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1. De iaquierda a derecha: Alberto Saldón, Rodolfo Bastida and Rosana Lisa. 2. La nueva bodega en Haro. 3. Hormigón. 4. Sala de barricas. 5. Villalba. 6. Yerga. 7. El cambio de imagen del rosado. 8. Los nuevos tintos. Fotos: A.C.

Bodega destacada

Ramón Bilbao irrumpe en el segmento top de Rioja con Lalomba

Amaya Cervera | Martes 03 de Marzo del 2020

A finales de abril de 2017 visité la finca que el grupo Ramón Bilbao había adquirido en 2014 en las faldas del Monte Yerga, uno de los mejores terruños de la que entonces aún se conocía como Rioja Baja por su altitud y sanidad (buena aireación y práctica ausencia de heladas). La explotación, de 160 hectáreas, contaba con 90 hectáreas de viña plantadas a partir de 1970 con selecciones masales de tempranillo, garnacha y algo de viura. Era la nueva “joya” del grupo y había grandes planes para ella.

Ramón Bilbao había elaborado uvas de esta propiedad desde 1999 y valoraba especialmente el carácter floral y la frescura de sus tempranillos. Tras la compra comenzó a profundizar en sus parcelas, acotó el terreno y empezó a vinificar por sectores y a explorar el potencial real de cada uno de ellos. Parte del trabajo incluyó el análisis microbiológico del suelo en colaboración con la empresa WineSeq y el desarrollo de una levadura específica de esta zona bajo la coordinación de la responsable de I+D del grupo, la enóloga Rosana Lisa, que se ha acabado convirtiendo en una de las mejores herramientas internas de la bodega.

Camino de la diferenciación

El año anterior parte de este potencial se había concretado en el lanzamiento de Lalomba (el nombre quiere decir loma o ladera), un rosado de alta gama elaborado con garnacha y en torno a un 10% de viura que se beneficiaba de las condiciones de frescura de la finca. Quizás los guiños provenzales (color muy pálido y packaging sofisticado) llamaron más la atención que el estilo elegante apoyado en una acidez que aportaba buena capacidad de desarrollo. Pero esta presentación tan llamativa desaparecerá en la nueva añada 2018.

Aun a riesgo de que algunos consumidores echen de menos la botella serigrafiada con el imaginario de la rompedora comunicación de Ramón Bilbao, el vino que saldrá el mercado en abril tendrá una presentación mucho más sobria y añadirá el nombre de la parcela de la que proceden las uvas: Finca Lalinde.

La razón es que, tras un buen número de debates internos, se ha abandonado la idea de que Lalomba fuera un proyecto de vinos de finca de la propiedad de Monte Yerga para convertirse en una colección de viñedos especiales en la que también tendrán cabida otras fincas del grupo situadas en Villalba y San Asensio, en Rioja Alta. 

“Los sitios que mejor conocemos y que entendemos que tienen alguna singularidad los elaboramos por separado y si demuestran este carácter especial, los pasamos a Lalomba”, explica el director general del grupo Ramón Bilbao, Rodolfo Bastida.

¿Por qué ha tardado tanto en gestarse el proyecto desde el lanzamiento del rosado Lalomba? “En los primeros vinos que elaboramos había demasiada cercanía con los de Ramón Bilbao y también es cierto que la compra de la finca de Yerga nos permitió darnos cuenta de que había otras ‘joyas’ en el grupo”, explica Alberto Saldón Maté, que ha pasado de ser director de innovación del grupo Ramón Bilbao a centrarse en la dirección de Lalomba.

Correr en la Fórmula 1

Cuando el peso pesado de las bebidas Zamora Company adquirió Ramón Bilbao en 1999, la bodega solo tenía dos hectáreas de viñedo en propiedad. Desde entonces la cifra ha ascendido a 203. Además de Monte Yerga, las adquisiciones más importantes han sido 23 hectáreas en San Asensio y 90 en otros municipios de Rioja Alta como Villalba, Briones o Cuzcurrita. Todas son competencia de Domingo Fontecha, el responsable de viticultura del grupo, curtido en mil y una batallas en la zona tras su experiencia de más de 30 años en Cvne.

La generosa financiación que aporta Zamora Company se ha destinado a conseguir un máximo de diferenciación.  Para Rodolfo Bastida, Lalomba debe ser el equivalente de lo que McLaren, el equipo de Fórmula 1 de Mercedes, representa para la firma automovilística alemana: “Es la innovación y la investigación de la compañía; debe generar conocimiento y crear unas credenciales que se acaben transfiriendo a Ramón Bilbao”.

La mayor parte de los trabajos de investigación impulsados por Rosana Lisa en los últimos años han ayudado de una u otra manera al desarrollo del proyecto. Aunque en la selección de los viñedos ha tenido que ver mucho la intuición o lo que Rodolfo Bastida llama simplemente “una corazonada”, hay toda una lista de parámetros técnicos que avalan la emoción: estudio de microbiota, estaciones meteorológicas que miden la humedad y la intensidad de los vientos, control de vigor por satélite… “Es un equilibrio de muchos factores”, señala Lisa. “Un suelo perfecto en una zona muy cálida, puede no funcionar. Al final, lo más importante es que el vino exprese una zona”, añade. Aragonesa con experiencia en Calatayud y Cintruénigo, Rosana entró en Ramón Bilbao en 2011 y tras ser responsable de I+D del grupo, ahora se encuentra totalmente centrada en Lalomba.

La pureza del hormigón

Otro factor de diferenciación importante es el dominio del hormigón en la vinificación y crianza. “Hemos buscado un sistema de elaboración que no contamine lo que viene del campo”, señala Rodolfo Bastida. 
Para Lisa, “el hormigón no aporta aromas, es poroso y tiene mucha inercia térmica, aunque precisamente por ello también nos resulta complicado mantener la temperatura de fermentación del rosado en 15º C”. 

Hasta llegar al modelo de depósito deseado se valoraron y compararon proveedores (ganó una firma italiana del Véneto que trabaja en una zona rica en manantiales y, por tanto, con materiales muy lavados), se estudió si trabajar o no con revestimientos internos (se impuso la superficie en crudo por su mayor pureza) y finalmente se apostó por una forma troncocónica que exigió un molde específico para poder trabajar los sombreros de los tintos con délestage. También estudiaron la transferencia de oxígeno en este material y descubrieron que su permeabilidad es aproximadamente la mitad de la de una barrica. 

Los vinos se elaboran en una bodega contigua a las instalaciones de Ramón Bilbao en Haro, pero totalmente independiente y con su propia atmósfera. El contraste entre el ambiente casi hospitalario de la sala de hormigón y la oscuridad de la nave de barricas revestida con piedras traídas de Yerga es cuando menos impactante. Tanto en la arquitectura como en el diseño del packaging (etiquetas y botella) y la comunicación gráfica que rodea al proyecto se ha jugado con el concepto de inclinación (ladera).

En equipamiento, no se ha reparado en gastos: cámara frigorífica, transporte refrigerado para las fincas más lejanas, despalilladora horizontal que elimina el raspón sin romper la baya, máquina de selección óptica que habitualmente descarta entre un 10 y un 15% de la vendimia… La uva se traslada en pequeños ovis de 300 y 350 kg de capacidad a las bocas de los depósitos de hormigón donde tienen lugar la fermentación.

El rosado que llega al mercado no ve la madera, aunque durante mi visita pude probar una experiencia criada en barrica que cambiaba el perfil en boca hacia una mayor cremosidad. Los tintos se prensan suavemente con bolsa de agua, realizan la maloláctica en barrica y experimentan una doble crianza, primero en barricas de roble francés y húngaro, y después en hormigón. “Vemos que esa segunda crianza ayuda a conseguir gran franqueza aromática”, señala Rosana Lisa. 

Los tres primeros viñedos y un cuarto en preparación

En abril Lalomba pasará su primera prueba de fuego al poner en el mercado su rosado de siempre con una presentación mucho más austera y lanzar el primer tinto de la colección: Lalomba Finca Valhonta. Procede de un viñedo situado a más de 100 kilómetros de distancia, en el extremo noroccidental de Rioja, en el municipio de Villalba, zona casi límite de cultivo, pero muy apreciada por sus maduraciones lentas y altos niveles de acidez para tintos de guarda. 

En septiembre llegará Lalomba Finca Ladero, un tinto de Yerga que combina tempranillo y garnacha y procede de la parcela más alta de esta propiedad. En preparación hay una tercera finca llamada Aguilones, ubicada en San Asensio junto a un meandro del Ebro, de la que se han escogido 2,9 de sus 23 hectáreas. Se trata de dos terrazas cultivadas sobre roca arenisca con arena en superficie que facilita un buen drenaje, pero cuyo vino se guarda celosamente en bodega.
Estos son los vinos de Lalomba que sí probamos y que llegarán este año al mercado.

Lalomba Finca Lalinde 2019 Rosado 
90% Garnacha, 10% Viura 
Parcela de 5,4 hectáreas en vaso y orientación norte-sur a 520 metros de altitud. Plantada en 1976
Roca madre calcárea. Suelo pedregoso con un segundo horizonte de arena. 
Cinco meses de crianza con lías finas
13% vol.
Producción: 20.000 botellas
Precio: 21 €

Con el vino pendiente de embotellar en mi visita a bodega, la muestra catada de depósito se mostraba muy sabrosa con ricas notas de pomelo y puntas de frambuesa, buen peso en boca y quizás algo redondo por el efecto de las lías. Teniendo en cuenta lo mucho que este vino gana en botella quizás es mejor apurar las últimas botellas del 2018, una cosecha particularmente fresca y con mayor pluviometría que la media. Ahora mismo muestra complejos aromas cítricos y florales y una excelente acidez que alarga notablemente los sabores. Por otro lado, y aunque la nueva presentación aporta una seriedad más acorde con el contenido de la botella, me pregunto cómo la valorará el consumidor. ¿Habrá nostalgia de la botella serigrafiada? Lo que sí se mantiene es el tapón de vidrio. 

Lalomba Finca Valhonta 2017 Tinto
100% Tempranillo
Parcela de 2,8 hectáreas de un vaso empalizado y orientación norte-sur a 650 metros de altitud. Plantada en 2000
Suelo franco arenoso con abundante caliza sobre roca arenisca
14 meses en barrica sin trasiegos; afinado de ocho meses en hormigón
14,51% vol.
Producción: 6.500 botellas
Precio recomendado: 65 €

Sin reparos en elegir un viñedo que cumple ahora 20 años, la anécdota de esta parcela es que ofrece, según el análisis de microbiota, el mayor número de organismos de todas las viñas de Ramón Bilbao: 384 en uva y 696 en suelo y hasta 29 especies de levaduras. Por cierto, que la política de fermentación es dejar que cada viñedo arranque con sus propias levaduras y cuando se alcanzan los 6-7 grados de alcohol introducir la levadura seleccionada de Yerga. Este vino refleja la finura más clásica de los tintos de Rioja Alta pero con una expresión menos mediatizada por la crianza. Pese a la mayor calidez de la cosecha 2017, la parcela se vendimió el 10 de octubre. Elegante florales y balsámicos (manzanilla, romero), fruta roja y negra (mora) y toques de regaliz tanto en nariz como en boca. Gran textura, cuerpo medio, pero con taninos firmes y capacidad de guarda. Una gran incorporación a la diversidad creciente de tintos riojanos.

Lalomba Finca Ladero 2016 Tinto
80% Tempranillo, 20% Garnacha
Parcela de seis hectáreas en espaldera baja y orientación este-oeste a 730 metros de altitud. Plantada en 1989
Roca madre calcárea, arena en la zona de mayor pendiente; limos y arenas en la parte baja.
16 meses en barrica sin trasiego; afinado en hormigón de 22 meses.
14,31% vol.
Producción: 7.500 botellas
Precio recomendado: 70 €

En el extremo opuesto del anterior, tanto por geografía como por estilo. Hay mucha más contundencia, firmeza y voluptuosidad en este tinto de Rioja Oriental que se presentará como el vino más caro de Ramón Bilbao. Interesante combinación de fruta negra concentrada y las evocadoras notas herbales de la garnacha (tomillo, monte bajo). Exuberante, poderoso y con fantástica acidez cítrica para sostener el conjunto. El mejor tempranillo que probé en mi vista de 2017 también procedía de esta parcela. Y no hay duda de que Monte Yerga se merece un reconocimiento como uno de los grandes terruños no solo de Rioja Oriental u Baja, sino de toda la denominación. 


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