 2011.
Para Julio Sáez de Áster (grupo La Rioja Alta), sin embargo, las lluvias jugaron en contra mermado la calidad, especialmente teniendo en cuenta el perfil de suelos arcillosos que dominan en la zona de Anguix (Burgos) donde se ubican. Tienen vinos equilibrados, “pero les ha faltado el punto final de madurez necesario para que salgan grandes vinos”, señala Julio, quien anuncia ya que no elaborarán Finca El Otero.
Para Luis Hurtado de Amézaga, director técnico de Marqués de Riscal en Rueda, 2020 ha sido una cosecha complicada por el estado sanitario de la uva. “El mildiu se ha controlado porque la verdejo es muy resistente a esta enfermedad, pero en los 17 años que llevo aquí nunca he visto tanto oídio”, comentaba. La incidencia ha sido mayor en viñas jóvenes plantadas en terrenos no tradicionales y suelos fértiles, mientras que las viñas de secano se han visto afectadas por el frío en floración que provocó más corrimiento que el habitual. “Se ha marcado el Rueda a dos velocidades”, señala.
Con un potencial de cosecha muy alto, habida cuenta de la abundancia de nuevas plantaciones, la producción se ha moderado con la bajada de rendimientos a un 85% y las ayudas a la vendimia en verde. Para Hurtado de Amézaga, las mejores partidas han llegado de la zona de Segovia, situada a mayor altitud, con muy buena sanidad y donde las viñas jóvenes también han funcionado bien. En su opinión, aquí y en los clásicos suelos de cascajo de Valladolid se puede hablar de una cosecha con cuerpo, buena acidez y alta calidad.
La añada ha estado marcada por la alta pluviometría y una brotación temprana que ha conducido a una vendimia relativamente temprana, pero de forma un tanto desigual en función de las zonas. Agustín Santolaya de Roda describe tres escenarios principales: zonas que han sufrido ataques importantes de mildiu donde la producción se ha reducido y se ha adelantado la vendimia; viñedos atacados por el granizo también con reducción de cosecha y resultados casi siempre espectaculares y zonas sin incidencias reseñables con producciones generosas. Y un factor externo consecuencia del Covid: “Por primera vez en la historia el Consejo, se ha reducido a un 90% la producción autorizada y la consecuencia es que ha quedado mucha uva en el viñedo”.
En este contexto nos hemos encontrado con impresiones y experiencias variadas. Productores que han sufrido mucho como Carlos Fernández de Tierra, en Rioja Alavesa (“lo que no me ha pillado el mildiu, me ha pillado la piedra”, nos decía a finales del verano), que han tenido un poco de todo como nos contaba Gonzalo Iturriaga de Tempos Vega Sicilia y hasta muy entusiastas como Julio Sáenz de La Rioja Alta, S.A. que asegura tener la mejor cosecha de los últimos cinco años, aunque cree que hay dos vendimias: la de quienes cosecharon la uva antes de las lluvias de San Mateo y quienes esperaron y se beneficiaron de un viento norte que ayudó mucho a la maduración. “Estas uvas han dado vinos equilibrados, moderados en alcohol, con buena acidez y muchísimo color; hay partidas fabulosas para envejecer”, dice.
Como en otras zonas, el año ha sido duro para quien trabaja en ecológico, nos decía Roberto Oliván, de Tentenublo, que empezaba esta cosecha con la certificación oficial. Su experiencia pasada como asesor de bodegas de txakoli le ha ayudado mucho. “He descubierto que plantar cara al mildiu es cuestión de matemáticas y de estar muy encima; ver la primera mancha es clave; a partir de ahí hay que actuar. Para una bodega de txakoli montamos un programa informático para adaptar las tablas climáticas a las condiciones de la zona”, cuenta. En su caso, ha aguantado para vendimiar hasta que las uvas estuvieran maduras.
Respecto al estilo de los vinos, Agustín Santolaya dice que son expresivos, frescos y muy agradables de beber. La considera una buena cosecha con partidas extraordinarias, pero no cree que alcancen la profundidad de 2019. “Jamás en la historia ha habido una cosecha excelente con más de 550 mm. de pluviometría y este año estamos bastante por encima de 600 mm.”. En estilo le recuerda a 2016, que fue también muy abundante y con taninos finos desde el primer momento.
A Gonzalo Iturriaga, aunque han tenido algunas zonas con incidencia del mildiu y han vendimiado “entre ventanas de lluvia”, le gusta el grado moderado, el equilibrio y la madurez de los hollejos. También ve algo menos densidad que en 2019, pero en su caso la sitúa por encima de 2018.
En La Rioja Alta, Julio Sáez, la compara con 2012 y 2016, años cálidos con un refresco de lluvias a finales de septiembre que aportaron equilibrio. En 2020 anuncia muy buenos vinos con cierta contundencia y apunta que los más grandes saldrán de la zona de Rioja Alta, donde están los viñedos que se destinan a grandes reservas. Señala también que la incorporación de máquinas de selección óptica como las que muestra la imagen inferior les está permitiendo dar un salto cualitativo importante en los últimos años.
En Contino, a Jorge Navascués le resultó difícil decidir el momento vendimia porque las graduaciones eran anormalmente bajas, mientras que la uva estaba bien en cata. Arrancaron un dos de septiembre, una fecha totalmente anómala, y han conseguido un pH moderado para la tempranillo y frescor natural. “Hay un buen material para vinos de guarda. Es la mejor añada desde que estoy aquí”, explica.
Una de las regiones que ha pasado de puntillas sobre el mildiu y ha conseguido una cosecha de cantidad media-alta. Nos lo confirma el enólogo Gonzalo Celayeta en San Martín de Unx (Baja Montaña) y también Jorge Navascués, asesor de Viña Zorzal, en la zona de la Ribera. En ambos casos son vendimias súper tempranas y de calidad, con muy buen estado sanitario, buen tiempo en vendimia y un mes de septiembre que empezó con calor, pero se fue suavizando después.
Celayeta describe un perfil de vinos frescos y con buena fruta. Navascués señala que hay una relación cantidad/calidad “espectacular” y que se ha conseguido con gran facilidad un frescor natural que ayuda a buscar una identidad varietal que exprese la zona y que se desmarque de las “mermeladas de garnacha”. En este sentido, considera que es una añada bastante parecida a 2018.
Jorge Navascués es tremendamente optimista sobre los vinos de su región de origen: “Para mí es la mejor añada de los últimos cinco-seis años. Que sea temprana no quiere decir que venga marcada por una maduración rápida. El cambio climático nos lo tenemos que creer en todo el ciclo y no solo en verano. La brotación se adelanta por las altas temperaturas de febrero, pero este año el ciclo ha sido más largo que en un año normal. Quien haya encontrado un equilibrio entre producción y sanidad, tendrá grandes vinos”, señala aludiendo a que quizás la calidad esté más generalizada en 2019 que en 2020. Por otro lado, no hay perfil de añada cálida: “Los grados son más bajos, hay carácter floral en la fruta, más notas de monte bajo, mucho más málico que otros años...”.
En Cariñena, añade, se han demostrado que las zonas altas son mejores porque se han librado del mildiu que ha atacado al centro del valle. En Calatayud, región marcada por la altitud y su orografía de sierra, el mildiu ha tenido escasa incidencia y la cosecha ha sido generosa, según apunta Juan Vicente Alcañiz, enólogo de Bodegas San Alejandro. Esta situación la corrobora Fernando Mora MW en Valdejalón: “Aunque la garnacha es muy propensa al corrimiento, tuvo un muy bien cuajado y al final la producción fue superior a un año normal”.
Mora contaba que las pieles maduras les han permitido fermentar con raspón y realizar largas maceraciones (los mejores vinos aún no se han descubado). Han obtenido buena acidez, con algo más de málico que lo habitual en la garnacha, y grados alcohólicos moderados porque han vendimiado pronto.
En Calatayud, la cosecha fue anómalamente temprana. “Empezar en la segunda semana de septiembre es poco habitual aquí”, señala Alcañiz. Tras un verano muy seco, las lluvias de finales de mes trajeron diluciones importantes de modo que se han encontrado con vinos frescos y de grado moderado en la línea de los 2018, con taninos maduros, limpios y aromáticos.
Josep Sabarich, director técnico de Familia Torres, que cultiva en prácticamente todo el territorio, describe un ciclo muy similar al de otras regiones con una primavera extremadamente lluviosa, daños importantes por mildiu y tras éste, de oídio que desencadenaron pérdidas nunca vistas en viña. “La caída media en las DO catalanas es de un 30%, pero ha habido viñedos totalmente arrasados que no se vendimiaron”. El principal problema para desde su punto de vista es la heterogeneidad en viña: “Este es un año de selección en viña: quien haya tenido medios, sobre todo en vinos de gama alta, tendrá menos producción, pero muy buena calidad. En vinos de entrada de gama ha habido que hacer mucha clasificación, visitas a viñedos, selección lotes, ver bien qué uvas se iba a mezclar…”. En los vinos ve un perfil de año frío en boca (“pH no muy alto, málicos altos, buena acidez y tensos en boca”) y sensaciones maduras en nariz debido a la vendimia adelantada y con altas temperaturas.
Las pérdidas más importantes en producción han sido en los viñedos trabajados en ecológico, que en Cataluña representan el 33% de lo cultivado según las estadísticas del MAPA. En Penedès. Juvé y Camps reconoce una perdida del 80% que no va a alterar, sin embargo, su compromiso con esta práctica de cultivo. Lo mismo ocurre en el caso Albert Costa de Vall-Llach en Priorat, quien, en su segundo año de conversión a ecológico, se tuvo que conformar con procesar 20.000 kilos frente a la horquilla de 120.000 a100.000 kilos en la que se mueve habitualmente. “Fui padre hace un año y tengo muy claro que le quiero dejar a mi hijo una herencia de suelos vivos”, nos dijo.
En Familia Torres, Josep Sabarich constata que seguirán fomentando el cultivo ecológico de sus proveedores desde los precios de la uva y no es pesimista en este sentido: “Aunque ahora hay mucho miedo, si se mira en perspectiva, va a ser difícil que volvamos a tener años así en zonas de clima mediterráneo; por otro lado, es el mejor año en que nos podía pasar esto”.
En Penedés, Ton Mata de Recaredo habla de rendimientos 25% inferiores a lo habitual y un 50% más bajos que en 2019, que fue una añada generosa en la que alcanzaron los 8.000 kilos por hectárea. En sus viñedos de macabeo por ejemplo apenas han alcanzado las 3.000 hectáreas. Turó d’en Mota es una de las parcelas más regulares: “No ha fallado nunca y, a diferencia de 2018, este año ni siquiera ha tenido mildiu”. Tienen vinos aromáticos y con acidez equilibrada, pero pH ligeramente alto. Con un peso creciente en sus viñedos, cree que la variedad que mejor se adapta a circunstancias extremas, particularmente la sequía, es la xarel.lo. De hecho, anuncia que el próximo Reserva Particular 2020 tendrá más xarel.lo que macabeo, cuando esta última siempre había dominado la mezcla.
Albert Costa (Vall-Llach) nos decía que la cariñena y la garnacha son las uvas que menos han sufrido este año teniendo en cuenta el panorama tan complicado que han tenido en Porrera y Poboleda, los pueblos más húmedos y con mayor influencia del mar (750 mm. de lluvia hasta vendimia frente a 120 mm. el año anterior). “Ahora igual nos damos cuenta de que con el cambio climático variedades como merlot y cabernet no son tan interesantes en la zona”. En su viñedo más emblemático y uno de los más elevados, Mas de la Rosa, la calidad ha sido excelente y sin merma de producción, aunque han vendimiado a finales de septiembre, 15 días antes que el año anterior y más de un mes con respecto a 2013 cuando se fueron hasta noviembre.
Casi en el otro extremo de la DOQ, en Cellers Scala Dei, Ricard Rofes coincide en que ha sido la vendimia más rápida y adelantada, con toda la uva en bodega para el 10 de octubre (“es la primera vez que tengo fiesta el día del Pilar en 22 años”, bromea). Se considera muy afortunado, sin descensos de producción en viñedos propios gracias al excelente trabajo del equipo de campo, pero constata caídas del 50% en uva de proveedores. “La gente aquí no está acostumbrada al mildiu; la última vez que hubo un ataque muy fuerte fue hace 40 años”, dice. Tiene vinos limpios, con pH bastante bajo, buena acidez, muy limpios, pero también con concentración. Se acerca desde su punto de vista a la excelente 2016.
En Empordà, Delfí Sanahuja, director técnico de Castillo de Perelada, estrenaba bodega entre la alegría de tener todos los medios que quería, pero el reto de trabajar con maquinaria nueva en un año difícil y en plena conversión a ecológico. Con pérdidas de un 15% en viñedos propios y un 20% en proveedores y la vendimia más lluviosa de las 28 que ha vivido hasta ahora (“no solo en cantidad, sino en lo que respecta a la persistencia de la humedad”), el resultado final es muy bueno. “No me atrevo a decir excelente porque en algunos vinos tenemos un grado algo elevado, pero también alta acidez, de modo que hay buen equilibrio. El resultado es mucho mejor de lo que habría esperado”; explica.
En Pla de Bages, Ramón Roqueta (Abadal) señalaba que el mildiu ha afectado mucho a las zonas más bajas y húmedas donde se puede haber perdido un 80%, pero no a las elevadas, que cuentan con mayor aireación. Los daños han sido mucho menores en Terra Alta donde elaboran Lafou, al ser una región mucho más aireada. La consecuencia más evidente es que ha sido una cosecha más abundante y en la que se ha podido vendimiar con gran comodidad (“aún tengo garnachas blancas en la planta para un blanco de vendimia tardía”, desvela). En ambas zonas el perfil de los vinos es fresco, aunque al final la acidez o ha sido tan alta como esperaban.
El archipiélago ha seguido la tónica del resto de regiones mediterráneas con una cosecha muy corta. En 4 Kilos (Mallorca), Francesc Grimalt cuantifica la pérdida en un 40%. Les perjudicó la poda tardía con la que buscaban más ácido málico porque el mildiu les llegó en floración. “Ha sido un año atípico; por el clima debería haber sido tardío, pero se ha adelantado la vendimia”, señala. Sin embargo, el resultado final ha sido muy bueno. Grimalt ve un año más fresco que el 2019, con menos grado, más fruta y menos cuerpo que permitirá elaborar vinos longevos.
La experiencia de Dominique Roujou, con asesorías en Mallorca e Ibiza, es también de mucho mildiu con gran pérdida en hojas y en menor medida en racimo, pero perjudicial en cualquier caso.